Disclaimer: Dragon Ball es de Akira Toriyama.
TRES FORMAS DE UNIÓN
I
«Por el recuerdo»
La lluvia, inclemente, caía sobre las personas, sobre el suelo, sobre la tumba que acababa de nacer; la lluvia empapaba el alma de todos los que allí estaban, al igual que las lágrimas que muchos se permitían derramar con o sin vehemencia. No importaba la forma en la cual lloraran; importaba lo que, a través de esto, le decían a quién tenían simbólicamente enfrente.
Delante de todos estaba Trunks, el muchachito de catorce años cuyos sufrimientos equivalían a los de la vida entera de una persona en periodo de paz; incluso, era probable que todo lo que a él le había ocurrido a tan corta edad superara con creces el sufrimiento de alguien normal.
«Normalidad».
«Paz».
No conocía el concepto que encerraban esas dos palabras.
¿Era normal vivir una vida como la de él? ¿Era normal lo que les estaba pasando? ¿Era normal el castigo al que se los había sometido desde el día que Diecisiete y Dieciocho aparecieron en la Tierra? ¿Y la paz? ¿Qué sería la paz? Buscaba esa palabra en el diccionario cada día y no lograba entender su significado; era como si su cerebro no le permitiera discernir lo que esas tres letras simbolizaban al verse juntas.
—Gohan… —sollozó, limpiando con la manga de su chaqueta negra de la Corporación Cápsula las lágrimas que se entremezclaban con la lluvia—. Gohan…
De pronto, la lluvia dejó de golpear su rostro. Intrigado por el inesperado fenómeno, levantó su cabeza y apuntó con sus ojos a la persona que acababa de poner un paraguas sobre él. Videl solamente atinó a sonreírle, mostrando claramente, a pesar de lo que su boca simbolizaba, las lágrimas que también derramaba. El rostro casi era tétrico, estaba cargado de sentimientos contradictorios que eran imposibles de describir con propiedad.
—¿Videl…?
Ambos permanecieron en la misma posición: ella, detrás, mirando hacia abajo; él, delante, con su cabeza hacia arriba. El maestro Roshi, ante todos los presentes, decía palabras serias que no iban con él pero que era inevitable pronunciar ante la tumba del hijo de Goku. Y mientras, Trunks y Videl se miraban con fijeza, cada uno pensando, a su manera, en la misma persona.
Videl, con la mano que no sostenía el paraguas, rodeó el cuello de Trunks y le dedicó la mirada más honesta. Se mostró herida, inconsolable, destruida. Trunks, desesperado, se dejó llevar por los sentimientos que bramaban las pupilas femeninas y se permitió llorar más fuerte que nunca. Su llanto interrumpió brevemente la ceremonia, pues las almas que lo rodeaban necesitaron sollozar y respetar su infinito dolor. Entonces, Videl, sintiéndose comprendida por ese precioso y frágil muchachito más que por nadie, lo volteó hacia ella con violencia y lo hundió en su pecho, todo para ahogar en un abrazo el llanto de ambos. El paraguas cayó al suelo para jamás volver a ser levantado, y lloraron idénticamente, cada uno ensimismado en los recuerdos que tenían de Gohan: Videl recordando el amor, la pasión, los ojos negros llenos de afecto; Trunks recordando la amistad, la admiración, el esfuerzo de los entrenamientos compartidos. Y qué solos se sintieron a pesar de estar enlazados en semejante abrazo. Nada ni nadie los consolaba, quizá ni siquiera entre ellos lo hacían; sin embargo, estar así, por algún motivo, amenguaba la soledad a la que los había sometido esa tumba, a los distintos niveles de soledad que ésta personificaba.
La ceremonia terminó y las personas se marcharon poco a poco. La población, desde la aparición de los androides, se había reducido en un cincuenta por ciento, porcentaje que pronto sería mayor gracias a la destrucción sin fin de los demonios cibernéticos; eso les recordaba el desbordado cementerio del cual se alejaron sin mirar atrás, hacia aquellas personas que nunca dejarían de llorar, rumbo al refugio de la Corporación Cápsula, que resguardaba bajo su techo alrededor de cien personas, sobrevivientes de la ciudad y otros viajeros que por algún u otro motivo habían terminado echando lazos allí, entre los cuales estaban Videl y su padre, quienes habían terminado en la Capital del Oeste por la destrucción total de Orange Star, la ciudad natal de ambos.
—Trunks… —Camino al refugio, Bulma interceptó a su hijo—. ¿Estarás bien esta noche? Si quieres, puedo quedarme contigo. —Se permitió cerrar su idea con una sonrisa cálida que nada tenía que ver con lo que habían vivido en las últimas horas.
Bien sabía Bulma de las pesadillas de su hijo, esas que lo atormentaban cada vez que sus preciosos ojos se cerraban. Al caer en el sueño, nunca encontraba la paz que algunas personas le aseguraban que existía; se topaba con los androides, con el sádico Diecisiete y la hermosa Dieciocho, quienes no lo mataban, sino que le quitaban la vida a sus seres queridos. Ahora, uno de sus tantos sueños se había vuelto realidad: Gohan había sido asesinado por ellos el día anterior. Trunks no dormía desde entonces. No quería llegar al momento del sueño. Inconscientemente, temía volver a predecir lo que terminaría sucediendo.
Bulma, preocupada por su hijo al saber, de alguna forma, que éste no quería dormir, sentía la enorme necesidad de protegerlo, de mimarlo, de ayudarlo a conciliar el sueño mediante su amor maternal. Quizá lo protegía demasiado, ¿pero cómo no hacerlo? Trunks era lo único que tenía en el mundo, y ella veía en la protección una forma de amor que era necesaria en medio de la situación límite que vivían desde la aparición de ellos.
Habían llegado juntos al funeral, organizado en horas para honrar a Gohan y todo lo que significaba para la gente del refugio y de la Tierra. Llegaron abrazados, él literalmente deshecho y ella de igual forma en su interior, por más que exteriormente se mostrara fuerte por y para Trunks. Con el correr de los minutos, él fue alejándose de ella y, de algún punto específico en adelante, permaneció solo frente a la tumba, orgullosamente bajo la lluvia, como queriendo empaparse aún más de la tristeza que la escena cultivaba en todos los presentes. Varios intentaron ofrecerle un paraguas para protegerse y no enfermarse, pero él negó absolutamente todas las acciones de preocupación con su cabeza, su gesto inmutable. Esto hasta Videl, la novia de Gohan: a ella sí le aceptó el paraguas y el abrazo, por motivos que Bulma intentó comprender, sin éxito. Prefirió no angustiarse por ello, pensando que la ciclotimia de su hijo era normal considerando los últimos acontecimientos, y volvió a sonreírle para transmitirle, así, todo lo que ella sentía por él.
Trunks, notoriamente incómodo, disintió.
—No será necesario, mamá… —profirió sin fuerza alguna en su voz, denotando cansancio, desconsuelo—. Estaré bien.
Bulma dejó la sonrisa al escucharlo; la cambió por una caricia en el rostro de su hijo, la cual él rechazó moviéndose a un lado. Trunks estaba creciendo: por momentos, tenía ciertas actitudes dignas de la adolescencia, esa en la que empezaba a entrar con timidez y sin demasiados conocimientos de lo que todos esos cambios en su cuerpo significaban. Por este motivo, a veces se alejaba de ella sin querer lastimarla, pero reaccionando con lo más primitivo de su situación física y psíquica. Evidentemente, estaba confundido.
—Está bien, Trunks —susurró Bulma, resignada e intentando ser comprensiva—. Si necesitas algo, ya sabes.
Sin más y captando los deseos de su hijo de seguir caminando solo, se alejó un par de pasos de él, en búsqueda de Chichi y el profundo llanto dedicado a su único hijo, a lo único que le quedaba en la vida hasta el día anterior. La nada misma acababa de apoderarse de esa mujer.
Videl, caminando detrás de Trunks, necesitó aumentar levemente la velocidad para alcanzarlo. Lo tomó del hombro y él giró hacia ella, con el rostro perturbado por la soledad quebrantada con tanta sencillez.
—No te preocupes por mí, por favor —pidió él en un hilo de voz que hizo que Videl se acercara más, para poder escucharlo apropiadamente—. No quiero que se preocupen por mí…
—Tontito —respondió ella, cubriendo los pequeños hombros con uno de sus brazos—. Si hay alguien que necesita comprensión en este momento, ese eres tú.
Trunks, entonces, se detuvo en medio del camino. Las calles estaban destrozadas, las baldosas salidas, los escombros adornando todo, como eternas huellas de la destrucción de los androides. Giró su rostro lentamente, y sus ojos y los de Videl volvieron a encontrarse, al igual que en el funeral. Sintió su rostro caliente y supo que estaba sonrojado, razón por la que bajó la vista al suelo, para enterrarla allí al tiempo que sus pies no hacían esfuerzo alguno por caminar. La frustración de su rostro era evidente.
Videl vislumbró los alrededores y encontró a Bulma entre las personas que los rodeaban. Le hizo una seña para decirle que ella se ocuparía de Trunks. Bulma, varios metros detrás de ellos, sonrió y asintió simbolizando la gratitud que el gesto le provocaba. Tranquila, logró dejar de mirar a su hijo, pues desde su alejamiento nunca le había quitado los ojos de encima.
Pasaron los minutos. Trunks y Videl, pronto, se encontraron detrás de la muchedumbre, solos entre escombros y angustia.
—Ven… ¿Qué tal si corremos un rato? Es bonito correr bajo la lluvia… De niña, eso siempre me daba alegría —propuso Videl.
Ella recordó, al decir aquellas palabras, a la pequeña Videl que había sido una vez. Ante el recuerdo de su madre, fallecida cuando ella era muy niña, siempre salía a correr por el jardín de su casa en los días lluviosos. ¡Cómo olvidar el rostro de su padre pegado a la ventana! No la regañaba ni le decía que no lo hiciera en pos de que no se enfermara; sabía que lo hacía con el único propósito se sentirse bien consigo misma.
Era realmente terapéutico para ella.
Trunks agachó más su cabeza, avergonzado e incómodo por el tacto de ella, con el brazo sobre sus hombros.
—Yo… —farfulló, sintiendo cómo sus lágrimas luchaban para salir disparadas de sus ojos—. Yo…
Videl, viendo el esfuerzo que él hacía contra el llanto, sólo se limitó a tomarlo de la mano y a jalarlo al empezar a correr.
—¡Vamos! —gritó tironeándolo—. Corre, Trunks.
Él no llegó a reaccionar, simplemente se vio corriendo junto a ella, sin soltar su mano ni por un instante. Sin quererlo, volvió a sonrojarse.
¿Por qué se sonrojaba? Creía saber el porqué y se odió por pensar en eso.
Es la novia de Gohan, se recordó.
Aunque, a decir verdad, ya no lo era. Desgraciadamente, ésa era la verdad.
Corrieron entre escombros y destrucción y casi resbalaron en varios puntos gracias a la lluvia que aún caía en finas líneas de tristeza. Corrieron hasta que los pulmones de ambos lo permitieron. Cuando ya no pudieron más, decidieron detenerse para descansar. Más bien, fue Videl quien tomó esa decisión: arrastró a Trunks con el agarre más fuerte que le permitía su mano hasta debajo del techo de una vieja tienda de dulces abandonada, destrozada por los androides así como lo demás. Se sentaron en lo que quedaba de la escalera que daba la bienvenida y cada uno se dedicó a respirar. Sin mirarse y con las manos que ya no se agarraban la una a la otra, ambos volvieron a sumirse en un terrorífico silencio, sólo perturbado por sus corazones y la lluvia, por la respiración y los sollozos irregulares.
Videl levantó los ojos y se vio en aquel escenario, en la puerta de esa tienda de dulces, bajo ese techo descolorido por el paso del tiempo, y no pudo negarse a la tentación de observar el cielo desde su escondite. Estaban en plena tarde, pero el gris de las nubes robaba la luz del sol y los hundía en una sensación de inconsolable dolor. Agradeció que el clima acompañara sus sentimientos: perder a Gohan merecía un día tan negro como ese.
El cielo no merecía al sol; Gohan ya no estaba en la Tierra para ser alumbrado por éste.
—Todo es tan difícil… —susurró él, pegado a su boca, pegado a su cuerpo en esa cama de un cuarto perdido en el refugio—. Pero algún día desaparecerán. —La besó suavemente, habiendo atraído el cuerpo desnudo del ella al suyo—. Algún día, Videl…, tú y yo seremos felices… ¡Todos seremos felices! Algún día…
—Todos seremos felices. —Ella no dudó en sonreír mientras, con sus manos, acariciaba la espalda del hombre que acababa de presentarle al placer; que acababa, de hecho, de presentárselo a sí mismo también: había sido la primera vez de ambos—. Todos…
—Eso espero. —Gohan volvió a besarla y ya nada importó; era feliz por primera vez en muchísimo tiempo—. Porque si tú y yo no podemos ser felices, entonces me encargaré de que todos lo sean.
Videl tembló ante las palabras, sin lograr descifrarlas.
—¿A qué te refieres? —murmuró con voz quebrada, ahogando las lágrimas en sus ojos.
—Gohan nunca dudó, Trunks —dijo Videl de un momento al otro—. Él hizo esto por nosotros, para que todos nosotros pudiéramos seguir adelante… —Carraspeó—. Así que, ahora, lo que debemos hacer es limpiarnos nuestras lágrimas y seguir, salir adelante… ¡Debemos hacerlo por él! En memoria de Gohan.
—¡NO! —gritó un inconsolable Trunks, sumergido en sus lágrimas y en lo imposible que era no derramarlas con tanta vehemencia—. No puedo, Videl… ¡NO PUEDO! No puedo sin Gohan, no quiero sin Gohan…
El muchachito se abrazó a sus piernas flexionadas y entre éstas escondió su rostro, desesperado y desatado, muerto en vida.
—Fue mi culpa… —farfulló entonces—. Fue mi culpa. Si no hubiera sido por mí…
—Videl, no… —Gohan rio sinceramente—. ¡Videl! Aquí no; no se lo he dicho a mamá…
Videl siguió besándole el cuello entre risillas que evidenciaban el inmenso amor que sentía por él y que, bien lo sabía ella, él le devolvía con cada partícula de su corazón. Perdidos en los laberínticos pasillos del refugio que era la Corporación Cápsula, necesitaban ser cautelosos debido a que nadie sabía que estaban juntos. Aunque había quienes sospechaban. Ése era su secreto, lo había sido por muchísimo tiempo y ya era casi imposible ocultar lo innegable.
Era imposible tapar lo que sentían.
Teniendo esto en claro, Videl le dio un corto beso en los labios, dispuesta a romper el pacto de secreto y a gritarle al mundo lo que ocurría entre ellos.
—Vamos… ¡No tiene nada de malo! Ya no somos unos niños, ¡tú tienes veintidós y yo veintiuno! Somos grandes y podemos besarnos. —Eso hizo ella: volvió a hundir sus labios en el cuello de Gohan, arrancando suspiros fusionados con risas de su novio—. Te amo, Gohan…
Él, al escuchar esas palabras, necesitó abrazarla con fuerza, implorando el calor de la noche anterior, de la primera noche que habían pasado juntos. Hacía mucho que se conocían, y hacía meses, casi un año, que habían descubierto que la amistad era muchísimo más que eso. Sabía que no tenían por qué esconderse, pero primero quería hablarlo con su madre, ¡ella merecía saberlo! También quería contárselo a Trunks. Quería contarle, explicarle y confesarle muchas cosas porque él, como amigo que se sentía del hijo de Vegeta, realmente deseaba desahogarse de todo lo que sentía, de lo hermoso y lo difícil que era amar a Videl.
Hermoso por lo correspondido.
Hermoso por lo que se sentía estar con ella.
Difícil por el apocalipsis en el que vivían.
—Yo también te amo, Videl —confesó en susurros—. Te amo.
La timidez y el miedo se fueron para dar paso a la pasión: se besaron con ímpetu, desparramando en la boca ajena todo el amor y la pasión que se generaban el uno al otro. Los labios danzaban, pegados, ávidos de seguir conociéndose, de aprender a expresar lo mismo que se hacían sentir.
Lo que ellos no sabían, demasiado ensimismados en los nuevos descubrimientos corporales y emocionales que experimentaban al besarse y tocarse, era que alguien los observaba absorto por lo que tenía frente a sus ojos. Trunks no pudo evitar sonrojarse, sabiendo que estaba mal espiarlos.
Pero se sentía demasiado hipnotizado por lo que vislumbraba con inocencia.
Vio el movimiento de los labios, cómo ejercían presión de una boca a la otra, en movimientos sincronizados, estéticos. Vio la mano de Gohan viajar por la cintura de Videl, que se marcó perfectamente por causa de la caricia. La cintura se veía sumamente pequeña, diminuta en la mano del hombre.
¿Cómo alejarse ahora? Alejarse era una utopía; no podía bajo ningún aspecto. La cintura era demasiado hermosa, simbolizaba algo extremadamente poderoso que, a sus trece años apenas cumplidos, no tenía explicación alguna.
¿Por qué una simple cintura?
—¡Trunks! —El grito de la dueña de esa cintura, con un claro tono de reproche, anuló todos sus pensamientos—. ¡¿Cómo te atreves a espiarnos?!
—¡VIDEL! —gritó él.
Se dio la vuelta al saber qué haría ella: perseguirlo hasta atraparlo para así poder retarlo. Tomó impulso y corrió lo más rápido que pudo, hasta desaparecer entre los pasillos del refugio. Videl tampoco tardó en desaparecer de la vista de Gohan. Solo, rio al escuchar los gritos de ambos viajar a lo largo del lugar, casi enternecido por lo que sucedía.
Si me pasara algo…, pensó.
Era inevitable pensar en la muerte con los androides caminando en el mismo mundo que él, por lo cual no pudo reprimir aquel deseo fatalista, poco común en un hombre que vivía contagiando esperanza en las personas.
Si me pasara algo, necesito saber que estarán bien…
—¡Silencio, Trunks! —Videl no pudo detener su reacción: lo tomó de los brazos, lo sacudió y, sin soportar ver esas gruesas lágrimas en sus ojos, reflejo exacto de su propio rostro, lo abofeteó violentamente—. ¡¿Acaso vas a decirme que murió por tu culpa?!
—Si fuera más fuerte… ¡Si fuera más fuerte! —deseó él, sin ser capaz de levantar su mirada hacia la de Videl—. ¡Si me hubiera transformado antes en Súper Saiyajin, seguramente él viviría! Y así lo tendrías, y así no llorarías…
Videl se tapó la boca, emocionada por sus palabras.
—Trunks… —balbuceó—. No es tu culpa…
Creyó entender sus sentimientos y se sintió culpable por la bofetada y el regaño; ese muchachito era lo más dulce que había visto en su vida. No entendió del todo la raíz de su sentir, pero tenía la imperiosa necesidad de protegerlo. Era un poderoso guerrero, sí, pero también era un joven de catorce años cuya vida había sido opacada por los androides casi desde el primer día.
Era muy frágil. ¿Cómo no desear protegerlo?
Sin poder evadir su deseo, lo abrazó. El pequeño cuerpo del adolescente se deshizo en sufrimiento entre sus brazos y el alma que lo llenaba se permitió expresar toda la tristeza que sentía por medio de un nuevo llanto. Él, a pesar de las lágrimas, tardó algunos minutos, mas finalmente correspondió el abrazo: apretó la espalda con una delicadeza que parecía tener innata en sus extremidades cuando de Videl se trataba. Los brazos rodearon la cintura y la paz, lenta y renuente, empezó a llegar a su pecho.
Esa cintura…
Caminó, lentamente, hasta el cuarto de Trunks, ubicado en la planta baja del refugio. Eran pocos los que descansaban de la planta baja para arriba; la mayoría lo hacía en los pasillos subterráneos que habían construido entre todos hacía varios años. Trunks, fiel a la enorme bondad que irradiaba su corazón, nunca había hecho caso al pedido de su madre para que durmiera en los subsuelos: él se negaba rotundamente, alegando la necesidad de estar alerta en caso de que hubiera algún ataque y fuera menester proteger a todas las almas que poblaban el lugar.
En la cabeza de Gohan sólo giraba un pensamiento: expresarse. Decirle lo que sentía, contarle lo que lo aquejaba; también, veía importancia en la charla para aprovechar la oportunidad.
Tenía que tocar temas que jamás había tocado con su aprendiz.
Bulma le había comentado, hacía no más de una semana, que Trunks, a sus recientes trece años, estaba experimentando algunos cambios de humor que antes no eran comunes en él. Gracias a la amistad que lo unía desde hacía tiempo con Bulma, algunos temas no eran tabú a la hora de preocuparse por el bienestar de su pequeño amigo, así que Bulma había sido de lo más honesta al decirle lo que pensaba: Trunks estaba creciendo, estaba desarrollándose, estaba madurando física y mentalmente. Esta maduración que empezaba a depositarlo en la adolescencia sin dudas tenía que ver con sus cambios de humor, con sus ataques de vergüenza y sus silencios prolongados, los últimos más que de costumbre.
Eran alrededor de las once de la noche y, en el refugio, casi todos dormían; bien sabía que Trunks no lo hacía. El muchachito tenía dificultades varias a la hora de dormir, y en un día de suerte solía conciliar el sueño alrededor de las dos o tres de la mañana, según el mismo Trunks le había confesado a Gohan. Tocó su puerta tres veces, con suavidad y calma; alumno no tardó en aparecer frente a él. Abrió la puerta abruptamente, con el corazón a mil por hora.
—¡¿Gohan?! ¡¿Ha sucedido algo?! —preguntó inmediatamente, sin soportar la incertidumbre.
El rostro de Gohan se mostró apacible, relajado: intentó, así, calmar a Trunks.
—No pasó nada, no te preocupes. —Se rascó la nuca como solía hacerlo Goku, su padre, y rio brevemente, bajando los humos del joven que lo observaba atentamente—. Quería hablar contigo. ¿Puedo pasar?
Trunks no ocultó la adorable sonrisa que decoró su boca. Dejó atrás el nerviosismo.
—¡Claro!
Gohan se adentró en la sencilla habitación, pensando mientras lo hacía en que hacía mucho tiempo que no entraba allí. Trunks, desde hacía algunos meses, le prohibía la entrada a todo el mundo, incluso a su maestro. ¿Por qué sería aquello? De alguna forma, pensó el hijo de Goku, el muchacho se aislaba a consciencia, quizá por vergüenza o quizá por algo más intrincado que lo primero. Sin saber qué pensar y decidido a averiguarlo, Gohan echó un vistazo al escenario: el espacio era muy reducido, las paredes eran celestes y los únicos muebles eran una cama de una plaza, un escritorio, una silla dispuesta frente a éste, un sencillo armario y una improvisada biblioteca en la que ya no entraban más libros.
—Estás leyendo mucho, por lo que veo —necesitó destacar Gohan al atisbar las tres repisas abarrotadas de libros de distinto grosor—. ¿Qué lees?
Trunks se sonrojó por primera vez, tomando asiento en la cama.
—Eh… —balbuceó—. Estoy leyendo historia. Ya sabes…, me ayuda a dormir.
Gohan rio abiertamente; los ojos de Trunks se enterraron en el suelo. La vergüenza viajó a través de las venas.
—¡Y yo que pensaba que lo hacías por placer!
—Sí me gustan —mencionó el muchacho, su voz más baja que nunca—. Me ayudan a distraerme…
Gohan le sonrió, sin mucho más por agregar. Siguió observando la desprolija biblioteca y necesitó suspirar.
—Hace cuánto que no leo uno… —Se permitió espiar los nombres que exhibían los lomos y allí, efectivamente, vio muchos de historia. La edad antigua, el desarrollo de la tecnología, las guerras más importantes de los distintos periodos sociales. Un poco escondidos detrás de los últimos, se topó con libros de filosofía.
—¿Filosofía? —inquirió Gohan sin observar a su alumno—. Me sorprendes gratamente.
El muchacho, casi sin poder evitarlo, esbozó una diminuta sonrisa.
—Me gusta leer —afirmó un tanto tímido—. Como ya no hay escuelas y las clases que da mi madre en el refugio siempre se ven interrumpidas por los… androides… —El tono se ensombreció—. Bueno, prefiero recorrer vestigios de bibliotecas y llevarme las cosas que encuentro sanas y salvas.
—¿Y por qué leer y no otra actividad? Algún deporte, un juego de mesa… ¡No sé! Es curioso que te fijes en los libros, Trunks. Ya sabes cómo son los niños aquí: nada de libros; lo único que quieren hacer es jugar, divertirse y dejar de lado la parte triste de nuestra historia.
—Me gusta aprender. No es que entienda mucho de lo que dice en esos libros, pero… —exclamó Trunks, siempre tímido pero reflejando una seguridad que seguramente ni él mismo se captaba, una seguridad inconsciente—. Es una forma de intentar entender lo que nos pasa. —Carraspeó, nervioso.
Sinceridad brutal: Gohan admiraba el corazón de Trunks. Admiraba, sobre todo, su afán de serle útil a las personas, su deseo desinteresado por ayudarlas. Claro que se identificaba con él y con ese deseo, pues lo sentía en su propia alma. Trunks era bueno, quizá demasiado, pero lo era y eso era positivo.
Que él existiera era de ayuda al refugio y, por qué no, a la Tierra.
Dejó, finalmente, lo libros de lado. Se encaminó hacia la cama donde Trunks estaba sentado. Tomó asiento a su lado y lo observó unos cortos pero significativos segundos.
—Quería hablar contigo —dijo.
Trunks lo miró atentamente.
—Dime, Gohan.
A Trunks le encantaba que Gohan lo buscara para charlar, que confiara en él y le provocara esa dulce sensación llamada amistad. Se sentía amigo de su maestro, una de las cosas que más orgullo le generaba. Gohan era su ídolo. Que también fuera su amigo era un premio en el infierno en el que vivían.
—Estoy saliendo con Videl —dijo Gohan, sorprendiendo, aunque no del todo, a su joven amigo.
—Ya-ya me parecía… —balbuceó éste torpemente, sonrojándose por el inesperado tema que Gohan proponía.
—Es muy difícil, ¿sabes? Es complicadísimo… Me costó mucho animarme. —Gohan, para sorpresa de Trunks, también se sonrojó, mostrándose como el chico de veintidós años que era.
El hombre que, de no haber sido por la existencia de los androides, hubiera podido contar otra historia ante los ojos del mundo.
—Se nota que ella te quiere mucho, Gohan —afirmó pronto Trunks, sonriente aunque sonrojado—. Me-me alegro mucho por ustedes. —Y los ojos volvieron al suelo.
Gohan agradeció las palabras de su alumno rascando su cabeza con complicidad, lo cual hizo que Trunks volviera a sonrojarse.
—Nunca había sentido esto —confesó Gohan—. Dudé mucho debido a todo lo que nos pasa… ¡Pero llegó un punto donde no pude evitarlo! Ya no podía… Ella, ahora, es otro de mis grandes motivos para ser más fuerte.
Eso era exactamente lo que sentía Gohan: determinación. Videl, así como su madre, su alumno y la gente del refugio, le daban ánimos a la hora de prepararse para pelear nuevamente con los androides. El deseo de ganarles era inquebrantable gracias a la fortaleza que le inspiraban sus allegados, aunque también era inquebrantable el no saber si la próxima vez que peleara con los asquerosos Diecisiete y Dieciocho sobreviviría.
¿Y si le pasaba algo?
Quiso decir miles de cosas, pero se contuvo: ya había dicho lo que necesitaba, más concisamente de lo que había pensado que podría. No quedaban más palabras; lo esencial ya flotaba en el aire.
Necesitaba ser más fuerte para así construirles un futuro hermoso a su mujer, su familia y sus amigos.
Construirle un futuro justo a la Tierra, lleno de la esperanza que sólo Goku sabía desparramar con tanta sencillez e intensidad.
—Es… muy valeroso que lo veas de esa forma —agregó Trunks—. Espero que te ayude.
—Me ayuda, créeme —se permitió sumar Gohan—. Ahora, tengo a una persona especial a la cual proteger.
Trunks sonrió tímidamente en respuesta. Sabía que Gohan estaba feliz; eso lo dejaba tranquilo.
Mejor ni pensar en otra cosa.
—¿Y a ti te gusta alguna chica? Cuenta —inquirió su maestro codeándolo, una sonrisa pícara digna de Bulma adornó su boca.
—¡Gohan! —Trunks se tapó el rostro—. Por favor, no me preguntes eso…
El maestro se relajó ante su alumno. Esa había sido la mejor forma de entrar en tópico. La vergüenza extrema que llenó a Trunks —muchísimo más notoria que la normal—evidenciaba lo que Bulma había asegurado: su aprendiz estaba creciendo, estaba madurando, estaba desarrollándose. Tenía trece años, así que estaba en edad.
Volvió a rascar la cabeza del muchacho, alentándolo para que se calmara mientras pensaba en lo difícil que había sido para él entender lo que le sucedía a su cuerpo a la edad de Trunks. ¡Cómo olvidarlo! Había terminado hablando con Roshi, Woolong y Puar sobre el tema, elección de la que se había arrepentido al instante: mientras el pequeño gato, alguna vez inseparable amigo de Yamcha, volaba de un lado al otro con rojo en sus mejillitas peludas, el cerdito amigo de su padre y el que alguna vez había sido maestro de éste le explicaron con lujo de detalles qué tenía que hacer en ciertos momentos de revoltijos hormonales. ¡Si hasta le habían regalado revistas porno!, ante su inmenso gesto de incomodidad, donde sus pupilas gritaban algo parecido a «trágame tierra».
Era difícil no contar con su padre en momentos así. Claro que Goku no era hombre de inmensos conocimientos cuando no se trataba de batallas, pero quizá ayudado por Krilin hubiera podido explicarle algo más o menos coherente. Incluso, quizá hasta su madre, en periodo de paz, hubiera orientado a su padre a explicarle en qué consistía la adolescencia. Pensar en sus padres explicándole en qué consistía algo como el sexo le ponía el rostro más rojo que el de Trunks.
A sus doce o trece años, rememoró Gohan, las escuelas ya eran un viejo mito destruido por los androides, así que era muy difícil educarse en esos terrenos al llegar a la edad complicada. Todos estaban tan preocupados por el bienestar del refugio, por la buena conducta en éste —no salir en horario nocturno, no mantenerse demasiado tiempo fuera durante el día, no hablar con gente externa al refugio para evitar saqueos a los víveres que cuidaban a sol y sombra; todo lo necesario para una convivencia que no trajera problemas a nadie— y por la educación básica para los jóvenes acerca de la historia, las matemáticas o la ortografía que nadie parecía reparar en «trivialidades» como explicarle a un niño o una niña en plena pubertad qué significaba la palabra «adolescencia» y la palabra «sexualidad». Gohan, con tan pintorescos maestros como lo habían sido Roshi y Woolong, no tenía, a pesar de todo, de qué quejarse. Trunks, en cambio, no había buscado a nadie y, como siempre solía hacerlo, se estaba reprimiendo y avergonzando de tocar el tema. Vegeta estaba muerto desde hacía demasiado tiempo y su alumno no tenía con quién hablar, no tenía un guía y ni siquiera, si lo pensaba, poseía una figura masculina fuerte en su historia. A lo mejor era él, Gohan, quien tomaba ese lugar para Trunks.
—Oye… —le habló finalmente Gohan a su alumno—. Creo entender por qué estás tan raro últimamente.
Trunks se ocultó el rostro tras las manos. Entendía perfectamente a dónde pretendía ir Gohan con sus palabras.
—No quiero hablar de esas cosas… ¡Me da mucha pena! En serio, Gohan: háblame de otra cosa, te lo suplico.
—No tiene nada de malo crecer, tonto… —Gohan se permitió destapar el rostro de Trunks con su mano para obligarlo al contacto visual—. ¡No debes sentirte avergonzado! Al contrario: crecer es algo maravilloso. No sólo está creciendo tu cuerpo, sino además tu mente e incluso tu fuerza: ahora serás más fuerte que nunca. Ahora, serás capaz de superarme.
Trunks se puso serio, dejando así la aniñada vergüenza de lado.
—Qué tonterías dices —aseguró sin perjuicio—. Nunca podría superarte…
Infravaloración y poca autoestima disfrazada de humildad: Trunks era así.
—¡¿Eso crees?! —Gohan necesitó reír audiblemente—. Eres el hijo de Vegeta, el Príncipe de los saiyajin. ¡Que me superes jamás me sorprendería! Me superarás, Trunks. Lo veo en ti cuando entrenamos: ¡tienes un potencial envidiable! Te admiro; llegarás a ser un gran guerrero.
El joven, una vez más y contando, volvió a enterrar los ojos en el suelo.
—Pero…
—Vamos, no seas tan severo contigo mismo. —Gohan se agachó y buscó mirarlo nuevamente—. ¡Soy tu amigo! ¿Verdad que sí? De niño, yo casi no tuve amigos de mi edad; tú eres lo más cercano a ello que he conocido en mi vida. ¡Confía en mí! Cuéntame qué te preocupa, qué no entiendes, qué te asusta de todo lo que está pasándote… —Lo obligó a ponerse de pie y se fijó en la altura de su alumno—. ¡Mira cuánto has crecido! Aunque aún te falta, pero vas por buen camino… ¡Serás más alto que Vegeta! Tu mamá estaba preocupada por eso. —Volvió a reír—. No le contaré a nadie lo que se diga en este cuarto, Trunks. Sé que soy un poco mayor que tú, pero intenta ver en mí a alguien de tu edad, a un amigo de tu generación. Sé que eres solitario; todos nos damos cuenta de lo tímido que eres… —Al ver tristeza en el rostro de su alumno, apoyó su mano en el juvenil hombro—. No está mal ser tímido, yo también lo soy. Por eso, te ofrezco esta confianza. Si no la tomas, está perfecto. ¡No me enojaré si no quieres hablar de este tipo de temas conmigo! Pero es importante que sepas que si necesitas un oído, aquí me tienes.
Una dulce sonrisa asomó en el rostro preadolescente, decorada con sonrojo y retraimiento, todo armoniosamente fusionado en los expresivos ojos azules.
—De acuerdo… —Trunks tomó asiento en la cama y Gohan hizo lo propio en la silla del escritorio—. Lo que pasa es que… Yo…
Con palabras cortadas a la mitad, pausas eternas y miradas enterradas eternamente en el suelo, Trunks le confesó algunos signos de su maduración. Gohan lo dejó expresarse a su tiempo, sin apurarlo ni presionarlo, aunque permitiéndose intercalar algunas frases tranquilizadoras que relajaron poco a poco al muchacho. Eso es normal. Eso también. ¡A mí me pasó lo mismo! Qué feo era cuando me pasaba eso…
Finalmente le explicó algunas cosas, le aconsejó otras y le contó situaciones atadas a su propia experiencia. ¿Qué mejor que ponerse a sí mismo como ejemplo? Sabía que Trunks lo admiraba; Bulma se lo decía todo el tiempo y el propio Trunks lo hacía notar. Ser él quien lo aconsejara, pensaba el hijo de Goku, quizá valía el doble para su alumno. Era bueno estar allí para su joven amigo.
—¿Y? —Cuando Gohan se quiso dar cuenta, ya llevaban una hora y media de diálogo—. Ahora puedes contarme. ¿Te gusta alguna chica? Cuenta, cuenta.
—Hay… una —balbuceó Trunks—. Pero es un poquito mayor que yo.
Gohan sonrió ampliamente, casi sintiéndose padre del muchacho y casi sintiendo orgullo por él.
—¡¿Quién es?! —Al ver cómo Trunks volvía a depositar los ojos en el suelo por enésima vez, rio a carcajadas—. Bueno, no me digas. Lo adivinaré yo solo… ¡Estaré muy atento!
El muchachito intentó cambiar de tema, pero Gohan se permitió hacer una última pregunta antes de hacerlo:
—¿Qué te gusta de ella?
Todo…, pero no debo mirarla más, se dijo el hijo de Vegeta.
—Es que… —Esa pregunta, para Trunks, tenía una respuesta contundente, mas le daba demasiada pena admitirlo—. Yo… eh…
Era difícil tenerla cerca, hablarle, mirarla… ¡Era tan difícil! No podía decirle a Gohan de quién hablaba; esa mujer, para él, era un sueño inalcanzable. Era, de alguna manera, su amor platónico. Había leído sobre el tema en un libro viejo y complicado de filosofía que casi no había entendido por sus conceptos intrincados y lo anticuado de la escritura, pero creía haber comprendido el significado del supuesto amor platónico: el ideal, eso que no se puede materializar de ninguna manera.
Aún no había recaído en el puñal que le había significado el principio de la conversación con Gohan: ahora, esa mujer no sólo era un ideal, sino que estaba total y absolutamente prohibida por obvios motivos, pues ella era…
—¿Qué te llama la atención de ella? Algo de su físico, su personalidad…
Mandando la timidez al diablo, Trunks contestó impetuosamente:
—Es buena, es dulce y se preocupa por todos nosotros… —Idealizando a más no poder, siguió—: Físicamente, eh… Su cintura es muy… linda.
A Gohan le llamó la atención la respuesta. Esperaba otra palabra si de físico se trataba, algo como piernas, senos o incluso cabello. Lo meditó unos momentos y finalmente pudo comentar algo al respecto:
—La cintura de una chica es un símbolo de su femineidad —afirmó tranquilamente, recordando con amor la cintura de su querida Videl—. Esa curva simboliza en ellas algo que nosotros no tenemos, algo que es propio de las mujeres. Es lindo sentir esa pequeñez entre tus manos… —Inmediatamente después de decir aquello, Gohan se sonrojó al recordarse apretando la cintura de Videl. Necesitado de visitar a su novia antes de ir a dormir, dio por terminada la charla—. Bueno, Trunks… Buenas noches. ¡Cualquier cosa que necesites hablar, me dices! ¡Y nada de vergüenza!
—De acuerdo, Gohan.
Una sonrisa tímida del muchachito, una mano despeinando el cabello lila y Gohan, finalmente, se retiró.
Videl acompañó su llanto hasta que éste, finalmente, fue capaz de apagarse: Trunks acababa de quedarse dormido en sus brazos. El cansancio, el insomnio y la tristeza eran un cóctel escalofriante para cualquier persona, y que el alumno de quien fuera su pareja se durmiera así, mientras se desahogaba en el abrazo, le dio cierta alegría: era una dicha saber que él, de alguna manera, había encontrado cierta paz al llorar junto a ella.
La hizo sentir muy bien pensarlo.
Cuando se quiso dar cuenta, Videl estaba sonriendo.
Las cosas que provocas, niño, pensó.
Trunks era especial. En el refugio, la gente lo adoraba. Era amable, respetuoso, servicial y dulce como nadie. ¿Cómo no tenerle especial afecto? Quizá ni él se daba cuenta, pero en el refugio había cierto clima de felicidad gracias a gente como él.
Con mucho cuidado, se lo cargó en la espalda mientras agradecía tener fuerza y entrenamiento en artes marciales gracias a Mark, su padre; ser fuerte era de ayuda al cargar a ese chico que no paraba de crecer. Se lo llevó corriendo al refugio, intentando evadir la lluvia y a oscuridad que desde hacía ya mucho tiempo se había instalado por el llegar de la noche. Dormido, Trunks se aferró a su cuello; su respiración era dulce y apacible.
Una vez en el refugio, se preocupó al verse empapada, tanto a ella como a él. Pasó junto a la habitación de Trunks y allí permaneció de pie unos segundos.
No se atrevía a dejarlo allí solo.
Sabía que todo lo que estaba sucediendo era en extremo doloroso para él. Por este motivo, dejarlo solo le parecía una idea deplorable, unida a una actitud vacía de empatía. El problema era que estaba empapado, ¡tenía que cambiarse de ropa urgentemente para no enfermarse! ¿Qué podía hacer ella para ayudarlo?
¿Qué era lo mejor?
No dudó, simplemente se adentró en la habitación y de un humilde armario sacó lo primero que encontró. Le dio pena entrar sin el permiso del muchachito, pero todo era mejor a despertarlo. Temía que el llanto reanudara y que no pudiera pegar un ojo en toda la noche.
Decidida y apurada, descendió al subsuelo. En los laberínticos pasillos buscó el cuarto de Bulma. No tardó en abandonar la idea inicial de avisarle a dónde iba a llevar a su hijo.
Quizá está durmiendo, se dijo.
Inevitablemente, con pasos lentos, tuvo que pasar por allí; no pudo evitar acongojarse al escuchar cómo Bulma hablaba acerca de Gohan con Roshi, mientras un llanto, el que reconoció como el de Chichi, terminaba de dar el toque dramático a lo que llegaba a sus oídos.
Siguió su camino por el pasillo. Estornudó sin poder evitarlo, anticipando el resfrío que se le avecinaba, y entró en pánico cuando Trunks se revolvió en su espalda; por suerte, no despertó. Al continuar el andar, pasó de largo numerosas puertas de distintos materiales, aunque el metal era lo más común. Volvió, como siempre, a apreciar las manchas de humedad, la irregularidad de las paredes y las frases en aerosol que algunos irrespetuosos dejaban en los rincones de éstas. «¡Androides hijos de puta!», rezaba la única que le gustaba de entre todos los grafiti que había por allí. Cuán de acuerdo estaba con esa frase…
Finalmente, agitada y cansada, llegó a su cuarto. Como pudo debido al peso que cargaba, tocó cuatro veces la puerta metalizada que permanecía cerrada, cumpliendo con las reglas que había impuesto su peculiar compañera de cuarto para la buena convivencia.
—¡¿Dónde mierda estabas?! —susurró una enfadadísima y rubia Lunch al abrirle—. ¡¿Y qué haces con él?!
—Ay, Lunch… —Videl entró torpemente a la habitación mientras la rubia le abría el paso, dejando tras su espalda la escopeta que siempre tenía encima—. ¿No lo viste hoy en el funeral? Estuve con él hasta ahora y no podía parar de llorar; está muy triste… Bulma está con Chichi y se me hizo cruel dejarlo solo en su cuarto. —Lo recostó en su cama para poder estirar sus músculos libremente—. Lo dejaré dormir con nosotras hoy. Disculpa si te molesta, pero me parece lo mejor.
Lunch se acercó a la caja de madera que usaba como mesa de luz y de allí levantó su paquete de cigarrillos a la mitad y su mechero de plástico. Con esto en mano y sin soltar en ningún momento la escopeta, volvió a abrir la puerta que acababa de cerrar y observó intensamente a Videl. Esa chiquilla era testaruda, de carácter fuerte y un poco antipática con ciertas personas, pero era sumamente buena, lo cual era genial a la hora de la convivencia y de la tranquilidad en el refugio. Videl siempre estaba dispuesta a ayudarlos a todos. Sin dudas y por obvios motivos, ella estaba tan destrozada como Trunks, alumno y amigo inseparable de Gohan. Quizá, pensó la rubia mientras le sonreía enigmáticamente a su joven compañera de cuarto, no sólo quería quedarse con el muchachito para acompañarlo, sino para que él también la acompañara a ella. El recuerdo de Gohan y el cariño que le tenían, sin lugar a dudas, los uniría y les ayudaría a sobrellevar la imposible noche que tenían por delante. Recordó el día que encontró el cadáver de Tenshinhan, aquel hombre de tres ojos que de alguna forma había sabido ganarse su cariño, en aquella isla a nueve kilómetros de la Capital del Sur, y su sonrisa se borró; la entendía perfectamente. Lo que acababa de suceder no era fácil para la muchacha de ojos celestes y cabello negro, de cortos veintidós años: la muerte de Gohan era el antes y el después de su vida, así como había sido para todos los que alguna vez habían perdido, por culpa de los sanguinarios humanos cibernéticos, a una persona especial.
La historia, desde hacía trece años, no paraba de rebobinarse y volverse a repetir.
—Iré a cuidar el depósito de víveres. Con lo que cuesta conseguirlos… —dijo Lunch, evadiendo pensamientos tristes e intentando contagiar la fortaleza que siempre la había caracterizado—. Con lo que pasó con Gohan, no creo que nadie se acuerde de vigilarlos. —Puso un cigarrillo en su boca y lo encendió—. Puedes usar mi cama. —Una pitada al cigarro y finalmente se decidió a retirarse—. Buenas noches, niña. Intenta descansar; lo necesitas y mereces.
Videl le sonrió y la rubia, de un instante al otro, se marchó, no sin antes de guiñarle el ojo con esa extraña complicidad que tenía en su estado rubio. La dulce Lunch azulada le caía mejor a Videl, pero la que acababa de cerrar la puerta tenía lo suyo: se sentía muy segura cuando la tenía cerca, y su carácter, para qué negarlo, era explosivo como el suyo. Se peleaban, pero en el fondo se estimaban y respetaban la una a la otra.
Ante esos pensamientos, las inevitables preguntas: ¿podría seguir teniendo el mismo carácter de siempre luego de perder a Gohan? ¿Podría sobreponerse o sencillamente no lo soportaría?
¿Se volvería la sombra de la Videl que Gohan había amado?
Resopló y, con convicción, se prohibió pensar en ello. ¡No podía ni quería volver a llorar! Acababa de prohibírselo a sí misma.
¡Basta!, se suplicó.
Buscó una toalla en su desordenado armario y la apoyó en sus hombros. Secó rápido su cabello y se permitió esconderse tras el biombo que habían improvisado junto a Lunch en una esquina de la habitación para cambiarse de ropa con toda la intimidad posible. Se puso su pijama favorito, uno de dos piezas de color celeste, ya bastante desteñido, pero que adoraba desde hacía unos cuatro años. De nuevo en su armario, buscó una bata abrigada para taparse, cosa que no tardó en hacer. Una vez lista, apurada, pues sabía que debía actuar inmediatamente, se acercó a Trunks. Lo observó en el más profundo de los sueños y le dio pena, pero tenía que despertarlo. No podía cambiarlo ella sola. Trunks era vergonzoso a pesar de ser, para ella, simplemente un niño. Prefería, en este caso, respetarlo. Estaba creciendo y lo sabía; para ella, sin embargo, seguía siendo el alumno de Gohan que había visto crecer frente a sus ojos.
—Bonito… —le susurró dulcemente mientras acariciaba su húmedo cabello lila—. Trunks, pequeño… Despierta. —De un instante al otro, él dio un respingo y se mostró asustado—. Tranquilo, tonto… Soy yo —lo tranquilizó—. Estás empapado. —Buscó una toalla más y con ésta le tapó la cabeza—. Sécate.
—Vi-Videl… —farfulló él, sonrojado y confundido—. Yo… ¿Dónde…?
—Disculpa que te desperté, pero no quería dejarte dormir empapado. Puedes dormir aquí por esta noche. Estás en mi cuarto.
Trunks se sintió avergonzado. ¡¿Dormir allí?! Por un lado, la idea le ponía el rostro de todos colores; por el otro, le daba cierta paz. Porque iba a tener pesadillas y lo sabía. No quería quedarse solo en su cuarto. Esa era la noche para no hacerlo. Si se quedaba solo, no iba a poder pegar un ojo.
En cambio, ahora…
—No quería causarte molestias —murmuró Trunks mientras intentaba recordar en qué momento se había dormido—. Lo siento…
¡Se sentía terriblemente incómodo! Que ella se tomara estas molestias con él, que lo hubiera soportado llorar durante quién sabía cuánto tiempo. Muy en el fondo, eso sí, se sintió feliz por tenerla cerca, por tener a alguien que sintiera el mismo dolor que él.
Videl se limitó a sonreír con suavidad.
—Cámbiate; espero te guste la ropa que elegí —exclamó ella entre risas que denotaban confianza—. Discúlpame por entrar a tu habitación sin permiso, pero no tenía la ropa indicada para ti aquí…
Trunks recibió en sus manos la ropa y se sonrojó al ver que también le había traído ropa interior. Al examinar las demás prendas, se encontró con un short azul y una camiseta blanca.
—Gr-gracias —susurró—. Y no te preocupes, no pasa nada…
Videl le señaló el biombo.
—Así no te espío —avisó ella entre risas.
Más avergonzado que nunca, Trunks se metió tras el biombo y allí se cambió a la velocidad de la luz, no sin antes estornudar en el proceso.
—Te resfriaste. Yo también, eso creo —escuchó decir a Videl mientras él se apresuraba a terminar con lo que estaba haciendo.
Finalmente, Trunks salió, apenado y con la ropa mojada entre sus manos. Haciendo caso a su anfitriona, dejó las prendas sobre una silla que ella misma le acercó a la estufa; en ésta Videl también puso su propia ropa empapada. Trunks permaneció de pie sin saber bien qué hacer. Vio a Videl acercarse a la cama que estaba más al fondo de la habitación, esa donde él había despertado.
—¡Soy tan inteligente! —afirmó Videl—. Te recosté aquí y la cama quedó tan empapada como nosotros… —De abajo de la cama sacó una caja donde había sábanas limpias y secas y, rápidamente, desarmó y volvió a armar el lugar de descanso—. Puedes dormir aquí; yo dormiré donde Lunch.
—Pe-pero… ¡Pero…! —dijo Trunks—. Esto no era necesario… ¡En serio! Yo… no quiero molestarte.
—¡No me molestas, niño! En serio, Trunks. No me molestas en absoluto. —Para decir lo último, se le acercó y le peinó el cabello con simpatía. Para Videl, Trunks era ciertamente insoportable cuando era tanvergonzoso, pero en el fondo entendía y apreciaba el inmenso respeto que se atisbaba en cada palabra, mirada y movimiento del muchachito.
—Gracias. —Con esta palabra, Trunks agradeció más que la cama; agradeció todo lo que ella había hecho por él del paraguas para adelante.
Adoraba a Videl.
Quizá, la adoraba en exceso.
La culpa volvió a invadirlo al pensarlo de esa forma, pero el consuelo que encontraba en el cariño era demasiado inmenso para ser ignorado: necesitaba ser sincero consigo mismo.
Se recostaron cada uno en su lugar y el sueño tardó en llegar a Trunks, pero saberse acompañado por ella le ayudó a poder alcanzarlo. Videl, por su parte, no pudo dormir en absoluto. Pasó de la tranquilidad a la incertidumbre y de ésta a la desesperación. Lloró suavemente al recordarse durmiendo sobre el pecho de Gohan, al recordarse hablándole, besándolo y cuidándolo. La habitación se llenó de él y todo lo que miraba le recordó el rostro, la cicatriz que portaba en éste, su ropa, su aroma, su cabello, su voz…
—Gohan… —no pudo evitar sollozar, tapando su cabeza con la almohada de Lunch por interminables minutos.
¿A quién quería engañar? No podía ser fuerte; no sabía cómo serlo.
No en ese momento.
Unos ruidos extraños provenientes de su acompañante llamaron inmediatamente su atención. Al observar a Trunks, sin moverse ni un ápice de donde estaba, notó la agitación de la respiración y los sacudones que daba el cuerpo. Las manos tomaban fuertemente las sábanas que lo tapaban. Al parecer, estaba teniendo una pesadilla. Empezó a gritar, por lo cual Videl se abalanzó sobre él.
—Trunks… ¡Trunks! —lo llamó—. Despierta, Trunks… ¡Despierta!
Un grito y un respingo, junto con unos ojos inmensamente abiertos, le dijeron a Videl que él había escapado de su pesadilla. Se miraron a los ojos; éstos no tardaron, por su parte, en llenarse de lágrimas.
Con sus miradas se habían dicho todo: era imposible dormir por más compañía que hubiera; Gohan ya no estaba en la Tierra.
—Tranquilo… —Las manos de Videl se colocaron a cada lado del pequeño rostro de su acompañante, los ojos de uno conectados con el otro—. Tranquilo, tonto…
La respiración del muchacho estaba descontrolada; ella lo animó a regularizarla. Respira profundo, le dijo una y otra vez. Ella le mostró cómo hacerlo y él la imitó; se fue calmando gradualmente. Tranquilo, tranquilo.
—Videl… —sollozó él.
Deshecha, ella asintió entre sonrisa y lágrimas. Le indicó que se recostara y fue hacia la cama de Lunch, de donde se robó una cobija. Volvió con Trunks y le pidió que le dejara un poco de lugar en el pequeño colchón. Él, nervioso, asustado y tan deshecho como ella, obedeció mecánicamente. Videl lo hizo girar para que le diera la espalda y a ésta se aferró con sus brazos. Lo abrazó por detrás y buscó una de sus manos, la que tomó fuertemente.
No podía estar sola. Ella no podía, y él tampoco. Videl finalmente lo había entendido.
—Duerme, Trunks… Las pesadillas son sólo pesadillas.
—Las pesadillas se hacen realidad —aseguró él en un susurro que marcó la crudeza de lo que decían.
—Estupideces —respondió ella—. Las pesadillas se hacen realidad cuando les damos importancia. Si no les haces caso, desaparecen.
—No… Eso nunca pasa… —retrucó él con voz quebrada.
Videl tomó más fuerte su mano.
—Sí, Trunks… Pasa.
—Las pesadillas no desaparecen; las pesadillas siguen matando a las personas, siguen destruyendo nuestro mundo… ¡Siguen vivos! Esos malditos androides…
Ambos sollozaron al mismo tiempo.
—Las pesadillas desaparecerán… Algún día, te juro que algún día… —intentó convencerlo Videl—. Esos hijos de puta van a morir, van a pagar por todo lo que nos han hecho…
—¡¿Y cómo vamos a ganarles?! —necesitó preguntar el muchachito—. Mataron a Gohan…
—Y con su muerte nos fortalecieron.
—Eso no es cierto…
Más apretón en la mano de Trunks; Videl no ahorró fuerzas al hacerlo.
—Esta noche lo lloraremos juntos, ¿sí? Esta noche lo lloraremos… Y mañana nos levantaremos con otra perspectiva. ¡Mañana nos fortaleceremos! Mañana tendremos esperanza.
Era la única alternativa: si ellos no exteriorizaban lo que les sucedía, no podrían volver a dormir tranquilos. Tenían que negar las pesadillas, hacer el duelo y continuar caminando. Por eso el abrazo, por eso la mano presionada: Videl necesitaba que Trunks la ayudara y, a su vez, él necesitaba que alguien lo ayudara también.
Se produjo la primera de las tres uniones que, en sus vidas, concretarían. Por un recuerdo, por un sentimiento, por una persona que, de formas diferentes, había marcado la vida de ambos, se unieron en lo mismo. Llorar a Gohan era algo que ellos, por supuesto y más que nadie, merecían. Unirse para recordar a Gohan era imperativo.
—¡¿De qué nos ha servido la esperanza?! No sé qué es la esperanza… —se apresuró a acotar Trunks. La negatividad gobernaba el aire.
—La esperanza era lo que llenaba los ojos de Gohan…
Trunks, por primera vez, apretó la mano de Videl con la suya.
—La esperanza —volvió a hablar Videl— es lo que Gohan nos regaló a todos. Es su legado para con nosotros, Trunks… Si no tenemos esperanza, entonces su muerte ha sido en vano. —Más sollozos de parte de ambos—. ¡No dejemos que sea en vano! Tengamos esperanza, Trunks. Siempre que la tengamos, Gohan estará vivo, entre nosotros.
—Gohan…
—Prométemelo —exigió ella, sentándose sobre la cama para alcanzar los ojos azules con sus celestes—. Ven… Prométemelo.
Ella, sonriente, extendió el dedo meñique de su mano derecha. Aquella forma de prometerse algo de la infancia. Trunks dudó, pero algo en su interior le ordenó estrechar con su propio meñique el de Videl. Rieron como dos niños al hacerlo.
—Tendremos esperanza —aseguró ella—. Así, nada será en vano. Nada.
Trunks, por primera vez, necesitó sonreír.
—Esperanza…
Quería creerle y le costaba hacerlo. Quería, de verdad, pensar en que Gohan estaría con ellos siempre que sintiera esperanza en su pecho. Pero su negatividad, de momento, no le permitió cerrar el círculo.
Videl acarició su cabello con dulzura para después invitarlo a acostarse de nuevo. Trunks lo hizo y ella volvió a abrazarlo por detrás, siempre tomándolo de la mano. Esperanza, susurró; esperanza, Trunks. Repitió la palabra hasta que ésta fue capaz de arrullarlos a ambos.
—Te digo que está bien, Bulma —afirmó Lunch, aún rubia, a la madre preocupada que era su amiga de tantas décadas—. Videl prefirió llevárselo a dormir con ella para que pudiera descansar un poco.
Caminaban apresuradamente por el refugio aquella nueva mañana, en dirección al cuarto que compartían Lunch y Videl. Cuando llegaron, abrieron lentamente la puerta. Para sorpresa de la rubia y también de la madre, los encontraron dormidos en la misma cama. Al acercarse más, ambas sonrieron con ternura, incluso Lunch, al notar cómo Videl abrazaba y tomaba de la mano al preadolescente. Ambos se veían tranquilos, a pesar de los ojos hinchados. Las respiraciones suaves, los rostros relajados.
—Gracias, Videl… —susurró una emocionada Bulma—. Lunch, dejémoslos dormir un par de horas más.
—De acuerdo.
La compañera de cuarto de la muchacha que abrazaba a Trunks se retiró junto a la madre de éste, permitiendo así que la paz que ambos parecían haber encontrado al dormir se mantuviera un poco, tan sólo un poco, más.
Dos meses después, sucedió:
—No lo hagas… —pidió un triste Trunks.
—Es lo mejor —afirmó Videl sin dejar de mirar el horizonte desde el techo de la destrozada Corporación Cápsula—. Mi padre y yo hablamos con algunos sobrevivientes de Orange Star, nuestra ciudad natal, y entre todos decidimos buscar sobrevivientes y armar un buen refugio. Como sabes, hace poco apareció por aquí Iresa, una vieja amiga mía… Hace cosa de dos semanas, los androides devastaron el último refugio de Orange Star. —Giró hacia Trunks y lo vio con el ceño fruncido. Entendió que estaba enojado, tanto con ella como con los androides, incluso consigo mismo. Sin más, devolvió sus ojos al hermoso atardecer que se dibujaba delante de ellos—. Aquí ya estás tú, Roshi y otros guerreros. Mi habilidad y la de papá pueden darse el lujo de dejarlos a cargo e ir a ayudar a otras personas. ¿No te parece un gesto totalmente entendible?
—Sí, pero…
No quería que Videl se fuera.
Ella lo despeinó. Al fijarse en el cabello lila, rio.
—Deberías hacerte la raya al medio, te va a quedar mejor. ¡Ese corte es tan de niño!
Trunks se sonrojó.
—Tú deberías… dejarte el cabello largo. Te quedaría muy bien… —comentó él con las mejillas rojas al ver el cabello cortísimo de Videl.
Dos meses sin Gohan, y si bien no habían vuelto a dormir juntos y abrazados, y si bien no habían vuelto a llorar, a recordar, se habían mantenido unidos. Videl y Trunks siempre estaban juntos, se ocupaban del refugio juntos, patrullaban juntos, incluso entrenaban juntos. Sólo en compañía del otro, por más que no se lo dijeran en voz alta, se sentían anestesiados. Unidos, eran capaces de no dejar avanzar al dolor.
Por eso, por la unión tan profunda, él no era capaz de dejarla ir.
—¿Tú crees? —Videl rio—. Bueno… Lo haré y espero que tú también lo hagas. —Un silencio y ella no tardó en llenarlo—. Espero que me vengas a visitar.
—Claro…
Al día siguiente, los entre diez y quince habitantes del refugio que alguna vez pertenecieran a Orange Star, entre ellos Iresa, Mark y Videl, se subieron a una antigua camioneta que Bulma en persona había arreglado para ellos. Mark estaba al volante y algunos le hicieron chistes sobre qué tan de confianza era al conducir, chistes que lo ofendieron infantilmente.
—¡No soy tan torpe! —afirmó enojado con todos.
Videl fue la última en abrazar a las personas del refugio que habían ido a despedirlos. Dejó a Bulma, Chichi, Lunch —ahora azulada— y Trunks para el final. Cuando se acercó al muchachito, le dio un beso en la frente ante la tristeza de él, que contenía las lágrimas imperiosamente.
—Siempre que quieras, puedes venir a visitarme, ¿sí? Siempre —le susurró luego de agacharse frente a él para estrecharlo en un sentido abrazo—. Cuentas conmigo…
Se alejó de él y, dirigiéndose hacia la camioneta, pensó en sus verdaderos motivos para marcharse. No soportaba estar allí; todo le recordaba a Gohan. El amor y la ausencia seguían llenando su cama, su cuarto y el refugio completo; ya no lo soportaba.
Perdón, Gohan, se dijo; perdón por no ser lo suficientemente fuerte.
Giró hacia Trunks luego de subirse a la parte trasera del vehículo. Se miraron unos instantes y ella, al tomar la puerta para cerrarla, no se contuvo al gritarle:
—¡Nuestra promesa! —le recordó con una mueca alegre—. ¡No la olvides!
Un recordatorio que no sólo iba dirigido a él, sino a sí misma.
Trunks, a pesar de lo difícil que era verla marcharse así, de un día para el otro, no logró guardarse la sonrisa. Levantó su mano derecha y la despidió, alegre en apariencia pero destrozado en el fondo.
La puerta se cerró, la camioneta emprendió viaje y todos se fueron retirando al interior del refugio, todos menos el hijo de Vegeta.
—Esperanza…
Sacó de una cápsula la espada que Gohan le había regalado un tiempo antes de morir y, al afirmarla sobre su espalda, no dudó.
Debo ser fuerte, se pidió.
—Para que tú estés siempre entre nosotros, Gohan…
Para tener la fortaleza necesaria de contagiar esperanza a su gente y al mundo. Para contagiársela a sí mismo.
El cuerpo del pequeño híbrido, de un instante al otro, atravesó con aplastante velocidad los cielos de aquella ciudad y aquel planeta devastado por los androides. El alma que llenaba ese cuerpo, dejando atrás a Videl y a todo lo que conocía, se propuso ser fuerte de una maldita vez.
¡No más llanto! ¡No más frustración!
—Confianza en mí mismo, Gohan…
Para hacer nacer a la esperanza en la pureza de su corazón.
Continuá en «Por el consuelo»
Comentario final, 6 de enero de 2012
Fic raro, ¿pareja? rara. Sé que es inesperado (?) un fic así, pero necesité escribirlo. Hace tiempo que siento cierta atracción por ellos y ni yo entiendo bien el porqué, pues Videl nunca fue un personaje que me llamara demasiado la atención; simplemente sentí deseos de tirarme a la pileta para ver qué salía.
Contarles nomás que esto es una suerte de «trilogía», así que faltan dos capítulos. =)
Agradezco al foro de Itazs, Salón de la fama del fanfic latino,y su topic sobre el futuro de Mirai; fue ahí, leyendo las opiniones de los diferentes usuarios, que se me vino a la cabeza esta historia. Ni se habló del tema (?), pero por algún motivo me sirvió de inspiración.
También agradecer el capítulo 79 de Cien de sus voces de Esplandian, que fue el empujón final para animarme a hacerlo. Gracias, linda. ¡Gracias por la inspiración! El capítulo dedicadísimo a vos. =)
Este fic está un poco atado a Legado, otra historia mía. Ahí se explica cómo fue que Gohan le regaló la famosa espada a Trunks, en un intento de arreglar el temita de Tapion de la Toei, que desde siempre dio a malinterpretaciones. No hace falta leerlo para entender esto, pero sí es cierto que ambos fics se rozan.
Sobre Videl: si bien soy fan de su hija y no de ella, siempre tuve mi perspectiva suya. La veo fuerte, decidida, buena y valerosa, pero en el fondo veo cierta fragilidad muy innata. En esto, alocadamente, me recuerda al propio Trunks. Pensando en el del presente y no en Mirai, siempre los vi ciertamente parecidos, similares en algunas cositas. No sé por qué nunca fui muy fanática de Videl, supongo que es porque Gohan —el del presente, no Mirai— es uno de mis personajes menos favoritos de la serie.
Cosas que pasan. XD
En la película de Tapion me parece que se nota cierto parecido. A lo mejor son locuras mías (?), pero en esa película y la segunda de Broly vi similitudes en ambos.
Sobre el tema de los refugios: AMO el especial «Un futuro diferente»; sin embargo, le veo como falla la vida de la gente: por un lado te muestran ciudades destruidas y por el otro gente en parques de diversiones. Digo, si nunca se sabe dónde van a aparecer los androides, no veo con demasiado sentido que la gente ande disfrutando en un parque de diversiones en vez de guardadita en un refugio. Es MUY triste lo que digo, pero me parece que encaja más en el futuro que Trunks nos describe. Así que quise hacer de Corporación Cápsula un refugio donde mucha gente pudiera vivir.
Estoy más de acuerdo con la visión del capítulo 139 de Z (la famosa escena de Terminator XD), donde todo es más oscuro y apocalíptico. Es con ese futuro con el que me voy a quedar. Obviamente y como queda a la vista, también agrego a los personajes que no estaban ahí como forma de recordarlos y darles un papel dentro de ese futuro.
La adolescencia: es el peor periodo de la historia del universo, y no pude evitar preguntarme cómo habrá sido para Trunks o incluso para Gohan crecer y vivir todos esos problemas de porquería que uno tiene durante ese periodo en medio de la lucha contra los androides. Leí mucho durante estos meses sobre el tema para que hubiera un poco de coherencia en lo escrito, ya que soy mujer y para mí la adolescencia no fue lo mismo que para un hombre. Espero haya quedado un poco coherente.
Si Gohan fue muy bruto al pedirle que confiara en él y al preguntarle ciertas cosas, lo hice pensando en la propia inexperiencia de él en este tipo de charlas. ¡Gohan no deja de ser MUY joven en ese momento! Por eso me permití cierta torpeza en ambos. Lo mismo con Videl.
Mark/Satán y Orange Star/Satan City: mantuve los nombres originales de nuestro querido y talentoso (?) guerrero y de su ciudad de origen pensando en que, quizá, Mr. Satán jamás llegó a hacerse llamar así con todo lo que pasó con los androides. Es una simple teoría que no se basa en nada, pero así quise plasmarlo acá.
Lunch rubia con la escopeta: estaba pensando en Sarah Connor. XD
En fin… No sé cuándo actualice, espero que un día de estos (?), pero estoy escribiéndolo con tanto capricho que no sé decir bien cuándo me voy a inspirar. Presiento que pronto, pero con mi musa tan caprichosa no se sabe. XD
Nomás, para ir terminando, nombrar a «Running up that hill», canción de Kate Bush y bellísimo cover de Placebo, como una fuente inagotable de inspiración. Sonó cada minuto que me demoró teclear este capítulo.
¡Gracias si llegaron hasta acá! Se los agradezco de corazón.
Espero que estos dos maduren un poco para el próximo capítulo (?).
See you in the next chapter. =D
Comentario final, 15 de julio de 2014
¡Dos años y medio! Soy una mierda. Pero acá está corregida la parte I. La parte II, casi terminada, estará subida dentro de unas horas, mañana a más tardar.
Corregí este capítulo porque creo que mejoré un poco en estos dos años y medio. Al reencontrarme con el fic me topé con algo muy desprolijo, mal narrado, con muchos gerundios y cosas horribles. ¡Creo que ahora es más digerible! O eso espero.
Saludos. =)
Comentario final, 21 de marzo de 2016
Y lo volví a corregir nomás. ¿Por qué? Este último año y medio mejoré o eso siento. Química me ayudó mucho a nivel narrativo; siento que encontré un ritmo diferente y más dinámico en mi narrativa, ritmo que acá no se notaba en absoluto. Cuando suba el último capítulo, que ya tengo avanzado y espero publicar durante abril, voy a explicar bien por qué manoseé tanto este fic durante estos cuatro años y monedas que me llevó terminarlo.
Y nada más. Nomás agregar esto: arriba, en la nota de 2012, decía que era fan de Pan y no de Videl. Hoy, 2016, puedo decir que es al revés. Este fic, La injusticia y Química me hicieron enamorar de Videl. La amo con todo mi corazón. Es mi heroína dragonbolera definitiva junto a Mirai Bulma.
Espero esa admiración se note en la historia. Sobre todo, espero se note en el final.
Sin más, nos leemos.
¡Gracias por todo!
Dragon Ball © Akira Toriyama
