—Capítulo 1—
Go Shopping Go
Marinette se encontraba de vacaciones en Sudáfrica en una mansión en Pretoria. Había sido invitada por un amigo sudafricano, Michael Smith. Pero para ser sinceros, ella había lo había usado para perseguir al amor de su vida, Adrien. El adolescente había ido a hacer un campamento para aprender inglés. Su padre quería que aprendiese bien el idioma y había encontrado un campamento de verano intensivo. Por otra parte, ella intentaba cada día colarse dentro para visitar a su amado, pero cada vez que lo hacía, aparecía una institutriz cabreada que la echaba.
Hoy estaba en la piscina tomando el sol y pensando cómo iba a acometer el siguiente intento. Se había acostado sobre una tumbona mientras miraba las nubes imaginando el rostro de Adrien. Cada tanto suspiraba y se daba la vuelta. Ya bastante aburrida y falto de ideas, se puso a dormitar. Entonces de repente algo la despertó. Era Alya, totalmente sonriente, que le había tocado el hombro para atraer su atención.
—¡Hola Marinette!¡Me acabo de enterar de algo alucinante y que te va a encantar!
—¡Puff, Alya! Estoy súper agobiada y no aguanto más esta tensión. No se me ocurre la manera de ver a Adrien. Creo que me voy a morir en esta casa.
—¿Pero, por qué te preocupas tanto, Marinette?
—¡Oh! Pues llevo una semana y no hay manera de verlo. Me está entrando la depresión y en esta ciudad no hay nada divertido para hacer. Parece de la edad de piedra. El otro día quise ir de compras y tenían ropa muy pasada de moda. Todo un aburrimiento.
—No te preocupes. Te vengo a decir algo que te va a levantar el ánimo.
—¡Ah!¿Sí?
—¡Sí, sí! Adrien va a salir con sus compañeros del campamento de compras al Boulevar Royale de Pretoria.
—¡Guau!¿No me estarás mintiendo, Alya?
—¿Por qué iba a hacer eso?
—No, no… claro qué no ¡Qué emoción!, pero no sé qué ponerme. Me da vergüenza que me vea con ropa fea de abuela.
—¿No crees que eres un poco exagerada? Pero si tienes una ropa muy chula.
—No sé, no sé… Tengo vergüenza de que me vea así. Aparte, ¿qué pensará si me ve aquí? Él no sabe que he venido a Sudáfrica.
—Y qué más da, ¿cómo vas a conseguir su amor si no te arriesgas?
—¡Ay!¡Ay! No me digas esas cosas, que me da vergüenza.
—¡Oh!¡Venga, Marinette! Vamos al Bulevar…
—De acuerdo. Me visto ahora.
Las chicas pidieron al chofer de su amigo que los condujese al centro comercial. Marinette estaba colorada y no paraba de tocarse sus mejillas. Las dos imaginaban como iba a ir el encuentro. Alya miraba intentaba mirar por las ventanas ahumadas y blindadas. Para llegar al centro de Pretoria había que pasar por algunos suburbios sudafricanos. Todo parecía un campo de batalla o un escenario de Walking Dead lleno de ganstas, yonkies, camellos, prostitutas y mafiosos. Al final llegaron al centro de la ciudad donde vivía la gente rica y guapa. El chofer se detuvo delante del bulevar. Las dos salieron aullando de emoción. Menos mal que llegaba algo divertido. Entraron corriendo y se quedaron maravilladas ante todos los negocios elegantes y lujosos. En el fondo había una fuente llena de plantas tropicales.
Estuvieron mirando varias tiendas por toda la zona comercial. Cuando menos lo esperaban, escucharon un ruido de gente joven que entraban. Se asomaron por la barandilla y vieron a un grupo de chicos con uniforme estudiantil. Marinette reconoció a Adrien enseguida. Estaba rodeado de todos ellos. Dio un gritito y salto tocándose las mejillas de emoción.
—¡No me lo puedo creer!¡Es Adrien!¡Me voy a morir!
—Tranquila, Marinette ¿Bajamos a saludarlo?
—No, no, no, no… ¡Qué vergüenza! No puedo, no puedo…
—¡Va! Marinette. Vamos ya.
—No, no, no… te digo qué no.
De golpe, Adrien miró hacia arriba y reconoció a Marinette. Sonrió y le saludó con alegría. Repentinamente, hubo algo que colisionó con él. Los chicos cayeron derribados al suelo. Adrien se dio un morrazo contra el otro lado. Alya se desmayó y Marinette se puso a chillar asustada. Miró al otro lado para comprobar qué había sido, entonces vio un robot mugriento con orejones, un hombre tatuado con cara de chiflado y una chica pequeñaja con un peinado excéntrico. Un trío de freaks de lo más horroroso.
El tío de los tatuajes llevaba una AK–47 y empezó a disparar sin ton ni son a tutiplén con toda la misantropía del mundo. Unos auténticos pasotas, vamos. Pero lo más humillante era ver a la chica y al robot vitoreándolo ante la mirada boba de todo el mundo: Una gorda llena de joyas y de vestidos lujosos se quedó con el culo como un colador. Una bala acertó a la boca de un yayo y salió volando su dentadura postiza. Un agente de seguros vio volar su peluquín. Dejó sin nariz a un punky al engancharse el proyectil a su piercing. Otro dio al motor de una silla de ruedas y el pobre minusválido salió derrapando por los pasillos. Lo peor de todo fue que arrolló a un grupo de japoneses que iban sacando fotos, a un promotor vestido de tigre y a un loro que se había escapado de una jaula. Las balas que acertaron a la tienda de mascotas provocó que los animales huyesen en estampida. En la huida un gatito arañó las tetas de silicona de una tía ricachona. Unos hurones robaron todos los donuts del Dunkin–Donuts. Los perros huyeron en jauría y asaltaron la carnicería y una pitón iba estrangulando a un pijo vestido de Armani. Una auténtica carnicería.
Entonces al otro oyó un estruendo y un rugido de un motor. Repentinamente aterrizaron en moto un chico vestido con máscara y un estúpido pijama verde acompañado de una niña enmascarada y vestida de negro. Ella empuñaba un Sansetsukon con punta de espada y él dos bastones cortos.
—Malditos weirdos —se dirigió la niña a los tres raros— ya os tenemos: Ninja, Yo–Landi Vi$$er y Chappie {los raperos sudafricanos die Antwoord}. Se os acabó el jueguecito.
—Jajaja —saltó Ninja— aquí tenemos otra vez a la canija de Hit–Girl y el loser de Kick–Ass. Fockoff bitches!
—Me vais a comer el chichi —desafió Yo–Landi Vi$$er tocándose los pectorales— ¿te gusta mis pares babosillo Kick–Ass?
—¿Yo? —Kick–Ass se le dibujaba la boquilla de salido— jejeje.
—¡Qué haces! —Hit–Girl le dio una patada en la espinilla a Kick–Ass—, no seas asqueroso, concéntrate.
—Sí, sí —Kick–Ass les apuntó con el dedo—, dejad esta gente en paz u os romperemos las jodidas piernas.
—Chappie no le gusta que le insulten. Chappie es un gansta muy chulo. Chappie va a responder —levantó su M60 y empezó a disparar en ráfagas a trote y moche. La gente iba corriendo de un lado para el otro y chocándose unos con los otros como bolas de pinball. Hit–Girl cogió del brazo a Kick–Ass y saltaron tras una columna.
Mientras tanto Marinette se escondió en un rincón y llegó a la conclusión que esos deberían estar poseídos por un akuma. Sacó a Tikki para transformarse en Ladybug y así actuar. En medio de follón provocado por la ametralladora de Chappie, Adrien aprovechó para arrastrarse hasta los servicios. Allí sacó a Plagg para transformarse en Cat Noir. Entonces regresaron para enfrentar a los tres frikis. Se iba a desatar la contienda…
