Nota: Al fin estoy escribiendo cositas angst sobre estos dos. Me gusta, eso significa que estoy más cómoda en el fandom.
Agosto era difícil.
Porque en agosto los ojos de Baz eran endemoniadamente tristes.
En agosto era cuando parecía buscar pelea por todo.
También era el mes donde parecía no ser capaz de conciliar el sueño o cazar decentemente.
Agosto parecía una tortura constante.
En agosto, Baz no hablaba con sus padres o Fiona.
En agosto, la madre de Baz había muerto a manos de vampiros.
Simon tardó un tiempo en entender. Al comienzo pensaba que era un mal día, luego una mala semana y al fin incluso creyó que había arruinado su relación; que Baz al fin cambió de parecer y quería dejarlo. Pero Penny; la siempre inteligente Penny; fue la que le señaló ese dato: agosto.
—¿Agosto? —había preguntado él.
—Sí, Simon: agosto —respondió ella—. ¡Es obvio!
Él había dudado. Pensaba que era ridículo. Que lo lógico era que Baz solo se había dado cuenta que perdía el tiempo con él. Pero agosto pasó y Baz volvió.
Volvió con ojos brillantes, piel blanca, sonrisa torcida y amor incondicional.
Volvió.
—Te extrañaba —le había dicho Simon, en medio de un abrazo apretado.
—¿Qué? —cuestionó el otro, arqueando una cena.
—Nada —mintió risueño.
Pero agosto volvería al año siguiente, consumiendo a Baz otra vez.
Y se enoja.
Y no duerme.
Y no caza.
Y se odia.
—Ella te amaba —se atreve a decir Simon, en un susurro ahogado, una noche que convence al vampiro de quedarse en su cama. Está haciendo pequeños círculos en el vientre de Baz, intentándo calmarlo.
—Ella me hubiera matado —replica, sorprendiendo al rubio. No se esperaba una respuesta civilizada—. Ella era como tú: haría lo correcto.
—Yo no te maté —le recordó.
—A veces lamento que no lo hicieras —susurra.
Entonces Simon se acerca más. No sabe qué busca con eso, tal vez solo mantener a Baz en la realidad, con él.
—No pienses así —le pide en un ruego que parece al borde del quiebre. Aún le aterra que Baz se pudiera hacer daño; recuerda el arrebato suicida en el bosque, cuando se dieron su primer beso. Y duele, y le gusta a partes iguales. Porque eso fue el inicio de ellos, a fin de cuentas—. Eres todo lo que tengo.
—Tienes a Bunce —le recuerda, sin promesas de nada de por medio y eso no pasa desapercibido para Simon.
—Estás cambiando de tema.
—Sí, lo hago…
El cuerto está oscuro. Simon se apreta más cerca de Baz. No sabe qué decir. Guarda silencio, retomando caricias que intentan ser relajantes para el vampiro.
—Ella está en paz, gracias a ti —suelta en un ultimo intento.
—Pero sigue muerta ¿no? —replica ácido. No hay una manera de que lo logre. Simon no lo hará sentir mejor.
—¿No hay algo que pueda hacer? —susurra acongojado.
Baz duda. No responde de inmediato, porque está cansado. Tiene los ojos cerrados a esa altura; están a 16 de agosto, lo que implica muchas noches sin dormir.
—¿Soportarme? —sugiere. Hay lágrimas rodando por sus mejillas. Es de esas noches donde llora hasta caer dormido. Donde las pesadillas lo harán despertar varias veces. Donde su madre se presenta muy seguido en su consciencia.
Simon lo abraza. Besa su mejilla, justo donde una lágrima se desliza.
—Siempre lo hago —le recuerda. Eso no calma tanto a Baz como le gustaría. Pero, por ahora, sirve para que duerma de una vez.
Porque agosto siempre era complicado.
Porque en agosto la madre de Baz había muerto.
Pero Simon Snow estaba allí para acompañarlo, hasta que septiembre llegara y todo volviera a estar bien.
