Disclaimer: La serie de HBO: Juego de Tronos no me pertenece, ni tampoco lo hace la novela "Canción de hielo y fuego" del estadounidense George R. R. Martin.


The Queen of Ice and Fire

Capítulo 1:

Rompedora de Cadenas


Hermione permitió que sus ojos de color púrpura vagaran tristemente por las aguas claras del océano mientras se apoyaba en la barandilla del barco para no vomitar.

Cerró los ojos con fuerza para evitar llorar como una niña frente a sus seguidores en la cubierta, pero aún de esa manera no podía frenar el aura fría que la rodeaba. Ella ya no era la misma joven que habia abandonado Invernalia para casarse con Jaime Lannister, ahora era una mujer decidida a tomar lo que le pertenecía por derecho y hacer pagar a todos quienes se atrevieran a desafiarla.

Desde la muerte de su tío, su corazón habia formado una pared de hielo a su alrededor y el fuego que habia dormido se habia desplazado a todo su cuerpo con sed de venganza. Ahora comprendía por completo el lema de la Casa Targaryen, y estaba dispuesta a volverse una Conquistadora si eso salvaba al pueblo inocente de los Siete Reinos del yugo del desgraciado de Joffrey.

Habia tomado la decisión de reclamar lo que le pertenecía para devolverle la gloria usurpada a su Casa. Pero no podía hacerlo en Poniente junto a su familia. Debía encontrar su propio camino y misión en el mundo, aun si para ello debía cruzar el océano y llevar la tormenta a su paso.

—Mi reina—Bajó la mirada mientras una delicada lágrima se deslizaba por su mejilla y volteo hacia el legendario caballero.

—Eran mi familia, Ser Barristan—Su cuerpo tembló de rabia hacia sí misma por haber escapado furtivamente de Poniente en la noche y dejado a su familia en un gran peligro—. Y yo los abandone en medio de una guerra con los Lannister.

—Está embarazada del hijo de Jaime Lannister—El caballero observó su vientre abultado y ella lo acaricio con una mano de manera protectora—. Poniente no sera seguro para usted mientras continúe bajo el reinado de los Lannister. Es una Targaryen; la Reina de Hielo y Fuego y la Madre de Dragones. El Trono de Hierro le pertenece y es suyo para tomarlo.

Hermione suspiró mientras analizaba las palabras de su consejero.

Habia sido una sorpresa para ella enterarse que llevaba un hijo de Jaime dentro de su cuerpo, pero despues de todo, habia aceptado tener sexo con él en repetidas ocasiones. Ser Barristan se habia vuelto para ella el abuelo que nunca tuvo y su consejero más leal. Se habia ganado ese puesto después de salvarle la vida cuando algunos soldados leales a la Casa Karstark habian intentado matarla en venganza contra su esposo. Le debía su vida y la de sus hijos al anciano caballero porque en ese momento habia estado demasiado debilitada para luchar como antes.

Su vientre ya era demasiado grande y se acercaba a ella el día en que daría a luz.

—Eso no cambia que les haya dado la espalda cuando más me necesitaban—Susurró finalmente mientras abrazaba su cuerpo gracias a la fresca brisa meciéndole el cabello. Era un día precioso, pero eso solo parecía deprimirla aún más.

—La guerra cambia a las personas, mi señora. Robb Stark puso a sus hijos en jaulas, los Karstark intentaron decapitarla y Joffrey secuestro a sus dragones para atraerla a Desembarco del Rey. De no ser por su poder y el miedo hubiera sido asesinada en el Septo de Baelor.

Ella no pudo creer en ese momento que su primo hubiera secuestrado a sus hijos para enjaularlos. Pero lo habia aceptado cuando él mismo se lo habia dicho en la cara, sosteniendo que jamás podría controlarlos y que debían ser domesticados para usarse como arma de destrucción masiva. Ser Barristan tenía razón, la guerra habia cambiado a Robb. Ademas, parecía que él habia olvidado su honor despues de casarse en secreto con una mujer de Volantis.

No tenía recuerdos claros de como habia escapado de Joffrey. Podía recordar como algunos bandidos habian robado en la noche a sus dragones para llevarlos ante él, pero el niño desgraciado no solo los queria a ellos, sino que deseaba verla morir para extinguir el poder de la Portadora de Tormentas. Recordaba con asco como el niño cruel la observaba. No sentía algún tipo de deseo hacia ella, sino más bien era una obsesión profunda que derivaba de Robert Baratheon: tenerla de alguna manera para demostrar que era mejor que su supuesto padre.

Ser Barristan la habia seguido hasta Desembarco del Rey para recuperarlos, donde el pueblo común le habia brindado apoyo para esconderse mientras encontraba la manera. Pero no habia podido soportar que Joffrey amenazara con matar a un grupo de inocentes sino aparecía en el Septo de Baelor a la hora indicada. Habia llegado y habia visto cómo sus hijos tenían una cadena atada al cuello en los pies del desgraciado, pero la tormenta la habia seguido. Le habia demostrado a todos: Joffrey, Cersei y Tyrion quien era y lo que podía hacer al oscurecer el cielo con levantar una mano y controlar el relámpago con mover un dedo.

Les habia prometido regresar con un ejército para tomar lo que era suyo. Y cumpliría esa promesa aun si fuese lo último que hiciera en la vida.

Los chillidos de Rhaegon la sacaron de sus cavilaciones.

Ella sonrió al ver como su hijo planeaba a unos pocos centímetros del agua para elevarse y rodear el barco a su alrededor. Vhagar lanzó un gruñido mientras se sumergía en búsqueda de comida, y unos pocos segundos despues emergieron del agua con un pescado que frio con su aliento de fuego rojizo. Rhaegon se acercó a ella con timidez, y le acaricio la cabeza con una sonrisa. Eddarion danzaba en el cielo dando piruetas, congelando el agua a la que se acercaba con su cuerpo hecho de hielo y cristales.

Cada uno de sus hijos era diferente y único, y estaba orgullosa de ellos. Habian crecido más rápido de lo que se tenía registro de los dragones normales, pero tenía el presentimiento de que eso se debía a su magia. Se alimentaban de ella de una manera que no podía explicar, y ellos le brindaban fuerza y seguridad a cambio.

Vhagar era su primogénito, el primero de sus tres pequeños en nacer y el más osado. Sorprendentemente, él no era el más grande de los tres, pero aun asi su aliento lo volvía especial. Era rojo como la sangre recién derramada y tenía la mala costumbre de prenderse fuego a sí mismo. Rio en voz baja al recordar como ella misma habia abierto la boca al verlo.

Rhaegon era visto como la reencarnación de Balerion, y ella misma debía admitir cuanto ambos se parecían en apariencia. Él era oscuro, con los cartílagos de las alas de un color sangriento. Su aliento era negro como una pesadilla ardiendo, pero cuando escupía, chispas de color púrpura oscuro lo llenaban. A simple vista podría decirse que era fuego, pero al sentirlo en carne propia como algunos soldados Lannister, se podría decir que era tormenta lo que exhalaba. Rhaegon era la tormenta oscura, el Terror Negro.

Eddarion, por otro lado, era completamente diferente a sus hermanos. Desde que habia visto su huevo por primera vez supo que era diferente, pero no pudo discernirlo hasta ver su aliento por primera vez. Él era un dragón de hielo, el primero que la humanidad hubiese visto nunca. Y era tan magnifico como las leyendas sostenían.

Sus escamas eran azules y heladas que reflejaban la luz del sol y creaban un arco iris en su propio cuerpo. Cuando era de noche, las estrellas podían verse a través de él de la manera más preciosa que pudiese existir. Su aliento podía congelar el cuerpo de una persona y convertirlo en un montón de fragmentos de hielo en menos de un segundo, y sus escamas eran tan heladas que rompían el acero al entrar en contacto con él.

—Crecen rápido—Ser Barristan susurró detrás de ella, y la joven rascó bajo el cuello de su hijo negro. Aún era lo suficientemente pequeño como para llevarlo a bordo.

—No lo suficiente—Ella replicó con la vista fija en Eddarion danzando, comparándolo con Vhagar cazando peces. El dragón de hielo era mucho más grande que la muerte roja, como habian apodado a su primogénito—. Intente dejarlos ir, pero ellos regresaron a mí—suspiro por el recuerdo. Los habia dejado ir después de que Robb los pusiera bajo arresto, pero ellos habian regresado cuando los Karstark intentaron contra ella para protegerla—. Necesito un ejército—alzó la mirada con determinación.

—Llegaremos a Astapor al anochecer—Rhaegon retomó el vuelo y la joven suspiro por la idea de su querido consejero—. Dicen que los Inmaculados son los mejores soldados del mundo.

—Los mejores soldados esclavos del mundo—Ella replicó mientras volteaba hacia el anciano—. La diferencia importa mucho a algunas personas.

— ¿Esas personas tienen mejores ideas de cómo ponerla en el Trono de Hierro? —El caballero añadió mordazmente y ella cerró los ojos.

— ¿Cómo puedo esperar que confíen en mi siendo una esclavista? —Hermione preguntó. Ella no era idiota como los hombres esperaban de una mujer, era una guerrera por elección capaz de arrancar cabezas con la fuerza de sus piernas—. Sabe lo que pienso, Ser Barristan. Hare lo que tenga que hacerse, pero a mi manera—puso una mano en el brazo del anciano mientras lo observaba directamente a los ojos—. Siempre seré Stark, pero ya es hora de ser un Targaryen. El dragón necesita tres cabezas. Necesito a Daenerys.

—Su tía acordó vernos en Astapor—Ser Barristan respondió mientras Rhaenyra emergía perezosamente desde las bodegas. El océano no era lugar para un huargo, pero aún asi la loba habia subido al barco para seguirla a través de los mares en su campaña.

—Confíe en mí, Ser Barristan. Le prometo que hare que se sienta orgulloso de seguirme.


Hermione alzó la cabeza mientras observaba la gran arpía de oro de Astapor.

Necesitaba ser fuerte por su hijo, por Ser Barristan, por su tío, por todos aquellos quienes habian muerto para protegerla. Debía demostrar quién era y de lo que era capaz en esa ciudad. Necesitaba un ejército y seguidores para ganar el trono, pero tambien a su familia. Un Targaryen solo jamás podría logarlo, pero con la ayuda de otro dragón quizás podría ser posible.

Habia dejado Poniente despues de saquear las arcas reales con unos cuantos seguidores leales a la sangre del dragón. Ser Barristan y algunos caballeros más la habian seguido a través del Mar Estrecho hasta donde habia acordado reunirse con su tía y los seguidores de esta.

El anciano le ofreció su mano para ayudarla a bajar del barco hasta los muelles, con Rhaenyra detrás de ella que le gruñía a cada persona que pasaba.

—Es una ciudad… colorida—Ella musitó mientras posaba la mirada en un comerciante que manoseaba sin pudor alguno a una prostituta escasamente vestida en sus piernas. Al menos en Poniente guardaban ese tipo de actos para una habitación—. ¿Dónde ha acordado vernos?

—Debería haber llegado antes que nosotros—Ser Barristan observó a su alrededor mientras la joven ocultaba su estado de embarazo con una capa de los ojos curiosos.

Hermione suspiró mientras recorrían una calle abarrotada de comerciantes en las esquinas. El paisaje le recordaba a las calles de Desembarco del Rey, pero mucho más sexual en comparación. En cada lugar veía algún acto indecoroso, incluso a dos personas teniendo sexo en la calle, debía haber sido el paraíso para Robert.

—Camine a mi lado, no detrás de mí—La joven entrelazó su brazo con el del anciano para caminar como si fuesen familia—. Es mi amigo, mi consejero y mi ayudante más leal. No mi sirviente—Ser Barristan sonrió ligeramente ante eso.

Rhaenyra trotaba tras de ellos en alerta, observando amenazadoramente a todo el mundo. Su loba se habia vuelto sumamente protectora con ella despues de enterarse de su embarazo, y esta se habia negado rotundamente a separarse de su lado. Ella era lo único que le quedaba como recuerdo de la mujer que habia crecido como una Stark, el emblema ancestral de los antiguos Reyes del Invierno.

— ¿Hermione Targaryen? —Una voz masculina preguntó a su espalda, y ella volteó alzando una ceja.

Se trataba de un hombre con características mayores que le resultaba ligeramente conocido. Su cabello era de color castaño, pero las canas de la edad lo raleaban en una mezcla de colores interesantes. Sus ojos azules le parecían conocidos, y entrecerró los ojos cuando Ser Barristan llevó su mano hasta la empuñadura de su espada. El embarazo le dificultaba moverse con la agilidad de siempre, pero aun así podía luchar si llegaba a situaciones extremas.

No la llamaban la Reina Guerrera por nada.

—Si—Aceptó mientras le daba una palmada en el hombro a su consejero para calmarlo, Rhaenyra ya tenía controlada la situación al mostrar sus enormes dientes.

—Ser Jorah Mormont, sirvo a su tía, Daenerys Targaryen—El hombre parecía helado al verla, como si no pudiese creer que ella fuese la Madre de Dragones.

Hermione enmudeció al verla. De pie, tras el caballero, se encontraba la misma joven con la cual habia soñado antes. Tenía el cabello plateado como ella, pero sus ojos eran azules en lugar de púrpura. Pero supo solo con el primer rasgo que se trataba de un Targaryen, porque solo ellos conservaban los rasgos de Valyria.

Era su tía. Y estaba temblando tanto como ella por ese encuentro. No se dio cuenta cuando habian saltado a los brazos de la otra.

Un Targaryen solo en el mundo era algo terrible.

— ¿Tu estas…? —Su voz era suavemente firme, algo que resultaba extraño. Daenerys observaba su vientre de embarazada con los ojos abiertos, mucho más al saber que el padre de su futuro hijo era Jaime Lannister.

—Es mi hijo y sera un Targaryen—Hermione sostuvo con firmeza. Jamás permitiría que Tywin Lannister pusiera sus sucias manos machadas de sangre sobre su hijo—. No cruce el mundo para escapar de ellos. Ya es hora de reclamar lo que nos pertenece.

—Los Siete Reinos—Su tía asintió con la cabeza tomándola de la mano, y un rugido estremeció el cielo. Eddarion danzaba en el cielo mientras los rayos de luz lograban hacerlo ver como un arco iris viviente; lleno de hermosos tonos verdes y azules. Su hijo giró la cabeza hacia donde las dos mujeres se encontraban, y asintió con ella en una especie de reconocimiento. Vhagar rápidamente le lanzó una llamada roja a la cara, y este salió persiguiéndolo en el aire.

—Voy a tomar lo que es mío, con fuego y sangre voy tomarlo—Hermione añadió con los puños apretados al recordar como el desgraciado de Joffrey habia decapitado a su tío. Daenerys y Ser Jorah tenían la boca abierta por sus hijos, pero ella solo le dio un asentimiento de cabeza a su querido consejero para hacerle saber que estaba lista.

Estaba lista para convertirse en la Reina de Hielo y Fuego.


Hermione suspiró suavemente mientras observaba las playas de Astapor desde la habitación que habían conseguido para ella. Debía admitir que la ciudad extrajera guardaba cierta belleza, pero a sus ojos era empañada por los crímenes que allí se cometían. ¿Cómo podía alguien siquiera pensar que era el dueño de otra persona? Cada ser en el mundo debía ser libre y no nacer en cadenas como si fuera peor que una alimaña.

Recordó a sus hijos repentinamente. Ellos eran los primeros dragones en nacer en más de un siglo y merecían la libertad. Eran las criaturas más maravillosas que hubiesen existido nunca y ella no era su dueña, era su madre. Habia intentado alejarlos de su lado para que vivieran como ellos desearan, pero cada vez habian regresado como un desafío para decirle que jamás la dejarían.

Ella volteó con alarma al oír las puertas abrirse, y el aire se volvió gélido y amenazador como una cripta.

—Mis disculpas, mi señora—La joven bajo la mirada y retrocedió un paso. Seguramente ya habia escuchado las interesantes historias de ella que circulaban el mundo—. Maestro Kraznys me ha enviado para asistirla en esta visita.

La Madre de Dragones se mantuvo inexpresiva, pero interiormente estaba en llamas debido al esclavista. Se odiaba a si misma por hacerlo, pero debía tratar con ese hombre si deseaba tener un ejército de su parte. Pero ya habia comenzado a trazar un plan en su cabeza sobre como actuar durante su reunión con el sujeto.

— ¿Tu nombre? —Hermione preguntó mientras descendía lentamente del balcón, sus ojos púrpuras fijos en la chica.

—Missandei—La chica respondió. La joven Targaryen solo le sonrió para darle confianza, pensando qué clase de monstruo describían esas historias que rondaban por ahí.

—Hermione… Hermione de la Magia—Se presentó formalmente, aunque su título ya insinuaba que clase de mujer era.

Missandei suspiro mientras se disponía a peinarle el cabello en trenzas intrincadas sobre la cabeza. No estaba acostumbrada a verse de esa manera, pero si queria ver a los maestros de esclavos de Astapor debía exudar confianza y altura. Se odiaría aún más de lo que ya lo hacía, pero debía hacer pagar a los Lannister por todo lo que le habian hecho.

Se vistió con un par de pantalones largos y un corto vestido de color rojo que dejaba al descubierto las piernas en un corte diagonal. En el cuello llevaba el colgante de plata que Tyrion le habia dado antes de partir hacia el Muro, el dragón tricéfalo de su casa. Cubrió su cuerpo abultado para no verse como una débil mujer frente a esa clase de hombres, y ató el nudo de la capa con el broche de lobo huargo de la Casa Stark.

—Muchas gracias por el asesoramiento, Missandei—Ella asintió hacia la joven de cabello oscuro mientras caminaban juntas para reunirse con el maestro de esclavos.

Ser Barristan la esperaba estoico al final de las escaleras del fuerte, y ella suspiró para darse las fuerzas para comenzar. Daenerys y Ser Jorah se encontraban allí atentos a como actuaria. Ella no los conocía bien, pero podía intuir que su tía desconfiaba de ella aún. Seguramente por haberse acostado con un Lannister.

Por haberse enamorado de un Lannister.

—Maestro Kraznys, le presento a la Reina Hermione Targaryen—Missandei la señalo con la mano de manera educada.

Ella entrecerró sus ojos hacia el hombre calvo de rasgos afilados que le devolvía la mirada llena de lujuria. Resistió el deseo de rodar los ojos por la actitud tan típica y permitió que el desgraciado le besara la mano. Tuvo deseos de vomitar, pero permaneció con la máscara de inexpresividad mientras la guiaban por un paso de piedra cercano a la costa.

—Los Inmaculados han estado aquí un día y una noche sin comida ni agua—La joven de cabello rizado comenzó a traducir las palabras del hombre horrible, y la Madre de Dragones resistió el impulso de reírse. Ella hablaba valyrio, pero deseaba ocultarlo como una carta bajo la manga—. Asi se quedaran hasta caer. Asi es su obediencia.

Entraron a un patio de piedra con filas de guerreros cubiertos con la misma armadura. A penas lograba ver sus rojos por el casco, pero aun asi podía sentir como cada uno de ellos habia sido marcado con la crueldad de la esclavitud.

Ella los liberaría a todos. Ella se convertiría en la Rompedora de Cadenas como tantas veces habia soñad en Poniente con ese cuervo de tres ojos.

—Puede que me sirvan—Hermione asintió con la cabeza—. Hábleme de su entrenamiento.

Hizo caso omiso de las palabras en valyrio de Missandei acerca de ella mientras subían a una tarima al final del corredor para observar bien a los guerreros.

—Comienzan su entrenamiento a las cinco. Cada día practican del amanecer al crespúsculo hasta que perfeccionan el uso de la espada, el escudo y la lanza. Solo un niño de cada cuatro sobrevive al riguroso entrenamiento. Su disciplina y lealtad son absolutas. No le teman a nada.

—Hasta los más valientes le temen a la muerte—Ser Jorah añadió desde su izquierda y ella asintió ligeramente con la cabeza.

—Mi amo dice que los Inmaculados no son hombres. La muerte no significa nada para ellos—Missandei continuo con educación. Hermione estaba impresionada porque la joven fuera tan inteligente como para cambiar las ofensivas palabras del esclavista—. Suplica que preste mucha atención, Majestad.

Ella apretó los labios al ver como el desgraciado bajaba los escalones con un cuchillo en mano. Le ordenó a un Inmaculado que diese un paso hacia adelante mientras cortaba la armadura de este. La joven entrecerró los ojos hacia el hombre calvo y disfrutó de ver como la mano de este habia ardido cuando la hoja de acero habia estallado en mil pedazos por el frio congelante.

—Si se atreve a tocar a uno solo de esos hombres en mi presencia voy a convertirlo en cenizas—Su voz sonaba tranquila, pero sus ojos púrpuras brillaban con fuego puro que retaban al hombre moverse si quiera. Debía agradecer en casos como esos los rumores sobre la brujería que circulaban por ahí.

—Para ganar su escudo un Inmaculado debe ir al mercado de esclavos con una moneda de plata, encontrar a un recién nacido y matarlo frente a los ojos de su madre—Missandei continuo bajando la mirada, y la joven Targaryen acaricio su vientre bajo la capa de manera inconsciente—. De esta forma, dice mi amo, nos aseguramos que no quede ninguna debilidad en ellos.

— ¿Toman a un bebe de los brazos de su madre, lo matan mientras ella ve y le pagan por su dolor con una moneda de plata? —Daenerys estaba tan horrorizada como ella. Todos los hombres en ese lugar habian matado a un bebé inocente por un simple escudo. Pero ella sabía que no tenían elección, habian sido entrenados para eso de la manera más cruda posible.

— ¿Cuántos tiene para vender? —Hermione se adelantó rápidamente, apretando los puños bajo su capa. El hombre levantó ocho dedos.

—El amo Kraznys pide que por favor se apresure, muchos otros compradores están interesados—La joven bajó la cabeza mientras seguía a su maestro fuera del patio. La Portadora de Tormentas observó el cielo con los dientes apretados, y un relámpago iluminó la distancia debido a su rabia.

—Desgraciado—Escupió mientras bajaba de allí con la urgente necesidad de alejarse de esos hombres.


Las playas de Astapor eran hermosas pero no lograban mermar su temperamento. Desde que habia caído embarazada debía procurar tener bajo control sus emociones, porque de lo contrario una tormenta imparable se desataría. No ayudaba para nada el hecho de estar en un lugar que habia sido construido con sangre y manchado con lágrimas.

—Ocho mil bebés muertos—Hermione murmuró entre dientes mientras acariciaba su vientre de embarazo. Nadie tocaría nunca a su hijo, y el que se atreviera a hacerlo moriría gritando y viéndola como lo último en su vida.

—Los Inmaculados son los medios para un propósito—Ser Jorah dijo tras ella y la joven le dio una mirada extraña, pero agradeció sus palabras.

—Una vez que sea dueña de estos… hombres.

—No son hombres, ya no más—El oso replicó. Hermione volteó hacia el hombre mayor con una sonrisa mordaz.

— ¿Cuándo sea dueña de un ejército de esclavos yo que seré?

— ¿Cree que esos hombres tendrán mejores vidas sirviendo a alguien como Kraznys que sirviéndola a usted? —Ser Barristan añadió. Definitivamente el anciano ahora la conocía mejor que nadie—. Será justa con ellos, no estará dispuesta a mutilarlos para probar un punto. Vi con mis propios ojos como le arrancó la cabeza a Gregor Clegane usted sola. No por nada la llaman la reencarnación del Caballero Dragón. Puede defender a su pueblo y estoy seguro de que lo hará.

—En este estado no creo ser capaz de partirle un hueso a alguien—Ella sonrió al ver como una niña pequeña le sonreía con una pelota de madera en sus manos, tentándola a jugar con ella—. Sangre por fuego y fuego por sangre—observó a su tía para demostrarle con la mirada que era cierto lo que le habia hecho a la Montaña.

—Se ha hecho una gran injusticia—Ser Barristan continuó mientras caminaba para seguir a la pequeña—. Cerrar sus ojos ante ella no hará que desaparezca. Puede cambiar las cosas, tiene el poder para hacerlo.

—Tengo el poder, ¿tengo en control? —Hermione no estaba orgullosa de eso. La última vez que habia desencadenado sus poderes con libertad habia sido a las escaleras del Septo de Baelor, y casi habia enviado el invierno eterno a todo Poniente—. No hay nadie en el mundo que pueda enseñarme a manejarlo—se lamentó mientras se arrodillaba para recoger la bola de madera que la niña le habia enviado rodando por el piso.

La Portadora de Tormentas alzó una ceja hacia la pequeña sonriente mientras la destapaba, pero Rhaenyra apareció repentinamente y la lanzó al piso junto con la pelota. Ella retrocedió en el piso al ver como una mantícora verde habia emergido del interior de la bola. Hermione alzó las manos frente a ella antes de que cualquiera de los dos hombres pudiese reaccionar.

Una ráfaga de hielo emergió de sus manos y destrozó en mil pedazos a la criatura. Se puso de pie con un saltó y golpeo el talón contra el piso para cerrarle el paso a la niña con una muralla gélida. Cuando la pequeña volteó, esta le enseñó su boca negra y ojos siniestros.

—No puedes escapar de nosotros, Magicborn—La voz de la niña era siseante, como una serpiente escondida bajo piel humana. La joven Targaryen alzó una mano y disfrutó de ver como el poder del invierno destrozaba la magia negra que movía a esa criatura.

—Los brujos de Qath volvieron—Hermione volteó hacia Rhaenyra para agradecerle, y su dulce loba la acaricio con la nariz. Los brujos habian sido un problema en su viaje hacia Astapor, específicamente cuando la habian secuestrado en Volantis para llevarla a su ciudad. Solo habia escapado con la ayuda de sus hijos y Rhaenyra, los cuales la habian encontrado encadenada de las manos.

— ¿Cree que intenten secuestrarla otra vez?

—Fueron bastante explícitos acerca de cómo me desean encadenada para alimentarse de mi magia—Ella flexionó los dedos y el hielo desapareció—. Por una razón soy Magicborn, por una razón me llaman la Reina de Hielo y Fuego—movió ambas manos y cada elemento opuesto apareció en una de ellas para demostrarle a su tía y Ser Jorah que clase de mujer era.


Hermione observó a los esclavos crucificados en la calle con una mezcla de horror y rabia. Muchos de ellos sangraban profusamente y sus cuerpos estaban completamente marcados por latigazos horribles que eran torturados aún más por el sol abrazador de Essos. Era una demostración para los demás esclavos. Estaba hecha para infringirles miedo y temor de ansiar libertad y tener esperanza.

—El Paseo del Castigo, Majestad—Ser Barristan explicó con la mirada baja.

—Deme su agua—Ella extendió su mano hacia el oso, quien le entregó su cantimplora a regañadientes.

—Mi Reina, estos hombres fueron sentenciados a muerte—Él murmuró mientras veía como intentaba hacerle beber un poco a un esclavo crucificado, pero este tan solo la rechazó. Ella era una mujer fuerte con un corazón gentil que podía volverse una tormenta imparable cuando deseara. Entendía porque un caballero legendario como Ser Barristan Selmy la hubiera tomado como su Reina. Hermione era muy diferente a Daenerys, pero al mismo tiempo muy parecida. Daenerys era un fuego suave que podía volverse un incendio de ser necesario, pero Hermione era hielo y fuego que al unirse se convertían en una tempestad que podía lograr que el mundo temblara ante ella—. Si quiere tomar el Trono de Hierro debe mancharse las manos de sangre.

—No crea que soy una mujer débil que le teme a la guerra—La joven Targaryen volteó hacia el hombre y le entregó su agua otra vez. Estaba sorprendida de que él hubiese decidido seguirla antes que a su tía, quien se habia quedado con sus hijos para conocerlos mejor—. Antes de ser una mujer ya era una asesina.

—Estuve en Desembarco del Rey tras el saqueo, mi Reina—No se acostumbraba a que alguien la llamara de esa manera, y en los labios de Ser Jorah resultaba más extraño aún—. ¿Sabe que vi? Una carnicería. Bebes, niños, ancianos, más mujeres violadas de las que pude contar. Hay una bestia en cada hombre y surge cuando pones una espada en su mano. Pero los Inmaculados no son hombres. Ellos no violan. No ponen a ciudades bajo la espada a menos que se les ordene hacerlo. Si los compra, los únicos hombres a los que mataran serán a los que usted quiera.

— ¿Qué opina usted, Ser Barristan? —Valoraba el consejo de Ser Jorah, pero la opinión que más le importaba era la del hombre que habia cruzado un continente para servirla.

—Ya sabe lo que opino—El anciano caballero respondió, pero ella le dio una mirada para decirle que deseaba escucharlo—. Cuando su padre dirigió a su ejército a la batalla del Tridente esos hombres murieron por él, porque lo amaban. No porque fueron comprados en una subasta de esclavos. Puede hacer que ellos la amen tanto como a él. Ese día pelee y sangre junto al Ultimo Dragón. Sería un honor hacerlo a su lado, Majestad.

—Rhaegar peleó noblemente, Rhaegar peleó valientemente y Rhaegar murió—Ser Jorah añadió. No necesitaba ser un genio para percatarse que ambos hombres tenían un pequeña riña de intereses tratándose de ella. Era como si intentaran aventajarse a sus ojos para obtener el puesto de su consejero más leal.

Habia tomado la decisión y no la cambiaría por nada del mundo. Astapor sería la primera ciudad en conocer lo que la Reina de Hielo y Fuego podía hacer.

—Desearía haberlo conocido—Hermione murmuró al pensar en su padre biológico, quien era descrito como el mejor hombre por el anciano caballero—. Pero él no fue el Ultimo Dragón.

Entraron otra vez al fuerte donde lucia en lo alto la arpía de Astapor, brillando aún más con el sol. Fueron recibidos por Missandei en nombre de Kraznys y dirigidos a un patio donde esperaban el resto de los esclavistas.

— ¿Todos? —La joven preguntó sorprendida—. ¿Mis oídos escucharon mal, Majestad?

—No lo hicieron. Quiero comprarlos a todos.

—Hay ocho mil Inmaculados en Astapor, ¿A esto se refiere con todos? —Missandei preguntó de manera cautelosa mientras la joven Reina luchaba por no reír por las palabras del hombre calvo. El idiota sería el primero en morir.

—Sí, ocho mil, y los que están en entrenamiento tambien—Pudo ver por el rabillo del ojo como sus consejeros se observaban dudosamente, como si no creyeran que ella tomara la decisión correcta.

—Mis amos dicen que no venderán a aquellos que no han acabado su entrenamiento. Si fallan en el campo de batalla traerán vergüenza a todo Astapor.

—Quiero todos o no comprare ninguno. Pronto iré a la guerra. Muchos caerán en batalla y necesito niños para que recojan las espadas—Intentó lucir indiferente ante la muerte para retar a Kraznys y sus amiguitos a desafiarla. Necesitaba intimidarlos.

—El amo Kraznys dice que no puede costear esto—Missandei tradujo las sucias palabras del desgraciado. Estaba segura de que gracias a ella el hombre calvo podía vender esclavos, porque solo con su miserable existencia y estúpido cerebro ya estaría en bancarrota—. Su barco le costeara cien Inmaculados… —los esclavistas hablaron de que tan grande era su trasero y pechos—porque el maestro Kraznys es generoso. El oro que le queda vale por diez, pero el maestro Kraznys le dará veinte. Solo porque siente piedad hacia su hijo el maestro Kraznys le dará tres como regalo—ella ignoró al imbécil y fijó su mirada en los esclavos apostados sobre ellos en el borde del fuerte, quienes observaban tristemente la escena con un collar en cada uno de sus cuellos—. ¿Cómo planea costear los siete mil ochocientos setenta y siete Inmaculados?

—Tengo dragones—Hermione declaró con voz firme y una sonrisa astuta en los labios—. Le daré uno.

—Ganara el trono con dragones, no con esclavos, Majestad—Ser Jorah se adelantó para quedar a su lado. Ella le acaricio la mano mientras le daba una mirada secreta a Ser Barristan, su mirada reservada solo para decirle que tenía un plan y que debía confiar en ella.

La joven caminó hacia Kraznys con firmeza. Ya habia decidido como librar a todos los inocentes de Astapor del yugo de la esclavitud. Se prometió a si misma que el bastardo frente a ella sería el primero en asesinar.

—Tres dragones—El esclavista exigió, de pronto muy interesado en algo más que observarle las tetas.

—Uno.

—Dos.

—Uno—Hermione replicó, esta vez con voz más firme y demandante. El hombre gruñó y giró para susurrar con los demas esclavistas sentados a su lado. Ella no era idiota, sabía que nadie en el mundo además de ella podría ofrecerle un trato como ese. Él jamás lo rechazaría, pero no sin una condición.

—El maestro Kraznys pide al legendario. Quiere al dragón de hielo.

—Hecho—La joven Reina asintió con la cabeza mientras sellaban el trato por el acuerdo del hombre calvo—. Te llevare tambien, ahora—volteó hacia Missandei—. Serás el regalo del amo Kraznys para mí, el símbolo de un trato bien hecho—unas palabras despues la joven de cabello oscuro caminaba tras ella para salir de ese horroroso lugar.

—Mi Reina, un dragón vale más que cualquier ejército. Aegon Targaryen probó eso—Ser Jorah caminó rápidamente para seguirle el paso.

—Aegon, Visenya y Rhaenys—La joven replicó con una sonrisa mordaz gracias al machismo en la historia—. Aprecio su consejo, Ser Jorah, pero sé lo que hago—caminó hacia la salida con paso veloz—. ¿Tienes una familia a la cual regresar?

—No, Majestad. Mi familia ya no vive—Missandei respondió con las manos en su regazo.

—Ser una mujer y estar embarazada trae beneficios, entre ellos que Kraznys piense que soy una idiota—Ella acarició su vientre cunado sintió la patada en el interior, lo cual logró hacer que sonriera un poco—. Los Inmaculados me seguirán, para eso fueron entrenados. Pero, ¿qué hay de ti? Sabes que te llevó a la guerra, quizás pases hambre o tal vez mueras, ¿no hay un lugar en el mundo dónde quisieras ir?

—Valar Morghulis—Missandei pronuncio lentamente, diciéndole con ese gesto que la seguiría a donde fuese.

—Sí, todos los hombres deben morir—Hermione asintió con la cabeza—. Pero no somos hombres.


No sabía cómo describir la sensación en su pecho, pero sabía que habia sucedido algo con Jaime. Podía sentirlo en su corazón, y su hijo tambien lo sentía, porque no habia dejado de patear desde entonces. Era como si algo le faltara, como si le hubieran arrancado algo sumamente importante para él.

Hermione negó con la cabeza por esa clase de sentimientos. No podía pensar en él, él no se lo merecía.

Ella no sabía cómo habia sido tan estúpida como para enamorarse de ese hombre, pero lo habia hecho sin darse cuenta y se odiaba por ello. Jamás habia pensado en el amor, siempre habia creído que era estúpido y que rebajaba a las mujeres hasta el punto de la humillación, pero cualquier hombre sería mejor en comparación con Jaime. No podía creer que estuviese enamorada de un hombre que follaba a su hermana, el mismo que habia empujado a su primo pequeño de una torre y el mismo que habia asesinado a su abuelo por la espalda.

Era la mayor idiota del mundo por amarlo. Pero lo único bueno que habia nacido de su matrimonio era el bebé creciendo en su vientre. No sabía si sería hombre o mujer, pero ya lo amaba con todo su corazón. No veía la hora de tenerlo en sus brazos y besarlo hasta que sus labios sangraran.

Necesitaba verse en ese momento como una mujer fuerte, como alguien que inspirara miedo y respeto a la misma vez. Debía ser fuerte por todos aquellos que sufrían en Poniente por la guerra con los Lannister. Esperaría hasta que estos se debilitaran por las batallas y luego los sorprendería y vería como su poderosa Casa era extinguida hasta los cimientos. Ella misma iba a ser quien le prendiera fuego a Joffrey, Cersei, Tywin y todos los demás.

Reiría mientras escuchaba sus gritos.

Los soldados de Astapor abrieron las puertas de la plaza y se posicionaron a los costados del camino como una guardia real para ella y sus acompañantes. Entró inmediatamente con el paso firme mientras observaba a Kraznys listo con una arpía de oro en la mano. Estaba decidida a acabar con esa tortura, y quemaría hasta los huesos a todos quienes se atrevieran a interponerse en su camino.

Rompedora de Cadenas, escuchó sin parar la voz del anciano del árbol en esa cueva extraña en su cabeza.

—El amo dice que no han sido probados—Missandei comenzó a traducir las palabras del horrible hombre calvo—. Dice que le conviene que sangren pronto. Hay muchas ciudades de aquí allá, ciudades listas para ser saqueadas. Si captura esclavos, los amos compraran a los saludables por un buen precio. Quizás en diez años, algunos niños que envié pueden convertirse en Inmaculados y todos prosperaran.

Hermione apretó la mandíbula al detenerse frente a Kraznys. Los amos de Astapor se habian reunido en la plaza para ver a sus dragones, específicamente al primero de su clase que el mundo tenia conocimiento. La joven volteó con resolución cuando el hombre le habia enviado una mirada de burla, como si hubiese estado bromeando acerca de sus hijos porque ninguno estaba a la vista.

— ¡Eddarion! —Gritó mientras alzaba la mano. Solo escuchó gritos de sorpresa cuando el dragón de hielo habia aparecido de la nada sobre ella. Ahora entendía porque nadie habia visto nunca a un dragón de hielo, porque ellos podía manipular sus escamas para apartarse al entorno y camuflarse. Podían volverse invisibles a los ojos humanos si deseaban. Incluso Ser Barristan se sorprendió, él jamás lo habia visto hacer eso.

Caminó lentamente con Eddarion sobre ella, y le entregó la cadena de hielo al esclavista de mala gana cuando este habia mandado un zarpazo codicioso. Hermione recibió despues de unos momentos el látigo dorado de la arpía de Astapor.

— ¿Esta hecho? —Preguntó en una furia camuflada de inexpresividad. Su corazón temblaba por dejar escapar el fuego dentro de él.

—El látigo es suyo. Es su ama—Hermione le dio una última mirada a Kraznys antes de voltear hacia los Inmaculados en la plaza. Apretó con fuerza el oro del látigo para brindarse la fortaleza de hacerlo, mucho más teniendo a un bebé en su vientre.

¡Inmaculados! —Ella pudo ver por el rabillo del ojo como las cabezas de sus acompañantes giraban hacia ella con brusquedad, tan solo los chillidos de Eddarion para romper el aire sepulcral alrededor—. ¡Marchen al frente! —Gritó alzando el látigo para ver la obediencia de estos, y sonrió cuando logró verlos obedecer su orden en perfecta sincronía—. ¡Alto!

¡Dile a la perra que su bestia no quiere obedecer! —Kraznys exclamó en un intento de dominar al dragón de hielo.

¡Un dragón no es un esclavo! —La Portadora de Tormentas gritó con rabia hacia el desgraciado.

¿Hablas Valyrio?

Soy Hermione de la Magia de la Casa Targaryen, de la sangre de la vieja Valyria. El Valyrio es la lengua de mis antepasados—Escupió con orgullo bajo la sonrisa de Missandei, agradeciendo al Maestre Luwin haberle enseñado el idioma—. ¡Inmaculados! ¡Maten a los amos! ¡Maten a los soldados! ¡A todo hombre que sostenga un látigo! ¡Pero no dañen a ninguna mujer, niño u hombre que decida rendirse! ¡Corten las cadenas de cada esclavo que vean!

Alzó la cabeza con una expresión impasible mientras veía a un Inmaculado apuñalar a un amo por la espalda. Detrás de ella tan solo podía ver a Ser Barristan, Ser Jorah, Daenerys y Missandei confundidos hasta que Kraznys comenzó a pedir su muerte a gritos bajo los chillidos del dragón azul.

¡Hielo de Dragón! —Hermione exclamó con sus ojos brillando como fuego. Eddarion tiró de su cabeza ligeramente hacia atrás antes de escupir hielo y enviar el invierno a la plaza donde estaban. La escarcha se extendió a los alrededores mientras ella observaba la pila de pequeños trozos de hielo que una vez habian sido Kraznys, tirados en el suelo.

Ella giró sobre sus talones cuando el chillido de sus dos hijos restantes habia llenado el cielo. No necesito ordenarles nada, ya que cuando volteó ellos ya estaban enseñándole a todos de lo que eran capaces. Vhagar tenía el cuerpo encendido en llamas rojas, y Rhaegon con solo una llamarada estaba derritiendo la roca del fuerte como un copo de nieve en la mano.

Alzó las manos sobre su cabeza y golpeó la punta de su pie con fuerza en el piso. Una capa de hielo recubrió el suelo como una nevada que se extendió incontrolablemente hasta empalar con estacas invernales a cada soldado que se acercaba a ella para matarla.

Rhaenyra se situó tras ella de manera protectora mientras partía a la mitad con sus dientes a un amo.


Hermione caminó por la plaza en medio de la polvareda y los cuerpos muertos de los amos. No sentía culpa alguna por haberlos asesinado. Ellos habian matado a cientos de miles sin titubear si quiera. A sus ojos, tenían lo que se merecía.

—Este era su plan—Ser Barristan murmuró a su lado y ella le dio una mirada de burla.

—Jamás subestime a una mujer—Sonrió hacia él de manera insinuante mientras trepaba sobre el lomo de Rhaenyra. Normalmente debería montar un caballo, pero desde su embarazo la loba no permitirá que ningún equino se le acercara. Ella le estaba diciendo que la queria como a su jinete escogido, y era la primera mujer en estar tan loca como para montar un huargo—. ¡Inmaculados! Han sido esclavos toda su vida. Hoy son libres. Cualquier hombre que quiera irse puede hacerlo, y nadie le hará daño. Les doy mi palabra—ella observó a su alrededor esperando que algún hombre decidiera marcharse, pero ninguno realizaba ademán de hacerlo—. ¿Pelearan por mí como hombres libres?

Rhaenyra gruñó en voz baja por el silencio, pero inmediatamente calló al escuchar como un Inmaculado golpeaba su lanza contra el piso. Ella abrió la boca con sorpresa cuando cientos más se habian unido a ese gesto, como si intentaran decirle que la seguirían por todo el mundo si se los ordenara. No podía creer que ella pudiese inspirar algo asi en esos hombres, ese deseo de servir incondicionalmente.

Definitivamente, ya nunca volvería a ser la misma chica que habia salido de Invernalia.

¡Escúchenme! —La joven exclamó antes que nada. Necesitaba hacerles una promesa a todos quienes decidieran seguirla desde ese momento—. ¡Soy Hermione de la Magia de las Casas Targaryen y Stark!—sus hijos chillaron y la loba aulló con fuerza para remarcar su punto, los emblema de cada Casa para sostenerlo—. ¡No puedo prometerles una vida segura estando conmigo! ¡Pero les prometo que todos los que se atrevan a lastimarlos desde ahora morirán gritando! —apretó la mandíbula por el recuerdo de como habia calcinado ella misma a un escuadrón entero de guardias Lannister—. ¡Soy la Reina de Hielo y Fuego! ¡Y la tormenta es mía! El cielo se oscureció repentinamente y los relámpagos de tormenta cayeron en las colinas de la ciudad—. ¡Eso es lo que les ofrezco! ¡Es quien soy!

Le ordenó a su loba avanzar mientras lanzaba al piso el látigo dorado de manera despreocupada. Los hombres que marchaban tras ella habian decidido tomarla como su Reina, y se prometió a si misma que se volvería digna de tal servicio.

Sus hijos volaban sobre su cabeza mientras dejaban escapar chillidos alegres. Rhaenyra les aulló para calmar la euforia que sentían como una madre gruñona. Realmente, ellos se parecían a su madre, porque cada uno representaba un aspecto de sus poderes. Vhagar era el fuego y Eddarion el hielo, pero Rhaegon como el hijo del medio habia sido el cruce entre ambos elementos; una tormenta.

—Por ti, tío Ned.


Hermione acarició su vientre abultado con suavidad y una pequeña sonrisa mientras observaba las planicies calurosas con la mirada.

Essos era hermoso en cierta manera, con paisajes exóticos que jamás habia visto debido a su infancia en Invernalia. Alguien cuerdo no podía decir simplemente que el Norte era el lugar más apetecible para vivir, era todo lo contrario. Los Norteños eran personas duras que habian sido criadas para sobrevivir al frio del invierno desde tiempos remotos, eran indomables y salvajes como el mismo lobo huargo. Eso tambien los hacia ser increíblemente tercos y cerrados de mente.

Extrañaría cabalgar por las planicies del Norte a caballo mientras practicaba el tiro con arco, pero ahora podía montar un dragón e invocar la tormenta a su paso.

No habia imaginado que hielo y fuego unidos en uno solo pudiesen formar a la tormenta. Ahora lo sabía. Lograr que nevara en Desembarco del Rey no habia sido premeditado de su parte, tampoco congelar la Bahía de Aguasnegras antes de la batalla que los Lannister librarían contra Stannis Baratheon, y mucho menos salir ilesa cuando un habia rayo caído en sus manos para destruir fuertes como si estuviesen hechos de simple paja.

Aunque no existiera nadie en el mundo como ella para enseñarle, debía aprender a controlar su poder. No podía continuar con el miedo de congelar el mundo si llegase a sentir tanta pena como cuando se habia enterado de la muerte de su tío. Habia gritado tan fuerte que le pareció quedarse sin voz, y habia caído sobre sus rodillas en un lago congelado por ella misma mientras hielo y fuego escapaban de sus manos y estallaban mil veces peor que el fuego salvaje.

El ejercitó del Norte la habia visto romperse

Se habia prometido a si misma, despues de eso, ser tan fuerte como el invierno y el verano, pero sin su tío para calmar sus momentos cambiantes de actitud y emociones, no estaba segura de poder hacerlo.

—No imagine nunca estar en un lugar como este, seguida de cientos de hombres aclamándome como a su Reina—Cruzó los brazos sobre su pecho mientras la delicada capa de hielo rojo se mecía en el aire por la ligera brisa que habia cruzado.

—Las personas cambian—Daenerys asintió mientras caminaba lentamente para seguir a su sobrina embarazada. Ella alzó las cejas al notar como Ser Jorah observaba a la joven como si fuese única en el mundo. Ella lo era, pero ver a su fiel servidor de esa manera la desconcertaba—. Hace un par de años yo era una niña sumisa, ahora soy una Khaleesi dothraki.

El ardiente sol ya habia comenzado a curtir su piel pálida, añadiéndole un lindo tono a su cuerpo. Habian acordado detener la marcha por la Bahía de los Esclavos para suministrarse de agua y provisiones necesarias para su ejército de Inmaculados, pero nada podía arrebatarle la ansiedad de liberar a cada esclavo en Yunkai y hacer pagar a los responsables de esos vejámenes.

—Hace diez años no tenía hielo—Ella murmuró mientras movía una mano frente a su rostro, viendo como un copo de nieve danzada entre sus dedos elegantes y pequeños—. Hace uno no era la Madre de Dragones ni… —calló al pensar en la muerte de su tío—solo era Hermione y estaba a gusto con eso. Jamás fui la clase de mujer que disfrutara del bordado o la danza. Más bien me gustaba insultar a cada persona que cruzara frente a mí o entrenar esgrima.

Eddarion arrulló suavemente mientras batía sus alas en el cielo, reflejando la luz del sol como si estuviese hecho de diamantes de todos los colores de un arco iris. Era maravilloso verlo. Si los dragones eran fuego encarnado, entonces él era el invierno mismo hecho hielo y cristales

—Sunfyre perdió su título—Daenerys respiró con la boca ligeramente abierta.

Hermione sonrió ligeramente, orgullosa de su hijo menor. Ella tambien lo habia pensado, que el dragón de Aegon II palidecía en comparación con el dragón de hielo. Eran mil veces más hermosos y majestuosos que en las historias de la Vieja Tata. Lo sabía mejor que nadie, ella era su madre ahora.

—Su huevo era tan diferente a Vhagar o Rhaegon. Creo que en el fondo lo sabía—La joven acarició sus brazos desnudos con un suspiro, recordando la esencia helada que podía sentir emanando del huevo azul—. Es el primer dragón de hielo que se haya visto nunca, es… único, los tres lo son.

—Son los primeros dragones en nacer en más de un siglo—Daenerys añadió al ver como los tres se habian unido en una danza en el cielo. Una danza de dragones.

—No planeaba que nacieran—Hermione admitió con la vista en el piso—. Cuando Aemon me los envió… me advirtió que el tiempo los habia convertido en piedra, que jamás nacerían. Pero también me dijo que si alguien tenía el poder de regresarles la vida era yo. No lo creí, no era esa clase de mujer. Pero sentía que dentro de ellos aun habia un pequeño fuego deseando convertirse en un incendio—volteó hacia su tía con sus ojos brillado como fuego—. Esa noche todo cambio. No lo planee. El fuego solo me atrapo con ellos. Pensé que moriría en medio de las llamas, pero el fuego no pudo quemarme, porque el fuego no puede matar a un dragón—una pequeña llamarada nació en la palma de su mano y se extinguió con la misma rapidez con la cual habia aparecido—. Cuando abrí los ojos ellos estaban ahí, y yo era la Madre de Dragones.

—Solía tener sueños de niña—Daenerys añadió con la vista fija en sus hijos—montando un dragón rojo—le dio una mirada insinuante.

—Intente dejarlos ir—Hermione admitió, su mirada paso a ser hielo—merecían algo mejor que ser vistos como monstruos o armas de guerra. Una madre siempre quiere lo mejor para sus hijos, aunque eso no sea con ella. Pero ellos regresaron a mí. El Terror Negro—murmuró con la vista fija en el dragón oscuro, quien al volar sobre ellos causaba que el sol desapareciera para ser reemplazado con una gigantesca sombra.

—Rhaegon es Balerion y Vhagar…

—Era mi favorito—La Portadora de Tormentas explicó con un sonrisa—pensé que de esa manera su nombre no sería olvidado.

—Tres dragones y dos mujeres Targaryen—Ambas mujeres compartieron una sonrisa—como antes.

—Vamos a recuperar lo que nos pertenece, con fuego y sangre, con hielo y magia lo tomaremos—Apretó los puños, recordando como Joffrey habia matado a su tío, a su padre. Cada vez que lo recordaba ansiaba aún más ver como el bastardo gritaba cuando el fuego de dragón lo que mara hasta los huesos, y obligaría a Cersei a verlo—. Ya no me importa que el mundo entero se entere, ni si tengo que reducir a cenizas la Fortaleza Roja. El Trono de Hierro es mío por derecho. Si algún día llego a ser la Reina, no seré como ellos.

—Aegon estaría orgulloso de ti.

—De ambas. El dragón debe tener tres cabezas.

—Los Lannister sabrán en carne propia lo que siente perder a un ser amado—Daenerys debía intuir sus razones para reclamar el Trono de Hierro. Su tía era una mujer fuertemente calmada, un fuego suave que podía convertirse en uno más grande de ser provocado, pero ella siempre era un incendio.

La primera vez que la habia visto en sus sueños era una niña sumisa y temerosa de su hermano, pero ahora era una Targaryen. Estaba segura de que ambas reclamarían de vuelta los Siete Reinos, pero sus hijos debían crecer para. Su pecho saltaba al pensar que algún día llegaría a montar uno de los tres. Y tenía la ligera sensación de saber quién la habia elegido como su jinete, pero alguno debía elegir a su tía.

— ¿Te arrepientes? —La vista de la joven estaba fija en su vientre abultado.

—Es mi hijo, y será la sangre del dragón. No importa quién sea su padre.

Desde el momento en que se habia enterado de que estaba embarazada, habia amado con todo su corazón a la pequeña vida creciendo en su vientre. Podía ser el hijo de Jaime, pero ella era su madre y nadie lo cambiara. Jamás permitiría que Tywin Lannister se atreviera a poner sus manos sobre él o algún miembro de su horrorosa estirpe. Su hijo sería un Targaryen con el honor de un Stark.

—Me convirtió en quien soy ahora. Era la llama tenue de una vela, y ahora soy un incendio—Hermione continuó y retrocedió unos pasos cuando Vhagar habia aterrizado frente a Daenerys, acariciándola con su hocico para que la siguiera—. Parece que le gustas a alguien—le dio una mirada insinuante—. Ve, conócelo mejor. No le temas a la Muerte Sangrienta—rio por el apodo que le habian dado a su primogénito.

Suspiró en voz baja al sentir la patada en su vientre, y cerró los ojos por la fuerza. Cada vez parecían patear con más fuerza que a anterior. Le día, pero le daba felicidad, de esa manera sabía que él estaba vivo.

— ¿Esta bien, mi Reina? —Ser Jorah se adelantó para sostenerla, colocando una mano en su hombro y la otra en su espalda con suavidad.

—Si… él patea muy fuerte—La joven admitió con una mueca—. ¿Qué desea de mí en realidad, Ser Jorah?

Le llamaba la atención ver como el caballero leal a su tía parecía haber cambiado de lealtades tan rápidamente. Parecía que despues de liberar a Astapor este habia comenzado a verla como la legitima Reina de Poniente, o como algo más, pero no estaba segura de eso. Ella sabía quién era, lo recordaba lejanamente en su niñez el día que su tío lo había exiliado de los Siete Reinos por la venta ilegal de esclavos, y ahora él peleaba por alguien que buscaba acabar con la esclavitud.

—Quiero servirla, formar parte de su Guardia Real—El hombre respondió con rapidez, sonaba tan sincero que ella retrocedió con los ojos entrecerrados.

—Si ha escuchado los interesantes rumores sobre mí, sabrá que no necesito protección.

Rhaenyra y Ser Barristan eran quienes la protegían como fieles guardianes. Ella lo agradecía, pero a veces era agobiante estar rodeada de tantas personas que la veían solo como una simple mujer. Ella no era la clase de chica que necesitara ser protegida. Habia sido entrenada en combate por el mismísimo Caballero Dragón, y habia llegado a ser aún más mortal que él.

—Está embarazada—Ser Jorah replicó con rapidez, y desenvainando su espada se arrodilló ante ella—. Por favor, Majestad. Me ofrezco a su servicio.

Los labios rojos de Hermione se abrieron ligeramente.

Conocía la ceremonia del nombramiento de un caballero, pero jamás habia pensado que uno se arrodillara ante ella, ofreciéndose a su servicio en tan poco tiempo de conocerse y viéndola cómo a una legítima y digna Reina. Ni siquiera habia pensado que algún día pudiese traer de regreso a los dragones o ser fuego, pero estaba en el otro lado del mundo siendo la Rompedora de Cadenas con un ejército leal a ella.

No sabía qué hacer en concreto con la oferta del caballero, especialmente por los actos que este habia cometido en el pasado y que habian causado su exilio, pero, con un suspiro, se obligó a si misma a confiar.

—De pie—Hermione depositó una mano suavemente en el hombro de este—. Se lo he dicho a Ser Barristan cientos de veces, son mis amigos, no mis sirvientes—bajó la cabeza mientras paseaba con lentitud por el lugar—. Si desea verme como Reina no puedo evitarlo. Acepto, Ser Jorah.

El caballero asintió mientras guardaba su espada en el cinto. Rhaegon chilló en el cielo mientras se burlaba de Eddarion al rodearlo en vuelo, y el dragón de hielo se lanzó en una persecución a su hermano mayor de manera juguetona. La cabeza de la joven giró con brusquedad al ver a su loba abrirse paso hasta ella con urgencia, hasta detenerse a un par de metros de su cuerpo.

— ¿Qué pasa, Rhaenyra? —La joven preguntó con cautela, ya que se habia dado cuenta de que su loba tendía a reaccionar de esa manera solo antes de que algo malo sucediese. Era como si ella lo presintiera en el mundo, o con ella.

Hermione gritó mientras caía sobre sus rodillas, doblándose de dolor en el proceso. Con una mano temblorosa verifico su estado, y abrió la boca al ver que su mano estaba cubierta de una sustancia pegajosa.

Daría a luz.

Ser Jorah se apresuró a recogerla en sus brazos al estilo nupcial mientras Rhaenyra dejaba escapar un aullido. Ella dio un gritó cuando un impulso de dolor atravesó su cuerpo como si hubiera sido partido a la mitad con una espada al rojo vivo, y casi al mismo tiempo el cielo claro y hermoso de Essos fue cubierto con nubes de tormenta.

Apretó los puños cuando su percepción habia comenzado a fallar gracias a la agonía, y vagamente pudo ver la forma de Missandei en la tienda que habia insistido que compartieran las tres. Normalmente, una Reina debería tener una tienda para sí misma, pero ella no sería esa clase de mujer egoísta. Al menos con su tía y su nueva amiga no se sentiría sola y no le molestaba en nada tenerla consigo.

—Las parteras no vendrán, dicen que ella es una bruja y que serán malditas al estar en su presencia—La joven de piel oscura parecía temblando de impotencia o no saber qué hacer mientras su Reina estaba a punto de dar a luz a sus hijos.

Rhaegon aterrizó sobre una roca con un chillido que parecía ser de preocupación, pero Rhaenyra se acercó a él y movió su cabeza para calmarlo. Era extraño ver como los tres dragones parecían obedecer a la loba tanto como si fuese su madre. Quizás le tenían respeto, porque habia sido ella quien habia cazado para los tres cuando estos tenían el tamaño de un gato.

—Vendrán, o yo les arrancare la cabeza a cada una—Ser Jorah escupió mientras se abria paso al interior de la tienda brillante y la depositaba sobre la cama con la mayor suavidad posible. Ser Barristan arribó corriendo con alarma junto a Daenerys, seguramente alertado por el súbito cambio del clima.

Hermione gritó con las mantas apretadas en sus puños, y un rayó cayo con tanta fuerza que al tocar el suelo resonó como si mil frascos de fuego salvaje hubiesen estallado al unísono. Alzó la mirada hacia el cielo visible por una esquina de la tienda y respiró para clamarse al ver la tormenta eléctrica azotar el mundo gracias a su dolor.

— ¡Las parteras! ¡Rápido! —Daenerys exclamó mientras corría en búsqueda de los implementos necesarios para el parto.

La joven Targaryen parpadeó con cansancio y dolor, pero intentó mantenerse consciente y fuerte por su hijo. Sería por él la única vez en que gritaría, por él sufriría el mayor dolor físico que jamás habia experimentado. Debía recordar todo lo que le diese fortaleza. No pretendía morir en el parto como todas las mujeres de su familia, como su madre, Rhaella, Lyarra y todas sus abuelas.

No moriría, no hasta que su hijo pudiese crecer en un mundo donde fuese seguro vivir. Ella pelearía con todas sus fuerzas para que algún día él fuese un Rey magnifico, un rey tan sabio y honorable como un Stark, pero con el poder y grandeza de un Targaryen.

A penas registró cuando las mujeres parteras la habian rodeado, con una rasgándole la ropa inferior para abrirle las piernas y recibir al bebé.

Hermione se arqueó de dolor cuando una contracción la había partido otra vez, y sujetó la mano de Daenerys con fuerza a su lado. Una nevada suave comenzó a caer desde el cielo, algo que era imposible en Essos.

Ella era la Reina de Hielo y Fuego, quien era dueña de la tormenta, quien regia el invierno y el verano con solo mover un dedo. No era una mujer ordinaria, para ella nada era imposible.

Podía sobrevivir al parto y lo haría. Su hijo jamás conocería el dolor y el vacío de crecer sin sus progenitores. Su padre podría estar al otro lado del mundo follándose a su hermana en ese momento, pero ella siempre estaría para él cómo su tío lo habia estado para ella.

—Veo la cabeza, casi—La mujer entre sus piernas murmuró y ella pujó otra vez. Daenerys y Missandei limpiaban el sudor de su frente por instinto, sujetando cada una de sus manos para darle fuerzas.

—Quiero a mi león—Ella lloró, su voz tan suave como una brisa de verano.

Era una estúpida por desear que Jaime estuviese allí. Él ya tenía a tres hijos bastardos con la puta de su hermana, y seguramente estaban practicando hacer más. Se odiaba a sí misma por haberse enamorado de ese idiota irritante, pero por más que intentaba sacarlo de su corazón y destrozarlo con hielo, no podía.

Aun no tenía idea de cómo podía querer al hombre que habia matado a su abuelo y lisiado a su pequeño primo, quien prefería estar entre las piernas de su hermana que voltear a mirarla.

Hermione gritó mientras dejaba caer su cabeza hacia atrás. A pesar del dolor, una sonrisa apareció en sus labios al escuchar el llanto de su bebé, diciéndole que estaba vivo y que podía respirar en paz.

—Aemon… —Ella susurró el nombre, retorciéndose en la cama al pensar en dos de los hombres más honorables y sabios que habia conocido nunca, ambos llamados Aemon.

La joven se arqueó de dolor con un gritó cuando habia sentido otra contracción atravesar su parte inferior. Despues de eso, el mundo se volvió un parpadeó para ella.


¡Espero sus comentarios!

Bueno, he aquí la continuación de "When two worlds collide"

Me he saltado toda la segunda temporada para avanzar más con el argumento. Estoy viendo la Sexta Temporada y practicamente me muero por escribirla.

Hermione ha decidido reclamar lo que le pertenece; por las razones que relataré más adelante. Daenerys y ella se encontraron, y los dragones fueron repartidos.

Si algunos han captado los "guiños" de mi historia anterior se habrán dado cuenta desde el principio que clase de dragón es Eddarion, y si, se llama como Ned. Los dragones de Hermione son más mágicos de lo normal, se parecen a su madre en todos los sentidos.

Vhagar / Muerte Sangrienta: Es un dragón de fuego rojo. Tiene la mala costumbre de prenderse fuego a sí mismo de una manera extraña para que el acero se derrita antes de tocarlo, tambien llamado la Pesadilla Monstruosa.

Rhaegon / El Terror Negro: Es un dragón de tormenta. Su fuego es negro como la noche, pero con chispas purpuras. Es visto como la reencarnación de Balerion por su forma y fuego. Sus escamas son brillantes y tan duras como el acero valyrio.

Eddarion / Furia de Invierno: Es un dragón de hielo. El primero de su clase en ser visto por ojos humanos, más mágico que el resto de sus hermanos. Puede camuflarse y volverse invisible. Sus escamas son tan frías que destrozan el acero al contacto sin hacerle daño. A donde va lleva el invierno al estar hecho de hielo y cristales.

NOTA: Hermione es más sabia y templada ahora. Se ha dado cuenta la clase de mujer que era, siempre cambiando de emociones y sentimientos. Ahora ella comenzó a verse a sí misma como a un Reina, y debe proyectar esa imagen, pero con sus amigos y aliados se mostrara tal cual es. No sera como Daenerys en la serie, sera una Reina Guerrera.