La Lengua de las Serpientes

La temperatura estaba insoportable... El niño rubio caminaba por los lindes de una selva con poco o nada de cuidado, bastante aburrido a decir verdad... Aquel viaje a Etiopía no había sido tan divertido como la familia Malfoy tenía la esperanza de que fuera.

Todo comenzó ante la insistencia del hijo de diez años de Draco y Astoria Malfoy de querer ir a África. Según él había visto animales exóticos en ciertos libros que le gustaría conocer. Aunque muchos pensarían que esa era una muy mala excusa para lograr un viaje de sus padres, ellos poco se podían negar a las demandas de su hijo mimado Scorpius. Además pensarían que quizá sería divertido, de manera que ese verano hicieron las maletas y viajaron al continente africano, naturalmente el hijo mayor, Christofer, también tuvo que acompañarlos.

Algo que no celebraba para nada... Estaba tan aburrido. Resulta que en los innumerables viajes de safari que hicieron para ver los animales que tanto quería su hermano, lo que menos hizo Scorpius fue ver animales... Se la pasó quejándose: que el calor, que los mosquitos, que extrañaba casa, etc. Al mayor todo aquello que nombraba su hermano (y su actitud, por cierto) le parecía, en verdad, verdaderamente molesto, pero prefería no quejarse.

Además, a pesar de esos inconvenientes y del hecho de que no hubiese visto demasiados animales, ya fueran mágicos o no en las sabanas y selvas etíopes, un día más y regresarían a Gran Bretaña. Solo tenía que aguantar un poco, cosa que para él no era nada del otro mundo, aunque Scorpius, completamente insoportable se quejaba y berreaba en el pequeño jeep sin techo que los había llevado hasta esa zona, a las afueras de la ciudad donde se alojaban. El Ministerio de Magia de Etiopía tenía toda una flotilla de jeeps dispuesta para los turistas que quisiesen recorrer el país.

El mago que actuaba de guia y conducía el vehículo, no parecía aguantar por mucho más tiempo los berrinches de Scorpius. Draco, que acompañaba al hombre en el asiento del copiloto se dio la vuelta para mirar a su mujer que trataba de calmar a su hijo menor, mientras el mayor miraba hacia la espesura de una gran selva que estaba a pocos metros de la carretera, con gesto aburrido.

- Ya Scorp, tranquilo querido...- decía Astoria mientras acariciaba los rubios cabellos platinados de su hijo.

- ¡Quiero ir a casa!- chillaba el niño. Chris rodó los ojos levemente.

- Scorpius, cálmate de una vez, estamos aquí porque nos lo pediste, ¿recuerdas?- inquirió el padre.

Scorpius pareció calmarse un poco ante las palabras del hombre y el guía detuvo el coche. Dijo en un inglés con fuerte acento africano:

- Vamos a detenernos unos minutos aquí, tengo que revisar algunas cosas del coche, no me suelo llevar demasiado bien con estos aparatos muggles. Pueden explorar la zona, es relativamente segura si no se internan en la selva.

La familia bajó del vehículo y comenzó a observar a su alrededor el hermoso paisaje, frente a ellos se extendía una gran sabana de amarillentos pastos con algunos pocos árboles desperdigados y muy espaciados entre si y a lo lejos en el horizonte se veía una cadena montañosa. Además era extraño como la sabana se veía interrumpida, en ese punto tan cercano, de selva de color verde vibrante. Y aunque los padres estaban concentrados en el paisaje de la sabana, a Chris le interesaba la selva, la selva que el guía había denominado como peligrosa.

Entonces fue cuando escuchó un grito que provenía de la espesura... Miró a sus padres pero estos siguieron prestándole atención a Scorpius.

Otra vez aquellos gritos... ¿Qué nadie los oía? Bufó con algo de fastidio. Sabía que no tenía que internarse en la selva y más aún si unos gritos provenían de allí, pero su curiosidad... Esa maldita curiosidad que siempre lo había invadido desde que era aún más pequeño.

Al notar que tanto Astoria como Draco tenían puesta demasiada atención sobre Scorpius, Christofer se escabulló lentamente hasta la selva. El follaje era muy espeso... Había insectos y mosquitos por doquier, pero debido a un repelente mágico que se les había dado cuando aún estaban en la ciudad, los bichos hicieron poco caso del recién llegado a aquel lugar salvaje, aparentemente aún no tocado por la mano del hombre.

Los gritos volvieron a escucharse... No podía distinguir demasiadas palabras en ello, solo que parecían desesperados. Si, visto en retrospectiva quizá lo que hizo en aquel momento fue algo imprudente: escaparse de la seguridad de sus padres para internarse en una selva de un país extranjero donde podía haber mucho peligro no era una alternativa sabia para un niño de once años ¿verdad? Pero bueno, así era Christofer, siempre le gustaba arriesgarse con ese tipo de cosas, como cuando desafiaba (aún de más pequeño y con bastante frecuencia) las rígidas reglas de su madre sobre salir de la mansión. Mucho tiempo lo hacía y se quedaba en las calles, mirando escaparates, pasando el tiempo con su amiga Fryda o con su primo Kevin Nott (o con ambos) y demás cosas.

Pero había una diferencia esencial ahora: eso no era Gran Bretaña, no estaba en las calles londinenses y no había ni Fryda ni Kevin. Era un país foráneo, estaba en un lugar privado de todo rastro de civilización y donde la naturaleza reinaba y se encontraba solo, separado de sus padres por una densa capa de helechos y matorrales.

Sacó su varita... Al estar en el extranjero no estaba regulado por las leyes mágicas sobre la minoría de edad que regían en Inglaterra (si bien últimamente en el Wizengamot había entrado en discusión un proyecto para flexibilizarlas) por lo que podía usar la magia con total seguridad.

Con la varita comenzó a caminar despejando la maleza con un encantamiento seccionador que había aprendido en su primer año en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Cada vez que se encontraba con una cantidad de maleza muy densa como para atravesarla normalmente murmuraba "Diffindo", había un destello de luz blanca y la hierba caía completamente cortada, abriéndole el paso.

Siguió caminando, guiándose por los gritos ocasionales y por su instinto, mayoritariamente hasta que llegó a un claro en la selva.

Lo que vio lo dejó algo impresionado. Un gran gorila jóven sostenía fuertemente entre sus manos a una serpiente. El reptil tendría unos setenta y cinco centímetros de largo y presentaba unas escamas con coloración gris plateada y vientre blancuzco. Como el primate la tenía tomada de unos centímetros por debajo de la cabeza, ésta no podía moverla para morder y atacar a su agresor. Abría y cerraba su boca, completamente negra dando fieras pero inútiles mordidas que solo mordían aire. Lo más impactante para Christofer era que el ofidio gritaba... ¿Gritaba? ¿Desde cuando las serpientes gritan?

El gorila también gritaba y rugía, aunque claramente con gritos más animales... Ella parecía hacerlo prácticamente con una voz humana... El mono abrió las fauces dispuestas a enterrarlas en la carne de la serpiente.

En ese momento, nunca supo muy bien porqué... No sabía si había sido movido por la piedad, por el destino o por cualquier otra fuerza, pero el asunto es que Christofer intervino en el devenir de la naturaleza y prácticamente sin pensarlo lanzó un hechizo al gorila:

- ¡Vermillius!

Unas pequeñas esferas de luz roja salieron de su varita e impactaron en el mamífero que soltó al reptil dando unos pasos hacia atrás, por el impulso del golpe. El gorila pareció sorprendido en un momento y luego miró a Christofer, rugiendo y golpeándose el pecho con las manos. Comenzó a dirigirse hacia el niño con alarmante rapidez, la serpiente sin embargo dio un fuerte coletazo en las patas al gorila que lo hizo tropezar y caer de bruces al suelo, Christofer reaccionó con rapidez mientras el mono intentaba incorporarse y realizó otro hechizo:

- ¡Petrificus Totalus!

El animal quedó completamente inmovilizado. Chris suspiró, aliviado y la serpiente luego de morder hasta el hartazgo al primate, comenzó a acercarse a su salvador, el niño dirigió su varita a ella, por si también venía con malas intenciones, pero todo lo contrario, simplemente se quedó allí, mirándolo. En ese momento, increíblemente la serpiente habló diciéndole una única palabra:

- Gracias.

Chris se quedó impresionado y algo le llevó a contestar:

- De... nada...

De pronto le pareció ridículo... Una serpiente no podía entenderlo ¿o sí?

Entonces el ofidio asintió con la cabeza... Podía... ¡Podía entenderlo! Ante el descubrimiento, Chris se quedó paralizado unos momentos... Eso era imposible. Había leído en ciertos libros sobre el poder entender a las serpientes y que ellas, a su vez, comprendieran a la persona cuando hablaba. Era un lenguaje llamado pársel que muy poca gente podía utilizar, la mayoría de ellos eran... magos tenebrosos. Chris tragó saliva. Él no se consideraba un mago tenebroso ni mucho menos, además se rumoreaba que esa capacidad era hereditaria y por lo que sabía ni su padre, ni su abuelo ni su bisabuelo Abraxas podían utilizarla, lo mismo valía para el lado de su familia materna.

- Quiero recompensarte. - murmuró la serpiente mientras se acercaba un poco a él. Chris no pudo evitar dar un paso atrás, pero el animal dijo: - No te preocupes, no voy a morder a quien me salvó... Eres uno de esos monos sin pelaje. ¿Verdad?

El chico se quedó algo perplejo y luego dijo:

- Si te refieres a sí soy un humano, sí, lo soy.

La serpiente asintió y Chris se sentó en la hierba frente al reptil:

- ¿Cómo llegaste a estar tan amenazada por el gorila?- preguntó.

- Soy joven. Nací hace tres meses. No tengo mucha experiencia andando por la selva, pero de a poco fui aprendiendo. El que este simio me haya atrapado fue un error de cálculo mío, debo admitir. Quise confrontar una presa mucho más grande de lo que estoy habituada.

El muchacho volvió a observar a la serpiente. Su raza... Había visto una serpiente así en libros sobre esos reptiles. Si no se equivocaba era una mamba negra, un animal particularmente venenoso y mortífero. Cuando nacían salían del huevo completamente adaptadas para moverse solas y cazar su propio alimento, por lo cual eran bastante independientes de su madre y podían llegar hasta los cuatro metros de longitud, por lo que los setenta y cinco centímetros de ese ejemplar eran prueba de su juventud.

- Comprendo. - dijo Christofer.

La serpiente se le acercó aún más y aunque el niño sintió una oleada de cierto miedo recorrerle, luego se relajó un poco. El animal lo miró a los ojos y entonces le dijo:

- Llévame contigo y prometo serte leal hasta la muerte. Es la única manera que tengo de pagar el favor que me has hecho.

¿Lo decía en serio? Una mirada a los ojos amarillos del ofidio se lo confirmó, hablaba muy en serio. Pero... ¿Qué diría su madre si notaba que salía de aquella selva con la serpiente? Sin duda eso no le agradaría. Pero ¿desde cuando le importaba lo que a Astoria le agradaba o no?

Asintió con la cabeza, aceptando su oferta. Sería bueno tener una serpiente mascota... Más todavía si se podía conversar con ella en momentos de soledad, algo le decía que aceptar que demostrar su habilidad para con el pársel frente a sus padres sería algo peor aún que adoptar a la serpiente.

Se inclinó para recogerla, alzando las manos para indicarle que no le haría daño, aunque el reptil parecía no esperar ningún perjuicio causado por él, de manera que se dejó tomar entre las manos del chico y dejó que el la colocase alrededor de su cuello.

- Tengo cierta sorpresa ¿sabes? Después de todo, eres el primer mono sin pelaje, o humano, como dices tú, que me encuentro al que puedo entender con claridad y que él también puede entenderme...- dijo la serpiente y luego inquirió con curiosidad: -¿Dónde vamos?

- También dudo que puedas hablar con muchos más... Muy poca gente entiende a las serpientes, y de hecho en mi familia, al menos en mi familia viva, ninguno lo hace. Con ellos vamos ahora. - respondió Chris. - Ya sabes... madre, padre, hermanos... Supongo que tendrás algo así ¿no?

El reptil lo miró a los ojos y respondió:

- Si, pero fueron muertos por una manada de mangostas. Solo sobrevivimos un par de mis hermanos y yo y nos dispersamos.

- Lo siento...- dijo Chris con algo de pena.

- Es la ley de la selva.

Pasaron unos minutos de un silencio algo incómodo por los cuales Christofer caminaba por el sendero que había trazado con el encantamiento seccionador. En ese momento el muchacho sentía que debía darle un nombre a su compañera... o compañero... Aún no sabía si era macho o hembra.

- Espero que la pregunta no te incomode pero... ¿eres macho o hembra?

La serpiente lo observó de arriba abajo:

- Hembra. Me sorprende que lo preguntes. Aunque estoy en la misma duda contigo, las feromonas que despiden los humanos son tan distintas a las nuestras y todos me parecen tan iguales... ¿Tú qué eres? ¿Macho o hembra?

- Hombre...- murmuró Chris. La serpiente se lo quedó mirando algo perpleja, como esperando más información: - Em... ¿Macho?

El reptil asintió, entendiendo lo que quería decir y Chris suspiró... En ese momento le dijo:

- Bien... Te lo preguntaba para darte nombre, creo que te llamaré: Alexia.

- ¿Nombre? ¿Qué es eso?

El chico suspiró. Si, sin duda debía enseñarle varias cosas al ofidio del mundo de los humanos. Sonrió, era extraño pero esa perspectiva, en cierta manera, le resultaba algo divertida.

- Em... un nombre sirve para identificar. Cuando yo diga Alexia sabrás que me estoy refiriendo inmediatamente a ti.

La serpiente asintió y preguntó curiosa:

- ¿Tienes nombre?

- Sí. Me llamó Christofer Alexander. Puedes llamarme Chris, o Alex...- luego agregó: -Te advierto que a mi familia, especialmente a mi madre no creo que le guste la idea de que te conserve. Pero lo haré. Si se pone agresiva no intervengas ni te asustes e intentes atacarla... Déjame que me encargue ¿sí?

Alexia no parecía particularmente feliz con aquella perspectiva de pasividad, pero asintió en conformidad.

- Los... humanos son criaturas muy extrañas.- observó. Luego se acercó e hizo algo extraño. Su fría lengua bífida, que entraba y salía perpetuamente de su boca, lamió suavemente la piel del cuello del niño que se quedó paralizado.

- ¿Qué haces?

- Capto tu olor. - respondió tranquilamente - Para diferenciarte fácilmente de cualquier otro de tu especie.

Terminado el proceso, la hembra alejó su cabeza del cuello para mirarlo a los ojos:

- Hueles bien.

El chico se ruborizó un poco:

- Em... gracias.

Por fin logró salir de la selva, con Alexia al cuello. Tanto Astoria como el guía estaban buscándolo por las cercanías, a lo lejos en el jeep, Chris veía a su padre con su hermano. Al verlo salir de la espesura, su madre se le acercó frunciendo el ceño, con la clara intención de regañarlo, pero al ver lo que traía alrededor de su cuello y en sus hombros soltó un grito y retrocedió unos pasos, el guía miró a Christofer también algo atemorizado. Exclamó:

- ¡Mejor que saques eso de tu cuello, niño!

Chris negó con la cabeza:

- No. - respondió y luego agregó: - No me hará ningún daño. No hará daño a nadie.

- ¡Christofer Alexander! ¡Deja esa serpiente en el suelo inmediatamente!

Draco y Scorpius se habían acercado al escuchar el escándalo que hacía Astoria. El padre parecía sorprendido de que a su hijo no le hubiera pasado nada y el hermano estaba más horrorizado quizá que su madre, aunque la palabra más que horrorizado era temeroso.

- No, mamá, por última vez no. La serpiente viene conmigo. La tengo bajo una... una maldición para controlar animales que nos enseñaron en Encantamientos. Y si cedieron en lo que Scorpius les pidió de venir hasta aquí, creo que es justo que me permitan llevarme aunque sea a éste animal de mascota.

Astoria trató de insistir, pero la mirada de su hijo mayor era firme y decidida, además él agregó:

- Ni tú ni papá tendrán que preocuparse por nada porque yo voy a alimentarla y a ponerla donde corresponda, además de que mantendré el hechizo sobre ella para que no se escape de control.

La madre miró a Draco que le devolvió la mirada. Luego suspiró y dijo:

- Está bien Chris, pero al primer inconveniente mínimo la sacaré de casa.

El muchacho asintió y tanto la familia como el guía volvieron al jeep.

Esos habían sido buenos momentos, si, muy buenos, pensaba el muchacho mientras estaba tumbado en su cama de la mansión. Habían pasado solo unos días de su rescate de la mansión Somerset, rescate del cual la serpiente que descansaba ahora en su pecho, enroscada sobre el, había sido parte. Alexia no se había movido de la habitación desde que él llegó y se tumbó en la cama, hace un par de días, reposando y descansando de sus torturas. Fryda tampoco, pero Fryda ahora no estaba en la casa, había tenido que volver con su madre a su propia mansión.

- ¿Por qué fuiste?- preguntó Christofer a la serpiente. - ¿Por qué no te quedaste segura aquí?

- Todos iban a ir, Chris... No podía quedarme atrás. - respondió ella.

- Pero no había necesidad... Te pusiste en peligro por mí...

- Hace mucho tiempo conocí a un joven macho humano ¿sabías? La cuestión fue que yo estaba en una situación muy complicada con un simio... ¿Y sabes lo que hizo ese humano? Me salvó. Me salvó cuando apenas era un cachorro haciéndole frente a un gorila ¿Conoces al humano?

El chico bajó la mirada y ella agregó:

- Por eso fui. Te prometí que te sería leal y así lo soy. Eres más que un humano, Chris. Eres mi salvador pero, fundamentalmente, eres parte de mi camada... Como te dije, mi madre y la mayoría de mis hermanos murieron hace tiempo. Desde que interveniste para que el gorila no me matase te convertiste en alguien digno de respeto y admiración. Y más esencialmente te convertiste en, como te digo, parte de mi camada... Algo que en tus términos humanos se traduciría como mi "amigo". El único que tengo y el único que me interesa tener. Por eso no pude evitar ir.

Christofer sonrió de costado... En verdad él consideraba más que una mascota a Alexia. De hecho ni siquiera la consideraba una mascota, así como él sabía que ella no lo consideraba un amo y que si lo obedecía y lo seguía era por lealtad plena y que si lo había encontrado tan fácilmente había sido por esa habilidad que tenía de dar con su olor en particular sobre el de cualquier otra persona, pero además sabía que compartían cierta conexíón mental algo especial, algo instintivo.

- Gracias...- dijo Chris.

- ¿Dónde he escuchado eso antes?- preguntó Alexia, sin duda haciendo referencia a cuando él la había rescatado.

Chris se echó a reír. Pronto también escuchó la risa sibilante de su serpiente.