OK ME DECIDÍ.

EN SERIO ME ASUSTÉ PORQUE DIOS MÍO LAS CONFESIONES pero imposible ignorar todos los comentarios animándome a publicar. Realmente, a este fic le faltan como cuatro caps para terminar, así que los updates serán lentitos hasta que escriba todo lo que me falta.

Muchas gracias por el amor que recibí. Desde noviembre del año pasado que estoy con esto BASTA JAJAJA

Hasta hice una playlist (?) (saquen los espacios): www (PUNTO) youtube (PUNTO) com (BARRA) playlist?list=PLjv8UlP2RJ9WL_CxF51icDNlORRWwk4wa

Pueden buscarla como "Zvezdnaya noch (Fic Victuuri)".

La imagen que uso de portada es de la ilustradora Joanna Estep.

En fin, disfruten de este fic mío. Lo que está en japonés es la letra de Falling alone, de Aimer, que está en el playlist. Disfruten y pls déjenme review FUE UN AÑO MUY LARGO DE LEER SOBRE ASTROFÍSICA Y AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARGH.

(Nota: no soy experta, no sé un carajo, solo me gustan las estrellitas, pero estudié Filología, así que no hate pls just love, AH y por cierto hay homofobia acá whoops).

ADVERTENCIA: EL SIGUIENTE FIC PUEDE CAUSAR UNA SOBREDOSIS DE ESTRELLAS.

EN SERIO.

I MEAN

LAS ESTRELLAS SON A ESTE FIC LO QUE LAS MIRADAS A CREPÚSCULO (oh, the horror).

Dedicado a Jaz (coatón, coatón).


Prefacio: El niño y las estrellas

La zona que rodea su ojo derecho aún le duele; el golpe que ha recibido es fuerte y sin duda alguna dejará un hematoma. Es posible que Dmitry en realidad no quisiera el catalejo; tal vez solo deseaba una excusa para pegarle.

Pero no importa, pues es él quien se ha quedado finalmente con el artefacto, y es él quien, sentado sobre la rama de uno de los árboles del patio de la casona, espera con ansias que el cielo se despeje y le deje ver las estrellas.

Es una imagen desoladora: la de un niño raquítico que observa el cielo encapotado con esperanzas fútiles. Siempre se le ha dado ser de esta forma; recibir todos los golpes posibles sin decir palabra, y sobrevivir un día más solo para llegar hasta la noche, esperando por cosas que puede que nunca lleguen.

(Porque el cielo despejado, durante lo más terrible del invierno, es algo que verdaderamente puede que nunca llegue).

No obstante, no quiere ser como sus padres, y por eso es que espera que el cielo se despeje sin importar qué.

No, no quiere ser como sus padres, que ceden las cosas preciadas a personas que no saben cuidarlas, y por eso intenta vivir un día más con el catalejo entre sus dedos recubiertos por una capa de lana que apenas pone distancia entre su piel y los copos de nieve.

Es entonces cuando se abre la puerta del orfanato, y la señora Kosyanova lo llama a gritos. Él no quiere dejar de mirar al cielo, mas sabe que cualquier intento de rebeldía por su parte solo culminará con heridas mucho mayores que cualesquiera que Dmitry hubiese podido ofrecerle.

Deja su escondite y camina hacia la casa sin prisa pero sin pausa, de tal forma que se destaque su buena voluntad de obedecer.

Sin embargo, la señora Kosyanova no se fija en él, sino que conversa con un hombre en el que el chico no había reparado antes; un señor de cabello castaño aplastado contra el cráneo, quien viste un uniforme con insignias que delatan algún tipo de rango militar que él no alcanza a comprender.

―¿Es este el niño? ―pregunta el hombre, observándolo como si no estuviera del todo convencido de que él de hecho es él y no otra persona.

―El mismísimo. Puedo mostrarles sus cuadernos, si desean… Un chico brillante, una luz, no tienen idea…

Nunca la ha escuchado hablar de esa manera sobre él, mas no dice nada. Sabe que no debe decir nada.

El hombre acalla a la señora con un gesto algo rudo, se acerca y le ofrece la mano, agachándose un poco para ponerse a su altura.

―Buenas noches, chico. ¿Cuál es tu nombre?

Hueso y piel, y un pasado que se le cuelga de los hombros cuando se descuida, duda unos segundos antes de extender la mano en respuesta.

―Victor, señor ―responde al fin, a la par que estrecha los dedos enguantados del oficial―. Victor Nikiforov.

―Bueno, Victor: vine hasta aquí para llevarte a tu nuevo hogar; necesitamos jóvenes como tú en donde vengo.

El hombre sonríe, pero Victor no lo ve.

Ha volteado para mirar al cielo por encima del hombro.

Él lleva entre sus manos el objeto más precioso del mundo: no porque lo una a sus padres…

… sino porque lo une a las estrellas que titilan más allá de las nubes.


CAPÍTULO I

深く深く落ちていく

Cuando tiene diecisiete años y más bloqueos que sueños, Yuuri Katsuki considera seriamente soltar el lápiz, guardar los bocetos (acabados e inacabados) en el depósito de su hogar en Hasetsu, y olvidarse por completo de las cosas que ve en su cabeza y que sus dedos, insuficientes como son, no alcanzan a comunicar.

¿Qué más hay de bueno por hacer?, se dice. ¿Qué puede plasmar mi lápiz que no hayan plasmado ya cientos, miles antes de mí?

El rostro de Yuuko trazado con finas líneas grises lo observa desde la pared en la cual reside desde hace varios años. Fue uno de sus primeros dibujos, uno de los pocos de los que se siente verdaderamente orgulloso.

Ese sentimiento ingenuo e inocente yace muerto ahora en su pecho, porque sabe que una infatuación como esta no significa que de hecho haya nacido para el arte…

―Yuuri, ¿otra vez encerrado ahí? ¿Qué tal si te distraes un momento?

No había advertido la llegada de su hermana a su cuarto, así que la observa algo descolocado. Finalmente las palabras vienen a él, y le sonríe de la única forma en que sabe hacerlo; tibia, indecisamente.

―Ah… Supongo que tienes razón…

Mari le devuelve la sonrisa con una de oreja a oreja y lo toma del brazo, arrastrándolo fuera.

Yuuri sabe que intenta distraerlo para ayudarlo. Y aunque lo agradece, también es consciente de que no servirá para nada.

Mari toma asiento en el comedor y enciende la televisión. Yuuri reprime un suspiro; al parecer, debido al frío clima invernal, su hermana ha dejado de lado las caminatas y paseos supuestamente «inspiradores» por algo más mundano.

A Yuuri le da igual; nada lo habría ayudado, de todas maneras.

Su hermana cambia y cambia de canal hasta que se detiene en uno donde un hombre de piel oscura señala una enorme imagen de una galaxia que acapara todo el fondo visible.

―Esta es la galaxia de Andrómeda ―explica el hombre en inglés, el cual Yuuri entiende aun sin la ayuda de los subtítulos de abajo―. Y, suponiendo que nuestros descendientes estén por aquí, nos ofrecerá un gran espectáculo de luces en unos pocos billones de años… Pero mejor dejo que esto se les explique una mente más joven que la mía, ¿verdad?

Yuuri siente una simpatía instantánea hacia el hombre, posiblemente debido al entusiasmo que rescata en su voz. Es algo hasta anacrónico, pero piensa que la forma en la que habla de la galaxia de Andrómeda se asemeja a cómo hablaba él sobre sus dibujos, de pequeño.

Entonces, el hombre al que Yuuri no había percibido, un joven de aproximadamente veinte años, alto y pálido, de cabellos tan rubios que parecen adoptar una tonalidad plateada, empieza a hablar.

(También, de paso, comprende por qué su hermana ha decidido mirar un canal sobre ciencia).

―Ah, gracias… Bueno, lo que Neil quería señalar hace un momento es que en unos cuatro billones de años aproximadamente nuestra galaxia terminará fusionándose con la galaxia de Andrómeda, nuestra vecina más cercana. Pero no teman ―El joven sonríe a la cámara, y aunque su tono es más pausado y calmo que el de Neil, puede apreciarse que no se queda atrás en el amor que profesa al tema―; esto no afectaría en nada a la Tierra debido a las precisas fuerzas de gravedad que rigen nuestro universo, y las enormes distancias entre las estrellas. Según nuestros cálculos, es muy poco probable que, por así decirlo, choquemos con algún planeta o seamos calcinados por una estrella que se nos acerque demasiado.

―Victor, creo que «es muy poco probable que seamos calcinados por una estrella» no es algo precisamente tranquilizador para nuestra audiencia…

El reproche es jocoso, pero Victor pretende tomárselo en serio, y hace un gesto como restándole importancia.

―Definitivamente estaremos muertos para entonces; es irrelevante.

―¿No estás subestimando los avances de la ciencia…?

―Considerando que los científicos aún no podemos ponernos de acuerdo sobre si los virus están vivos o no, no, Neil; honestamente dudo que encontremos una manera de que los habitantes actuales de la Tierra sobrevivamos billones de años.

Neil suelta una risa profunda, y a Yuuri le parece que esto no es ensayado. Percibe que el hombre está riendo por lo que es un momento espontáneo, y la sonrisa de Victor, suave pero de alguna forma un indicador de cierto orgullo de su dueño, se lo confirma.

―Pero ¿se imaginan eso? ―pregunta entonces Neil, recobrando la seriedad aunque sin perder la sonrisa a la par que toma asiento sobre un sillón de cuero que Yuuri recién advierte―. Un mundo así de iluminado… Donde veamos luces tan cercanas… ¿Qué impacto tendría para nosotros, animales racionales que nos empeñamos en saber… y crear?

La pausa en la última palabra es deliberada, y ni Victor ni Yuuri lo pasan por alto. Victor toma asiento en un sillón idéntico al de su coanfitrión antes de contestar:

―En mi opinión…, esto supondrá un avance sin igual para las artes.

Neil luce gratamente sorprendido, e insta al muchacho a terminar su idea. Victor, por primera vez, luce algo descolocado, con un leve pero evidente rubor atravesando su rostro pálido.

―Cuando era más joven, luego de una ardua jornada de trabajo, mi tutor solía llevarme a la azotea del edificio donde trabajábamos ―Su voz sigue siendo pausada, pero esta vez, teñida de un sentimiento que Yuuri no alcanza a reconocer―. Él pensaba que, más allá de nuestros cálculos, era importante recordar que todo lo que hacíamos, lo hacíamos por las estrellas. Que era importante no perder de vista que nuestros complicados teoremas no alcanzarían jamás a significar más que esos puntitos brillantes que veíamos en el cielo (puntitos que, como sabemos, en realidad son mundos ardientes colosales). Esos mundos ardientes o puntitos, como se los quiera ver, que inspiraron al hombre desde siempre y lo guiaron durante la noche en un mundo aún sin fuego.

Yuuri desliza una mirada a Mari, y ve que tanto ella como Neil en la televisión, así como él mismo, se hallan absortos por el relato de Victor.

―La ciencia está al servicio del hombre, tal y como el arte. Pero el arte puede nutrirse de la ciencia de una manera tan… pura. Mi tutor me hizo una pregunta una vez: «Victor, ¿quién crees que estuvo más cerca de las estrellas? ¿Van Gogh, o nosotros?» ―Victor interrumpe su relato para soltar una risa suave, y por un momento Yuuri es consciente de su propia existencia, y de sus mejillas cálidas, aunque no sabe en qué momento se han puesto así―. Yo respondí, por supuesto, que nosotros…

Neil lo observa pero no se atreve a hablar, aunque es obvio que Victor ha hecho la pausa para darle un espacio. Sin embargo, el hombre atina a decir lo único que Yuuri ―o cualquier otra persona― hubiera dicho en su lugar:

―Por favor, continúa.

Victor se remueve un poco en su asiento, lo que causa que el lacio cabello plateado cubra parte de su rostro.

―Recuerdo que rió. No de mí, sino de mis palabras. Dijo «esa, por supuesto, es la respuesta de un astrofísico». Pero no era la respuesta de… él. Se lo cuestioné, entonces, insistente como era yo… Y finalmente contestó: «Van Gogh pintó una noche estrellada que es posible que pueda estremecerte tanto como la visión de las estrellas originales. Y más allá de eso, proclamó "No sé nada con certeza; todo lo que sé es que la vista de las estrellas me hace soñar". Van Gogh tal vez no hubiera estado más cerca del viaje interestelar de lo que lo estamos nosotros, pero pudo, de cierta manera, traer las estrellas hasta aquí. Así que, Victor, deberías considerar… que tal vez la respuesta de los astrofísicos no sea, si bien correcta, la única válida».

El silencio es voraz; no violento, no, pero voraz, y obliga a Yuuri a evocar estrellas, planetas, agujeros negros…; a evocar todos esos misterios cósmicos que su mente nunca se ha propuesto develar. En algún rincón de su ser presiente que, en varios lugares del mundo, todas las personas sintonizando este mismo canal de ciencias deben sentirse de forma parecida.

Empero, Neil se ve obligado a retomar las riendas de la conversación:

―¿Estás diciendo que los artistas tienen una mayor comprensión del universo y sus leyes que nosotros a un nivel perceptivo, Victor?

Pero él ya está negando con la cabeza desde antes de que Neil finiquite la frase.

―Estoy diciendo que… ―Victor sonríe, y es la sonrisa más grande de todas―. «No sé nada con certeza. Pero la vista de las estrellas me hace soñar.» Más allá de eso…, supongo que me gustaría ver qué puede devolverle el arte a la ciencia… Me gustaría…, y es algo que espero. Que siempre estoy esperando.

Siente los ojos de Mari fijos en él y, recién entonces, cae en la cuenta de que se ha levantado de golpe. Apenas alcanza a pronunciar las palabras enteras, y se da cuenta de que está temblando:

―Voy a mi cuarto… Por favor…, diles a mamá y papá que no cenaré hoy…

Mari no dice nada, y solo asiente con una sonrisa en los labios, sin decir una palabra.


Al entrar a su habitación, Yuuri toma el lápiz que había abandonado descuidadamente tras la intrusión de su hermana.

Toma, asimismo, su libro de bocetos.

Y comienza a dibujar las facciones grabadas en su memoria: los ojos brillantes, el cabello corto y liso, la sonrisa de oreja a oreja y, aun así, algo triste.

El dibujo de Yuuko lo observa en el proceso, mas no se atreve a decir nada.

Sabe que no le corresponde.


AJAJAJAJAJA YES ESE ERA NEIL DEGRASSE TYSON ME MUERO JAJAJAJAJA

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-Pekea