Cuando me aburro, me pongo a leer Wikipedia. Y qué casualidad que voy y encuentro una fuente de inspiración de la que nace esta serie de drabbles, one-shorts, historias anexas a una futura trama...
Leyendas de Grecia; Por Grecia para Persia es eso. La única advertencia que creo que hay de momento es la mención de lugares clásicos de la Antigua Grecia y Persia.
Hetalia pertenece a Himaruya. Persia y los HeadCannons que puede aparecer están en mi cabeza por el momento, quién sabe, quizás haga aparición Persia en un futuro... Sigo soñando, ¿verdad?
Abidos (Hero y Leandro)
Situado en el año 356~ a. C
El mar estaba en calma. Más allá del Helesponto, los pescadores aprovechaban el buen día para salir a faenar. Debían de aprovechar el buen tiempo que hacía para recoger pescado. La dieta griega lo necesitaba. Aunque ya no fueran griegos, la mayoría de sus costumbres la seguían llevando a cabo. La conquista, por parte de los persas, de las ciudades que Grecia tenía en Asia Menor no supuso nada fuera de lo normal para aquella zona, que siguió viviendo su vida con normalidad, como zona de paso que había sido siempre.
Al interior del estrecho de Helesponto, en la ciudad de Sestos, estaba edificado un faro, que iluminaba a los marineros que se atrevieran a cruzar aquel estrecho por las noches. En lo alto del faro, allá donde por las noches se debería de encender el fuego que guiase a los barcos, y que por ser tan de mañana se encontraba apagado, una joven de túnica griega estaba sentada mirando hacia el otro lado del estrecho. Hacia la ciudad de Abidos.
Su cabello, parcialmente recogido, caía como una cascada por su espalda, una cascada castaña de rizos, del que sobresalía en especial uno a lo alto de la cabeza, el cual estaba dividido en dos. La joven griega sabía que no debía de estar allí, que aquel ya no era su territorio, pero cómo olvidar las bellas historias de aquella zona.
Con pasos silenciosos, un hombre de la edad de la joven subía por el faro, alertado por su pueblo de la presencia extraña. No iba dispuesto a atacar. Eso siempre lo dejaba para la guerra. Como ella.
—¿Te tengo que recordar que estas ya no son tus tierras, griega?—Se cruzó de brazos, apoyándose en la estructura que servía para iluminar.
Ella se volvió, parpadeando lentamente, como si se le hiciera raro verlo allí, cuando la intrusa era ella. Antes de negar con la cabeza, volviéndose hacia el mar.
—Simplemente recordaba viejas historias—Respondió lanzando un suspiro triste, que se fundió con la brisa que en aquel momento surcaba el cielo.
El persa se acercó apoyando las manos en la barandilla en la que ella se hallaba sentada, mirando las tierras que se abrían delante de él.
—¿Historias de este lugar?—La voz del persa sonaba curiosa, a la vez que se volvía para mirarla, viendo aquel asentimiento con la cabeza, sin borrar aquella expresión.—Cuéntame alguna, Helena.—Le pide sin dejar de mirarla.
Ella no espera demasiado. Ni busca una seguridad en sus palabras de si de verdad quiere escuchar la historia que tiene que contar de aquellas tierras. Por que ella se la quiere contar y punto.
—Se habla de Hero y Leandro.—Empieza a hablar, mirando hacia el frente, hacia el horizonte, mas su mente no está en aquel lugar, sino en un pasado en el que pasaban las leyendas. En aquellos momentos, Helena está junto a esos personajes de los que va a hablarle a Amir, y él lo sabe, por eso simplemente mira al mismo lugar, esperando poder ver aquel lugar.—Ella era una sacerdotisa de Afrodita, aquí, en estas tierras. Él era un simple joven que vivía al otro lado, en Abidos. Ambos se conocieron en un festival en honor a Afrodita y se enamoraron.
El persa la escucha hablar con fascinación, poco a poco va viéndose arrastrado a aquella historia que le cuenta. Comenzando a ver los lugares, a la joven sacerdotisa y al chaval. Notando que no iba a acabar bien.
—Los padres de ambos chicos se opusieron a la relación, sin embargo ninguno de los dos cedieron y por las noches, Leandro cruzaba el estrecho a nado para reunirse con Hero, quien dejaba el faro encendido para guiarle. Hasta la fatídica noche-Los ojos de Helena se abren, y su rostro deja cualquier emoción atrás, dándole el toque de dramatismo que hace que Amir trague en seco, sabiendo que el desenlace está cerca.—Hacia tormenta, y el fuego del faro se apagó sin que Hero pudiera hacer nada para evitarlo. Leandro se quedó en el agua, luchando para encontrar la costa, hasta que finalmente murió ahogado.—Un escalofríos recorrió a Amir al imaginar lo duro que debió de haber sido el final del pobre Leandro que solo quería reunirse con su amada.—A la mañana siguiente descubrieron el cuerpo sin vida del chico, y Hero, esperando reunirse con él en la muerte, se subió al faro y se suicidó.—Termina de contar, bajando la mirada para ver como el mar rompe con las rocas. Amir también ve sus gestos, y en aquel momento que todavía estaba sorprendido por la historia, no puede evitar abrazar a la griega por la cintura, temiendo que emule a Hero y se precipicio al vacío.
Ella alza la cabeza y le mira, sin poder evitar mostrar una sonrisa sincera, y sirviéndose de él, se baja de la barandilla, aun cuando Amir la ve en el suelo, y sin intenciones de irse a tirar, no puede evitar mantenerla agarrada.
—Suéltame. No me va a pasar nada
El persa mira sus ojos durante unos instantes, la voz un tanto autoritaria que ha puesto le ha sacado una risa, que no puede ocultar, antes de soltarla, llevándose una mano a la cabeza, pasándosela por los rizos morenos. Ella comienza a caminar hacia la salida del faro. Ambos saben que es peligroso que ella esté allí, y por eso no la detiene, o le recrimina que se vaya así. También conocen que no son buenos para las despedidas.
—¡Griega!—Helena se detiene y le mira, sin comprender qué pasa ahora—Si tú fueras Hero y yo fuera Leandro, aguantaría en el mar, no dejaría que me esperases, ni que te suicidase. Aguantaría.—Aquello le saca una risa mientras baja las escaleras que Amir puede escuchar, y que le hace suspirar mirando hacia el horizonte.
Sin duda alguna, no haría que sufriera.
