¿Era verano? ¿Otoño? No lo sé, no lo recuerdo. Lo único que a mi mente viene, es el dolor de sentir que te perdía, el dolor de sentir que la lluvia se apoderaba de mí con tu partida.
Sentir que el dolor quema dentro de mí se ha vuelto costumbre, desde aquel 27 de Marzo. Desde aquella última vez que te vi. Lagrimas brotan de mis ojos diaria y continuamente, ¿Porque te fuiste? ¿Porque me dejaste? Trato de responderme esas preguntas, pero aun así no encuentro respuesta. Tu presencia hacía que mi existencia valiera la pena, saciaba mi sed de poder, y, de alguna forma, calmaba mi demonio interior, un demonio que sin ti, desenfrenaba locura y maldad.
Una luz brilló ayer en la oscuridad. Una campanilla. Un aleteo. Unos ojos violeta que palpitan en mi dirección. ¿Eres tú? ¿O es mi desesperación lo que me hace ver esta maravillosa presencia?
Supe que eras tú, desde el momento que el desenfreno en mi interior empezó a calmarse, desde que mi corazón empezó a controlar sus latidos, y, más importante, desde el momento que la lluvia, empezó a ceder.
Dos pasos. Dos pasos nos distanciaban. Acabé con ellos en menos de un parpadeo y fui directo a tus brazos. Al parecer tú también sentías ese nivel de desesperación que yo sentía. Tus manos en mi cuello. Las mías en tus caderas. Y un segundo más tarde, tus labios sobre los míos. Necesidad. Amor.
Esa quizá fue la mejor noche de mi vida, junto a la persona que en realidad amo, junto a la persona que he estado esperando, junto a la persona más hermosa que la humanidad ha tenido el placer de contemplar. Junto a ti.
Despertar viéndote enredada en mis sabanas, se ha convertido en mi forma favorita de despertar. Eres preciosa en todos los sentidos. Eres todo un espectáculo para admirar.
Gracias. Gracias por estar aquí. Gracias por volver.
- Te amo, Rukia. -dije en un susurro. Abriste tus ojos.
- Te amo, Ichigo. - respondiste. En un susurro también.
Te extrañé.
