Bueno, éste es mi primer fanfic. No seáis muy duros con él, por tanto.
Advertencias por el momento ninguna (excepto quizás patéticos errores de principiante). Es probable que el nivel de contenido vaya ascendiendo, por el momento lo pondré en K+
Comentarios y demás bienvenidos, críticas constructivas también.

Es el prólogo, por tanto es MUY corto, el resto de capítulos son más del triple de largos. Más del cuádruple, de hecho... xD


Momentos antes de salir del cementerio, se había quedado quieto un momento. Como si esperaba que apareciera un fantasma, uno de esos del pasado, uno de aquellos que aunque no estaban, permanecían. Como si una voz, como antaño, fuera a llegar diciendo "Ven ahora, si te viene bien", "Y si no te viene bien, ven de todos modos". Pero no llegaba.

Nunca llegaba.
No había llegado la primera vez que había ido al cementerio, ni tampoco la segunda, ni tampoco la tercera, ni la cuarta. Ni todas las demás siguientes.
Intentaba distanciar sus visitas todo lo posible. Pero el efecto era el contrario.
La primera vez había tardado casi dos meses en poder volver a enfrentarse a la lápida tan lisa, tan insulsa, que tan poco decía de la importancia que había tenido ese hombre. No sólo en él, sino en todos aquellos a los que había conocido, para bien o para mal. Se había quedado en silencio como un idiota, preguntándose por qué sus pasos le habían conducido hasta allí, si ese no era el motivo por el que había ido, si había querido dejarlo atrás, olvidarlo, enterrarlo en un rincón recóndito de su memoria.

Pensaba que sería fácil echarle la culpa de todo a Sherlock. Pero no podía evitar preguntarse si realmente era así. Si había podido haber hecho algo para evitarlo.
¿Por qué?
Sherlock, dios, ¿por qué? ¿Por qué tenía que haber pasado todo aquello? ¿Y la llamada telefónica? ¿Qué quería decirle con aquello? No podía ser verdad, John se aferraba a aquel pensamiento.
Quizás de ser las cosas de otra manera, sería menos doloroso pensar que lo que le había dicho era verdad. Así por lo menos podría pensar que se lo merecía. Que había sido un títere en manos de un… ¿cómo habían dicho los periódicos? ¿Fake genious? Sí, eso.
Pero no era así. No mejoraba las cosas. Para nada. Porque no lo creía. Nadie podía fingir ser un genio idiota antisocial todo el tiempo. Y él había confiado en él, y Sherlock le había mentido, de cualquiera de las maneras. Por eso dudaba. Y eso le hacía sentirse traicionado y traidor al mismo tiempo, y todo daba vueltas, y el mundo no paraba de girar en el sentido contrario al suyo, y no podía resistirlo, y dolía, y, y…

John enterró su cabeza entre sus manos casi un minuto entero antes de salir, recomponiéndose.
"Estúpido", se dijo a sí mismo. Como de costumbre, no podía hacer nada. Salvo esperar. Y en este caso, tampoco tenía nada que esperar. Los fantasmas no existían.
— ¿Señor Watson? ¿Sr. Watson? — tardó un momento en reaccionar, en volverse hacia la voz, dándose cuenta de que se había quedado demasiado perdido en sí mismo. Otra vez.
Se aclaró la garganta.
— Humm… Lo siento, señora Hudson. — dijo, quedamente. Ella le sonrió ligeramente en disculpa, con una mirada de cariño y amabilidad, y también… ¿compasión? Sí, era eso. Últimamente todos le compadecían. Era molesto. Obedeció al gesto que le hacía, y ambos se sentaron en el taxi para emprender el camino de vuelta, al mismo tiempo que ese incómodo silencio se apoderaba del vehículo. Ése que parecía había apoderado de toda su vida.

Una vez, Mycroft le había dicho que cuando caminaba al lado de Sherlock, Londres le parecía un campo de batalla.
Ahora sabía que tenía razón. Porque ahora que ya no lo hacía, era un cementerio.