Disclaimer: Fairy Tail pertenece a la maldita perra de Hiro Mashima, a la que no le tomó nada estropear el magnifico personaje que era DiMaria.

Prompt: "SNOWBALL FIGHTS." [tumblr]

Pareja: Rogue/Sting (y de momento solo Orga/Rufus de fondo, más adelante de seguro viene el Minerva/Yukino porque este gremio es bien gay).

Extensión: 2001 palabras.

Notas: Para Kira, responde a su petición en el topic Escritura Sólida del foro Grandes Juegos Mágicos. Pidió un Rogue/Sting (y si uno quería mención al Minerva/Yukino, el Orga/Rufus por tanto corre por cuenta de la casa), romántico como para decir "aww" (de lo gay que son este par -y esa fui yo, no ella-) pero sin llegar a dejar a nadie en coma diabetico. Más o menos un fluff sin exagerar, si se podía sexoso (quiero decir M, era su preferencia) pero sino T estaba bien y pos como soy yo T de momento (y dudo que llegué a ser M).

Por lo demás lo prefería de varios capítulos, así que esto es un Three-shot. Quería terminarlo antes de publicarlo, incluso pidiendo prorroga de ser necesario, pero el 8 me largo a la playa y vuelvo el quince (el plazo me vence el 12). Si pedía prorroga tenía hasta el 26, pero vuelvo de la playa y me largo al sure con unos familiares (no es joda, estaré prácticamente lo que queda de febrero fuera de casa) por tiempo indefinido, así que no me queda más que publicar.

Temática navideña porque lo empecé en diciembre.

.


Caja grande, caja chica.

Batalla en la nieve.


Navidad es Navidad y adquiere sentido como tal solo cuando se han hecho todas las cosas que componen Navidad. Por tanto, para Sting todas esas cosas han de realizarse antes del veinticinco y no después, o no es una Navidad completa como tal. Lo primero e indispensable son los regalos, por supuesto, que compra a lo largo del mes; el chocolate caliente por las mañanas y las batallas de bolas de nieve por las tardes, sin olvidar el pavo asado y los villancicos. Navidad no es Navidad sin eso. Sin embargo es veintitrés de diciembre y no ha realizado prácticamente ninguna de esas actividades. Del pavo y los regalos no se preocupa, llegaran a su debido tiempo, pero es veintitrés y no hay chocolate caliente ni tampoco ha tenido tiempo de tirarle nieve en la cara a nadie, y si no fuera porque ha cantado villancicos cada tanto cuando se ha descubierto solo sería otra cosa sin hacer.

Ser maestro es difícil, se dice entonces. Su tiempo es escaso, más en esas fechas donde no son pocos los miembros que se toman algunos días libres y debe organizar las fiestas pertinentes. El balance de gastos ahora incluye un árbol navideño junto a varios adornos en la lista, no consigue cuadrar los números y Rufus eligió justo esa maldita semana para pedir libre porque estaría ocupado con las compras navideñas según él, Sting no es tan idiota, sabe que es porque quería pasar tiempo de calidad en la cama con Orga.

Deben ser casi las once de la noche y sigue con la vista fija en el libro abierto, los números no le calzan pero si no le calzan a él está acabado, no hay nadie más para ayudarlo. Piensa unos momentos en todos los cálculos matemáticos que ha hecho para que todo siga igual de mal, para que los estúpidos gastos y ganancias sigan manteniendo números de más o de sobra que no sabe de dónde salen. Continua con la vista fija en el libro pensando que hay nieve allá afuera y que sería estupendo jugar un tiempo, aunque sea corto. La primera nevada hicieron muñecos de nieve todos juntos, pero aparte de eso no ha podido hacer nada más con la nieve que cubre la ciudad.

Navidad es Navidad solo cuando ha hecho todo lo que caracteriza a Navidad, pero a este paso Navidad no será Navidad porque no puede hacer nada de eso y ya duda poder hacerlo antes del veinticinco.

Ser maestro es difícil, se repite al tiempo que la puerta se abre.

—Sting —llama Rogue, ingresando al cuarto y sacándolo de sus pensamientos.

Alza la mirada hacia su compañero, que le mira levemente preocupado.

—Hola —saluda.

—¿Sigues despierto? —inquiere Rogue pese a lo evidente del hecho, más que nada para remarcar lo obvio. Avanza hasta él con algo de rapidez y contempla el libro abierto sobre el escritorio al llegar a su lado—. ¿Ocurre algo?

—Trato de cuadrar las compras navideñas —responde Sting, tallándose los ojos—, no me va muy bien.

—Debí suponerlo. ¿Necesitas ayuda?

—No te preocupes por eso —dice—, además Frosch ha de estar esperándote.

—Frosch está con Lector. —Lo corta Rogue, sentándose frente a él en la silla que suele usar Rufus—. Se ha quedado dormido en mi cama mientras jugaba con Frosch al esperarte —comenta el mago, ocasionando que Sting habrá los ojos con sorpresa.

—Mierda, ¿qué hora es? —Pasea su mirada por la habitación hasta detenerse en el reloj colgado en una de las paredes.

—Casi las doce —dice Rogue pese a que Sting claramente inspecciona la hora por su cuenta.

Genial, juraba que eran casi las once, lleva una hora mental de retraso respecto a la hora real, cosa que de paso explica que tenga tanto sueño.

—Tengo sueña —musita, agotado.

—Ve a dormir —comenta Rogue con calma y antes de que Sting pueda replicar nada agrega—, yo me encargo del balance, me entiendo mejor con los números que tú.

Sting ciertamente tiene ganas de ir a dormir, pero no desea dejar a Rogue haciendo su trabajo hasta quién sabe qué hora de la noche. Opta por suspirar y desviar su atención a la ventana, algo alicaído. Rogue sigue sus ojos, incómodo por todo eso.

—Puedes hacerlo mañana —ofrece Cheney—, te ayudo y acabamos rápido, tampoco es tan urgente.

Sting vuelve la mirada a su compañero unos segundos, meditando la idea.

—Quisiera jugar en la nieve —dice de la nada, regresando la vista a la ventana y extrañando al mago frente a él.

Le encantaría hacerlo, pero no puede debido a sus responsabilidades, es una verdadera molestia porque puede huir de ellas todos los otros meses del año pero llega Navidad y de pronto de ve atrapado en esa oficina. Detesta la idea y detesta sentirse de mal humor, es indudable porque luce molesto y cansado, motivo principal de que Rogue esté siendo tan suave con él. Comprende que todo eso es pesado para Sting y más aún dadas las fechas, así que prefiere tratar de hacerle más ligera la carga en lugar de regañarle y que el asunto le sea más pesado, al menos por esa vez, considerando sobre todo que Sting se esfuerza por mantenerse en sus labores pese a todo.

Rogue vuelve la mirada a la ventana como hiciera Sting momentos antes.

—Salgamos —ofrece finalmente, logrando que el rubio frente a él parpadee como si se hubiera perdido algo y regrese su atención a él.

—¿Salir? —repite confuso—. Tú dices... ¿afuera?, ¿a la nieve?

—Claro. —Rogue posa sus ojos nuevamente en él—. ¿No acabas de decir que te gustaría salir a jugar?

—Es medianoche.

—¿Nos hemos invertido? —inquiere el mago de sombras con calma y un sutil tono bromista—. El Sting que conozco me hubiera dicho algo como «¡pues claro!» —dice, imitando en teoría el tono de voz del rubio—, sin dudar.

Sting frunce un poco el ceño.

—El Sting que conoces te hubiera ofrecido ir a la nieve a tener sexo aprovechando que es media noche —replica, para luego sonreír levemente divertido—, además el Rogue que conozco hubiera hecho un comentario más amargado en lugar de ofrecer salir a la nieve a jugar a medianoche. Encima suena raro.

Rogue se debate entre reír o chistar a causa de su comentario, mismo comentario que le hace debatirse sobre qué hacer, no está muy seguro de cuál acción reafirma lo dicho por Sting.

—¿Quieres o no? —cuestiona al fin, sin hacer ninguna de sus dos opciones y pasando aparentemente del comentario.

Sting se apoya en la mesa y de un salto se haya a su lado.

—Claro que quiero, este lugar está absorbiendo mi espíritu.

—No seas melodramático —replica Rogue con calma, levantándose.

—La oferta del sexo sigue en pie —bromea el rubio, ganándose un golpe de su compañero que le hace reír levemente.

Avanzan hasta la puerta y tras abrirla Sting inspecciona los alrededores de forma exagerada, más que nada por gusto, como si la idea de fingir que escapan o se escabullen le divirtiera. Rogue no comenta nada, simplemente avanza tras él a través de los pasillos.

—¿No deberías ir a por un abrigo o algo? —inquiere en cuanto nota que Sting se dirige a la entrada principal.

—No, estoy bien —responde el rubio sin darle importancia al asunto—, al menos no voy con pijama.

—Frosch duerme con Lector en mi cama, no puedo hacer nada.

Sting ríe antes de apresurar su camino y abrir la puerta que da al exterior con el mayor cuidado posible, tiritando al salir debido al frío invernal y notándose a la vez feliz al sentir la brisa fresca en la cara. Rogue lo imita y, al igual que él, tirita unos momentos con la brisa.

—Entonces —comienza Cheney, frotando un poco sus brazos para no perder el calor—, ¿qué quieres hacer?

—Una batalla de bolas de nieve.

—¿Disculpa?

—Que tengamos una batalla de bolas de nieve.

Rogue le mira unos segundos pero no tarda en aceptar, después de todo salió con él para complacerlo, lo lógico es que si Sting quiere una batalla de bolas de nieve entonces tengan una batalla de bolas de nieve.

—¿Hacemos un fuerte o algo así?

—Es medianoche, Sting, nos lanzamos nieve a la cara y ya.

—Oh, ya te pusiste amargado.

El único motivo por el que no responde a eso es porque Rogue no pierde ocasión en agacharse y comenzar a juntar nieve en sus manos. Sting no tarda en imitarlo.

—Oye, no irás a arrojarme nada en la cara hasta que los dos tengamos algo de arsenal preparado, ¿verdad? —Ante la sonrisa que le dirige su compañero Sting no puede evitar desconfiar—. No te atreverías.

—¿Por qué no? —replica Rogue, divertido—, ¿no se tratan de eso las batallas de bolas de nieve?

—Aún así —reclama Sting—, atacar a un oponente indefenso es... ¡Ah!

No termina, culpa de la bola que lo golpea en la cara, ¡a traición! ¿Qué parte de oponente indefenso era demasiado complicado de entender para Rogue? Se quita la nieve del rostro oyendo la risa de su compañero, hecho por el cual no tarda en formar una bola de nieve con sus manos y arrojarla hacia el mago frente a él, que la esquiva con facilidad y le arroja una bola en respuesta. Sting la esquiva para inmediatamente después juntar nieve todo lo rápido que puede en sus manos. Es un poco más lento que Rogue, quien le arroja un tercer proyectil que él esquiva nuevamente antes de que pueda arrojar la improvisada bola de nieve que ha conformado en sus manos, lamentando fallar.

No se detienen hasta que Rogue ha recibido tantas bolas de nieve en la cara como las que ha recibido Sting, que es más o menos cuando están lo suficientemente cansados como para arrojarse sobre la nieve pese a sus ropas ligeras, de cualquier forma ambos tienen calor en lugar de frío por causa de la actividad física.

Sting sonríe ligeramente, su pecho subiendo y bajando con rapidez, antes de mover sus brazos y sus piernas de un lado a otro.

—¿Qué haces?

—Un ángel de nieve —responde con simpleza el rubio, volteando levemente el rostro para mirar a su compañero, a poco más de un metro de él—. ¿Quieres hacer uno?

—Dudo ser capaz de hacer un ángel.

Ambos se miran unos segundos tras esa acotación, Sting un tanto molesto.

—¿Algún día dejarás ese tema?

—No.

El maestro bufa, regresando la mirada al cielo cubierto de nubes tras esas palabras, su respiración calmándose poco a poco.

—Rogue.

—¿Qué?

—Gracias.

Sting mantiene la mirada en lo alto pero Rogue la ha regresado a él, contemplando sus facciones calmadas y sonrientes, un poco extrañado por el comentario e indudablemente enamorado del chico a su lado.

—¿Por qué?

—¿Por qué no? —Sting le mira, cruzando miradas en medio de la nieve—. Gracias por salir a hacer esta tontería conmigo a medianoche.

—Admites que es una tontería, me sorprende.

—Es un lindo gesto.

—Nadie dijo que era un gesto.

—Sabes que lo es.

Hay un silencio. Rogue se siente derrotado en esos cuatro segundos y medio que se mantiene callados.

—De nada —responde, en lo absoluto incómodo por la situación, antes de sentarse—. Vamos, o a alguno le dará hipotermia.

—¿Quieres ir mi cuarto a calentarte? —inquiere Sting, todavía de espaldas en la nieve—. Es decir, Frosch y Lector duermen en tu cuarto. Podríamos usar el mío.

Rogue termina de levantarse, sacudiéndose sus pantalones tras hacerlo, antes de responder.

—Porque estoy de buen humor te diré que sí.

Sting sonríe antes de incorporarse de un salto.

—No mientas, sé que es la idea la que te ha puesto de buen humor.

—Por supuesto, es muy divertido oírte gemir.

Silencio. Las mejillas rojas bien podrían ser por el frío de no ser obvio que no es así.

—Cállate.

Rogue ríe, que es justamente por tonterías como esa que lo quiere.


Y ta-dá.

Nos leemos. Bye.