SHORT FIC HAMERON - "LA CAJA DE PANDORA"
No solía hacerlo.
Ni ella ni nadie que conociera. Pero aquella mañana fue una
excepción. Le llamó al despacho interrumpiendo una amena y
escatológica charla con sus pupilos. El sonido del teléfono le
permitió dejarles con la intriga. "Hola mamá…, disculpa,
llámame luego…" Cuando colgó Allison preguntó extrañada "¿Era
tu madre?". "No, era Angelina Jolie, yo la llamo mamá, le pone
cachonda". ¿Es que pensaba que venía del Planeta Kriptón y había
llegado al PPTH surcando los cielos embutido en un pijama azul y una
absurda capa roja?. Y la S de Supercane zurcida en la pechera…¡¡¡no
te fastidia!!!...Tenía padre y madre como todo el mundo. Podía
haber dado la callada por respuesta. Haber hecho un homenaje a Darwin
y decir lo que ya se sabía y sólo algunos se empeñaban en refutar,
que descendía del mono o del árbol, como el resto de los de su
especie. Pero no. Sin inmutarse se explayó y les confesó que papá
y mamá se iban a dar un breve garbeo por New Jersey. Aterrizaban en
Newark de camino a Europa.¡¡¡ En qué mala hora se decidió a
mostrar atisbos de sociabilidad !!! Como siempre, despertó la
curiosidad de todos. Curiosidad y ciertos recelos. Supieron que la
cita concertada la noche antes con Wilson fue un pretexto para evitar
el encuentro. La excusa perfecta para no tener que mostrarse como un
ser humano a los ojos del resto de los mortales. Sus amigos y
empleados tejieron hilos y ampliaron el espectro de la cena, como si
fuera la panacea, el antibiótico mágico que curara el alma
insondable de aquel hombre tan contradictorio. Alguien tan singular
no podía tener unos buenos padres y había que comprobarlo de viva
voz y con los propios ojos, en una tarea tan excitante y ardua como
descifrar la sonrisa de La Gioconda. El paciente empeoraba,
gracias a Dios o al mismísimo Diablo, y como un sarcasmo le
impediría acudir a esa función de guiñoles manejados por instintos
malsanos. Por eso estaba en la oficina cuando les vio entrar. John y
Blythe parecían la pareja americana convencional. Clase media de
buena apariencia y modales serenos. Tanto como la conversación con
el hijo. Gregory midió muy mucho la cordialidad, besó a su madre y
obvió por completo siquiera estrechar la mano del cabeza de familia.
¿Para qué rendir honores a alguien que odiaba?. Para esa labor ya
estaba el ejército, donde ganó las medallas que luego se dedicaba a
perder en la intimidad del hogar. Mal disimuló. Saltaba a la vista
que no quería verles. Blythe se lo dijo a la cara. ¡¡¡Por Dios
mamá, cómo puedes pensar eso!!!, se oyó contestar apurado por su
grado de hipocresía. "Tengo un paciente muriéndose" se
justificó para escabullirse. "¿Estás a dieta hasta que se
muera?", replicó John con un argumento incontestable. Tenía esa
rara habilidad para dejar a sus contrincantes dialécticos sin
palabras. No habría cena pero no podía negarles un receso en la
cafetería. Aunque fuera tomar un puñetero sándwich reseco. En
aquel momento Cameron se disponía a atravesar la puerta acristalada
del despacho. Se queda parada al ver que había visita, temiendo
hacer algo inapropiado. Su jefe la mira fijamente y pregunta "¿Sí?",
"Nada, que el paciente está listo para la cirugía". "Gracias".
Después de una décima de segundo decide entrar y presentarse. Por
pura y simple educación. "Hola, soy Allison Cameron, trabajo con
su hijo". John House responde con otra frase adecuada pero
imposible, "Greg nos ha hablado mucho de usted". El gesto de ella
lo dice todo. "¿Ah sí?". El nefrólogo baja la cabeza, casi
abochornado. ¡¡¡Qué cagada!!!. "¿Nueva eh?", continúa con
los lugares comunes, tratándolo como si fuese un chiquillo. "No…sólo
crédula", contesta con la esperanza de haber cortado por lo sano.
Blythe quiere corresponder a la amabilidad de la joven. "Íbamos a
comer algo en la cafetería ¿Quiere acompañarnos?". El gesto de
House la hace comprender que debe desaparecer de escena. Le bastó
una sonrisa forzada para suplicar. Se hubiera arrodillado para
implorar una respuesta negativa pero no hizo falta."No
gracias…No pasan mucho tiempo con su hijo, quizá en otra ocasión".
Le mira con una sonrisa certera, en un diálogo tan sordo como
elocuente, "Está bien Greg, por ésta te libras, no seré yo quien
siga tirando de la cuerda", parece decir. No obstante no
puede evitar observarles discretamente desde la puerta de la
cafetería durante unos segundos. "No hablan de nada", aseguró
Foreman que también la acompañaba. De nada y de todo. "¿Qué
haces aparte de trabajar?". "No mucho". "Siempre dices lo
mismo", se quejó el hombre. "Siempre es así". También
respiraba y cojeaba a diario pero se olvidó de señalarlo. "¿Alguna
mujer?".¿Se descolgaba con un interrogatorio al estilo militar?
¿Ahora debería rendir cuentas de sus conquistas pagadas?. Por eso
hizo un símil. "Una moto nueva, la habrás visto al entrar, es
naranja con un tubo de escape enorme". Al fin y al cabo también se
monta, se quedó con ganas de decirle. "¿La del aparcamiento de
discapacitados?" curioseó John, como si quisiera hurgar
innecesariamente en heridas vanas para llegarle al corazón. "Parece
una mierda pero me gusta", arguyó. Sin aclarar que ese dictamen
podía aplicarse tanto a su moto como a su vida. El Sr. House
insistió, "la última vez aún tenías dos piernas". La última
vez…La última vez que nos vimos debió decir. También sabía
callar a tiempo cuando el sonido de las palabras podía cortar algo
más que el aire. "Ahora son tres", sonrió en falsete mientras
mostraba su bastón. Tres, mal que le pese. Son tres, mal que les
pese. El militar concluyó su diagnóstico certero, hiriendo casi de
muerte aun sin querer, ¿Sabes cuál es tu problema? Que no sabes la
suerte que tienes". Se marcha al baño y el doctor se queda con su
madre que, como siempre, intenta mediar, "Sólo intentaba
ayudarte". "No necesito ayuda", protesta fastidiado elevando el
tono."Claro. Eres perfecto tal y como eres", sentenció la mujer
acariciándole el antebrazo en un gesto de dulzura sincera. Sonrió.
Se trataba de eso. Y su madre había dado en el clavo. Porque no
había nada más perfecto que la imperfección. Estaba
recostado en su chaise longue con la PSP en marcha, cuando Cameron
volvió para mantenerle al tanto de los pocos progresos del enfermo.
"Gracias…". Ella se marchaba pero él no había terminado la
frase"….por no comer…". "No era de mi incumbencia".
Asiente, está de acuerdo. Pero con la invitación de la madre ella
tenía abiertas las puertas del cielo y optó por quedarse en el
purgatorio de la duda. Cree que le debe una explicación, pero no
sabe si para ella o él mismo. "Parecen agradables y lo son. Casi
medio siglo casados. Un solo hijo". Su mayor decepción. Nunca se
cumplen las expectativas. O quizá es que los padres vuelan demasiado
alto y los hijos gustan de planear a ras de suelo más de lo que
debieran. "Mi madre muy normal, mi padre como tú. Incapaz de
mentir". Un defecto que en los padres se convierte en cualidad. Ya
lo había dicho con sorna al referirse al enfermo al que trataba.
"Los padres nos mienten porque nos quieren". Ahora debería
añadir, "Menos el mío que no conoce ni las mentiras piadosas. Las
que yo necesito de vez en cuando. O las que se dicen para dejar de
lado verdades que ofenden por obvias". Pero prefiere no decir nada.
Para qué hablar si su azulada mirada lo dice todo, pudoroso se
escuda en su consola y sólo se atreve a mirarla afable al final en
un agradecimiento callado e infinito. Allison tampoco replica. Ya no
necesita ni quiere saber más de lo que quiera desvelarle porque por
una vez se muestra delicado y vulnerable. Un primer paso. Tan tímido
como significativo. Y él se queda tranquilo porque, en ese momento,
descubre con certeza que ella estará dispuesta a desterrar los
fantasmas y a abrir con llave de oro la caja de Pandora de su corazón
malherido.
FIN
