¡Hola!
Este es mi primer fanfic, así que si le dan una oportunidad realmente me harían muy feliz. Es un Tom/Hermione (amo esta pareja), y este capítulo es súper corto, sólo para que vayan surgiendo las ideas, la trama y así:) Espero les guste.
Para Maryveth, mi mejor amiga, que me obligó a escribir esta historia. Espero que sea lo suficientemente campechana :)
Capítulo 1. El Diario.
Todos estaban reunidos en el Gran Comedor. Familias completas lloraban alrededor de cuerpos sin vida, cuerpos de héroes caídos en la sangrienta batalla de los jardines de Hogwarts.
Voldemort les había dado una hora, una hora para entregar a Harry Potter o la batalla se reanudaría, y Hermione dudaba seriamente que fuera posible ganarles, al menos no después de que la mitad de Hogwarts estuviera destruido.
Sentía el brazo de Ron sobre sus hombros, intentando reconfortarla tanto como necesitaba él ser reconfortado. Los Weasley estaban a su lado, de pie alrededor de Fred, Tonks y Remus, llorando en silencio. Tendidos en el suelo, los tres tenían una expresión pacífica, tranquila, casi como si estuvieran durmiendo. Hermione casi esperaba que se levantaran de un momento a otro listos para luchar. Pero no era así. Nunca más escucharía las bromas de Fred ni vería como Tonks y Remus criaban al pequeño Teddy. Nunca.
A un lado de ella estaba Harry, parado sin moverse o decir nada, con la cara firme y el ceño levemente fruncido. Como si fueran la misma persona, sintió como la culpa inundaba a Harry al observar el Gran Comedor, donde se atendían a los heridos y velaban a los muertos. Lentamente, Harry sacó de su bolsillo el pequeño frasco que contenía los recuerdos de Snape y lo apretó con fuerza entre sus manos. Sin decir una palabra, dio media vuelta y hecho a andar con los hombros caídos.
"¿Harry?" Murmuró Hermione. El joven se volteó levemente y la miró a los ojos mientras alzaba el frasquito con su mano izquierda. Hermione comprendió en el acto, y sin aviso, se desprendió del abrazo de Ron y caminó hacia Harry. Con suavidad, colocó su mano sobre su hombro y lo apretó suavemente. Asintió con la cabeza y lo siguió.
Hogwarts estaba irreconocible. El vestíbulo estaba completamente destruido, y lo único que quedaba era la escalinata de mármol que parecía fuera de lugar entre tantos destrozos. Harry avanzaba sin decir nada, casi corriendo a través de los pasillos completamente vacíos. Se detuvieron frente a la gárgola de piedra que custodiaba el despacho del director. "¿Contraseña?" "¡Dumbledore!" Exclamó Harry, y su amiga comprendió que el consejo del viejo director era lo que su amigo más necesitaba en ese momento. Sorprendidos, vieron como la gárgola se deslizaba a un lado, revelando la escalera de caracol.
Cuando entraron al despacho circular, a Hermione le pareció muy diferente, pues no quedaba ningún director en los retratos. Harry le dió una breve ojeada al retrato vacío de Dumbledore, pero rápidamente le dio la espalda y se acercó al armario donde donde estaba guardado el pensadero. Lo puso encima del escritorio y dejó caer los recuerdos plateados en la vasija. "Volveré en un rato" le dijo con voz queda. Hermione asintió con la cabeza, tratando de infundirle valor. Un valor que ella no sentía, pues a cada segundo que pasaba, se iba muriendo la esperanza. Harry se inclinó sobre el pensadero y al segundo siguiente había desaparecido.
Hermione soltó un sonoro suspiro, y hasta entonces se dio cuenta que habia estado conteniendo la respiración. Recorrió la estancia con la mirada, dejando que los recuerdos del viejo director la inundaran. Se acercó a una mesita llena de los extraños artefactos de plata que antes chillaban y sacaban humo. Ahora estaban inmóviles, pero le sorpredió que Snape no se hubiera deshecho de ellos. Descubrió la percha vacía de Fawkes y observó maravillada los libros. Se acercó para acariciar los tomos con las llemas de los dedos y recordó cuando había sacado el libro sobre los Horrocruxes con un simple Accio dirigido desde la ventana del dormitorio de las chicas. Se le antojaba una época muy lejana.
El pensadero emitía destellos plateados que se reflejaban en el techo. Hermione se acercó, contemplando los intricados detalles de la vasija y las frases grabadas en latín. Dentro, había un remolino de formas y colores, y se preguntó qué estaría viendo Harry en los recuerdos de Snape. El pensadero ocupaba gran parte del escritorio, pero además estaba lleno de pergaminos, sobres, plumas y botecitos de tinta.
Intentó abrir un cajón, y observó, maravillada, que éste cedía con facilidad.
Y entonces se paralizó.
Ahí, dentro del cajón, como si esperara a ser encontrado, estaba el diario de Tom Ryddle con la herida del colmillo de Basilisco que Harry le había encajado años atrás. Estupefacta, lo observó conteniendo el aliento. No podía creer que estuviera ahí, sin más... como si la hubiera estado esperando.
Entonces, contra toda lógica, tomó el diario entre sus manos. Al instante se sintió asqueada de tocar lo que alguna vez contuvo el alma de Voldemort, el asesino de tantas personas, incluso de sus padres.
Con las manos temblorosas, tomó la solapa y lo abrió. Las hojas estaban quemadas en el centro, completamente perforadas. Apretó las manos alrededor del diario, llena de odio, sin comprender la atracción que ejercía sobre ella, misteriosa y enigmática.
Entonces, sin entender cómo ni por qué, casi como si el diario estuviera poseyéndola, lo metió en la bolsa interna de su chamarra.
Salió al balcón a tomar un poco de aire. Miró hacia los jardines destruidos con tristeza. Pero en lo alto, estaba el cielo negro repleto de estrellas. ¿Cómo podía haber algo tan hermoso en medio de tanta destrucción? Los puntitos de luz le parecía inalcanzables, como si poseyeran una felicidad interna, y las envidió. Sintió el peso del diario dentro de su chaqueta, y lo supo. Todo era culpa de él. De Voldemort. El odio creció en su interior, inflándose y expandiéndose por todo su cuerpo, al mismo tiempo que se escuchaba el sonido lastimero de un Fénix.
Se hizo una promesa, de la cual las estrellas eran testigos, y la cumpliría costara lo que costara.
Lo destruiría.
