Hola soy nueva en FanFiction…por lo que realmente me estoy muriendo de nervios por saber que tal les parecera lo que hoy les he escrito.

Sakura Haruno había olvidado el nombre de su novio y en el momento menos oportuno.

—Yo, Sakura, te tomo a ti...

Se mordisqueó el labio inferior. Su padre los había presentado unos días antes, aquella terrible mañana cuando los tres habían ido a por la licencia matrimonial. Después él se había esfumado y no lo había vuelto a ver hasta hacía sólo unos minutos, en el dúplex que su padre poseía, cuando había bajado a la sala donde ese mediodía estaba celebrándose aquella apresurada boda.

Sakura casi podía sentir la enérgica desaprobación de su padre, que se encontraba a su espalda, pero eso no era nada nuevo para ella. Lo había decepcionado incluso antes de nacer y no importaba cuánto lo hubiera intentado, nunca había conseguido que cambiara de opinión sobre su hija.

Se arriesgó a mirar de reojo al novio que el dinero de su padre había comprado. Un semental. Un auténtico semental de estatura imponente, constitución delgada pero fibrosa y extraños ojos color perla.

A la madre de Sakura le habría encantado.

Mebuki Haruno había muerto el año anterior, en el incendio de un yate cuando dormía en brazos de una estrella de rock de veinticuatro años. Sakura ya podía pensar en su madre sin sentir dolor y sonrió para sus adentros al darse cuenta de que el hombre que estaba junto a ella hubiera sido demasiado mayor para Mebuki. Debía rondar los veinticinco años y su madre solía fijar el límite en veinte.

Tenía el pelo castaño y largo, y unos rasgos cincelados que harían que su cara pareciera demasiado bella si no fuera por la mandíbula firme y el ceño amenazador. Los hombres que poseían ese brutal atractivo habían atraído a Mebuki, pero Sakura los prefería más conservadores. No por primera vez desde que la ceremonia había comenzado, deseó que su padre hubiera escogido a alguien menos intimidante.

Intentó tranquilizarse recordándose que no iba a tener que pasar más que unas pocas horas con su nuevo marido. Todo acabaría en cuanto tuviera oportunidad de exponerle el plan que se le había ocurrido. Por desgracia, el plan conllevaba romper unos votos matrimoniales que ella consideraba sagrados y, dado que no solía tomarse sus promesas a la ligera —en especial los votos matrimoniales, —sospechaba que eran los remordimientos de conciencia la causa de su bloqueo mental.

Empezó de nuevo, esperando que el nombre le viniera a la mente.

—Yo, Sakura, te tomo ti... —La voz de la peli rosa se apagó.

El novio en cuestión no le dirigió ni una simple mirada y, por supuesto, tampoco intentó ayudarla. Permaneció con la vista al frente, y las inflexibles líneas de aquel duro perfil le provocaron a Sakura un cosquilleo en la piel. Él acababa de formular sus votos, así que tenía que haber pronunciado el dichoso nombre, pero la falta de inflexión en su voz no había traspasado la parálisis mental de Sakura y no se había enterado.

—Neji —masculló su padre detrás de ella, y Sakura pudo deducir por el tono de su voz que apretaba los dientes otra vez.

Sakura se clavó las uñas en las palmas de las manos, diciéndose que no tenía otra alternativa.

—Yo, Sakura... —tragó saliva, —te tomo a ti, Neji ... —volvió a tragar saliva, — como mi horrible esposo.

Hasta que no escuchó la exclamación de Kagura, su madrastra, no se dio cuenta de lo que había dicho. El semental volvió la cabeza y la miró. Arqueaba una ceja castaña con leve curiosidad, como si no estuviera seguro de haber oído correctamente. «Mi horrible esposo.» El peculiar sentido del humor de Sakura tomó el control y sintió que le temblaban los labios.

Él alzó las cejas, y esos ojos profundos la miraron sin una pizca de diversión. Resultaba evidente que el semental no compartía sus problemas para contener una risa inoportuna.

Tragándose la histeria que crecía en su interior, Sakura miró rápidamente hacia delante sin disculparse. Al menos una parte de aquellos votos había sido honesta porque él, sin duda, sería un esposo horrible para ella. Finalmente, el bloqueo mental desapareció y el apellido del novio irrumpió en su mente. Hyuga. Neji Hyuga. Era otro de los hijos de amigos de su padre.

Como famoso empresario, el padre de Sakura, Kizashi Aoyama, tenía infinidad de conocidos de la clase "Alta", en Japon, como en el extranjero. La pasión de su padre por la ancestral tierra que lo había visto nacer se reflejaba incluso en la decoración de la habitación donde se encontraban en ese momento.

La gran mano del novio tomó la de Sakura, mucho más pequeña, y ella sintió la fuerza que poseía cuando le puso la sencilla alianza de oro en el dedo.

—Con este anillo, yo te desposo —dijo él con voz severa e inflexible.

Ella contempló el sencillo aro con momentánea confusión. Por lo que podía recordar, acababa de entrar en lo que Ino -su amiga- denominaba la fantasía burguesa del amor…..el matrimonio. Y lo había hecho de una manera que nunca hubiera imaginado posible.

—... que esto que aquí hoy se une, no lo rompa la mano del hombre, yo los declaro marido y mujer.

Sakura se tensó mientras esperaba que el Padre invitara al novio a besar a la novia. Cuando no lo hizo, supo que había sido una sugerencia de Neji para ahorrarle la vergüenza de verse forzada a besar esa hosca y recia boca. No entendía cómo su padre había pensado en ese detalle, que sin duda se les había pasado por alto a todos los demás. Aunque no lo admitiría por nada del mundo, Sakura desearía haberse parecido más a él en ese aspecto, pero si no era capaz de encargarse ella sola de los acontecimientos más importantes de su vida, ¿cómo iba a ocuparse de unos simples detalles?

Sin embargo, detestaba sentir lástima de sí misma, de modo que apartó a un lado ese pensamiento mientras su padre se acercaba a ella para besarle fríamente la mejilla como colofón de la ceremonia. Esperaba alguna palabra de afecto, pero tampoco se sorprendió al no recibirla. Incluso consiguió no sentirse dolida cuando él se apartó.

Kizashi señaló al misterioso novio, que se había acercado a las ventanas que daban vista al hermoso estanque que habia en el jardin. Los había casado el Sacerdote Hiruzen Sarutobi. Los otros testigos de la ceremonia eran el chófer, que había desaparecido discretamente para atender sus deberes, y la esposa de su padre, Kagura, que destacaba entre los demás con aquel cabello rubio ceniza y aquella característica voz ronca.

—Felicidades, cariño. Formáis una bonita pareja Neji y tú. ¿No te parece, Kizashi?— Sin esperar respuesta, Kagura abrazó a Sakura, envolviéndolas a las dos en una nube de perfume almizcleño.

Kagura simulaba sentir un cariño sincero por la hija ilegítima de su marido, y aunque Sakura era consciente de los verdaderos sentimientos de su madrastra, reconocía el mérito de Kagura guardando las apariencias. No debía de ser fácil para ella enfrentarse a la prueba viviente del único acto irresponsable que Kizashi había cometido en su vida, incluso aunque hubiera sido veintiséis años antes.

—No sé por qué has insistido en ponerte ese vestido, querida. Sería perfecto para una fiesta, pero no para una boda. —La mirada crítica de Kagura evaluó con severidad el caro vestido dorado de Sakura, con el corpiño de encaje y el bajo bordado, que acababa unos quince centímetros por encima de la rodilla.

—Es casi blanco.

—El dorado no es blanco, querida. Y es demasiado corto.

—La chaqueta es muy discreta —señaló Sakura, alisando las solapas de la prenda de raso dorado que le caía hasta la parte superior del muslo.

—Una cosa no tiene nada que ver con la otra. ¿No podías haber seguido la tradición y ponerte algo blanco? ¿O haber escogido al menos algo de seda?

Ya que ése no iba a ser un matrimonio de verdad, Sakura pensaba que, de haber tenido en cuenta la tradición, se estaría recordando a sí misma que estaba vulnerando algo que debería haber sido sagrado. Incluso se había quitado la gardenia que Kagura le había prendido en el pelo, aunque ésta se la había vuelto a colocar en el mismo lugar poco antes de la ceremonia.

Sabía que Kagura tampoco aprobaba los zapatos dorados, que parecerían unas sandalias romanas de gladiador si no fuera por el tacón de diez centímetros. Eran terriblemente incómodos, pero al menos era imposible confundirlos con unos zapatos tradicionales de raso.

—El novio no parece feliz —susurró Kagura. —No me sorprende. ¿Por qué no tratas de evitar decir alguna otra tontería por ahora? Y te lo digo en serio, haz algo con respecto a esa molesta costumbre que tienes de decir lo que piensas.

Sakura apenas pudo reprimir un suspiro. Kagura nunca decía lo que pensaba en tanto que Sakura casi siempre lo hacía, y tal alarde de sinceridad molestaba a su madrastra. Pero Sakura no era capaz de actuar con hipocresía. Tal vez fuera porque eso era lo único que sus padres tenían en común.

Dirigió una mirada furtiva a su nuevo marido y se preguntó cuánto le habría pagado su padre para que se casara con ella. La parte más irreverente pero que aun asi se moría por saber, era cómo se había efectuado la transacción. ¿Dinero en efectivo? ¿Un cheque? «Perdón, Neji hyuga, ¿acepta American Express?» Mientras observaba al novio declinar una mimosa de la bandeja que le había tendido Min Soon, intentó imaginar lo que él estaría pensando.

«¿Cuánto tiempo más debo esperar antes de poder sacar a la mocosa de aquí?»

Neji Hyuga echó un vistazo a su reloj. Otros cinco minutos más, decidió. Observó cómo el sirviente que pasaba con la bandeja de bebidas se paraba a adularla.

«Disfrútalo, señora. Pasará mucho tiempo antes de que puedas volver a hacerlo.»

Mientras kizashi hablaba con el sacerdote, Neji contempló las piernas de su nueva esposa, expuestas ante todo el mundo gracias a eso que ella llamaba vestido de novia. Eran delgadas y bien proporcionadas, lo cual le hizo preguntarse si el resto de ese cuerpo femenino, oculto a medias por la chaqueta, sería igual de tentador. Pero ni siquiera el cuerpo de una sirena lo compensaría de tener que casarse a la fuerza.

Recordó la última conversación que mantuvo con el padre de Sakura.

—Es maleducada, atrevida e irresponsable —había dicho Kazashi Aoyama. —Su madre fue una mala influencia para ella. No creo que Sakura sepa hacer algo útil. Por supuesto, no es todo culpa suya. Sakura estuvo pegada a las faldas de su madre hasta que murió. Es un milagro que no estuviera a bordo del barco la noche que se incendió. Tienes que tener mano dura con mi hija, Neji, o te volverá loco.

Lo poco que Neji había visto de Sakura Haruno hasta ahora no le habían hecho dudar de las palabras de Kizashi. La madre, Mebuki Haruno, había sido una modelo británica famosa hacía treinta años. Como los polos opuestos se atraen, Mebuki y Kizashi habían tenido una aventura amorosa cuando él comenzaba a destacar como un prominente futuro empresario; Sakura era el resultado.

Kizashi le había asegurado a Neji que le había propuesto matrimonio a Mebuki cuando ésta se quedó embarazada inesperadamente, pero ella se había negado a sentar cabeza. No obstante, Kizash Aoyama había insistido en que siempre había cumplido con su deber de padre hacia su hija ilegítima.

Sin embargo, todo indicaba lo contrario. Cuando la carrera de Mebuki había comenzado a desvanecerse, se había convertido en asidua de fiestas y saraos. Y donde quiera que Mebuki fuera, Sakura la acompañaba. Al menos Mebuki había tenido una profesión, pensó Neji, pero Sakura no parecía haber hecho nada útil en la vida.

Mientras miraba a su nueva esposa con más atención, observó algún parecido con Mebuki. Tenían el mismo extraño color de pelo, rosa como los petalos de las flores de cerezo, y sólo las mujeres que no salían de casa podían tener esa tez tan pálida. Sus ojos eran de un verde inusual, casi como las Jade .Pero Sakura era más menuda —también parecía más frágil— y no tenía los rasgos tan marcados. Por lo que recordaba de viejas fotos, el perfil de Mebuki había sido casi masculino, mientras que el de su hija era mucho más suave, especialmente en la pequeña nariz respingona y en aquella boca absurdamente dulce.

Según Kizashi, Mebuki tenía un carácter fuerte, pero era corta de entendederas, otra cualidad que la pequeña cabeza hueca con la que se había casado parecía haber heredado. No era exactamente la típica chica bonita y tonta —era demasiado culta para eso, —pero a él no le costaba imaginársela como el caro juguete sexual de un hombre rico.

Neji siempre había elegido con cuidado a sus compañeras de cama, y aunque le atraía ese pequeño cuerpo, prefería otro tipo de mujer, una que fuera algo más que un buen par de piernas. Le gustaban las mujeres que fueran inteligentes, ambiciosas e independientes y que no se guardaran nada para sí mismas. Podía respetar a una mujer que lo mandara a la mierda, pero no tenía paciencia con lloriqueos y pataletas. El mero hecho de pensar en eso hacía que le rechinasen los dientes.

Al menos tenerla bajo control no sería un problema. Miró a su esposa y curvó una de las comisuras de la boca en una sonrisita sardónica.

«La vida tiene maneras de poner a las pequeñas chicas ricas y mimadas en el lugar que les corresponde. Y, nena, eso es lo que te acaba de pasar

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Bueno creo que eso es todo por hoy, espero y les haya gustado es una adaptacion de mi libro favorito.

En verdad espero les aya gustado mucho, dejenme un review para saber si les gusto.