PARTE TRES DE LA SERIE DE LA FAMILIA DE THORIN. ANTES DE LEER LO SIGUIENTE DEBEN SABER QUE LA PRIMERA PARTE DE ESTE FANFIC SE LLAMA "UNA MONTAÑA, UN HOGAR" Y LA SEGUNDA ES "AL FINAL SÉ QUE NO PODRÉ OLVIDAR TU NOMBRE". SERÍA TREMENDAMENTE RECOMENDABLE LEERLOS ANTES. TAMBIÉN SE SUGIERE LEER ERYN LASGALEN PARA QUE LAS COSAS AQUÍ MENCIONADAS TENGAN COHERENCIA.
MUCHAS GRACIAS POR LEER.
EL ÚNICO CAMINO QUE PODÍAN TOMAR
CAPÍTULO 1
AMARIEL
Comenzó a sentirse irritada con Thorin por no confiar en Bilbo. De verdad, era algo que la estaba enervando y le recordaba las muchas veces que dejó que el resentimiento permeara en lo más profundo de su alma. Odiaba todo lo que había sucedido. Desde el día en que su padre había corrido a su madre de Ered Luin hasta los 23 años en que no había podido mover un dedo para buscarla. Maldito seas Thorin Oakenshield repetía una y otra vez en aquel camino por el que seguían a su compañía.
-Que te coman los trolls –dijo tan segura que podría haberlo visto crujir entre sus dientes y ni siquiera parpadear.
-Shhh –le espetó Haleth y ella se cayó al instante. Se habían alejado ya bastante, en busca de los aullidos de wargos que habían escuchado brevemente. Amariel sabía que estarían bien, que los trolls no se comerían a nadie porque ella confiaba en Bilbo, de la misma manera que Gandalf, sabía que el hobbit podía ser tan habilidoso como ninguno más entre los enanos. Lo necesitaban era claro.
Así que ellos debían preocuparse más por los wargos y los orcos. Era extraño, tan extraño, que parecía que les venían dando caza y los enanos no había siquiera pensado en esa posibilidad. Los encontraron, como esperando seguir de nuevo su rastro, que tal vez los trolls los habían hecho perder.
Amariel sintió miedo, por Bilbo, por Fili y Kili, quiénes debían llegar sanos y salvos a Imladris. El pensamiento siguiente fue "carnada para orcos" y no pudo evitar asociarlo a su padre. El enojo estaba regresando. La muerte que pudo haber tenido su madre en las afueras de Mirkwood, el orco clavando su espada en su vientre, la herida en el corazón de su hermano. Todo eso regresó en un instante al ver de nuevo que esos viles seres amenazaban a su familia.
No, todo había sido un error horrible. Su padre debió proteger a su madre, no echarla de cara al peligro.
Si, que se lo comieran los wargos o lo que fuera, se lo tenía bien merecido.
Hazad les dio la señal y Haleth y ella bajaron con cuidado de sus caballos, se acercaron con sigilo y esperaron. Eran demasiados pero no era como si esta vez tuviera miedo. Tendrían que hacerlo, el camino sería peligroso de otra manera.
Pero ella entendía, cuando los escuchaba las palabras se volvían claras en su cabeza. Y ellos siempre hablaban de destruir, torturar, matar y hacer sangrar de las maneras más crueles. Sentía su sangre helarse y eso la impulsaba para no sentir miedo, aunque pareciera lo contrario.
Lograron hacerles daño pero en verdad eran demasiados, se vio separada de Hazad y Haleth pero siguió peleando. El sol apareció poco a poco en el cielo, los wargos aullaron y se alejaron. Se quedó entre un charco de sangre negra y más cadáveres de los que podía contar.
Estaba segura de que pasaron horas pero no se podía mover, cada músculo de su cuerpo le dolía hasta decir basta, y le hacía imposible el hacer el más mínimo movimiento. Quería cerrar los ojos y no despertar en días. Recordaba haber golpeado, cortado, pateado, quebrado y todo con su tamaño compacto. Repetía una y otra vez que todo guerrero enano pelearía con fiereza sin que su estatura fuera un factor en contra.
Pero los que no pudo vencer partieron tras una presa mayor. Y ella sabía que tenía que moverse. Su caballo estaba lejos y no tendría más remedio que correr.
Se encontró en la planicie que lleva al valle de Imladris antes de darse cuenta. Los cascos se acercaban con rapidez a su izquierda y eso la tranquilizó. Vio aparecer a los guerreros elfos y una ligea sonrisa se traslució en su rostro por vez primera en días.
-¡Amariel! –gritó el primero de los elfos con su armadura resplandeciente y la espada en mano.
Ella contuvo la respiración por un segundo, aquella era una visión magnífica.
-Elladan –dijo ella sin permitir que fuera aparente del todo su alegría de encontrar al elfo y su escolta.- ¿Dónde está Elrohir?
El elfo se tornó serio, más aun que los momentos previos.
-Los wargos han rodeado el valle, estamos bajo ataque –dijo y Amariel se sintió por primera vez alarmada. No, el valle debía ser seguro, hace un año probó que los elfos debían ser más cuidadosos pero jamás imaginó el lugar bajó ataque.
-Vine por ti –dijo el elfo.- Tenemos que regresar.
Amariel montó con la ayuda de Elladan y se apresuraron a regresar a Imladris.
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HALETH
Haleth maldecía una y otra vez el haber sido separado de Amariel pero eran demasiados. Ahora sólo podía confiar en ella, que sería lo suficientemente hábil para sobrevivir.
Él lo había prometido, sanos y salvos, el hobbit y los enanos. Idris lo había hecho prometerlo.
Suspiró, nada iba como el plan, los enanos habían llevado un camino tranquilo hasta los trolls pero los wargos, se estaban portando viciosos con ellos, insistentes hasta rodearlos, acorralarlos literalmente.
Malditos mil veces. Los orcos los superaban y comenzarían a lastimarlos. Haleth disparó hasta quedarse sin flechas y aventó el arco hacía un lado cuando esto sucedió. Estuvo al lado de los enanos en el siguiente segundo. Sólo tuvieron un momento de tranquilidad antes de que se escucharan de nuevo los aullidos, cercanos.
-El camino a Imladris –dijo Haleth entre jadeos, estaba más cansado que nunca, llevaban toda la noche peleando y ahora más de medio día. Sentía sus manos arder, sus ojos ya no enfocaban correctamente, tenía que descansar, el valle debía ser seguro.
Los enanos lo siguieron sin gran batalla aunque el rostro de Thorin se contrajo, era comprensible se repetía Haleth. Imladris, el hogar de ella y de su padre. Sí, Haleth sabía a la perfección la historia desde el principio hasta este día y lo odiaba. Tan complicado.
Los aullidos prácticamente los seguían al bajar por el valle, los árboles se volvían más cercanos entre sí y era más difícil el descenso. Haleth estaba nervioso, se sentía perseguido y ni siquiera sabía dónde estaba su padre y Amariel.
Thorin se detuvo en seco.
-¿Quién eres dúnadan? –le preguntó o en cierto sentido le gritó.
-No es momento para presentaciones –dijo él sintiendo la gran desesperación y la carga emocional que le generaba la responsabilidad por la vida de todos aquellos enanos.
-¿Quién eres? –volvió a preguntar. Fili y Kili lo estaban mirando tratando de decidir si lo que querían era correr y simplemente golpearlo y llevarlo a rastras. Kili tenía miedo, los aullidos se habían vuelto insistentes, inmensos, los escuchaban por todos lados. El corazón del enano gritaba por Itariel, las cosas no estaban yendo como el plan, jamás pensaron que llegar a Imladris estuviera tan cargado de dificultades.
Haleth sabía lo que estaba pensando Kili porque se sentía de la misma manera, ni hablar de lo que se reflejaba en el rostro de Fili, porque era una copia vil de su expresión.
-Soy Haleth hijo de Hazad y espero que saber eso calle tu boca y haga que tus piernas se muevan –dijo sin gritar pero poniendo tal cantidad de enojo en sus palabras que sonaron duras y algo insultantes. Pero era cierto, quería que se callara y se moviera y lo quería lo más pronto posible.
Fil y Kili perdieron la paciencia para con su tío y reanudaron el descenso hacía el valle con rapidez, varios de los otros enanos los siguieron. Gandalf pasó frente a él y eso hizo que Bilbo se moviera para seguirlo, perfecto, los enanos, el mago, el hobbit; si Thorin quería que un wargo viniera y lo mordiera seguro Amariel no se sentiría ofendida. Y eso era lo que le importaba.
Pero un momento tenía a Bilbo bajando por su derecha y al segundo siguiente una cabeza inmensa de wargo lo había hecho desaparecer. Gritó con todas sus fuerzas pero de nuevo se vio separado de los que lo rodeaban.
-¡Corran! –gritó de nuevo mientras él trataba de alcanzar al wargo que se alejaba. Las cosas más locas pasaban por su cabeza, se lo había comido era la idea más recurrente. Pero tuvo que darse por vencido, jamás correría tan rápido. Detrás de él acabaron por bajar los enanos, quienes se veían completamente desolados para la obvia pérdida de su saqueador. Haleth sabía que era una causa perdida, necesitaba ayuda. Después de terminar el descenso finalmente se encontraban a punto de cruzar el puente hacía Imladris; esta se veía por completo desierta.
Gandalf lo miró y Haleth sintió que el mundo había dado un vuelco, había desconcierto en los ojos del mago.
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BILBO
El wargo lo había tomado con su boca como si ni pesara absolutamente nada. No pudo gritar. En un segundo estaba lejos y ya no podía escuchar los gritos. En algún momento debió perder la conciencia porque ahora estaba tirado en el piso. Sin hacer movimientos bruscos se revisó para ver si tenía alguna herida de importancia pero el wargo parecía haberlo llevado con bastante cuidado.
Un orco se dio cuenta de que había abierto los ojos y sin ninguna consideración comenzó a arrastrarlo de los pies hasta aventarlo literalmente junto a unas rocas. Dejo escapar un grito de dolor.
-No digas nada –dijo una voz a su derecha y por un segundo le pareció imposible que el dueño de esa voz estuviera ahí, junto a él. Alzó los ojos esperando encontrar a Thorin pero en su lugar había un elfo, de cabellos negros, intensos ojos azules y expresión preocupada. Detrás de él estaba un niño, parecía humano, que lloraba en silencio.
-Pero … -balbuceó Bilbo sin poder entender por qué un elfo le evocaba la imagen de Thorin, siendo que encontraba más similitudes que diferencias. Los ojos, de nuevo Bilbo se sentía transportado a la mirada de Amariel pero aquello era imposible, el chico era un elfo y seguramente ni siquiera era un chico sino alguien con muchos muchos años encima.
Lo siguiente que sintió Bilbo fue una patada en el estómago y con eso el hobbit comprendió que debía permanecer callado.
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AMARIEL
Todo el aire en sus pulmones se había esfumado y ella no podía respirar.
Los vio entrar pero no los sentía realmente presentes. Estaba sentada o más bien se había dejado caer en las escaleras de que daban entrada a los múltiples edificios que conformaban la casa de Elrond. Los vio y toda su reticencia se había perdido, qué más daba el secreto, el permanecer oculta ante sus ojos, el no involucrarse. Esto iba más allá de todo eso.
Fili casi se lanza a sus brazos pero lo pensó dos veces al verla como perdida. Kili buscaba a Itariel, pensando encontrarla a su lado. Ella quería decirle que lo mismo sintió al entrar al lugar, una tremenda soledad y eso la asustó.
Pero Thorin, se quedó clavado en el lugar mirándola.
Era obvio que no era Idris pero era igual a ella. Joven, como cuando se había casado con ella, hermosa. Todo lo que recordaba como si fuera ayer la última vez que la vio. Su cabello, la manera en que se acomodaba a pesar de estar despeinado, las cejas, y como se fruncía su ceño preocupado; la nariz, recta y elegante, los labios, un poco abiertos como si fuera a decir algo. Pero los ojos no eran los correctos, la complexión tampoco y mucho menos la estatura, esas piernas eran cortas.
Esa mirada azul la había visto en Dís, en Frerin. Era la suya propia y la del chico que había conocido en sueños. Y ahora en ella.
Thorin olvidó todo. Que los wargos parecían seguir acercándose, que uno se había llevado a Bilbo y que los elfos estaban ausentes. Porque en ese instante él estaba seguro de estar frente a su hija con Idris y él no tenía idea de cómo es que había ignorado eso tanto tiempo.
-No es seguro –interrumpió la voz de Elladan dirigiéndose a Gandalf.- Todo está desierto, hay huellas de wargos por todo el lugar.
Gandalf pareció valorarlo. Pero antes de que pudiera decir algo los aullidos llenaron el valle por completo. Amariel sintió algo muy parecido al dolor físico y sintió de nuevo que el aire salía de sus pulmones, estaba convencida que algo le estaba pasando a él.
-Gandalf, ¿qué está sucediendo? –preguntó con intensidad Thorin. Amariel no pudo evitar mirarlo, sin que le preocupara si él se daba cuenta de que ella lo estaba observando sin ningún tipo de pudor. Estaba enojada y preocupada y parecía que no podían enfrentarse a la cantidad de wargos que los estaban rodeando sin ayuda.- Nunca debimos venir a este lugar de elfos.
Eso bastó.
-¡Tienes razón Thorin Oakenshield! –gritó Amariel con toda la fuerza de su cuerpo. Se levantó como si se hubiera activado dentro de ella un resorte, bajó los escalones como si con cada pisada pudiera volverlos polvo. Se detuvo cuando quedo frente de su padre, eran de la misma estatura pero ella se sentía más grande porque pensaba tener toda la razón.
-¡Jamás debiste salir de Ered Luin para venir a este lugar de elfos! ¡Jamás debiste echar a tu esposa embarazada de su hogar! ¡Jamás debiste pasar 23 años considerándola muerta! ¡Nadie te necesita estúpido Rey Bajo la Montaña! ¡Lárgate a buscar tu pedazo de piedra mientras los demás nos ocupamos de lo importante!
Tenía ganas de golpearlo pero sus palabras bastaron, se miró herido y triste, se pudiera haber dicho al borde las lágrimas pero eso no habría sido correcto.
-Amariel … -dijo casi en susurro Fili. Si las cosas hubieran estado menos tensas se habría dado cuenta de su error aunque nadie lo notó en ese momento. La había llamado por su nombre pero se suponía que no la conocía.
Los aullidos volvieron a escucharse, más cercanos. Amariel por fin miró a los presentes, enanos, mago, Haleth.
-¿Dónde está Bilbo? –preguntó y sus ojos se clavaron inquisidores en Haleth.
-Lo perdimos, un wargo se lo llevó –dijo y todo el enojo de Amariel se clavó en él.
-¡Maldita sea! –gritó ella.
En ese instante apareció Elrohir seguido tan sólo de dos elfos, desmontaron al instante al ver a los enanos. El recuerdo de aquel instante donde se conocieron en Dale los envolvió. En aquellos días Thorin era joven y sólo faltaban unos cuántos días para que Smaug reclamara Erebor. Entonces el enano daría por muerta a la hija de Elrohir, Galaphian y la hubiera condenado a ese destino si no hubiera sido por la insistencia de Legolas en encontrarla.
Elrohir no tenía intención de perdonar al enano y más porque este no parecía ni siquiera reconocerlo.
Pero este no era el momento.
-Amariel –dijo el elfo. Ella estaba expectante.- Andu y Estel están perdidos, desde que iniciaron los aullidos, no hemos podido encontrarlos.
Entonces esa era la razón por la que no podía respirar, por la que sentía que algo le estaba causando daño físico. Era por él.
Los enanos la miraban aún más extrañados. Aquellos, como Balin y Dwalin, habían conocido a Idris y se sentían profundamente afectados al verla ahí, de pie y totalmente consternada. Todos, aunque no la conocieran, sentían unos deseos intensos de ayudarla, de corregir aquello que la estaba lastimando.
-Hija… -aventuró a decir Thorin, tratando de acercarse sutilmente a ella.
-Soy Amariel hija de Idriariel, descendiente de dúnedain, no soy tu hija –dijo ella con todo el odio que había acumulado pero negado hasta este momento.
Thorin esta vez sí estaba a punto de llorar. No podía acercarse a ella, estaba tan lejos, como en sus sueños, siempre tan lejos.
-Sin embargo no puedo negar que no necesito tu ayuda para encontrar a mi hermano.
Gracias por seguir leyendo. He aquí el nuevo fanfic dónde de plano, voy a deformar The Hobbbit, podrán haberse dado cuenta de que la llega a Imladris fue aún más problemática de lo que la pintó Peter Jackson.
Más al rato publicaré otro capítulo de Eryn Lasgalen, les sugiero leerlo para entender un poco más lo que esta pasando aquí.
Saben que sus comentarios son bienvenidos y los agradezco de corazón.
Los quiero a todos!
