Las calles de Tokio no se parecían en nada a las de Kanto. Pertenecían al mismo país, y sin embargo, habían kilómetros de diferencia entre ambas.
Hacía muchos años que no las recorría. Se había ocultado por demasiado tiempo. Y aún así, todavía recordaba esos ojos castaños que se habían cerrado mientras él le sostenía en sus brazos. El estómago apretado, los ojos abiertos en demasía por la impresión, todos los músculos rígidos. Light Yagami… Kira… El asesino de los ataques al corazón… La justicia… No importaba como quisiera llamársele… Él moría entre sus brazos y aquello le dolió hasta el alma.
Nadie había ganado en esa guerra. Light había perdido la vida y él había perdido a quien amaba.
Podría haber regresado entonces, al lado de Near, exigir lo que era suyo de vuelta y continuar en sus casos detectivescos. Pero nada parecía tener gracia para él ahora.
Se sentó en una banca de la calle. Ahora ya no era un joven de veinticinco años con cabello despeinado y aspecto descuidado. Había vivido como un trabajador cualquiera en Inglaterra, pero no por ello su apariencia debía ser la misma.
Su cabello estaba más corto, peinado hacia atrás. La ropa no había cambiado mucho, pero se había encargado de prensarla como era debido, agregar unos zapatos decentes y una chaqueta. Una que se parecía mucho a las que utilizaba Light.
Cerró los ojos y sin querer se dejó llevar por los recuerdos.
Aquella noche, él y Light se habían quedado solos en el enorme edificio que se construyera para la investigación de Kira. Aún estaban esposados, cosa que tranquilizaba al jefe Soichiro Yagami y a su equipo de dejarlos completamente solos. No porque pensaran que Light era Kira, sino porque era peligroso que el asesino los atrapara separados.
Esperaron a que todos se marcharan y Elle, como siempre, comenzó con sus antojos nocturnos. –Vamos por unos dulces, Light. – Le dijo al castaño, quien permanecía sentado con las piernas cruzadas y sin ningún ánimo de moverse.
-¿Por qué? Yo no como esas cosas. – Arqueó una ceja y sonrió ladeadamente. – Como Misa ha dicho, solo engordan.
-Light… No seas testarudo. – Resopló el moreno desde su extraña posición en la silla de rodos. – ¿Me harás arrastrarte hasta el refrigerador.
-Iré voluntariamente si me liberas. – Respondió secamente.
-Conoces nuestro acuerdo de permanecer unidos. – Decía, aunque su mano ya estaba en su bolsillo y la curiosidad por ver cuál sería la reacción del castaño al estar libre.
-No hay nadie. Mañana continuaremos estando atados como quieres. – Elle no quería obedecerle pero, aquellos ojos conquistaban a cualquiera.
Y en un arranque se puso de pie y deslizó la llave dentro de la pequeña cerradura y la cadena cayó al suelo lívida. El moreno liberó entonces su brazo también y miró al chico delante suyo. Dieciocho años y posiblemente el ser más peligroso del planeta. –Creí que irías por algo de comer. – Dijo el castaño al sentirse observado.
-Ah… Sí, ¿quieres acompañarme? –Tragó en seco y miró al suelo un instante sin saber qué decir. – Me han regalado una canasta de abarrotes y golosinas. – Se encogió de hombros. – Sígueme.
-¿Canasta? Eso suena interesante. – Dijo Light, siguiéndole en los pasos.
Al llegar a la cocina se encontraron con una canasta de enorme asa, decorada con un listón. Dentro habían algunas latas de conservas, chocolates, dulces y una botella de licor de frutilla.
-¿Ves algo que te gustaría probar? – Preguntó Elle, tomando uno de los chocolates y rompiendo la envoltura para darle una mordida.
Light tomó la botella y la contempló. – Nunca he probado el licor de frutilla. ¿Es bueno?
-Mucho. Es algo que acostumbran tomar en Inglaterra. Cuando era niño no le veía sentido, pero ahora cuando me envían algo de mi país natal me hace sentir extrañamente emocionado. - ¿Alguna vez has bebido?
-No, nunca. – Negó el castaño. - ¿Podría probarlo?
Elle sonrió. – Es toda tuya. – Rió. – Bueno, solo la mitad. La otra mitad es mía.
Light sonrió sinceramente por primera vez. Se acercó a la estantería y tomó dos vasos. No había copa alguna para comportarse más refinado. Sirvió un poco en cada vaso y le entregó uno al moreno.
Chocaron los cristales a forma de broma y degustaron el licor. Elle no creyó ver algo más gracioso que el rostro del castaño descomponerse en una mueca de placer. – Mmmm… Está delicioso.
-Te lo dije. – Apuntó el moreno.
Y entre una y otra copa, ambos acabaron acomodados en un sofá, comiendo golosinas, chocolates y bebiendo de la botella hasta terminársela. Fue entonces cuando Light comenzó a sentirse soñoliento y ligeramente mareado. –Creo que me he pasado. – Dijo, dejando el vaso medio lleno en la mesa de centro frente a ellos.
-Eso creo. – Respondió Elle, retirando los ligeramente despeinados mechones del rostro de Light. –
¿Sabes algo? – El castaño le entregó la mayor concentración que su mirada podía tener. – Hay ocasiones en las que no me importaría en lo más mínimo que fueses Kira.
-Ngh… - Light se retorció en su asiento, apartándose del moreno. – Comenzarás con eso de nuevo y adoptó una posición seria.
-Light, por favor… No es eso lo que he querido decir…
El castaño sonrió ladeadamente, se giró en su asiento y tomó el rostro de Elle, forzándolo en un beso que le supo mucho mejor que todo el licor de frutilla del mundo. – No sé si podría ser Kira, Elle. Pero en este instante, lo único que quiero es a ti.
-Sabes que yo tampoco puedo evitarlo… Por más que lo intento. - Susurraba en medio de besos apasionados. – Intento no pensarte, pero siento tanto deseo de ti.
Las manos del moreno se deslizaron por las solapas de la chaqueta azul que vestía el moreno ese día. – ¡No puedo resistirte más!
-No tienes porqué hacerlo… - Susurró el castaño lascivamente, mientras recostaba a Elle en el sofá, dirigiendo sus manos al cinturón de sus jeans para bajarlos junto con sus interiores, liberando su ardiente miembro.
-¡Ah! ¿Qué haces? – Jadeó el moreno al sentir la lengua de Light recorriéndolo en toda su extensión.
-Ésta es la única golosina que quería de verdad. – Resopló.
Elle no se resistió y le arrancó la chaqueta, solo para continuar desabotonando su camisa perfectamente prensada. Besarle el cuello, oloroso a perfume de fougere frutal. Su cabello sedoso entre el que deslizaba sus dedos mientras éste le hacía una felación perfecta.
Light jugueteaba con su boca en el miembro del moreno. Quería excitarle al punto en que no pudiese resistirse más, y estaba cerca de lograrlo. –Mmm… - Gimió en el momento en que Elle le tomó por los hombros y le hizo acostarse en el sofá.
-¿Era esto lo que querías? – Susurró en su oído el moreno, sacándole lo que quedaba de su ropa.
Light se mordió el labio inferior, echó la cabeza hacia atrás y disfrutó del la furiosa intromisión de Elle, dolorosa en lo más profundo pero increíblemente placentera. Se sujetó al brazo del sofá con una mano, mientras acariciaba la espalda de Elle con la otra. La fuerza de sus embestidas era exquisita y él estaba disfrutándolas al punto que sentía que enloquecería.
El extásis llegó con tanto ímpetu que sus cuerpos se retorcieron en un instante de infinito placer. Y luego los besos, las caricias, el deseo de no separse nunca porque era como si fueran uno mismo.
Pero la vida es vida. Y aquélla solo había sido la obertura al réquiem de Elle, a la era de Kira y al final de Light. Porque Light y Kira no eran la misma persona. Elle se negaba a creerlo.
Y sentado ahí, recordó una vez más su rostro. Ni siquiera Near sabía que él estaba enterado de la reunión que tendrían con el equipo de Light y la SPK. Es más, no tenía idea de dónde estaba siquiera.
Elle sentía odiarle, ¡odiarle con todo su ser! Pero cuando le vio ahí, empapado en sangre, recostado en aquellas escaleras. Solo… completamente solo. Se había acercado y le había sostenido en sus brazos un instante. El orgulloso y egocéntrico Light Yagami había pronunciado una única palabra: -Perdóname.
Supo entonces que seguía amándole tanto como antes.
Y ahora ahí, recordándole. Pensándole, cuando de repente aquel ser cruzó frente a él. El inconfundible cabello castaño, los ojos redondeados color miel ligeramente tristes porque así era él, su andar seguro, su vestimenta perfecta… un uniforme de escuela muy parecido al que le recordaba, pero… aquello no podía ser.
Se puso de pie, a punto de gritarle por su nombre, pero no quería parecer un loco. Apresuró el paso, intentando llegar hasta el joven pero, este desapareció entre la multitud que cruzó la calle.
-¿Light? – Susurró muy bajo. Imaginando mil hipótesis en su mente, incluso la de creer que realmente se había convertido en una especie de ser divino.
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El castaño llegó a su casa y de inmediato se encerró en su habitación. Quizás si su padrastro le encontraba estudiando la maldita Física no le diera el castigo al que le sentenciara el pasado semestre. Y la materia no se le dificultaba por no comprenderla, sino porque Luka, su medio hermano siempre estaba haciéndole ver lo inferior que era dentro de su propia familia. Y, por alguna razón del maldito destino, siempre comenzaba a pensar en ello durante la clase del profesor Takamoto y acababa tan perdido como ese pez Dory que salía en las viejas películas. Lo único que le distraía de todo era pensar en aquel rebelde del que se hablaba en algunas páginas de internet: Kira.
Consideraba a su familia una porquería. Llegaba a casa y encontraba a Misa Amane, su madre, llorando mientras preparaba la cena, fingiendo que la cebolla le lastimaba los ojos. Sin embargo, siempre guardaba una sonrisa para él cuando le veía regresar.
Aquel día no había sido distinto. No obstante, al verle marchar tan apresurado a su habitación, la rubia había decidido seguirle. Tocó a la puerta y luego abrió. Su padrastro le tenía prohibido echar el cerrojo. - ¿Cómo ha ido con las calificaciones, amor?
El castaño tragó con fuerza y sacó la hoja de su maletín. – He reprobado, madre.
Misa apretó los labios y finalmente se atrevió a preguntar. - ¿Qué hay de Luka?
-El primero de la clase, como siempre. – Se sentó en la cama y miró al suelo. – Nate me enviará a la prisión de Fuchu, no podré evitarlo.
-¡No! ¡No lo hará! – Exclamó Misa con lágrimas en los ojos. -¡No puede hacerlo! ¡No has hecho nada malo!
-Sabes que tiene contactos poderosos en la policía. No tendrá piedad al castigarme. Me advirtió que serían dos semanas ahí si no conseguía aprobar. – Musitó.
-¡No! ¡Mi niño en esa cárcel horrenda! – Y rompió en llanto, abandonando la habitación en volandas.
Corrió hasta su propia habitación. Hacia mucho que no compartía una con su marido. Se detuvo frente a la marquesa que ocupaba la parte frontal y se miró al espejo. Casi veinte años mayor y tan inútil como antes. Light le abrazó por la espalda, pensando en lo bonita que era su madre aún y cuánto más debió ser en su juventud. - ¡Ay, Light! ¡No sabes cuánto quisiera que tu padre estuviera acá!
-¿Por qué nunca has querido hablarme de él, madre? ¿Quién era mi padre?
Misa abrió una de la gavetas de su marquesa y sacó una fotografía. –Él es tu padre. - Los ojos se le llenaron de lágrimas nuevamente.
-Pero, ¡sí es idéntico a mí! – Exclamó el castaño, observando la foto de su padre. Parecía haber sido tomada el día de su graduación.
-Su nombre era Light Yagami. No sé si era una mala persona, amor. Pero quería cambiar el mundo, deshacerse de todo mal para que solo gente honesta viviera en él. – Misa se giró de nuevo hacia el espejo. – Nate River, tu padrastro, y su equipo fueron los únicos en saber quién era él realmente y… Me obligó a casarme con él para no enviarme a prisión por complicidad.
-Pero dices que solo quería deshacerse de todo mal… ¿Qué cosa tan mala pudo haber hecho?
-Asesinó a muchos criminales, intentando crear un nuevo mundo… Una utopía.
-Mi padre era Kira… - Musitó mecánicamente con los ojos abiertos como platos. Misa asintió.
-¡Light! –Vociferó su padrastro "Near" desde la planta baja. - ¡Tráeme esas calificaciones ahora mismo!
-Ahora bajo, padre. –Respondió el castaño.
-¡Y tú, mujer inútil! ¡Ven a servir la cena!
-Enseguida voy, Nate. – Musitó la rubia con agotamiento. Light le abrazó. – Te prometo que voy a librarte de él, madre. Voy a hacer lo que mi padre no pudo.
