¡Es San Valentín, sábado por la noche! ¡No tengo novio, pero tengo mi gaseosa, un fanfic y música de Los Beatles! (?)

¡Damas y caballeros! ¡Bienvenidos a "Pan y Mantequilla"! Un especial de Día de los Enamorados, basado en el episodio "Act your Age". El tiempo en que trascurren gran parte de los hechos es meses atrás antes de AyA, específicamente el último día de preparatoria de nuestros protagonistas. Aquí voy a tratar la confesión de Phineas, cuando le dijo a Isabella que él estaba enamorado desde la preparatoria. ¿Desde la preparatoria? ¿Cómo? Una (no) humilde teoría de mi parte, no dejando de lado a los demás personajes. Cada quien tiene algo que contar, sus propios dilemas, deseos y miedos.

Agradezco a un par de amigos que me inspiraron a escribir esta historia. Uno de ellos me empujó a hacerlo en medio de una charla, la otra me inspiró para la trama Doof/Perry. No los mencionare, pero al leer esto ellos sabrán de lo que hablo, y les dedico este fanfic de todo corazón.

Esta historia será publicada periódicamente. Son cuatro capítulos. El tiempo que pase entre episodio y episodio está al pie de la página. Para fin de mes, el fic ya estará completo.

Phineas y Ferb y sus respectivos personajes pertenecen a Dan Povenmire y Jeff "Swampy" Marsh. Ahora que tengo su atención, espero que les guste.


PAN Y MANTEQUILLA

Capítulo I

Una niña caminaba con su amigo, tomados de la mano. Por su estatura se podía deducir que no pasaban de los cinco años. La pequeña lamía contenta una paleta de caramelo que de vez en cuando la compartía con el muchacho. En eso, pasan frente a una vitrina.

─ ¡Mira! ─apuntó la chiquilla al cristal. El niño, pelirrojo, vio al otro lado del cristal dos trajes, ambos para bodas. Un hermoso vestido de novia y un elegante terno para novio. La pequeña contemplaba ilusionada, con la cara apretada contra el aparador─ ¿No te imaginas? Cuando sea grande, quiero ese vestido.

─ ¿Para qué?

─ ¿Cómo que "para qué", baboso? ¡Para casarme!

─ ¿Para qué? ─volvió a repetir el mocosito como disco rayado.

─ Pues eso es lo que hace la gente grande… se hace de a dos personas, uno de ellos le pide matrimonio al otro, como una forma de expresar que se quieren mucho.

El pequeño observó los trajes, con la nariz pegada al vidrio.

─ Isabella, ¿tú me quieres mucho?

─ Muchísimo.

─ Entonces, ¿te casarías conmigo?

La muchacha se lo quedó mirando.

─ ¿Por qué no? ¿Tú me quieres?

─ ¡Por supuesto!

─ Genial. Estamos casados.

Los dos se fueron de allí, haciendo equilibrio por el borde de la acera y creyendo que su matrimonio sería para siempre. Mas, pasando los años, no contaron con que el tiempo borraría de sus memorias aquella promesa.


Doce veranos después…

Isabella entró a su dormitorio, dejando de lado su bolso y sin demora se dejó caer entre las sábanas de la cama todavía no hecha desde la mañana, no sin antes desarmar la coleta que recogía su largo cabello negro.

Escuchó voces…

Desde la ventana que daba al jardín vio a dos muchachos junto a su madre. Ambos de la misma edad, uno era bastante alto, de pelo verde y cabeza algo cuadrada, el otro le seguía en cuanto a estatura, pelirrojo y de cabeza triangular. Este último, entre tartamudeos, intentaba dar a conocer a la señora García-Shapiro los últimos acontecimientos. Alguien tenía que explicarle a la mujer el por qué su hija había regresado "cambiada" y por qué trataba a la mujer que la había dado a luz como una completa extraña. Desde su habitación, Isabella solo oía los murmullos del pelirrojo y los sollozos contenidos de la mujer. "Solo es temporal… nos aseguraron en la enfermería" Minutos después, vio la figura de los jóvenes cruzar la calle en dirección a la casa de enfrente. El hogar de los dos.

Recordó el incidente en el instituto, horas atrás. Mas había algo que no podía encontrar en su memoria... lo sucedido minutos antes de despertar en una habitación blanca, rodeada de desconocidos...

Desde su mesa en el comedor de instituto, observó al muchacho. Parecía divertido, hablando con sus amigos sobre lo que harían después del verano. Proyectos que ya no realizarían como niños, sino como jóvenes adultos, listos para afrontar la vida universitaria.

Habían pasado más de diez años… realmente lo seguía amando, él la cuidaba, le hacía reír, la ayudaba en todo si se lo pedía…

Pero a pesar de los años, seguía siendo ese niño inmaduro de diez años…

─ ¿Piensas en él Isabella? ─habló Gretchen, una jovencita de su misma edad, castaña y de gruesos lentes─ Apenas has tocado tu comida.

─ ¿Qué no es obvio?

─ Para Phineas no ─decía Ginger, la chica nipona del grupo.

─ Muy graciosa… como si tú no tuvieras suficientes problemas con el "Chico-Calculadora"…

─ ¿Qué? ¿Baljeet? Es lindo…

Justo en ese momento, un muchacho moreno con aires de hindú caía al suelo producto de una zancadilla provocada por el bravucón del grupo, Buford. Ante la caída, no pudo evitar golpearse con el borde de la mesa.

─ ¡Ay! ¡Mi calculadora…! ¡Digo! ¡Mi cabeza! ─se quejó el chico.

Sarcásticamente, las seis adolescentes miraron a la asiática.

─ Es raro...

─ Solo es algo apasionado con los estudios, es todo…

─ No sé ustedes, yo no me refería a eso ─masculló Isabella.

Ginger hizo caso omiso al comentario, no sin antes haberse dibujado una expresión de duda en su rostro.

Buford reía orgulloso de su broma, aun cuando para muchos no tuviera gracia alguna. Baljeet, aparentemente molesto, bufaba algunos insultos, para después, sentarse junto al matón que le había agredido con anterioridad.

"¿Con qué fin…?" pensaba Isabella. Realmente no comprendía. ¿Por qué tanta humillación de parte de Buford? Jeet nunca le había hecho daño… ninguno que alguien supiera. Ya nadie disfrutaba sus ataques al pobre nerd. Ambos habían crecido juntos, tenían los mismos amigos, pasaban juntos tardes enteras, sin embargo, continuaban los dos con su típico papel de gato y el ratón…

─ ¡Eh! Isabella ─susurró otra de sus amigas, la rubia Katie─ Hay una silla vacía junto a Phineas.

La morocha pestañeó desconcertada un par de veces hacia el sitio. Efectivamente, había un puesto disponible junto al pelirrojo.

─ ¿No tienen problema que…?

─ ¡Adelante!

Sonrió. Sabía que ese "Adelante" no era más que una simple palabra permisiva. Todos los días se sentaba en cierto momento junto a Phineas. Sus compañeras la miraban como si esperasen algo de ella. ¿Sería ahora?

Más de diez años con un sentimiento pujándole el interior… "Tengo que decirle… bueno… si lo sabe, ¿qué podría pasar? P-pero… me siento valiente ahora… ¿por cuánto tiempo? ¡Siempre que quiero decirle se me acaba trabando la lengua! Tranquila Isa… si lo sabe, lo sabe… ¡pero tiene que darme una respuesta! ¿Y si mi rechaza…? ¡No podría verlo como un amigo de nuevo! No tengo cara para enfrentar eso… y si…"


En la casa de Phineas y Ferb, un ornitorrinco dormía plácidamente en su cama para mascotas. En pleno descanso, una alarma estridente lo despertó. Haciendo a un lado el pelaje de su pata delantera, el rostro de un hombre de lentes, cabello rojo y bigote vestido de forma marcial le observaba con ojos severos. Era el Comandante Karl, su nuevo superior mientras el Mayor Monograma estuviese en capacitación en La Academia.

─ Buenas tardes Agente P. El Mayor Monograma me llamó preocupado, pues teme que Doofenshmirtz tenga éxito en sus planes por dominar el Área Limítrofe, a pesar que según tus informes durante la última década hayamos llegado a la conclusión que no hay riesgos en que suceda aquello… en fin, él exige que salgas de tu retiro el cual comenzaste hace un año…

El animal frunció el ceño.

─ Lo siento Perry… pero son órdenes explícitas de nuestro superior… espero que lo entiendas.

El Comandante, al otro lado de la línea suspiraba decepcionado.

─ Le hace falta más mano dura, señor ─dijo Irving, su joven subordinado.

─ Soy un hombre, Irving… un hombre pequeño y compasivo… ¡A limpiar los baños!

El muchacho se encaminó a realizar la orden, no sin antes mascullar "Al menos yo sí tengo paga…" dejando al Mayor sustituto saboreando sus aires de superioridad.

─ No está mal… ─pensaba Carl Karl en voz alta─ Podría acostumbrarme a esto…


¡Doofenshmirtz Malvados y Asociadoooos! (Parpadean las luces)

─ ¡ARGH! ¡Otra vez ese cacharro! Bueno… ya no tendré que preocuparme demasiado de ese letrero…

El sonido de un timbre reverberó en las cuatro paredes del Penhouse.

─ ¡Si son esas mocosas exploradoras juro que…!

Nadie.

Cerró la puerta.

─ Niños de mal gusto… ─murmuró.

Mas antes que pudiese decir algún otro insulto, nuevamente el timbre percutió sus tímpanos. Con la paciencia por los límites, se dignó a abrir la puerta, para encontrarse con la nada.

─ ¡JA! Muy gracioso… si te crees tan chistosito, da la cara y me cuentas…

Un chasquido. Lo oyó a la altura de sus piernas. Bajó la vista para ver de dónde provenía.

─ ¿Un ornitorrinco? ─exclamó. Criatura curiosa. Ni idea tenía él de lo que hacía allí, no estaban en Australia. A menos que fuera otra de sus alucinaciones producto de ese paquetito que se echaba a la boca de vez en cuando…

Con una sonrisa sarcástica en el pico, el monotrema dejó caer sobre su peluda cabeza turquesa un avejentado sombrero fedora.

─ ¡Perry el ornitorrinco! ─gritó asombrado─ ¿Eh? ¿Desde cuándo que no vienes a arruinar otro de mis planes? Unos once… ¿doce meses? Supe que la OSBA había dejado de seguir mis pasos y que te habías jubilado… ¿qué clase de enemigo eres? Traté de contactar a Peter el panda para que me detuviese, pero él está de espía contra el comunismo norcoreano… había supuesto que el hecho que te hubieses retirado de desbaratar mis planes no impediría que… mínimo… me vinieses a ver…

Perry caminó hacia la gran sala donde su viejo enemigo construía tiempo atrás sus inadores. No había escuchado las últimas palabras dichas de Doofenshmirtz. Tampoco es que él hubiese querido que el ornitorrinco le oyese…

Varias telas de araña colgaban de los rincones y el polvo había cubierto diversas máquinas a medio hacer. El resto de la vivienda no se veía tampoco mucho mejor… era como si ya no viviese nadie. Doof no era la excepción. La bata la llevaba arrugada, con un borde metido dentro del pantalón y su cabello no era ya más castaño. Las canas contaban del paso de los años, los de un hombre lleva cuestas más o menos cincuenta años, medio siglo.

Bastó una mirada de inspección de Perry para asegurar que el supuesto doctor no era más el mismo desde la última vez que lo vio.

─ Je, no he hecho mucho desde que te fuiste ─comenzó su charla Doof, no esperando respuesta de su compañero─ Vanessa es toda una mujer… se vale por sí sola… hace tiempo que dejó el nido… tú sabrás, viviste en uno…

El ornitorrinco asintió. No es que hubiese dejado su camada por voluntad propia en Australia, pero su vertiginosa infancia no era el asunto a tratar en aquel momento…

─ ¿Por qué regresaste? ─preguntó Heinz─ No me digas… Francis no tiene otra cosa mejor que hacer que espiarme, ¿verdad? Debió grabarme el otro día cuándo un mosco no dejaba de molestarme mientras fabricaba mi último inador… algún insecto novato de su agencia entrenado para meter sus narices donde no les importa. En fin… hoy no haré daño a nadie…

Sacó un control de su bata y una caja para transportar mascotas cayó del techo, encerrando a Perry en su interior. En el pasado, aquella situación no le habría llamado la atención para nada, era muy hábil escapando de ellas y con esta no era diferente…

Mas no pudo evitar que una sonrisa se dibujase en su rostro. Algo de Heinz, al menos, no había cambiado.

─ Oye bien, Perry el ornitorrinco, te voy a presentar mi último invento ─sin muchas ganas, Doofeshmirtz retiró una sábana para dejar a la vista de su enemigo lo que a simples luces era un común y corriente inador, semejante a los primeros que había visto crear al científico─ No critiques el diseño. Solo lo usaré una vez. Verás… este es el Amnesicoinador. No es muy diferente a mi viejo invento cuando intenté borrar todo rastro de aquel video viral grabado en mis tiempos de bachillerato… pero este borra todas las situaciones relacionadas con el fracaso y la amargura vividas actualmente. Produce fuga disociativa, lo que quiero decir es que la persona que reciba el impacto puede que entre en un estado de amnesia, entonces no podría recordar nada a excepción de los conocimientos e información adquiridos. En cuanto a la memoria emocional, esta quedaría completamente borrada… al menos… esa es la idea… creé esta máquina bajo suposiciones psicológicas, aún la mente humana es un misterio, así que puede que no funcione. Yendo al grano… el Amnesicoinador fue creado solo para disparar una vez, así fijaré su trayectoria en mí y al impactar en mi cuerpo, perderé todos los recuerdos de mi infancia… espero poder recordar a Vanessa, tengo buenas memorias de ella… en cuanto…

Sus ojos se fijaron pensativos en la figura de Perry enjaulado. Pareció dudar un rato, mas pasando los segundos sacudió su cabeza, como apartando alguna idea que le estuviese estorbando.

Se dirigió al aparato, encendiéndolo. Esperó a que cargase la batería un minuto.

─ No me mires así, Perry el ornitorrinco. ¡Borraré mis recuerdos y comenzaré una nueva vida! Ya tengo decidido mi nombre. Seré Terry T. Papeleusphy. ¿Qué? Es un nombre muy común…

El inador dio la señal de tener la suficiente energía para emitir una descarga.

─ ¡Bienvenida nueva vida allá voy!

Doofeshmirtz pulsó el botón rojo de otro control sacado de su delantal. La máquina pronto comenzó a emitir unos zumbidos no muy agradables, como de auto a medio desvencijar. Perry se resignó a que, en unos segundos, vería a un hombre totalmente extraño, usando el cuerpo de su enemigo.

Pero, sea azar o destino, no fue así…


─ H-hola Ph-Phineas ¿Q-qué estás-s h-haciendo? ─saludó Isabella, con su frase de costumbre, sin embargo, su cerebro al detectar las intenciones de aquel saludo, nada impedía que su lengua hubiese trabado. Tragó saliva, intentando liberarse del nudo en la garganta.

─ ¿Eh? ¡Hola Isabella! ─exclamó el pelirrojo, en su buen humor de siempre─ Charlaba con los chicos sobre el examen de entrada a la universidad que hicimos la semana pasada…

─ Si mi memoria no me falla, espero haber aprobado Matemáticas ─dijo Baljeet─ Aunque una de las preguntas de trigonometría estaba mal planteada… ¿te diste cuenta Isabella? Como tú SABES MUCHO de triángulos…

El hindú no era tonto. Casi con aires de malicia, arrastró las últimas palabras, acentuando lo que para muchos era obvio.

Mas no para Phineas…

─ Bastante ─masculló la morocha, con los dientes apretados─ Sí, me percaté.

─ Por cierto, La Gala es en dos días ─habló Buford─ ¿Ya consiguieron pareja?

─ ¿Eh? ¿Pareja? ─repitió Phineas, como si fuese una palabra desconocida para él─ Pues no, ¿ustedes si?

─ Hemos estado tan ocupados con las pruebas finales, que es normal suponer que nadie se ha interesado mucho en un estúpido baile ─dijo el muchacho hindú, hojeando distraído un libro de Álgebra.

─ ¿¡ESTÚPIDO BAILE!? ─chilló Ginger, desde la otra mesa. Se levantó furibunda de su silla, caminando a zancadas para por subsiguiente coger a Baljeet del cuello de la camisa, mirando así al morocho con una mirada asesina─ ¡Escucha, zopenco! ¡Ese baile probablemente sea la única oportunidad para muchos de abrir sus corazones y declararse de una vez a quienes anhelan desde el fondo de su alma! ¡¿Cómo puedes tomar un momento que quedará grabado a fuego en cientos de vidas adolescentes tan a la ligera?!

Un silencio abismal se coló en la cafetería. Nadie esperaba aquella reacción. Buford tosió. Se había atragantado con el sándwich vegetariano que le había robado a Jeet de su lonchera minutos atrás. Todos mudos, con los ojos abiertos como platos producto de la impresión, todos excepto Ferb, quien seguía con su lacónica expresión de siempre.

Baljeet, de frente, con su rostro a pocos centímetros de rozar con los de la japonesa, tiritaba entero viendo como Ginger se había puesto más y más colorada. Abrió los labios, intentando hablar.

─ ¿Q-qué? De todas formas no vale la pena, ¿quién iría conmigo?

─ ¡PUES YO, SOPERUTANO! ─bramó la chica, entonces, sin previo aviso, apretó sus labios contra los del muchacho. Ginger cerraba los ojos, dominada por el impulso, mientras que por otro lado, el hindú los mantenía abiertos como si se fuesen a reventar.

Del resto, una gran mayoría se alzó de pie, rompiendo en aplausos. Un espectáculo tan absurdo como el que habían presenciado no se veía todos los días, menos en la escuela más gris de todo el Área Limítrofe.

Phineas observaba la escena contento, por otro lado Ferb alzaba su pulgar en señal de aprobación. Isabella parecía igual de aturdida que Baljeet, si es que no más.

"Ella pudo… a pesar del escándalo que armó…"

─ ¡Phineas! ─gritó, en medio de la algazara.

─ Y-yo… ─le cogió del brazo con fuerza, no importándole si aquello le lastimaba o no. "¡Dios! ¡¿Por qué tiene que ser tan difícil?!" Lo miró a los ojos. Invocó a esa fuerza bestial que había poseído rato antes a Ginger y le había infundido la locura suficiente para declararse de una vez por todas.

Mas la voluntad le comenzó a flaquear, y la duda humana le asaltó con fuerza.

Verlo era como si estuviera mirando al pasado. Cuando eran niños. Algo hizo "click" dentro de su cabeza. Para ella, Phineas seguía siendo el mismo inmaduro de hace diez años. El mismo niño que la había ignorado durante la infancia, en el paso del Cometa Kermilian, en París, en cualquiera de sus insinuaciones todos estos años… la vida entera.

"¡Al demonio!"

─ ¿¡CÓMO PUEDES SER TAN ESTÚPIDO?! ─gritó, sacudiendo a Phineas, luchando al mismo tiempo que las lágrimas no escapasen de sus ojos.

─ ¿Q-qué? ─farfulló el pelirrojo, extrañado ante la reacción de su mejor amiga…

Mas antes que pudiese decir otra cosa, Isabella sintió como un rayo le partía la cabeza y una descarga eléctrica corría por todo su cuerpo. Entonces Phineas se perdió en un nubarrón oscuro.


Perry tosió. La polvareda producida por la explosión ocurrida segundos antes por poco no le había entrado a los pulmones. Ya disperso el humo del estallido, se preocupó al ver a Doofenshmirtz tirado en el suelo, con la ropa hecha jirones. Mas antes que intentase salir de la jaula para socorrerlo, el doctor comenzó a recuperar la conciencia y al instante se restregó los ojos como si hubiese despertado de un mal sueño.

─ ¿Eh? ¿Quién soy? ─se preguntó Heinz. Perry por unos segundos creyó que realmente Doofenshmirtz se había ido para siempre, hasta que…─ ¡Maldición! ¡Aún lo recuerdo todo! ¡Mi infancia! ¡Mi familia! ¡El divorcio! ¡Los fracasos! ¡Sigo siendo yo! ¿P-pero qué…?

Echó una mirada rápida al inador completamente destruido. No quedaban ni escombros de él. Tratando de buscar la explicación al chasco reciente, deparó en el control de activación tirado junto a sí… bueno… era un control, pero no de activación…

─ ¡Maldito botón de autodestrucción! ¿Quién me mandó a hacer uno? ¡Ah, sí! Si no lo tiene, no es mi estilo ─dijo aquello último con cierto orgullo. Mas su expresión de endureció al instante─ ¡¿Por qué me persigue la desgracia?!

No se podía dudar que sus pucheros ante otro fracaso más a la lista eran graciosos. Al menos para Perry. Echaba de menos a su enemigo… aunque ni él mismo quisiera reconocerlo.

─ ¡No te rías Perry el ornitorrinco! ¡¿Sabes qué?! ¡Me harté! Creo que me iba mejor como profesor suplente de Ciencias en la Preparatoria de Danville. Como sea… ─se quedó mirando el suelo con tristeza─ ¿No quieres ir por comida? No he desayunado y tengo hambre.

El monotrema aceptó.


Isabella despertó. Parpadeó un par de veces, ahuyentando la neblina que cubría sus ojos. Sentía un dolor punzante en la cabeza, mas no pasó mucho tiempo despierta antes que desapareciese. Poco a poco, su vista fue cobrando nitidez, para encontrarse boca a arriba, dándole la cara a un techo límpido.

El olor a desinfectante entró por su nariz por montones al punto de casi enfermarla.

─ Estoy en… ─murmuró.

─ ¡Ya despertó! ─dijo alguien. Varias cabezas la rodearon. Pudo contar unas diez. No sabía que pudiesen entrar tantas personas en una enfermería.

Una de las cabezas le llamó la atención. Era triangular, perteneciente a un muchacho de cabello al rojo vivo como el fuego. Quiso reír. No sabría algunas cosas, pero no tenía idea que existiese gente con el cráneo de esa forma. ¿Dónde le entraba el cerebro?

─ A un lado. Dejen a la paciente reposar ─una mujer robusta y vestida entera de blanco hizo a un lado a los jóvenes─ Se golpeó fuerte en la cabeza con la caída. La vi sonreír… no parece tener daños físicos graves. ¿Quién la trajo hasta acá?

─ Fui yo, señora.

─ Phineas, ¿eh? ¡Pues muy imprudente de tu parte, jovencito! ¿Qué no sabes que puedes causar mayor daño moviendo de su sitio a una persona que ha sufrido un golpe en la cabeza? ¡Cualquiera en su sano juicio sabe eso!

El chico se encogió de hombros, un tanto apenado. Ferb lo observó divertido –a su manera─, pues sabía que Phineas, tratándose de Isabella, sería capaz de perder el juicio si algo llegase a pasarle.

─ ¿Cómo te sientes, Isabella? ─preguntó una muchacha morena de pelo rizado, Holly.

La morocha no respondió.

─ ¿Isabella? ─preguntó Gretchen.

─ ¿I-Isab-bella? ─repitió la aludida, extrañada─ ¿E-ese… es mi nombre?

Cada uno de los presentes sintió cómo la mandíbula se les desencajaba de su lugar.

Ginger rio nerviosa.

─ Muy graciosa Isabella. P-pero no nos asustes así…

─ ¿Q-quiénes son?

Unos cuantos no pudieron evitar que un grito de aterradora sorpresa saliese de sus bocas. Un murmullo de comentarios se desató en la enfermería, del cual solo dos personas no participaban.

Phineas seguía tan mudo como su hermanastro Ferb.

─ Amnesia… ─susurró el peliverde.


Heinz entró a un local de comida asiática acompañado de Perry. En eso los recibe el anfitrión del negocio, un joven japonés promedio, que al contrario de Ginger, aún conservaba su acento.

Buenasu tarudesu caballeru-san. ¿En qué re puedo ayudaru? ─dijo el oriental.

─ Hola Kogoro. Que sea una mesa para dos. Hoy traje a un enemigo.

El asiático miró de reojo al ornitorrinco. No eran de esas miradas muy cómodas, al menos así Perry lo sintió.

─ Un par de platos del mejor manjar de la casa ─pidió Doofenshmirtz.

Kogoro hizo una pequeña reverencia, para dar media vuelta después hacia la cocina.

¡Maesutoru-sensei! ¡Un psyduck regó a ra tienda con un baka horendo!

Pasaron unos minutos y la comida todavía no llegaba.

─ ¿Por qué se demoran tanto? ─se extrañó el doctor─ Ha pasado media hora desde que llegamos…

Rato atrás, Kogoro entró a la cocina, la cual se encontraba desierta. Buscó al cocinero por los rincones del restorán hasta llegar a la salida trasera. Allí, en el callejón, vio al chef: un chino de panza enorme, enroscado a una mujer, quien resultaba ser Charlene, la exesposa de Heinz.

El anfitrión tosió.

Su pelo huele muy bien, señolita Doof…

Ehm… maesotoru-san…

¿Qué quieles mocoso? ─bramó el cocinero, sin dejar de besuquearse con Charlene.

─ Ro necesitamos en ra cocina.

─ ¡Que lo haga otlo! Ahola estoy ocupado.

Pero sensei… ¡para cocinar taru purato usutedu usa susu hábires manosu! Pidieron…

─ ¡Mis hábiles manos están ocupadas! ¡Solo cúbleme, ¿quieles?!

Cambiando de escena, vemos al muchacho intentar cortar un pez globo, animal que figuraba en ese momento como el manjar de la casa. Apenas la punta rozó el animal, este se desinfló, como si se tratase de un globo de verdad.

Buenu poruvecho ─deseó Kogoro, al servir el plato lleno de unos cuantos trozos mediocres del pescado. Realmente deseaba que fuera bueno.

─ Ya era hora ─contestó el científico, echándose a la boca un enorme pedazo. Al nipón le entraron ganas de vomitar y salió de allí pitando─ ¿Y a ese qué le pasa?

Perry contempló su plato, desconfiado. Tenía una idea vaga de lo que le habían servido, sin embargo, si era eso que tenía en mente, no era conveniente comerlo.

─ ¿Por qué no comes, Perry el ornitorrinco? ─preguntó Doofenshmirtz─ ¿Acaso querrías otra cosa? Pues te compro algo a la salida. Si no te vas a comer eso…

Antes que pudiese impedirlo, el hombre ya se había tragado el pez globo de su compañero. Soltó un sonoro eructo, sin remordimientos.

El chef, mientras tanto, entró a la cocina, bastante animado por el buen rato. En eso, ve un papel sobre la encimera. Era la receta de una comida, que titulaba "Pez globo".

¡Pol la calva de Buda! ─se horrorizó.

El chino junto con su aprendiz japonés salió al salón comedor, hablando en jerigonza ininteligible. Se acercaron a la mesa donde Heinz estaba dispuesto para pedir un tercer plato.

Ehm… ¿señol?

─ ¡Oh! ¡Usted debe ser el chef! ─dijo Doof con tu entusiasmo─ Debo felicitarlo. ¡La comida estaba para morirse!

Y lo halá plonto…

─ ¿Eh?

Verá ─habló Kogoro─ Usutedu acaba de comeru pezu gorubo…

─ En español, por favor.

Ha comido pez globo ─prosiguió el cocinero, que sabía hablar un poco mejor castellano─ Y temo infolmale que su situación no puede sel de lo más penosa. Dudo que la plepalación del pez haya sido la necesalia pala su consumo, así que tengo el infoltunio de decile que no le deben quedal más de cualenta y ocho holas de vida…

─ ¡CUARENTA Y OCHO! ─chilló aterrado Heinz.

O quizás menos… su aspecto deja mucho que deseal…

─ ¡Ya verán! ¡Pagarán caro por esto! ¡Los demandaré!

Lo dudo mucho. Buscamos sus antecedentes pol Intelnet y usted figula como legalmente muelto en el Legistlo Civil.

─ ¡Bah! ¡Uno no puede tomar una siesta tranquilo en una zanja del parque y ya sacan conclusiones! ¡Vámonos Perry el ornitorrinco! ¡No quiero perder mis últimas horas de vida con estos orientales roñosos!

Después de varios minutos de trayecto, Doofenshmirtz y el agente llegaron al edificio del científico. El hombre no podía estar peor. Se lo veía apenado. El monotrema no pudo evitar sentir lástima por él.

─ Puedes irte, Perry el ornitorrinco. Avisa a los vecinos pasado mañana cuando me muera, ¿okey? Así se pueden quedar con unas cosas y de paso me recogen…

Pero el agente seguía allí.

─ ¿Qué haces parado ahí? ¡El circo de mi vida se acabó! Acaso… ¿eh?

De su sombrero, cual mago prestidigitador, el agente sacó un papel arrugado amarillento, aparentemente con algo escrito en él. Lo alisó para tener una mejor lectura de su contenido y se lo entregó a Heinz.

─ ¿Qué? ¡Oye…! Esto es un viejo papel que escribí de niño…

"Cosas que haré antes de morir" decía, escrito en el papel.

─ ¿Dónde lo conseguiste? En fin… no importa. Veamos lo que dice.

En voz alta recitó tratando de descifrar su temblorosa letra de jovencito. En un total de cinco reglones, decía:

COSA #1-Vengarme de todos los niños que me han molestado.

─ Eso no será sencillo. Ya traté hacerlo con algunos, en especial de aquel que me tiraba arena cuando podía…

COSA #2-Decirle a una chica bonita cuanto me gusta y casarme con ella.

─ Bueno… en ese tiempo me gustaban varias muchachas, aunque podría decirse que ya cumplí ese sueño con Charlene, pero…

COSA #3-Atrapar un Goozim y saltar a una piscina desde los dos metros o más.

─ Es más probable que logre lo primero que lo segundo.

COSA #4-Convertirme en el orgullo de la familia y recibir un abrazo de uno de mis padres.

─ Oh… no lo sé… cumpliendo lo anterior podría mínimo recibir una palabra de su parte y sería para apartarme del televisor…

COSA #5-Tener un mejor amigo.

─ Bien. Con esto puedo deducir que era bastante ambicioso de niño. Pues lo siento, no podré cumplir nada.

Hizo muñones la hoja, tirándola al papelero más cercano. Mas Perry, alarmado, corrió al tacho, recogiendo el papel y entregándoselo de nuevo.

─ Por favor, Perry el ornitorrinco, ¿qué quieres que yo haga? ¿Quieres que vaya y me enfrente a un Goozim o me rompa la crisma en la piscina? ¡No! ¡Absolutamente no!

El ornitorrinco hizo un gesto de molestia.

─ ¿Todavía insistes? Además… nunca podría cumplir el segundo. ¡Me voy a morir en dos días!

Cogiendo el papel, el animal con un lápiz sacado de su sombrero "mágico" tachó el segundo deseo. Se lo entregó nuevamente a su enemigo, quien leyó, junto al deseo tachado "Tener una cita".

─ Nada mal, aunque olvidaste el detalle de que siempre me tocan las locas. No me veas con cara de que estoy buscando excusas. Tú tampoco tienes pareja, casanova. Olvídalo… tampoco quiero morirme sin antes hacer algo… quizás haga un par de cosas…

Perry sonrió. Al fin había logrado doblegarlo. Si Doof había decidido dejar este mundo, aunque sea quería darle una alegría antes de morir.

─ Sin embargo… oí al Amnesicoinador dar un disparo. Si antes de la explosión alcanzó a lanzar un rayo, ¿dónde habrá caído? Como sea… ahora no importa.


Los diez adolescentes esperaban nerviosos en el pasillo, mientras la enfermera se encontraba encerrada al otro lado de la puerta con Isabella en la enfermería. El timbre de salida había tocado cinco minutos antes, mas ninguno de ellos pensó en siquiera moverse de su sitio hasta saber el diagnóstico de la morocha. Tuvieron que llamar al psicólogo de la preparatoria para obtener un mejor panorama de su estado mental.

Ginger, sentada junto a Baljeet, cargaba su mentón contra su hombro, asida de su brazo derecho. No se habían dicho ni una palabra desde lo sucedido en la cafetería.

Finalmente, escucharon el rechinar de la puerta abriéndose y todas las miradas se posaron en las tres personas que salían: La enfermera, el psicólogo e Isabella, esta última con la mirada perdida, con la duda impresa en su rostro lívido.

─ ¿Señor…? ─musitó Adyson, una joven castaña de ojos verdes, parte del grupo de amigas de Isabella. Con una ojeada a su expresión, se podía deducir que exigía algún dato respecto a la situación de su excompañera de acampada.

─ Se encuentra bien. Solo un pequeño moretón en la cabeza. Nada grave a la larga…

─ Sabe que no nos referimos a eso, señor… ─masculló Holly.

─ Pues… sin un escaneo de resonancia magnética poco podemos concluir. Los síntomas parecen decir que la señorita García-Shapiro se encuentra en Estado de Fuga, un tipo de amnesia temporal, si es que lo es…

─ Si es temporal, ¡entonces sanará! ─exclamó Buford.

─ Hmm… no estaría tan seguro… no sé qué situación llevó a su compañera a que su mente entrase en alerta… tal amnesia puede durar días o meses…

─ Si ha perdido la memoria, ¡nosotros le haremos recordar!

El hombre frunció los labios, inseguro.

─ No les aconsejo que hagan eso… forzar a alguien como amnesia es como despertar a un sonámbulo. Si su estado es un método de defensa contra alguna situación traumática o desagradable, al recordar tal momento podría caer en una depresión notable.

Phineas abrió los párpados al máximo.

─ Llamaremos a su casa para notificar a su apoderado y la venga a buscar…

─ No se preocupe. Nosotros la llevaremos ─habló Phineas, que en todo el rato desde el incidente no había hecho otra cosa más que guardar silencio.

El psicólogo asintió. Lo vieron desaparecer en la esquina del corredor, rumbo a las oficinas del director.


Ferb bostezó. El sol mañanero se colaba entre las cortinas de la ventana. El joven peliverde apagó el despertador antes que diese la alarma, fiel a su costumbre de ganarle al aparato. Esperaba ver a su hermano saltando de su cama al mismo tiempo que él se estiraba, sin embargo, en el bote inflable amarillo pato que usaba para dormir solo vio cobertores y una sábana arrugados.

Abrió las cortinas y vio a Phineas en el pórtico de la casa de enfrente. Vivian, la señora García-Shapiro recibió al muchacho. A pesar de la distancia, se la podía ver tan preocupada como él. Ferb procedió a vestirse y bajar al primer piso a cocinar algo antes que sus padres se despertasen.


Phineas esperaba sentado en la cocina. Años iban desde que no veía el interior del hogar de su mejor amiga. Generalmente ella iba a visitarlo, se veían todos los días. No encontraba necesario el hecho de caminar unos metros hasta su casa si ella lo hacía por él…

Mientras Vivian servía un vaso de leche adicional para el visitante, Isabella bajaba a paso lento las escaleras. El pelirrojo la oyó descender desde su puesto. Por un segundo le pasó por su mente que, en su condición, podría caerse de la escala en cualquier momento. Movido por la preocupación, se dirigió a la subida, para encontrarse con una muchacha de cabello negro alto y esponjado.

En una ocasión había visto a la morocha con tal peinado, pero en ese entonces eran niños. Era como ver a otra Isa. No sabía si reír, profundamente conmovido de ver a su mejor amiga en "su estado natural". Esa era la Isabella de todos los días.

─ Hola ─saludó el joven, esperanzado. Aguardaba la fe en que al día siguiente de perder la memoria, la recuperaría después de dormir. Sin embargo, los ojos azules de la muchacha seguían igual de turbios, reflejando el rostro de un desconocido.

─ Buenos días ─respondió la morocha, con ese respeto con el cual se trata a los extraños.

─ Hija querida, ¿recuerdas? ─habló Vivian─ Él es nuestro vecino, Phineas Flynn. Él te vino a dejar ayer con su hermano Ferb…

─ ¿S-sí? ─preguntó Isabella, titubeante─ Al muchacho de pelo verde lo recuerdo, p-pero…

Clavó la mirada en el piso, perdida en sus pensamientos. Phineas le ofreció el brazo para bajar los últimos escalones, sin embargo, la adolescente negó con amabilidad el ofrecimiento.

"Qué extraño…" pensó el pelirrojo "Isabella nunca rechazaba que la ayudase…"

La madre de la chica sirvió el desayuno para los dos. Aún si Phineas hubiera comido, a pesar que venía en ayunas, a punta de cucharadas le hubiese servido los panqueques humedecidos en miel de maple. La mujer no aguantaba excusas para no servirse dos platos de comida, más aún si se trataba del muchacho del cual su hija se había interesado…

Era normal suponer que deseaba una descendencia fuerte, fuerza que la daba el alimento según su costumbre.

El joven Flynn contemplaba a Isabella al mismo tiempo que se echaba un panqueque a la boca. Si la abría para hablar, siempre era para responder las preguntas de la señora García-Shapiro consultando por Candace, su hermana mayor, graduada desde hace mucho de abogada. Mas sus ojos pasaban la mayor parte del tiempo clavados en su compañera. Isabella comía normal, callada, e indiferente a la charla casi unilateral del resto. Phineas quería sonsacarle algunas palabras de sus labios. Con su hermano, siempre había estado acostumbrado al silencio, mas con él su silencio era para escucharle. La morocha permanecía lejana, como si la persona que estaba en ese instante sentado a su lado no fuera su amiga, la fuerte, inteligente y leal Isabella que había conocido desde siempre, sino que esta se había ido, y que la chica que se hallaba presente no era muy diferente a un bebé: sin historia, pasado ni tema que tratar.

Continuará...


Pobre Phineas. ¿Isabella recuperará la memoria? ¿Doof logrará cumplir sus deseos de niño antes de morir?

Me despido y deseo que todos sus escándalos sean... ehm... privados (?)

ACTUALIZACIÓN: Cada dos días.