Sinopsis: Ella simplemente era una niña de preparatoria a punto de graduarse, muy educada, inteligente, honesta y muy bien dotada físicamente; tenía un don especial con los niños y Dragneel se percataba de eso.

Calculador, frío, manipulador, mujeriego y con una excepcional belleza física, Natsu Dragneel, profesor de álgebra y matemáticas, estaba un poco malhumorado y a la vez anonado con la belleza que tenía por la niñera. No obstante, con sus veinticuatro años que tenía, sintió una necesidad física y anormal cada vez que ella meneaba su lindo cabello sudando a causa del calor; algo que jamás sintió en su vida.

Aquella casi graduada le provocaba escalofríos y una sensación de protección dentro de sí, casi se arrepentía de haberla contratado para que cuide a su hija, pero su historial era realmente bueno, y también ella necesitaba trabajo.

Odiaba su sonrisa de niña buena y angelical, la odiaba desde el día en que la contrató por tener aquellas curvas de diosas. Odiaba que siempre lo convenciera de alguna locura, él sabía muy bien que lo volvería loco. Era el diablo encarnado en un cuerpo angelical. Odiaba eso.

Definitivamente, él la corrompería.

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Capítulo 1

Colocó un anuncio en el periódico, en su casa, hasta habló con algunos parientes cercanos para avisar que necesitaba alguien de confianza para ese empleo. Exigía algo de experiencia, no que sobresaliera tanto, pero que sea de confianza; no alguien joven y preferentemente que no sea un hombre, sino más bien una mujer mayor, que pudiera con los horarios que él requería, que sea responsable y tenga cierto nivel académico y un poco de respeto. No era mucho, pero era lo fundamental si quería que su pequeña se encuentre sana y salvo en manos de otra persona mientras él seguía con su pendiente trabajo.

Procuró que todo su escritorio esté ordenado a pesar de que no era su especialidad, estaba un poco más tranquilo al saber que dentro de un par de horas se presentarían cinco mujeres candidatas para cuidar a su pequeña. Metió lo que tenía que meter en su maletín, se peinó con su mano hacia atrás y dejó escapar un suspiro mientras pensaba que últimamente las clases de matemáticas que daba como profesor en la universidad le estaban estresando un poco. Siendo sincero consigo mismo, muchas personas tenían muy poco concepto de lo que en verdad era su materia y de la clase de profesor que él se consideraba que era. Haciendo un gráfico estadístico de aquello, era realmente decepcionante que el setenta y cinco por ciento no tuviera interés en la materia y sólo iban realmente… a "observar" su belleza física. No es que a él precisamente le molestara que lo miraran y murmuraran sobre lo "bueno" que está, pero es que también le molestaba lo grandiosamente huecas que podían ser; cada una de ellas era un aburrimiento de tan sólo escuchar una palabra provenientes de sus bocas muy poco sensuales para su gusto.

Él prefería mujeres más… dotadas. ¿Y qué? Era hombre. "Cada quién con sus gustos" se decía una y otra vez cuando lo criticaban sus personas cercanas. Él era un hombre sincero, con ideales sinceros y preferencias sinceras; pero tenía que admitir que también era un tipo correcto, sabía cómo controlarse, y si tenía alguna necesidad que saciar simplemente al chasquear el dedo se cumpliría su deseo. No era engreído, tenía el autoestima bien en alto; no era egocéntrico, simplemente siempre obtenía lo que quería a toda cosa; no era un sexo-pata ni mucho menos mujeriego, sólo daba a lugar las fantasías de aquellas que querían saborearlo al menos una vez al día; tampoco era calculador, sólo quería tener en control todo lo que lo rodeaba. Así de simple, al que le guste bien, y al que no también.

−Gray, estoy yendo hacia allí, hermano−habló por teléfono con sus auriculares manos libres mientras conducía su auto. Gray Fullbuster era uno de sus mejores amigos desde la secundaria y con el que más podía contar ahora que se encontraba en una situación un poco mal vista por su familia; desde que él decidió adoptar a esa endemoniada niña por culpa de haber cautivado su pobre y monótono corazón tuvo un poco de problemas, tanto mentales como económicos y sociales. No había mucho que decir, él amaba a la niña como si la hubiesen sacado de sus entrañas, bueno no tan así, pero la amaba. Gray era como un tío para ella y Dragneel apreciaba cada gesto que se tomaba con ella. Quizás hasta podría admitir que Gray era mucho mejor padre que él, pero ya tendría su tiempo para engendrar uno propio.− Gracias por cuidarla. Te debo una.

Si bien Natsu no tenía una gran mansión, apenas era un moderado apartamento regalado por su padre Igneel, pero estaba satisfecho con eso. De todas maneras muy pronto lo vendería para comprarse una casa en donde su Dulzura y él estuvieran más cómodos; ero de eso, faltaban un par de meses. Él entró al apartamento un poco apurado, pero tranquilo al ver que su niña estaba dormida entre los brazos de Gray.

Fullbuster era un hombre casero, sencillo, pero también tenía sus encantos; al menos eso era lo que recordaba desde que iban a la secundaria y a la preparatoria. Lo que sí, tenía una horrible obsesión por quitarse la ropa de encima para dejar ver su musculatura digna de admirar, también era calculador, frío, egocéntrico y mujeriego pero todo eso, en una dosis limitada. Amaba el hielo, odiaba el calor en el verano, por eso casi siempre estaba encerrado en su casa trabajando desde allí. Sólo se dignaba a ir de compras por la mañana o por las noches, no tenía auto por el momento así que trataba de apañárselas para conseguir un poco de dinero extra cuidando a la pequeña Eri.

−Gracias de nuevo, Gray. Me has salvado de un buen regaño de la rectoría.−dijo con una sonrisa, recibiendo a su hija Eri Dragneel, que tenía apenas un año y medio de edad.

−No es nada. Fue un placer criar a la mocosa por un tiempo.−ambos chocaron las manos tal y como hacía los buenos tiempos. Esta sería la última vez que él cuidaría a su hija, puesto que ahora su mismísimo trabajo era trabajar en lo suyo y también se mudaría dentro de unas pocas semanas.− ¿Ya conseguiste a alguien para que la cuide?

−No, aún no.−respondió cuando la depositaba en la cama sin dejar de sonreír. La diabólica Eri había llegado a su vida y cambió completamente todo, casi todo.− Hoy tendré cinco candidatas aquí, espero encontrar la indicada.

−Ánimo.−lo palmeó un par de veces.− Todo saldrá bien.

Luego de que ambos charlaran mientras tomaban un café, Gray se fue a su casa. Natsu se dedicó a cuidar un poco de lo que Eri un rato, pero estaba tan tranquila que decidió dejarla descansar un rato más hasta que fuera la hora de su leche. Se dirigió hacia su oficina a ordenar un poco antes de que vinieran las mujeres, no tardó mucho tiempo en dejarla impecable; se sentó un poco más relajado y al cabo de unos minutos llegaron.

Siendo honesto, al terminar las entrevistas, jamás pudo comprender cómo era que existían seres tan incompetentes en el planeta. Y él no era perfecto, pero su nivel de des-perfección era sumamente alto. Las cinco mujeres no tenían lo que requerían, no es que no estuvieran dentro de la edad, pero eran sumamente poco confiables, por empezar que mintieron con sus respectivos niveles académicos ¿cómo podría él confiar en alguien a quien le había mentido? De ninguna manera. A Eri no le gustaría nada que su nueva niñera sea una incompetente vieja poco confiable y mentirosa.

Odiándose a sí mismo y reclamándole a Dios por hacer poco perfectas a las personas, Dragneel dejó escapar un suspiro fastidiado, y fue a tomar un vaso con agua a la cocina. Estaba abrumado con la situación, pero tal parecía que tendría que convencer a Gray con pagarle el doble para que cuidara a su niñita mientras trabaja.

Extrañamente para Natsu, el timbre de su casa sonó. Fue de inmediato a ver quién era, pensó que era una mujer para el empleo pero al abrir la puerta sólo se encontró con una niña rubia sosteniendo un papel en la mano como si estuviera perdida.

−Lo siento niña, no tengo dinero para dulces.−dijo él con una mueca a punto de cerrar la puerta, pero ella se lo impidió.

−Busco el apartamento 6-A−le informó con el ceño fruncido después de haberle dicho "niña" Desde luego que ella no era una niña, era bastante alta y aunque su rostro la hiciera parecer de menos, tenía un buen busto del que estaba orgullosa.− ¿Es este?

−Sí, lo es.−Natsu puso una mueca de malhumor, comenzó a pensar qué edad tenía aquella chiquilla rubia. Mirándola de reojo, Dragneel observaba el ceño fruncido y sus mejillas coloreadas. Parece que a ella tampoco le gustaba mucho el calor del verano.

−Vine por el trabajo de niñera.−respondió con firmeza mostrándole el anuncio en la cara. Éste echó una carcajada y le corrió el papel esbozando una sonrisa.− ¿Qué es tan gracioso?

−Creí haber puesto en el papel que admitía chicas de "cierta" edad.

− ¿Acaso está discriminándome, Señor Dragneel?

Oh no, claro que no. La manera en que la rubia pasó de ser chiquilla a toda una mujer comenzó a carcomerle la cabeza ¿cómo es que no se había dado cuenta antes de los bien proporcionados pechos que tenía? Bien, de acuerdo, no sólo eso estaba bastante bien proporcionado. La rubia tenía unas bonitas piernas a relucir con su mini falda, también tenía un bonito trasero, y sí unos jugosos pechos acompañados de unos grandes ojos color chocolate que sería capaz de mantenerlo a la deriva por mucho tiempo. Lo más bonito de todo esto, es que ese gran cuerpazo iba acompañado de un carácter indomable.

Natsu comenzó a replantearse qué era lo que la mocosa había dicho, así que colocó su mejor cara de galán y cerró la boca.

−Exijo mi entrevista.−le planteó en la cara de brazos cruzados. Tal vez ella no se daba cuenta, pero la manera en que subían y bajaban sus pechos al ritmo de su respiración podrían volverlo loco al profesor.

−Ya dije que el horario ha pasado.−replicó un poco molesto de no poder dejar de ver sus atributos.− Además, no eres lo que busco en una niñera.

− ¿Qué le hace saber que no lo soy? No puede estar seguro, Señor Dragneel.

−Estoy perfectamente seguro que…

El llanto de la pequeña Eri Dragneel distrajo a Natsu de su entretenida charla, él salió como loco hacia dentro de su casa con la rubia afuera. Ésta lo siguió a él con todo atrevimiento, poniendo una mueca de fastidio.

Lucy Heartfillia caminó con decisión hacia aquél hombre, su falta de respeto hacia ella era el colmo, pero no lo dejaría en paz hasta que al menos él le diera una oportunidad; incluso si aquello requería usar sus atributos como sobornos. Odiaba tener que necesitar empleo

La casa de su futuro empleador era bellísima, tenía un par de cuadros de pintores famosos, ella comenzaba a preguntarse si eran en realidad los originales. Escuchó que su empleador peli rosado decía unas cuantas palabrotas fuera de lugar, eso hizo que ella aceleraba más el paso hasta llegar a la pequeña niña.

Natsu la miró fastidiado con la niña en brazos, aquella mujer era una descarada, por muy bonita que era. Suspiró y volvió su vista hacia su hija que no dejaba de llorar, a veces no sabía qué hacer. La chica de ojos chocolates se acercó lentamente y le colocó una mano en el hombro.

−Por favor.−suplicó ella al ver que no pensaba dársela.

−Está bien.−se resignó. Inexplicable, esa niña lograba convencerlo con sólo dos palabras.

Ni bien la niña llego hasta los brazos de Lucy, ella había dejado de llorar, incluso podía decirse que reía y le daba pequeños besos en su cara. Los cabellos rubios estaban totalmente enredados en la manita de Eri; los ojos de él se entrecerraron. ¡A él ni siquiera le daba importancia! Y ahora, con una extraña… Natsu veía que ella la elevaba un poco en los aires y ella reía sonoramente mientras intentaba alcanzarla; por Dios si casi le da un paro cardíaco al verla allí un poco indefensa, pero entonces al ver a la rubia esbozar una sonrisa con diversión, por alguna razón él se sintió seguro.

Ella la bajó de los aires y comenzó a mimarla acariciándole los cabellos color castaño. La pequeña bostezó y al momento en que sus manos tocaron los proporcionados pechos, se fue durmiendo como si nada hubiese pasado. Lucy colocó a la pequeña Eri en su cama, satisfecha de haber hecho un buen trabajo y esperando que su aquél hombre comenzara a respetarla un poco más.

− ¿Cómo se llama?−preguntó suspirando de alivio para mirarlo a los ojos.

− ¿Cómo fue que lo hiciste?−preguntó sorprendido, Eri siempre era una niña caprichosa que no se dejaba tocar ni molestar con nadie. Ni siquiera a Natsu le hacía caso después de un berrinche como el de hace unos minutos. Ella dejó escapar una risita y sonrió de medio lado.

−Señor Dragneel, le he preguntado primero.

−Eri Dragneel.−murmuró un poco avergonzado.

−Lucy Heartfillia, un placer conocerlo, señor Dragneel.−ella le llevó la mano para poder estrechársela, éste dudo unos momentos, pero entonces suspiró con fastidio, se rascó la cabeza, y se dedicó a hacer una sonrisa de medio lado al estrechársela. Odiaba admitirlo, tenía talento en esto… y estaba muy agradecido de que le evitara un dolor de jaqueca.

−Creo que no necesitarás una entrevista Lucy.−ella se sorprendió y dio un pequeño respingo.− Estas contratada.

Al regresar a su casa después de un caluroso pero agradable día junto con su nuevo jefe, Lucy comenzó entró a la ducha desesperada.

Se alegró al momento en que las gotas de agua fría rodeaban su cuerpo, alabándola. Se enjabonó poco a poco hasta llegar a sus dotados pechos, Lucy los miró con una mueca de disgusto. Rezó porque su nuevo jefe no fuera tan… "pasado de mano" Detestaba a su antiguo jefe, éste siempre se dedicaba a decirle cualquier indirecta para que ella se le echara encima, a veces incluso le pedía que se agachara a recoger algo sólo para que ella mostrara sus bragas en su cara, aprovechándose de su estatus de "jefe" y de que ella necesitara el dinero. Siendo honesta, a ella no le sorprendía para nada que un día tratara de hacerle cosas inadecuadas; para su suerte, tuvo la fortuna de que una de las secretarias, también acosada, iniciara una denuncia contra él. Lucy y su amiga habían logrado que el individuo asqueroso se fuera directo a la cárcel por al menos un par de años. No obstante, ya que él sostenía todo ese "imperio" hizo que todos los de allí quedaran sin trabajo, odiándola a ambas, obligando a que Lucy se mudara una vez más y se pusiera en campaña de una búsqueda de empleo.

Cuando salió del baño, se detuvo a pensar en su pequeña niña. Sí, Eri se había ganado su cariño desde el momento en que la había visto. Natsu le había comentado que tenía un poco de problemas al hablar pero de a poco se iba desarrollando más; a veces su pequeña tenía pesadillas y eso hacía que la pobre necesitara de dormir al lado de su padre de vez en cuando. Sonriendo un poco, pero no demasiado, ella comenzó a hacer su tarea en el escritorio a la espera de nuevos exámenes y volverse con el tiempo en una completa graduada de la preparatoria.

Le divertía recordar un poco el interrogatorio corto pero intenso de su jefe, "¿cuántos años tienes? ¿Estudias? ¿A qué te dedicas en tus tiempos libres? ¿Tienes hermanos? ¿Cómo demonios haces para que la diabla deje de lloriquear? ¿Tienes problemas con el horario y el sueldo?" Lucy sólo reía y respondía de a poco, haciendo alguna que otra broma para ganarse la simpatía de él. Natsu parecía un tipo realmente estricto, manipulador y controlador, pero cuando uno se dedicaba a hablarle a su misma altura, él solo mostraba la faceta de casi un adolescente maduro a pesar de tener unos veintitantos años y ser profesor de matemáticas. Ella comenzó a pensar si tal vez él podría ayudarla en su materia de vez en cuando, ¿podría molestarle? Tal vez, pero trataría de que se llevaran lo mejor posible sólo por la preciosa de Eri Dragneel.