CAPÍTULO 1
Los rumores viajaban por los pasillos cómo hacía el polen en un día de primavera, rápido, sin distinguir quién lo impulsaba, y provocando ojos irritados, lágrimas y escozor por el cuerpo. Los alumnos de Habataki High, sobretodo los de segundo curso, cumplían el papel de viento y abejas, los discretos y veloces agentes que transportaban el polen. Nadie sabía quién había empezado, ni cuándo o cómo, pero los rumores se expandían rápidamente; de estudiante en estudiante, se trasladaban, se posaban y fecundaban sus mentes y curiosidad, siendo objeto de diversión. Se reunían en grupos por los pasillos, las azoteas o las clases para comentarlos y juzgar sobre ellos, algunos aportando mentiras para añadir más jugo al asunto. Y nadie sabía el origen, se usaban las expresiones;"A mí me han dicho...", o "Yo he oído..." De esta manera se mantenía en secreto la autoría de los falsos rumores o de las opiniones, y se animaba el cuchicheo. Así nadie podía ser el culpable de provocar esos ojos irritados y llorosos en los protagonistas del cotilleo, lavándose las manos.
Sachiko no era alérgica a nada. Desde pequeña, sus padres la habían expuesto al mundo exterior, con su tierra, plantas y animales. Por esa razón era casi inmune a todo, y jamás había tenido que tomar medicamentos para que la nariz dejara de moquear, o para que sus ojos no picaran. Pero en aquel momento, escondida en el patio trasero, dónde florecían los cerezos y los arbustos, sentada en un banco con el almuerzo en el regazo, se hubiera tomado todas las medicinas del mundo para dejar de llorar, y que su cabeza no doliera tanto.
Todo había empezado esa misma mañana, al igual que los rumores. Entró en clase a las 7:15, cómo solía hacer, saludando a sus compañeros y sentándose en su sitio habitual, al lado de la ventana, dónde podía ver la ciudad y el patio delantero del instituto. Faltaban 5 minutos para comenzar la clase y casi todos los alumnos estaban ya dentro cuando apareció en la puerta, todavía abierta, una alumna de tercer curso, con una sonrisa maliciosa en la boca y un gesto en la mano que indicó a dos de sus compañeras que salieran al pasillo con ella. Sachiko no le prestó atención, más que una simple ojeada por aburrimiento. Pero cuando las dos chicas volvieron a entrar en clase, no pudo evitar notar con alarma que la miraban fijamente, denotando un intenso desprecio que jamás había sentido. Ellas no se sentaron inmediatamente, si no que se acercaron a la mesa de una de sus otras compañeras, que las escuchó con atención y a medida que la conversación fluía, pudo ver el mismo cambio de expresión en su rostro, puro desprecio. Sachiko giró la cabeza, intentado no prestar ninguna atención a las chicas, y sacó los libros de texto correspondientes a la primera clase. Sin embargo, sentía como aquello que había transmitido su senpai empezaba a fluir por la clase, y el volumen suave y tranquilo de las conversaciones que se mantenían por la mañana temprano, cambió a uno más animado y fuerte. Oyó comentarios aislados cómo: "¡No puede ser!", "Menuda fresca", "Pobre chica"… Y nadie acudía a ella para comentarle el rumor. Sentía toda la atención, pero no sabía por qué. Miró el reloj, ansiosa, deseando que diera la hora de comenzar la primera clase. Pero pasó 5 minutos del inicio, y el sensei no acudía. Cuando estaba apunto de levantarse para salir de la clase, no pudiendo soportar tanto rumor, Himuro Reiichi apareció por la puerta con su clásico maletín y traje negro.
Corrió la puerta detrás de sí, y todos los alumnos se sentaron al instante, cesando las murmuraciones. Sachiko suspiró, aliviada.
-Siento la tardanza. He tenido que charlar esta mañana con una de vuestras profesoras para comprobar el progreso de su asignatura, y al parecer, lleváis un atraso importante en el estudio.
Himuro Reiichi, con tono serio y penetrante, habló durante 10 minutos de la falta de compromiso, concentración y estudio de sus alumnos. Todos le prestaron atención, silenciosos, sintiéndose culpables la mayoría, salvo aquellos que sacaban buenas notas en la asignatura y los que no les importaba para nada los estudios. Sachiko era, afortunadamente, una de las que llevaba bien la materia. Sin embargo, también mostraba un talante preocupado, que Himuro Reiichi notó con sorpresa cuando repasó todas las caras de sus alumnos. Por supuesto, estaba absorta en sus propios pensamientos, y cuando terminó la charla y empezó la clase, siguió igual. Intentaba pensar en un motivo por el que pudiera hablar la gente de ella. ¿Qué podía haber hecho o dicho?
Durante la primera media hora de clase no dejó de buscar motivos. Pero no se le ocurría nada de nada. Y en los descansos entre clase y clase podía sentir cómo era el centro de atención, y cómo la gente la despreciaba, pudiendo oír comentarios que a propósito eran dichos en voz alta para que pudiera escucharlos.
Finalmente, cuando llegó la hora del almuerzo, cogió su comida y salió rápidamente de clase en dirección al patio trasero. Sin embargo, antes de llegar allí, dónde podía esconderse de los demás, tuvo que atravesar los pasillos. Entonces su compostura se resquebrajó en mil pedazos, las lágrimas empezaron a recorrer sus mejillas al notar esas miradas, y oír esos comentarios mordaces de todos los alumnos del instituto. Y ya no podía parar. Parecía que todo el estrés acumulado de meses aprovechó el momento para escapar por sus ojos. Cuando llegó al banco escondido, a duras penas se sentó porque su mirada estaba nublada, y sus piernas débiles. Le empezó a doler terriblemente la cabeza y aunque intentaba no hacer ruido, no podía dejar de sollozar.
Permaneció así durante 5 minutos, hasta que su mente empezó a despejarse, y las lágrimas a cesar de caer. Aunque seguía sintiéndose fatal, y fue en ese momento cuando deseó tomarse todas las pastillas del mundo para cesar esos síntomas.
Entonces el ruido característico de su móvil que indicaba un nuevo mensaje la sobresaltó. Estaba tan concentrada en compadecerse así misma... Sacó el aparato electrónico del bolsillo de su falda, y lo desbloqueó. Cuando vio el nombre del remitente, el corazón le dio un vuelco, cómo siempre hacía cuando lo oía o veía. Se metió en el chat para poder leer el mensaje, y se quedó sorprendida por su contenido.
"¿Podemos hablar?"
