Disclaimer: Inuyasha y sus personajes no me pertenecen. Son propiedad de Rumiko Takahashi. Esta historia está escrita con el único fin de entretener.
Nota: fanfic escrito en conjunto con Morgaine la Chistera.
Advertencias: lenguaje vulgar, referencia a temas adultos y sexuales.
Naraku y Kagura
Naraku tenía ya un par de días sopesando una y otra vez la bizarra idea que se le había venido a la mente, todo en medio de la exasperación que le causaba la eterna rebeldía de su extensión favorita (y más odiada): la siempre indomable e insufrible de Kagura. ¡Maldita sea el día en que se le ocurrió crear a la encarnación del viento en una mujer! La peor y más funesta combinación de todas. A veces Naraku no sabía si al crearla había estado pensando con la racional cabeza de arriba, o la impulsiva cabeza de abajo.
Vale, tenía que estar muy desesperado para estar tomando en cuenta semejante opción que rayaba en la herejía, pero si era sincero consigo mismo, todo lo sincero que un villano de su calibre podía serlo, sí, estaba absoluta y completamente desesperado y por ello se veía orillado a tomar decisiones tan drásticas.
Quería a Kagura controlada, a su merced, a su fiel y leal servicio sin chistar, sin maldiciones, reclamos ni malas caras de por medio que tuviera que tragarse para no ahorcarla en cualquier instante. Tenía muchas cosas que pensar, gente que matar, todo un mundo el cual dominar, como para encima estarse preocupando por una insurrecta sin remedio. En cualquier momento la muy descarada podía volver a intentar traicionarlo, o peor aún, venderlo a sus peores enemigos. ¡La necesitaba controlada y dócil de una vez por todas!
Ya lo había traicionado una vez con Sesshoumaru y estaba seguro de que ayudaba a Inuyasha y su grupo de pacotilla por debajo del agua, ¡si ya casi la imaginaba seduciendo a Kikyou, su peor pesadilla, para darle las claves de cómo acabar con él! Claro, y por supuesto que Kikyou caería en las mortales redes de seducción de Kagura porque, a opinión de Naraku, si la sacerdotisa no le hacía caso a él, era porque seguramente tiraba para el otro lado.
Malditas arpías. ¡Todas las mujeres eran iguales! Maldijo por lo bajo con su mejor cara de ciega amargura. No se podía confiar en ellas, claro que no, pero cómo buen hombre y bastardo que era, había llegado muy sabiamente a la conclusión de que no se ganaría la simpatía ni el respeto de Kagura si seguía atosigándola día y noche, castigándola y regañándola por la más nimia cosa.
Mujeres… ni aguantan nada, se dijo.
Tenía ya más que comprobado que los métodos de castigo no servían con Kagura; Naraku no sabía si considerarla demasiado valiente, o demasiado estúpida, pero al final llegaba siempre a la misma conclusión: debía calmar su rebelde ira. Kagura seguiría siendo una rebelde sin causa y él, como su amo, creador y dueño, tenía la obligación moral de encausarla por el buen camino.
Su propio camino, claro está. El que más le convenía.
Eso no significaba entregarle su tan anhelado corazón ni mucho menos romper las cadenas que la ataban a él para dejarla libre y a sus anchas como siempre había soñado, razón por la cual lo despreciaba tanto. ¡Ni en sueños! Nadie crea esclavos para después liberarlos, era lógico. Pero siempre podía recurrir al sutil arte de la manipulación y el engaño, habilidad en la cual Naraku se consideraba un maestro y uno de los mejores, que no por haragán había llegado a donde estaba, aunque ahora no moviera su sensual culo para hacer el trabajo sucio.
Llegó a la conclusión, simple y aparentemente demencial, pero increíblemente lógica y apegada al sentido común, de que debía manipular a Kagura con algo más que su corazón y la constante amenaza de muerte. Más allá del chantaje barato y sencillo de ser él el Dios que decidía sobre la vida y la muerte de todo aquello que consideraba suyo.
Debía hacer que Kagura cayera a sus pies.
Una sutil sonrisa ladina se formó en los labios de Naraku, mientras dirigía los ojos, iluminados por la lujuria del poder y la ambición, al trozo de papel y pincel junto a su respectivo bote de tinta negra, tan oscura como lo era su mentiroso y pútrido corazón de desalmado. Sobre la mesita frente a él estaban todos los elementos, baratos y fáciles de usar, para hacer que Kagura lo adorara ciegamente.
¿Qué es lo que iba a ser? Fácil, le escribiría una carta de amor. ¡A la vieja usanza!
¡¿Cómo?! Se preguntó al principio. Más parecía capaz de escribir una carta de odio o mejor, una carta con una bonita amenaza de muerte en ella. ¿Él, rey de los tentáculos y el veneno, escribiendo una melosa carta de amor a una simple esclava? ¡Sí, señor, claro que sí!
El objetivo era sencillo. Se fingiría súbitamente fascinado por la belleza y personalidad de los mil demonios de su rebelde extensión en base a falsos halagos; halagos desalmados jamás escritos hasta ahora por el más maldito de los poetas, y le haría llegar la carta con el misterio y enigma de un atrevido amante que se esconde entre las sombras de la intriga, la curiosidad y el desprecio como mecanismo de defensa.
Bueno, no es que él fuera todo un poeta, eso del príncipe azul que todo lo da por su bien amada no era lo suyo. Si algo se le podría dar mejor era la onda de duro contra el muro, y su forma de "conquistar" mujeres no era exactamente ortodoxa, si se iba al caso del siempre fastidioso Onigumo y Kikyou, pero si se trataba de Kagura, por quien apenas y podía sentir nada más que el constante impulso asesino de darle con un mazo en la cabeza repetidas veces, podía fingirse algo así como enamorado de ella, por muy contradictorio que sonara. Mientras menos aprecio sintiera por ella, más fácil sería fingir tenerlo.
Si aquella estrategia, que estaba casi seguro de que funcionaría, hacía su efecto en ella y con algo de perseverancia propia de la naturaleza cazadora e insufrible de todo hombre terco y necio, Naraku estaba más que convencido de que tarde o temprano (en realidad, más temprano que tarde) tendría a la indomable Kagura comiendo de la palma de su mano, completamente rendida a sus pies al descubrirse amada por su mil veces maldito amo que accedía a darle una oportunidad sólo si era correspondido.
Después de todo, se dice, no hay mujer que se resista a los detalles y al romance. Kagura se las podía dar de muy macha y malota, pero seguía siendo una mujer, y era una especialmente soñadora e idealista.
Sólo necesitaría escribir unas cuantas cartas halagándola a morir, jugando con las frágiles emociones y sentimientos de una mujer encadenada, y para cuando acordara la tendría diciendo "sí, mi querido y venerable señor", y con su corazón derretido, latiendo a mil por hora en sus manos ante la sola idea de verlo al rostro.
Era un genio de puta madre, se dijo Naraku tomando entre sus manos el pincel y el papel.
—Si la convenzo de que la amo y de que todo lo que hago es por amor —susurró planeando la primera palabra que plasmaría en el papel—, lograré que ella se enamoré perdidamente de mí y rebeldía resuelta.
Cuando escribió la primera letra, en abismal tinta negra sobre el papel ligeramente amarillento desplegado con poca delicadeza sobre la mesa, Naraku hizo una mueca de desagrado, dudando unos instantes de aquel radical método.
Bueno, vale, era de esas soluciones místicas que sólo a él se le podían ocurrir. Había depositado su corazón en la forma de un indefenso bebé que aún se cagaba encima, ¿qué otra cosa más loca podía hacer después de eso?
"Querida Kagura,
Me molesto en tomar algo de mi valioso tiempo para escribir esta misiva únicamente para ti y por ti.
Te preguntarás, con lo mucho que me odias y que aparentemente yo también lo hago en respuesta a tus detestables insolencias, ¿y a este que bicho le ha picado? Bueno, querida mía, el bicho que me ha picado eres tú.
¡No sé cómo fui tan ciego en no ver lo maravillosa que eres! Por supuesto, solamente eres maravillosa y terriblemente bella gracias a mí; no por nada te creé a mi imagen y semejanza. Eres algo así como una versión femenina de mí, por supuesto que tenías que ser inhumanamente guapa. Teniendo esto en cuenta, ni siquiera sé porqué me tardé tanto en caer rendido a tus pies.
Pero en fin, debo confesarte, con todo el dolor de mi maldito y podrido corazón, que he sido demasiado ciego, incluso al punto del pecado, en no verte de frente y apreciarte como lo que eres: mi creación favorita. Muy por encima de Kanna o las otras inútiles extensiones que he creado y han perecido patéticamente en el campo de batalla frente a mis enemigos, sin embargo tú te has mantenido en pie. Sospecho, aún, que en gran parte gracias a que te creé perfecta.
Perfecta como yo. No tan perfecta como yo, quiero decir, pero sí en parte. Ya me entiendes.
Ya imagino la cara de asco que debes tener en estos momentos mientras lees estas palabras, pero debes saber que esto no se trata de un absurdo arrebato donjuanesco de mi parte para engañarte o manipularte. No tendría motivos para hacerlo, Kagura.
Y es en serio, no miento, ¡por primera vez no miento!
La razón por la cual te escribo estas palabras es para confesarme ante ti como un demonio que irremediablemente, con el tiempo y la convivencia diaria, ha caído a tus pies así como tú deberías hacerlo, o debiste hacerlo desde el principio. Y créelo o no, yo me encargaré de demostrártelo.
Tampoco me pidas tu corazón ni libertad como muestra irrefutable de mi desprec… amor por ti. Porque, seamos sinceros, ¿qué sería de ti sin mí? ¡No serías nada! Yo te creé, he intentado guiarte todo este tiempo a pesar de tus muchas insolencias y no me he atrevido a matarte. ¿No te parece eso suficiente para demostrar el amor y la fatal atracción que has despertado en mí? ¿Qué otra prueba más grande que esa? ¡No necesitas tu libertad ni mucho menos tu corazón! Es suficiente conmigo, preciosa. Todo lo que necesitas está en mí… incluyendo tu corazón.
Querida Kagura, he sucumbido ante ti porque tengo, literalmente, tu corazón en mis manos, ¿por qué creíste todo este tiempo que eso era algo malo? Quién diría que tus cadenas me encadenarían a ti.
De verdad, querida, ya no lo niegues más. Sé que me amas, no hay duda de ello, ¡si hasta tengo tu corazón en mis manos! (y sabes que no miento).
Además, si tú y yo estamos juntos, seriamos una familia perfecta, ¿no te parece? Figúrate esta escena, tú cuidando de esos críos chillones, mientras me preparas un rico almuerzo esperando mi regreso, y yo dominando el mundo sólo para ti. ¿O por qué crees que te creé como una mujer adulta junto a ese lindo par de tetas? Admítelo, me quedaron perfectas y estás orgullosa de ellas; si te la pasas enseñándolas a medio Japón, maldita descarada.
Ni siquiera hace falta que hable de lo que serían nuestras noches, ¿cierto?
Sé que tal vez no me creas, después de todo eres desconfiada sin razón alguna. Y si no me crees, Kagura, querida mía, me orillarás a tomar la decisión de obligarte a que me creas.
Tampoco pongas esa cara de asco, quién sabe si lo puedas llegar a disfrutar.
PD: tengo tentáculos, muchos tentáculos… si sabes a lo que me refiero.
Siempre tuy…
Siempre mía, para ti, mi Kagura querida.
Naraku"
Naraku la releyó una y otra vez y su cara de "estoy chupando limón" se hacía cada vez más grande mientras sus ojos, casi desorbitados por lo mismo que él había escrito, avanzaban sobre las palabras recién plasmadas en el papel, siempre con esa sensación de estar cometiendo una locura sin perdón y terriblemente embarazosa.
Lo que tenía que hacer un genio del mal para domar a una chica.
Oh, bueno, no le había quedado tan mal, ¿cierto? Era todo un caballero para expresarse, tanto así que en ocasiones no comprendía por qué todo el mundo lo tachaba de patán y bastardo, si claramente podía ser todo un galán si se lo proponía y la falsa diplomacia era uno de sus fuertes.
Con la carta terminada, y seguro de que surtiría el efecto esperado en los confusos pensamientos demenciales de su extensión, fue a entregarla en silencio cual gato ágil y la dejó justo debajo de la puerta del dormitorio de Kagura. De una forma u otra ella la encontraría. Y claro, todo eso no sin antes darle un sutil aroma a dulce veneno. Estaba convencido de que el olor llegaría a las fosas nasales de Kagura como lo harían las más fuertes feromonas animales.
Ya la imaginaba lanzándose a sus brazos para besarlo con desesperada pasión, y Naraku no supo si llegado el momento lo mejor sería arrepentirse, gritar que todo había sido una sucia treta del peor de los hombres y quitársela de encima, o bien, cumplir su palabra de los tentáculos, como buen macho que se respeta.
O tal vez podría hacer las dos cosas: usar los tentáculos toda la noche hasta dejarla medio muerta y con la garganta hecha pedazos, y luego quitársela de encima. La tendría tras él día y noche, rogando, ronroneando por más, y santo remedio a la rebeldía.
El reflejo del vómito estuvo por activarse en la garganta de Kagura apenas leyó la primera oración de la mentada carta, sin contar el raro y penetrante aroma a tóxico que el papel desprendía cada vez que sus dedos rozaban sus esquinas.
Al principio la intriga la llevó a mirar la carta misteriosamente puesta, de forma estratégica, frente a su puerta, pero luego la curiosidad la mató tomándola entre sus manos. Por un instante tuvo la esperanza de que fuera una carta por parte de Kohaku, confesándole que había recuperado la memoria y que estaba más que dispuesto a aliarse con ella para derrotar a Naraku y liberarse de sus garras, sobre todo luego de las muchas insinuaciones que ella le hizo con respecto a sus pretensiones de traición contra aquel que los mantenía bajo su yugo, pero entonces toda su esperanza de conseguir un aliado en su propio "bando", y gran parte de su cordura, se fue a la mierda al ver de parte de quién era la carta.
¡Del mil veces maldito de Naraku y sus ahora nuevos y novedosos aires de galán de quinta categoría!
Con la misma, y dispuesta a pagarle con la misma moneda, no lo pensó mucho, sobre todo en medio de su ira y ofendida dignidad, para escribir su propia carta de amor y enviársela a su bien amado Naraku.
"Jodido Naraku,
Mi muy querido y mil veces maldito e hipócrita creador. He leído tu carta y tengo más de un punto que quisiera aclarar únicamente para ti, querido.
Debo confesar que la leí una y otra vez incluso contra todos mis instintos de conservación en pos de mi cordura, pero al llegar a la quinta vez tuve ganas de sacarme los ojos y ponerlos a secar al sol, sólo después de tirarme de los cabellos y patalear cual chiquilla mientras soltaba las más vulgares maldiciones que sonrojarían incluso al más rudo y barbaján de los piratas.
No puedo creer la blasfemia, ¡la herejía! que me he visto forzada a leer por tu culpa y que justamente estaba dirigida a mí. Es repugnante y tuve que intentar no vomitar encima de la carta para poder terminar de leerla y comprobar, de una buena vez, que no se trataba de una pesadilla luego de alucinar tanto contigo y tus malditos aires de grandeza con los cuales siempre tengo que lidiar.
¿Qué bicho te ha picado? Y sí, sé que ese bicho no he sido yo. Gracias por la tan sutil y galante comparación, por cierto.
¿Acaso una de esas abejas del infierno te picó en la cabeza e intoxicó lo poco de seso que te quedaba, o acaso ya has comenzado a esnifar veneno en algún rincón del palacio?
Siempre te lo he dicho, si no la controlas, no la uses. ¡Nomas recuerda aquella vez que te andabas ahogando con tu propio veneno!
Eres una jodida víbora y mereces morir envenenado por tu propia verborrea tóxica.
Y por cierto, ¿qué te crees que soy? ¿Una niñata estúpida que no sabe detectar las mentiras cuando las ve? Vale, tendré muy poco tiempo de vida, pero para tu desgracia, me creaste como una adulta, por lo tanto tengo una mente desarrollada y madura, por mucho que tú digas lo contrario.
Ni creas que caería ante un "qué bonitos ojos tienes", mucho menos de tu parte. Y sí, sé que soy hermosa, modestia aparte, pero sólo gracias a mí y toda mi sensualidad, no a ti, ¡maldita piltrafa del diablo! ¿Al menos has intentado cepillarte el cabello una vez en tu miserable vida, o el espejo de Kanna no te sirve para una mierda?
Maldita sea, jamás pensé que llegaría el día en que te rebajaras a hacer semejante idiotez para engañar a alguien, ¡y sobre todo a mí! Eres un maldito chacal poco hombre sin suerte.
¿Usas esos mismos efectivos métodos de seducción con Kikyou? Ahora entiendo por qué la chica no te quiere soltar nada… ¿o qué es lo que pretendes con las mujeres? ¿Te parece muy romántica la idea de que si una chica sale contigo, será muy caballeroso y galante de tu parte eso de tener su corazón en tus manos? ¿Literalmente? ¿O tal vez estás buscando a alguien con quien estar para que tu reproducción asexual no parezca tan triste y patética?
Y sí, sigo queriendo mi puto corazón y mi libertad, el que no me hayas matado (aún) no me dice nada de tu supuesto amor por mí ni mucho menos me convence. ¡Sé muy bien que para ti sólo soy una esclava, maldita marioneta del patriarcado!
Te podría creer en algún momento imbécil de ingenuidad, mi querido y venerable señor, si no me hubieras usado como carne de cañón y sujeto de experimentación en mi primera misión, mientras me susurrabas órdenes aderezadas de banal dulzura antes de soltarme al ruedo sin piedad. ¡Era mi primera misión, mi primera pelea, y no me advertiste nada! Sólo me arrojaste al mundo cruelmente. Y sí, vaya que te tengo coraje por eso. ¡No creas que se me olvida, ya deberías de saber que las mujeres jamás olvidamos nada!
Si así lo hiciste con la primera misión, no quiero ni imaginar cómo sería cualquier otra de mis primeras veces haciendo lo que sea contigo. Y menos con esos repugnantes tentáculos que te cargas. Porque si a esas nos vamos, prefiero mil veces enrollarme en una grandiosa orgía con Bankotsu y sus estúpidos amigotes que contigo y tus tentáculos.
Oh, por todos los cielos, no puedo creer aún que creyeras que yo caería ante tus torpes palabras de hipócrita amor. No soy tonta, Naraku, soy rebelde, más no idiota como tú siempre pregonas. ¡¿A dónde vamos a parar con esta hiriente y absurda actitud?!
Y sí, sé muy bien que tienes mi puto corazón en tus manos, gracias por recordármelo. ¡Gran método de conquista, por cierto! Le arrancas el corazón a una chica que no te ha hecho nada, cuando no ha podido ni abrir los ojos, y esperas que caiga perdidamente enamorada a tus pies.
Insisto, por algo Kikyou siempre te manda a la mierda. ¡Claro, mátala una y otra vez, al fin que las chicas no anhelamos verdadero romance, sólo que nos maten porque amamos las tragedias!
¿No crees que te hubiera salido mejor comprarle unas putas flores, en lugar de desgarrarle el hombro hasta hacerla morir desangrada? Ya las chicas tenemos suficiente sangre y sufrimiento con cada mes.
Y no, yo no quiero flores. Y sí, estaba hablando de la regla. Ojalá y te mueras del asco, ¡al fin que ustedes no entienden nuestro infinito dolor!
PD: no vuelvas a mencionar mis tetas. Me importa muy poco si me las hiciste perfectas y tampoco pretendo darte las gracias; yo las enseño a quien quiera, y cuando yo quiera, si me da la real gana.
PD: tampoco quiero ser tu jodida esposa ni la madre de tus engendros del demonio.
PD: vete al infierno y púdrete, Naraku.
Nunca y jamás tuya,
Kagura"
Posiblemente ya podían tacharla de loca rematada, e incluso Naraku estaría casi en lo correcto de decidir jugar Ping Pong con su corazón contra la pared, pero cuando una necesitaba decir un par de verdades, no podía simplemente callarse. O, en este caso, no escribir la bendita contestación.
Se acercó a paso enojado hasta la gran sala de Naraku, respiró hondo, y empujó su carta por debajo de la puerta.
Y si Naraku se estaba convirtiendo en un ser con ideas demenciales, y ya rayando en lo estúpido escribiendo ese tipo de cartas, ¿por qué ella no podía ser un poco más suicida de lo normal?
De repente se paralizó frente a la habitación. La verdad es que no tenía ni una puta idea de lo que había llevado a Naraku escribirle semejante carta, pero ahora que se detenía un momento… a lo mejor Naraku sí había perdido el juicio.
De inmediato se arrepintió de dejar la carta en su destino. Tendría que haberle seguido el juego, haberse acostado con él y cortarle las pelotas. A lo mejor hasta podía amenazarlo con eso para que le devolviera su jodido corazón.
Aún era tiempo de cortar la puerta a la mitad y tragarse la maldita carta. Sí, la tomaría, si ya la había agarrado la arrancaría de las manos de él si era necesario; luego la masticaría como una bestia maniaca y salvaje y se la tragaría aunque le diera una indigestión brutal.
Cuando le envió la carta por debajo de la puerta, una noche después de que Naraku le entregara la suya, Kagura pensó que cuando la escribió y mandó sin discreción ni pudor alguno, que sinceramente se la pasó, muy loca ella, montada en un pony recorriendo un camino de arcoíris adornado por un bosque con montículos de azúcar como empalagosas copas de arboles en un mundo de felicidad descarada.
Sí, porque se había montado en semejante fantasía idiota al creer que podía largarle a Naraku la puteada de su vida y salir impune e ilesa, por qué no sabía cómo él le perdonaría la vida luego de tanto insulto, que se tenía bien merecido, muy a pesar de la burrada con la que él le había salido.
Al final de cuentas, no la mató, pero jamás volvió a escribirle otra carta, aunque ciertamente Naraku le propuso el asunto de los tentáculos junto a una sonrisilla ladina que muy poco pretendía mostrar amor del bueno, y ahí Kagura no supo si hubiera sido mejor simplemente ignorar la carta y hacer como si jamás la hubiese leído (además lo de los tentáculos, si lo pensaba dos segundos y con algo de calentura encima, no sonaba tan mal), o de plano cortarse ella misma la cabeza.
La idea de este fanfic la tuve apenas unos pocos días. Estaba pensando en escribir alguna cosilla por motivo de San Valentín, y de pronto se me prendió el foco y pensé que sería buena idea escribir "cartas de amor" enviadas unos a otros por parte de mis shipps favoritos, todos crack, debo aclarar xD
La verdad toda esta semana estuve en exámenes y no tuve tiempo de escribir nada, este capítulo lo hice hoy (sí, estoy soltera, como pueden ver o.ó) y bueno, esto ha salido, por supuesto, también en gran parte y gracias a la genialidad de Morgaine la Chistera. Ella me ayudó con un montón de diálogos, beteando el capítulo y agregando cosas de su cosecha. ¡Muchas gracias, guapa! Sabes que eres la puta reina de la comedia en el fandom de Inuyasha :3
Bueno, sólo tengo este capítulo escrito, pero trataré de escribir lo más rápido posible los siguientes, que por fortuna no es un fic de capítulos largos.
Para aclarar, además de obviamente haber tratado ya la pareja Naraku/Kagura (MI PUTO OTP ASDFGHJK), también trataré la pareja Naraku/Yura, Naraku/Kikyou, Sesshoumaru/Kagura y Bankotsu/Kagura. De hecho intentaré escribir un capítulo por día.
En fin, espero lo hayan disfrutado. También espero que no me haya quedado muy OOC D: y gracias por tomarse el tiempo de leer.
¡Feliz día de San Valentín! ¡Que les regalen muchas cosas, dulces, festejen y follen mucho!
Me despido
Agatha Romaniev
