Qué tal, personas... ¡Mi primera vez! No es mi primer fic, ni el primer multichapter, pero sí mi primer USUK *redoble de tambores y aplausos por todas partes*
Este fic no es muy romántico, aunque la relación Alfred-Arthur es vitalícima, si hay romance o no... Es deber de ustedes descubrirlo. Parte como FrUK, pero no se asusten, es necesario o ¡no habría historia! Es necesario el lazo Arthur-Francis para que todo se desarrolle.
Escribo sin fin de lucro.
Hetalia Axis Powers y todos sus personajes-entiéndase los idiotas arriesgados y los amables anfitriones- pertenecen a Hidekaz Himaruya.
Advertencias: tarísticas. Este fic tendrá escenas fuertes, de hechos que pueden revolverles el estómago. Están advertidos.
Bestia Encerrada
Prólogo
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- Muévete, Arthur.- Lo instó, llevando de la mano a su novio. Arthur, achispado con el alcohol de la fiesta de la que venían, apresuró el paso para ir a la par de Francis.
Se detuvieron al borde de la carretera, atisbando fugazmente si venía algún vehículo. Las estrellas brillaban con fuerza junto a la luna. Arthur llegó a preguntarse incluso si alguna vez vio alguna estrella como aquellas allá en Londres.
Francis sacó de su bolsillo un encendedor y encendió un cigarro. Un camión pasó frente a ellos. Al guardar el encendedor de nuevo en su lugar rebuscó su bolsillo por monedas. Le dio una última y profunda calada a su cigarrillo, mirando de reojo al otro rubio. Botó la colilla al suelo y soltó el aire.
Atravesaron la carretera, entre risas. Del otro lado, continuaron caminando hacia una parada de buses. Seguramente allí se encontrarían con Antonio y Lovino y podrían irse todos juntos.
O podían no hacerlo.
Viendo los altos árboles de ese lado de la carretera, Francis tuvo una idea. Con un "ven" y sin soltar la mano de su pareja, bajó a la zanja que dividía el terreno boscoso del pavimento y con la vitalidad de su juventud subieron del otro lado.
Pasaron por entre el alambre de púas y se adentraron, explorando.
- ¿No tienes miedo, frog?- Preguntó Arthur, viendo desaparecer la carretera entre los troncos, cada vez más lejana.
- Para nada, estoy contigo.- Contestó, mirándolo con una sonrisa y entrecerrando los ojos.
- Pueden haber animales salvajes aquí, quién sabe qué bestias tienen los yanquees por mascota.-
- Si algo nos ataca sé que me defenderás.- Francis rió con la ocurrencia, entrelazando sus dedos con los del menor.
- Este parece ser el momento perfecto para asesinarte de una vez y librar al mundo de tu existencia.-
- No me asesinarás.- Negó el francés, restándole importancia.
- ¿No?- Arthur levantó una ceja.- ¿Por qué tan seguro?-
- Porque me amas.- Le sonrió, como si aquella fuese la respuesta a los problemas del mundo.- Tampoco me molestaría que me atacaras.- Agregó, pícaro.
- Idiota, ya sé que ideas tienes, bloody hell.- Arthur, sin embargo, sonrió, siguiendo camino hacia el interior. Miró hacia las copas de los árboles, ocultas en negrura.- ¿Y qué es todo esto?-
- Debe ser otra propiedad como la de Mathias. Seguramente es un bosque que van a talar.-
Se detuvieron un momento. Francis tomó entre sus manos enguantadas las mejillas de Arthur y lo besó. El inglés le respondió con otro beso, riéndose.
- Siempre he querido hacerte el amor en un bosque, sobre la tierra y las hojas.-
- Imbécil, esas cosas no se dicen.- Le rebatió Arthur, mas, tras plantearse la idea, sintió un golpe de calor en la cara. Lo besó de nuevo, asiendo los largos cabellos rubios de Francis, mientras éste buscaba los botones de su abrigo.
Arthur, entre risas (era joven, venía de una fiesta y probablemente al día siguiente tendría otra) se dejó hacer con unos cuantos "¿qué haces, rana tonta?" y otros tantos "eres tan predecible".
Cuando Francis dejó los botones para deslizar el abrigo por los hombros ingleses, se escuchó un ruido (¿una detonación?) y el muchacho de cabellos largos se quedó quieto un segundo.
- Francis, ¿pasa algo?- Preguntó el inglés, levantándole el rostro al notar los quejidos de dolor. Francis cayó sobre él. Arthur lo abrazó, manteniendo el equilibrio.
- Arthur…- Murmuró. El mencionado, en tanto, notaba una sensación cálida en los dedos. Desde lejos se escucharon unos ladridos y el joven se asustó. Miró una de sus manos, descubriendo que la tenía manchada. La acercó a su rostro, oliendo el hierro de la sangre.
- ¿Francis?- Preguntó, entendiendo lo que eso significaba. Luego, al escuchar que los ladridos se acercaban, gritó.
- ¡YA NOS VAMOS, NO SABIAMOS!- Francis intentó mantenerse con sus propios pies, pero la munición en su espalda no se lo permitió y acabó en el suelo.- ¡POR FAVOR, FUE UN ERROR!-
Los ladridos se aproximaron, hasta que Arthur dudó entre dejar a Francis allí y correr o quedarse a su lado. Cuando estaba más cercano a salir corriendo, los ladridos se alejaron. Inhaló profundo y contuvo el aliento, mirando en la dirección desde la que antes provinieran éstos. Una persona se acercaba, con una escopeta en la mano. Levantó los brazos.
- ¡DISCULPENOS, NO SABIAMOS QUE PERTENECIERA A ALGUIEN, SOLO PASEABAMOS!- Burda explicación, en especial a esas horas de la noche y siendo ellos dos jovenes, pero estaba asustado, con su novio sangrando en el suelo cubierto de hojas y una persona acercándosele con un arma.- ¡DEJENOS IR, POR FAVOR!-
La persona se detuvo un momento, y Arthur tuvo la ilusión de haber sido escuchado, cuando un fuerte golpe en la nuca lo hizo perder el conocimiento.
+'+'+'+'+
Abrió los ojos con cuidado, sin poder distinguir bien las formas. Una luz le mostraba unas sombras proyectadas en la pared. A sus pies, veía parte de un bulto… ¿Francis, tal vez? Más allá vio otro cuerpo, inerte, apoyado en la pared.
Escuchaba una voz dialogando. La segunda voz no la escuchaba, pero veía como las sombras se movían, siendo la silueta de alguien levantando los brazos, negando con la cabeza, pateando el suelo y, en general, discutiendo.
Volvió a perder el conocimiento.
+'+'+'+'+
Arthur despertó sobresaltado, irguiéndose nada más abrir los ojos.
La luz entraba a raudales por un gran ventanal a su izquierda, y él estaba acostado en una cama amplia, de sábanas claras. La habitación, así mismo, era extensa, con un escritorio adosado a una pared que daba hacia los ventanales.
Le dolía la nuca.
Se dio cuenta de estar en ropa interior casi al mismo tiempo de recordar a Francis. ¿Dónde estaba Francis? ¿Dónde estaba él?
Esperó unos minutos en silencio, asustado a pesar del sol otoñal que calentaba desde hace horas su rostro. Recordó la fiesta del día anterior, a Ludwig y Gilbert compitiendo por cual de los dos bebía más cerveza, a Lovino coqueteando con cada chica estadounidense que se le cruzara y a Francis teniendo que ser golpeado por él para que no se fuera a la caza. Tener a un grupo de europeos como aquél en un viaje era todo un lío.
Recordó el bosque en la noche y la sangre en la espalda de Francis.
A través de los ventanales se veían las copas de los árboles y, más allá, la carretera.
Repito, ¿en dónde diablos estaba?
Se levantó con cuidado, sin estar seguro de nada. Recordaba a una persona. Tal vez los hubiese auxiliado. De ser ése el caso, ¿Francis estaría en una habitación de la casa o en un hospital?
No conocía la región, con suerte hablaban el mismo idioma. Pero hospitales hay en todas partes, ¿no?
Encontró su ropa sobre una silla, junto a un espejo de cuerpo completo. Se miró, se pasó la mano por la cara y revolvió su cabello antes de vestirse con las mismas prendas impregnada de humo del día anterior.
Afuera había un corredor que conectaba con otras habitaciones. Todo estaba limpio y nada parecía fuera de lugar.
Tomó una dirección al azar, hasta llegar a unas escaleras que daban a un vestíbulo. Las bajó: la puerta principal estaba abierta y una puerta secundaria, que antecedía a ésta, estaba cerrada para que la temperatura de la casa no se perdiera. Al ir por la mitad de la escalera, un chico, seguramente más joven incluso que él, dejó una pala apoyada en la pared externa de la casa y entró.
Al verlo, el chico se detuvo dubitativo un momento antes de saludarlo tímidamente con una mano y pasar al comedor. Arthur bajó los escalones que le quedaban y lo siguió. No lo encontró en la habitación, pero poco después volvió a entrar por otra puerta, bostezando.
- Buenos días, ¿dormiste bien?-
- Sí, gracias. Tú me ayudaste, ¿cierto?-
- Yeah. Anoche me asustaste, fui a sacar la basura y te encontré tirado en el suelo. Creo que bebiste demasiado, dude.-
- ¿Y el chico que estaba conmigo?- Preguntó el inglés, sin comprender. Por lo demás, ¿quién saca la basura tan tarde? ¿Y en medio de la nada?
- Estabas solo, si viniste con un amigo te dejó.-
- Yo estaba con un chico… de cabello rubio y largo, se llama Francis Bonnefoy, se desmayó antes que yo quedara inconciente… estaba sangrando.-
- No, dude.- El chico meneó a cabeza.- Estabas solo. No había nadie contigo.-
El chico sacó una caja de cereales de un estante. Arthur lo observó de lejos. Debía medir apenas un par de centímetros más que él, era castaño, usaba lentes y lucía joven.
- ¿Desayunarás? Tengo café, leche, jugo, pan…- Comenzó a enumerar.
- ¿Té?- Preguntó Arthur, sentándose en una silla.
- Té… me recuerdas a mi madre, siempre tomando té, aunque Ma…- El chico se cortó.- Por aquí debo tener.-
Arthur esperó mientras el chico iba de lado a lado buscando y poniendo la mesa con pan, mermeladas, queso, huevos, tocino, café y muchas otras cosas que Arthur no sería capaz de ingerir solo en tales cantidades.
Empezaron a comer y el chico, levantando la mirada de pronto, le preguntó tras morder su pan:
- ¿Y quién eres?- Tragó.- Me llamo Alfred. Alfred Jones. Soy tu salvador de anoche.- Sonrió con los dientes llenos de huevo.- Aunque es una suerte que haya dejado mis tareas para última hora, o no te habría encontrado ni por casualidad. Sacar la basura, digo.- Se echó otro trozo de pan a la boca y miró hacia el techo.- Ahora que recuerdo, parece que dejé las bolsas tiradas a mitad de camino.-
- Arthur Kirkland.- Le extendió la mano sobre la mesa y Alfred se limpió la suya en su pantalón antes de estrechársela.
- Tienes un acento extraño.-
- Soy inglés, es normal que te parezca extraño.- "Extraño, dice el que deforma todas las terminaciones".
- ¿Y qué haces aquí, ser inglés de acento extraño?-
- De viaje… estaba… vinimos con unos amigos a divertirnos unas semanas. Unos compañeros, el chico con el que estaba anoche y yo.-
- Anoche no estabas con nadie.- Le recordó el muchacho.- Te ves viejo, ¿cuántos años tienes? ¿Treinta?-
- ¡Veintitrés!-
- ¡Ha! Eso es imposible, dude. Pareces como mínimo de treinta, con esas cejas y…- Alfred se estiró para verlo mejor.- Bueno, la ropa salva un poco. Pareces de veinticinco.- Concedió, dándole otro mordisco a su pan con huevo y tocino y acercando una taza con café negro.
- ¿Y tú cuantos tienes, en todo caso, niñito? ¿Dieciséis?-
- Wroooong. Tengo diecinueve.- Tragó y levantó la taza.- ¿Quieres que te lleve al pueblo? Tengo que arreglar unas cosas antes si es así.-
- Tengo que encontrar a mi amigo.-
- ¡Dude, llegaste solo!-
- Vine con un amigo.- "¿Este me ve cara de mentiroso o qué? Niñato, sin respeto a sus mayores".
El estadounidense suspiró.
- Bueno, bueno, si estás tan seguro, puedes quedarte el resto del día y buscarlo.
