Capítulo I "La dulce espera"

El primer día de esta nueva etapa se vio al fin encima. Hace mucho tiempo que Kurt esperaba esto. Una semana faltaba para su cumpleaños número 11 cuando comenzó a pegarse a la ventana de su sencillo hogar en las afueras del Valle de Godric desde que se levantaba hasta que se acostaba, casi no dormía pensando en que lo aceptaran en Hogwarts. Sus padres eran magos, igual él. Su casa era fácil de ubicar, todos sus amigos la habían recibido un par de días antes de los once años. ¿Acaso podía ser? De solo imaginar que a él no le llegaría la carta del colegio se le estremecían todos los músculos.

Era ya 26 de Mayo, al día siguiente le llegaría un nuevo año y aún no la carta del Colegio más importante de toda Gran Bretaña. Se levantó ya resignado a no recibir dichosa carta y tener que emigrar a Dumstrang, que asco de vida. Se puso las pantuflas cuando de repente se escuchaba a toda máquina correr a Cutre, su perro, por las escaleras hacia arriba. Desesperado llega Cutre a la alcoba de Kurt con un sobre en el osico que deja caer, un poco babeada, en los pies de Kurt. El joven, que se encontraba sentado en la cama aun tratando de despertarse, tomó el sobre con exaltación.

Tuvo el sobre frente a sus ojos y no sabía si era cierto lo que leía "Mr. Kurt Elizabeth Hummel" y a continuación su dirección. Sin duda era la de él, no se habían equivocado, le había llegado por fin el pasaje directo a la gloria, la aceptación al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Muy emocionado abrió a duras penas el sobre para encontrarse un pergamino escrito de puño y letra de manera muy prolija.

"Querido señor: Kurt Elizabeth Hummel. Tenemos el placer de informarle de que dispone de una plaza en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Por favor, observe la lista del equipo y los libros necesarios. Las clases comienzan el 22 de agosto. Esperamos su lechuza antes del 20 de julio. Muy cordialmente, Minerva McGonagall, Subdirectora."

Saltando, gritando y hasta llorando de alegría salió corriendo de su cuarto para contarle a su padre, Burt, que le había llegado el tan ansiado sobre. –Papá, papá, depierta.- Le gritaba muy consternado a los pies de la cama matrimonial que hace años ocupa Burt solo. Se exaltó al despertarse y ver a su hijo desesperado allí. –Me aceptaron, me llegó la carta papá.- Burt lo felicitó y se fundieron en un abrazo de felicidad infinito.

El día fue mágico, Burt preparó huevos revueltos con tocino para el desayuno, como hacía siempre, y leyeron juntos el Profeta. Pero en realidad a Kurt poco le importaban las noticias. Salió corriendo luego de desayunar para contarle a todo el vecindario sobre las buenas nuevas, incluso le escribió una lechuza a su tía, que vivía en Francia.

El momento había llegado, ahora le quedaba ir a comprar todas las cosas al Callejón Diagon, igual tenían tiempo para eso, el tren zarpaba hasta el 1° de Setiembre. El día siguiente fue el mejor cumpleaños que recordaba en mucho, mucho tiempo.