Después de estar durante semanas con la nueva película en la cabeza y pensando que tenía que escribir algo en honor a este mítico principio del fin, aquí está una nueva historia de HP :3
Fandom: Harry Potter
Personajes principales: Harry Potter y Draco Malfoy
Personajes secundarios: OFC, Hermione, Ron, Luna, Ginny (y puede que varios más)
Pareja: Harry/Draco
Rating: PG
Word count: 2.102
Spoilers: si no has leído el 7 (a parte de muy mal hecho ¬¬ xD) muchooos
Warnings: Hm... Divagaciones varias y monólogos interiores? por este capi creo que solo eso
Summary: Ha pasado un año desde la Gran Guerra y Harry, que ha pasado todo este tiempo viviendo en Menorca y apartado de la vida magica, vuelve a Londres para pasar la Navidad con sus amigos.
Capítulo 1.-
Hacía frío, mucho frío. Durante todos esos meses de sol, playa y clima mediterráneo había olvidado el frío que podía llegar a hacer en Londres. Había ido a pasear, sin destinación alguna en mente, y ahora tenía hambre y empezaba a sentir cómo se le congelaba todo el cuerpo. Podía coger el metro y volver a casa, había una parada cerca, pero no tenía ganas de volver a encerrarse entre cuatro paredes ¿qué iba a hacer allí?
Harry se paró delante de una librería y se acercó las manos a la cara, dejó ir una bocanada de aliento cálido hacia ellas y las restregó con fuerza, las volvió a esconder en los bolsillos y siguió andando. Al parecer los guantes no estaban cumpliendo con su función de mantener los dedos pegados a las manos, más bien parecía que quisieran contribuir a convertirlos en cubitos con los que decorar la bebida de algún club gótico-vampírico de esos que empezaban a proliferar. De repente su estómago dejó ir un gruñido de hambre y Harry estuvo tentado de mirar a cada lado por si alguien le había oído, pero todo el mundo caminaba apresurado arriba y abajo sin prestarle la más mínima atención. Sonrió y emprendió de nuevo el paseo, pensando dónde podría parar a por un té bien calentito. O un chocolate. Oh sí, sí, definitivamente eso olía a chocolate, delicioso chocolate caliente, espeso, oscuro y a poder ser con esas virutas de colores que había visto en las revistas de cocina y que tanta gracia le habían hecho. Harry abrió los ojos, sin recordar cuándo los había cerrado, y se encontró cara a cara con a la fuente de aquel olor que le hacía la boca agua.
Era una cafetería pequeñita y acogedora, muebles de madera oscura y paredes color crema con algunas fotografías de la ciudad enmarcadas en sobrios marcos negros. El local tenía forma de L, la entrada daba a un largo pasillo donde estaban a un lado la caja y la barra y a otro un seguido de mesas individuales, todas ellas ocupadas. Harry siguió avanzando. No pudo evitar entrar, el olor le guiaba, como cogiéndole de la mano, y la suave música que sonaba por los altavoces le susurraba que se sentara en una mesa y descansara. Llegó al fondo de la cafetería y encontró una mesa vacía junto a la pared, se quitó los guantes, la chaqueta y la bufanda, lo dejó todo sobre la silla que no iba a ocupar y finalmente se dejó caer sobre la otra, sorprendentemente cómoda. Cogió la carta y se enfrascó en la larga lista de cafés, tes y chocolates que el establecimiento ofrecía.
-¿Sabe lo que va a tomar? —preguntó una voz a su derecha. Harry alzó la mirada de la carta, su pedido a punto de tocar el aire, cuando sus ojos se posaron sobre el camarero. No, no podía ser. Y aun y así… Como Harry no decía nada, el joven respiró hondo (las aletas de aquella nariz respingona inflándose por unos segundos) y siguió hablando— Nuestra especialidad de la semana es el choco-coco, chocolate caliente con aroma a coco. Pero si prefiere un té, el de frutos del bosque ha sido uno de los más apreciados este mes —Harry tragó saliva y asintió con la cabeza.
-El chocolate está bien, gracias.
-¿Va a querer algo para comer?
-Eh… un croissant, si tienen.
-Muy bien, ahora le traeremos su pedido.
El camarero se fue y Harry dejó ir un aire que ignoraba haber estado conteniendo. Ese… era Draco. Draco Malfoy. Su némesis en Hogwarts, el chico pijo y creído que había intentado arruinarle la vida durante seis años… ¿Y el séptimo? Entonces pareció que por fin había abierto los ojos, que se había percatado de lo horrible que era el bando del que tan orgullosamente había estado fanfarroneando siempre. Entonces pareció que quería esconderse, meter la cabeza en un agujero y rezar para que nadie se diera cuenta de que estaba allí en medio sin poder salir, que quería huir como el cobarde que siempre había sido. Pero le había salvado la vida a Harry, había mentido a su padre y el grupo de mortífagos que habían estado invadiendo su casa durante meses para salvarle. Y eso era algo que Harry, después de interminables exámenes médicos y psicológicos, terapias y charlas varias, no conseguía ni entender ni olvidar.
-Aquí tiene, el chocolate está muy caliente así que vaya con cuidado —de nuevo una voz a su derecha le hizo volver a la realidad. Esta vez, pero, cuando Harry alzó la vista, no la posó sobre un chico joven, pálido, rubio y de ojos grises como el acero, si no sobre una chica morena, de grandes ojos miel y cara redonda.
-Muchas gracias, lo tendré en cuenta.
La chica le sonrió y se fue.
¿Por qué no había sido Draco el encargado de traerle su pedido? ¿Había sido todo una alucinación? No, no podía ser, ¿por qué iba a aparecérsele Draco Malfoy, entre todas las personas, en una cafetería muggle trabajando de camarero? No tenía sentido. Puso las manos alrededor de la taza blanca con cenefas azules y dejó que el calor del chocolate acabara de ahuyentar el frío que aun había en ellas. Draco Malfoy trabajando. En una cafetería muggle. Harry rió por lo bajo y se acercó la taza a los labios, éstos rozando la porcelana pero sin mancharse de marrón. Iba a dar por fin el primer sorbo tentativo cuando le volvió a ver, disipando cualquier duda que su mente pudiera haber albergado al respecto. Efectivamente, aquel camarero era Draco; alto y delgado, pálido, con el cabello platino algo más corto de lo que recordaba de la última vez que le vio, nariz recta y respingona y ojos de tormenta fríos como el clima ahí fuera en la calle. Harry no podía apartar la mirada de aquella espalda recta y esbelta, la curiosidad era demasiado poderosa. El chico acabó de recoger las tazas y platos de la mesa vacía y se dirigió hacia una puerta que había cerca de los lavabos, la empujó con un pie y entró, la puerta se cerró y Draco desapareció tras ella.
Harry se encogió de hombros y bebió el chocolate. Estaba delicioso. Cogió el croissant y rompió uno de los cuernos, lo mojó en el chocolate y se lo llevó a la boca, delicioso también. Fue comiendo poco a poco hasta que oyó el abrir y cerrar de la puerta otra vez, alzó los ojos y se encontró con los grises de Draco, quien los desvió con rapidez y siguió su camino hacia la otra parte de la cafetería. Así que le ignoraba ¿o quizá no le había reconocido? Después de todo, Harry había pasado todo un año en Menorca tras la guerra, los juicios y las extenuantes ruedas de prensa y celebraciones conmemorativas. Allí se había puesto moreno, se había cambiado las gafas, renovado todo el vestuario y gracias al gimnasio dejado de ser un enclenque. Podía tratar de hablar con él cuando fuera a pagar.
Harry se acabó el croissant y bebió el chocolate que le quedaba. Miró el reloj y se sorprendió del tiempo que llevaba allí metido. Si no llegaba a casa antes de las seis para ayudar a Luna con el árbol de Navidad, la chica iba a enfadarse. Se levantó, cogió la chaqueta negra y pesada y se la puso, cogió los guantes y los dejó cada uno en un bolsillo, sobresaliendo ligeramente, se colgó la bufanda de un hombro y sacó la cartera del bolsillo mientras se dirigía hacia la caja. Vio como Draco le veía llegar, apartaba la mirada de nuevo y hacía un gesto hacia su compañera.
-¿Le ha gustado el chocolate? —preguntó la chica mientras apretaba un seguido de teclas en la caja registradora.
-Estaba muy bueno.
No podía ser que Draco no le reconociera, ¿entonces por qué le evitaba? Harry sacó un billete de la cartera y pagó ¿podía ser que se sintiera avergonzado? Después de todo no le sorprendería… Harry aceptó el cambio y se despidió con una sonrisa. Podría haberle dicho algo, hacerse el sorprendido y montar la típica escena de "¿Eres tú? ¡Cuánto tiempo!" ¿Pero de qué serviría? Habían sido enemigos jurados nada más pisar Hogwarts. Harry se puso los guantes y se colocó bien la bufanda mientras emprendía el camino hacía la parada de metro. ¿A qué venían esas ganas de hablar con el rubio?
El día había ido bien, el anticiclón que había estado sometiendo la ciudad de Londres a los extraños rayos del sol había desaparecido y el frío y el viento habían vuelto a su sitio. Cuando hacía frío lo que más quería la gente era sentarse en un lugar tranquilo y relajarse con una taza de té, café, o chocolate bien calientes. Las pastas eran el acompañamiento perfecto.
A Draco le gustaba el lugar. Hace un año se hubiera reído en la cara de cualquiera que se hubiera atrevido tan solo a insinuarlo, pero en ese tiempo habían cambiado tantas cosas… Él mismo una de ellas. La guerra, las torturas, la sangre, el dolor, las lágrimas. Todo ello aun le atormentaba algunas noches, y era allí, en la tranquila cafetería, limpiando mesas y sirviendo a muggles, donde más a gusto se sentía. Seguramente por lo completamente opuesto a lo que todo el mundo creía de él, seguramente por que, como decía su contrato, hacía aquello como servicio a la comunidad.
Tras la guerra, su padre había vuelto a prisión. No en Azkaban, que había quedado destrozada, si no a un nuevo complejo que distaba muchísimo de la crueldad de la isla. Draco iba a verle una vez al mes. Por su parte, él y su madre se habían librado de aquel camino gracias al testimonio de Potter y alguno de sus amiguitos, que habían confirmado su versión de los hechos de cómo los dos habían tratado de proteger al chico, traicionando así al Señor Oscuro. Aun y así, aquello no quería decir que hubieran salido de rositas del juicio; La Mansión sería inspeccionada centímetro a centímetro como nunca había sido inspeccionada y todo lo relacionado con las artes oscuras sería confiscado, Narcisa ayudaría en el Hospital de San Mungo elaborando pociones y Draco… Sin saber aun muy bien cómo o porqué, había acabado viviendo cual muggle. Toda magia que salía de su varita —y de la de su madre— era minuciosamente controlada y así sería durante los tres próximos años y no podían salir de la ciudad o del país sin avisar al Ministerio, así pues, la vida como muggle no resultaba pesada. Tenía su pequeño apartamento —por el cual, por suerte, pagaba su casi intacta fortuna— cerca de Bloomsbury, un trabajo y, poco a poco, un nuevo círculo de amigos que le apreciaban por quien era y no por sus contactos o por el miedo que les producía. No lo iba a negar —pero tampoco aceptarlo en voz alta—, al principio había sido un infierno; uso restringido de magia por vivir en zona muggle, el espacio y las comodidades reducidas, el trayecto de casa al trabajo y de vuelta del trabajo a casa, hacer la compra, cocinar, limpiar… Servir a muggles, interactuar con ellos. Pero lentamente había ido adaptándose y todo aquello le hacía ver cómo, por primera vez en casi veinte años, estaba viviendo su vida. No como la había imaginado, querido o esperado, pero era suya, sin padres a los que contentar ni señores oscuros a los que obedecer y temer.
El día había ido bien, hasta que de detrás de una carta habían asomado los ojos más verdes que jamás hubiera visto y que le eran imposibles olvidar. Cuando estos se posaron sobre él y vio el reconocimiento reflejarse en el cristal de las gafas, tuvo que reprimir un escalofrío, obligarse a sí mismo a no ceder, seguir como si nada. Era una casualidad, una de aquellas crueles y punzantes casualidades que tanto le gustaba esparcir por el mundo a la vida, pero una casualidad nada más. Mañana sería un nuevo día y Harry Potter volvería a ser tan solo un recuerdo escondido en lo más profundo de su mente.
Pero no fue así, por supuesto. Por mucho que Draco se empeñó en ignorar al chico y por mucho que trató de no pensar sobre qué sería de él, cómo sería su vida en aquella isla a la que se había ido o qué hacía de nuevo en Londres, nada resultó tener éxito. Y mucho menos cuando tres días después Harry volvió a visitar la cafetería.
continuará...
Espero que os haya gustado este capítulo!
Hasta el siguiente ^^
Niea.
