Serie de drabbles navideños de nuestras parejas preferidas para animar las fiestas. Disfruten. ;)
Disclaimer: Ni Frozen, ni Tangled, ni ninguno de los personajes que vayan a hacer aparición me pertenecen, aunque no me molestaría que Santa me dejase a alguno debajo del árbol.
Noche de paz
I
Lo más curioso de pasar el tiempo en una celda fría y olvidada, era que aquel lugar seguía siendo mejor opción que estar con sus hermanos. "Hogar" sonaba como una palabra demasiado lejana para llamar a su palacio en las Islas del Sur. E incluso ahí habría tenido que pasar Nochebuena solo; no que se sintiera mal por ello, ya había tenido tiempo suficiente para hacerlo cuando era un niño.
Un calabozo en Arendelle no hacía la diferencia.
La puerta de la celda se abrió, revelando una figura alta y esbelta, envuelta en un vestido que parecía resplandecer con la luz de la luna que se filtraba desde el único ventanal. Elsa había bajado en muchas ocasiones a visitarlo desde que llegara a palacio a cumplir su condena, pero el príncipe tenía la certeza de que jamás terminaría de acostumbrarse a su increíble belleza.
Su mirada verde desafío la de ella con arrogancia, sin lograr intimidarla. En cambio, ella parecía genuinamente preocupada por él. Odiaba que le tuvieran lástima.
—Creí que te gustaría comer algo diferente en esta ocasión —habló la reina, sosteniendo entre sus manos un pequeño plato con galletas de jengibre—, es Nochebuena y nadie tendría que estar solo… el cocinero acaba de hornear estas.
—Su Majestad es generosa al preocuparse por mí —dijo Hans sin molestarse en ocultar su sarcasmo—. Teniendo compasión con el monstruo que intentó asesinarla. Es casi conmovedor.
—No creo que seas un monstruo —replicó Elsa con sinceridad—, a pesar de lo que digan todos, creo que hay bondad en ti, Hans. Tan solo desearía que fueras capaz de verlo igual que lo hago yo.
Él no respondió nada. Siguió mirándola con la misma máscara de desdén y frialdad que se había acostumbrado a llevar.
—Quizá un día de estos puedas hacerlo por fin. Ya sabes que te he perdonado por todo. De corazón.
—No necesitó tu perdón —espetó el pelirrojo.
—Aun así —Elsa esbozó una triste sonrisa que iluminó tenuemente su rostro, haciéndola lucir más bella de lo que nunca antes la había visto. Dolorosamente bella—, si yo he podido hacerlo, tal vez tú puedas lograrlo también. No tienes que castigarte para siempre, Hans —puso el plato sobre el modesto camastro en que dormía, al lado suyo—. Espero que al menos las disfrutes. Feliz Navidad, Hans.
Le sonrió por última vez, con más esperanza y salió elegantemente, cerrando la puerta tras de sí.
Hans bufó con desagrado y dudó antes de llevarse una de las galletas a la boca. Trataba de ignorar el desesperado latido de su corazón y la misteriosa calidez que le habían brindado las palabras de la soberana.
¿Qué de bueno podía haber en él? Él había nacido roto, malvado. Nada ni nadie podía cambiar lo que era y lo que había hecho. No tenía ningún arreglo. Y no necesitaba del perdón de nadie.
Sería más sencillo creerlo si Elsa no le sonriera de esa manera tan dulce, que la hacía recordarla a cada instante.
II
Anna recogió del plato una de las galletas que acababan de recoger de la cocina y la mordió con deleite. Una de las cosas que más amaba de la temporada navideña sin duda alguna, eran esos pequeños placeres que sabían mejor frente al fuego de la chimenea. Y ahora tenía a alguien con quien compartirlos.
—¿Sabes, Kristoff? Antes solía venir aquí e imaginar que mi hermana estaba acompañándome, quiero decir, después de que murieron mis padres y todo eso —comentó, apoyando su cabeza rojiza en el fornido hombro del joven a su lado—. Pero nunca fue lo mismo que cuando pasábamos Navidad en verdad todos juntos. A veces sigo extrañando esos tiempos.
—Lamento escuchar eso, Anna —el rubio la apretó contra él, frotando su brazo cariñosamente—. Yo tampoco la pasaba del todo bien en estas fechas, ¿sabes?
—Pero tenías a tu familia, ¿no?
—Bueno, aun así es difícil cuando sabes que tu familia de verdad se ha ido… —los ojos ambarinos de Kristoff se mostraron melancólicos por un instante, antes de recuperar su habitual confianza— Sin embargo, ¿sabes que no cambiaría ni uno solo de los eventos que han ocurrido en mi vida?
—¿No?
—No —dijo él con convicción—, de alguna manera, siento que todo lo que he vivido hasta ahora me ha llevado hasta donde realmente quiero estar. A tu lado.
Anna sonrió comprendiendo lo que quería decir.
—¡Yo tampoco cambiaría nada! —exclamó contenta y besó una de las mejillas del blondo— Me encanta que estés conmigo, Kristoff. Ya no me siento sola —enterró su rostro en el pecho masculino y una sonrisa se extendió por su cara, al inhalar su aroma.
Un olor a bosque mezclado con su propia fragancia corporal que la hacía suspirar. Su olor preferido.
—Anna, hay algo que quiero darte…
La princesa volvió a elevar sus orbes verdosos hasta el rostro del montañés, que ahora parecía nervioso. Kristoff se metió una mano al bolsillo y extrajo una figurilla de madera, cuidadosamente tallada.
Era una rosa con los pétalos abiertos de par en par.
La había hecho con sus propias manos y aunque sabía que seguramente no se comparaba con los obsequios lujosos que Anna habría recibido antes, (o recibiría esa Navidad), había querido darle algo especial.
—Me pareció que era más original que darte una de verdad, esta no se marchitará. Quería que supieras cuanto significas para mí —confesó, mientras la pelirroja contemplaba el objeto con fascinación—. Te quiero, Anna —Kristoff se llevó una mano a la nuca, al ver que ella continuaba sin hablar—. Sé que no es mucho, pero yo…
Sin decir una palabra, Anna unió sus labios a los del muchacho, sintiendo como él le respondía tiernamente.
Se quedaron así frente a las llamas rutilantes del fuego.
III
—Te dije que la vista desde aquí no se comparaba con ninguna otra en el castillo. Mira que brillantes se ven las estrellas esta noche.
—Sí, fue buena idea subir hasta aquí después de todo.
—Todas mis ideas son excelentes, preciosa.
Rapunzel miró con una ceja alzada a su esposo, que sonreía con la picardía de siempre y entonces ella también alzó las comisuras de sus labios. Jamás dejaría de darle sorpresas. Desde la torre en la que se encontraban, la ciudad de Corona parecía resplandecer ante sus ojos.
—Entonces… ¿aun quieres bajar y darle algo de qué hablar a todos esos dignatarios? —inquirió Eugene socarronamente.
—Oh, claro que no. Hasta yo estoy empezando a cansarme de ellos, pero sé que mis padres se están esforzando por reintegrarme a la sociedad —Rapunzel suspiró sonoramente. La vida de una princesa era más ardua de lo que se había imaginado—. A veces extraño cuando no era así. Podía andar descalza y solo tenía que preocuparme de cosas simples —miró sus pequeños pies, envueltos en unos finos zapatos de organza, acordes a su vestido de terciopelo verde para la cena de Navidad—, ni siquiera he terminado de acostumbrarme a usar estos.
—Sí, al parecer no todo son lujos y riquezas cuando eres parte de la nobleza —repuso Eugene, aflojándose el corbatín que estaba obligado a llevar con su propio y costoso atuendo—. ¿Pero te digo algo? —la castaña lo miró con curiosidad— Soportaría cuantas reglas hicieran falta solo para estar contigo.
Esta vez, Rapunzel le dedicó una sonrisa, de esas que hacían latir su corazón a una velocidad insospechada. Que no sería capaz de hacer por esa sonrisa.
—No tenemos que seguir las reglas por esta noche —la joven se desprendió de sus zapatos, dejando que sus pies envueltos en seda tocaran la alfombra de la habitación—, ¡vamos Eugene! Hay que subir al tejado y actuar como hacíamos antes. Igual que cuando nos conocimos.
El mencionado aceptó la delgada mano que su esposa le tendía y cuidadosamente, saltaron por el alféizar de la torre, hasta el tejado que se extendía por el ala este del castillo. Por un instante fue como si volvieran a ser un par de locos viviendo una aventura inesperada en medio del bosque. Dos personas que se sentían terriblemente solas, pero que por alguna razón, habían tenido la suerte de cruzar sus caminos.
Rieron, tomados de la mano y contemplaron las estrellas.
Eugene contempló el rostro lleno de felicidad de la princesa y supo que no había ningún otro lugar donde quisiera estar. Ni todo el oro del mundo podía compararse con su nuevo sueño.
Suavemente, la atrajo hacia sí para depositar un beso en la frente y luego uno más en sus labios.
—Feliz Navidad, preciosa.
—Feliz Navidad, Eugene.
Nota de autor:
¿Qué tal, chiquillos? :3 La tía Frozen ha vuelto para cerrar el año con broche de oro, y que mejor que con una serie de momentos de las parejas que tanto nos gustan.
¡Esta vez de nuevo no pude resistirme a incluir el Eugenzel! Espero que les gusten todos los drabbles que iré colocando aquí. Como dice el summary, serán doce capítulos con drabbles consecutivos de cada parejita, ambientados en el mismo espacio y tiempo en cada capítulo. Tengo planeado colocar algunos en el universo canon, pero más que nada AUs (quienes me conocen saben que no puedo resistirme a ellos xD).
Así que nada, espero que les gusten y les ayuden a pasarla muy bien en estas fechas. Ya muchos deben andar de vacaciones. ;)
¿Alguien más quiere unirse a la locura navideña y hacer algo con estas parejitas? En serio lo necesito.
