Marinette y Adrien se conocen desde los seis años. Ambos se conocieron en el colegio, en primer grado. Desde la primera vez que hablaron, gracias a que él rubio la defendió de un compañero que adoraba molestarla, ellos se hicieron amigos. Los mejores amigos.

De pequeños hacían miles de travesuras, desesperando a sus padres. Aunque también, sus padres eran felices de que ambos fuesen tan unidos, era adorable verlos llenos de lodo o de harina. Siempre tenían nuevas ideas.

Adrien era bastante loco e inquieto, se movía para todas partes. Marinette era tranquila, pero seguía a su amigo en todas las locuras que se le ocurrían. Gracias a él, ella se metió en muchos problemas. Aunque ambos se defendían y se complementaban de maravilla.

Con el paso del tiempo, su amistad solo se fortaleció más. Ambos eran inseparables y estaban presentes en la vida del otro.

Marinette estuvo con Adrien cuando su madre desapareció (quizás murió, quizás fue secuestrada... nadie lo sabe), cuando Adrien tenía trece años. Lo consoló y apoyó en todo momento.

Así como Adrien estuvo presente cuando los padres de Marinette se separaron cuando ella apenas tenía seis años, y no entendía lo que sucedía.

Ambos amigos se encontraban sentados en la biblioteca. La materia que tenían en éste momento era Gimnasia, solo que Adrien no quería practicar deportes. Así que ambos decidieron ocultarse en la biblioteca hasta que la campana indicará el cambio de clase o el recreo.

—No entiendo cómo la bibliotecaria nunca nos dice nada —rió el rubio.

Marinette no respondió nada, con un gesto en su rostro lo hizo callar.

—¡Vamos! Tranquila, Marinette te he explicado miles de veces que sin problemas la vida es aburrida.

Adrien se balanceaba en la silla, intentando demostrar su punto. De todas formas, la azabache se mantuvo sentada del modo correcto. Él no pudo evitar rodar sus ojos.

—¿Te pasa algo? Normalmente cuando rompemos las reglas estás inquieta y hoy te veo increíblemente seria.

Marinette solo dejó escapar un suspiró y de ese modo mordió sus labios hasta hacerlos sangrar un poco. Adrien obtuvo su respuesta.

Sacó confort de su bolsillo y limpió la sangre de su amiga.

—¿Qué sucede?

—Solo es una tontería. Será mejor que vayamos a clase, sino tendremos problemas.

Ella intentó levantarse de su silla, pero Adrien la sujetó del brazo y la obligó a sentarse nuevamente. Ella se cruzó de brazos y lo observó con mala cara.

—Marinette, estuviste conmigo cuando mi madre desapareció. También estuviste conmigo todas las ocasiones en las que escapé de casa por culpa de Gabriel —su voz era suave, tranquila —. Sabes que siempre hemos estado para el otro. Si tienes algún problema, puedes decirme sin temor. ¿Acaso mueve años de amistad no son suficiente?

El dolor en la voz de su mejor amigo le dio pesar, la hizo sentir tremendamente culpable. Ella sabía mejor que nadie que podía confiar en él, Adrien era como el hermano que siempre deseó tener. Pero... ¿podría contarle un problema que no era realmente uno? Simplemente... eran sus pensamientos.

—Es que... no sé si deba hablar de esto contigo. Pero... es sobre mamá.

Adrien la observó con sorpresa.

—¿Le pasa algo a la tía Sabine?, ¿ella está enferma?

—No. No es eso. Es solo que... está distinta.

El ceño fruncido de Marinette no indicaba nada bueno.

—¿Distinta en qué sentido? Dame más detalles.

—Yo la siento distinta. Parece más... feliz... distraída... y no habla tanto conmigo como antes —su tono de voz demostraba una gran tristeza. Adrien se sentó junto a ella y la abrazó por la espalda —. Adrien, siento que mi mamá esconde algo y eso me duele.

Él analizó las palabras que su amiga dijo. Una breve idea cruzó su mente. Solo que no tenía todos los detalles, aunque no había que descartar esa posibilidad. ¿No?

—¿La notas más apegada a su celular?

—Ni que lo digas. Esta pendiente de ése aparato todo el día, y sino lo usa de todas formas lo mantiene cerca de ella —susurró con algo de pesar.

Adrien asintió. Sabía bastante del tema. Quizás... su suposición era correcta.

—¿No has pensado en que tal vez ella tiene una relación secreta o algo así?

El rostro de Marinette se llenó de sorpresa. Si boca se abrió demasiado. Luego pasó al disgusto.

—¿En serio crees que mamá me escondería algo tan importante? Ella me adora. Siempre hemos sido solo nosotras dos —respondió con indignación y está vez sí se levantó para retirarse del lugar.

—Si cambias de opinión, ya sabes dónde puedes encontrarme.

La azabache no pudo prestar atención al resto de las clases. Estaba sumida en sus pensamientos. Sentía que Adrien podría tener razón, pero aún así... la sola idea de pensar en que aquella suposición fuese cierta, su corazón se partía en dos.

¿Por qué su madre mantendría a un novio en secreto? ¿Acaso no había confianza suficiente o había algo más en medio?

Marinette sentía que algo había cambiado entre ellas. Sabine antes hablaba siempre con su hija, la dejaba tomar su celular o la sacaba a pasear a la calle cuando tenía disponibilidad (debido al trabajo que tenía contaba con poco tiempo)

Después de clases, se acercó a Adrien y le dijo:

—¿Cuál es tú plan para descubrir que sucede con mi madre?

Adrien sonrió con suficiencia. Abrazó a su amiga por los hombros y respondió:

—Aún no tengo un plan, pero cuando lo tenga será épico.

Marinette se separó y lo observó sin ninguna pizca de diversión en su rostro.

—¡No estoy para bromas!

—Tranquila, planearemos todo hoy en mí casa. Gabriel no está, o eso creo.

Marinette rodó sus ojos y comenzó a caminar al lado de su amigo. Irían enseguida a la mansión del rubio. Por un momento no pudo evitar sonreír con algo de nostalgia, le encantaba recordar todos los momentos que pasaron cuando eran pequeños.