Rorschach
2/04/09
Hoy ha entrado un extraño en mi casa. Lo supe antes de verlo por el anormal hedor que me llegó desde la cocina.
Fui hacia allí a ver que me encontraba. Cogí mi pistola del cajón del escritorio; pude haber cogido la Death Note, pero la tenía bien escondida y perdería demasiado tiempo.
Me acerqué sigilosamente a la cocina. No oí nada; ni pasos, ni abrir armarios. Todo era silencio. Lo único que oí fue el maullido del pequeño Kira al pasar entre mis piernas.
Mi gato corrió tranquilo hacia la mesa de la cocina. Pude escuchar sus aterciopelados ronroneos; el pequeño Kira sólo ronroneaba cuando le acariciaba la cabeza. Definitivamente había alguien.
En un segundo me giré y apunté hacia donde estaba el instruso. Me miraba (o al menos eso supuse, ya que su rostro estaba cubierto por una extraña máscara cambiante), con aire aburrido, esperando a que bajara el arma. No se sorprendió de verme, ni sintió miedo, nada. Se limitó a coger un terrón de azúcar del tarro y metérselo bajo la máscara para comérselo.
- Un arma no te servirá conmigo, Mikami Teru. Ahorrate las energías.
Me sorprendió descubrir que sabía mi nombre. Bajé el arma, pero sin soltarla. ¿Qué podía hacerme un débil humano desarmado?
- ¿A qué has venido? -le contesté con aire amenazante-.
Las manchas negras de su máscara cambiaban de forma continuamente, sin mezclarse nunca con el blanco. Eran como las tarjetas de manchas de un psiquiatra. Había que admitir que era aterrador.
- Sólo vengo a advertirte, Mikami. Del camino que estás escogiendo.
Me hablaba, pero no parecía prestarme atención. Se limitaba a acariciar al pequeño Kira mientras le entregaba terrones de azúcar. Ey, ¿Por qué mi gato había cambiado de color? Que yo recuerde, antes era naranja...
- Tú y yo tenemos metas más que similares, Teru. Odiamos a los humanos, porque sabemos que en el fondo, la humanidad está podrida hasta sus cimientos. Luchamos contra el crimen; tú, desde la discrección de tu apartamento, con tu Deah Note; yo, desde las frías sombras de las calles, con mis propias manos. Y ni tú ni yo tenemos compasión por aquellos a los que no se lo merecen. Somos una raza en extinción, amigo.
- ¿Y tú cómo sabes eso?
Me sorprendió que conociera la existencia de los Death Note. Por alguna razón, empecé a sentir miedo. Si no fuera porque llevaba puesta la máscara, me hubiera quedado con su nombre para matarlo más tarde. Maldita sea...
- Conozco muchas cosas de ti, Teru. Se me da bien indagar en la vida de la gente. Pero todavía hay algo que no sé. Yo conozco los motivos por los que lucho. ¿Cuáles son los tuyos?
- La justicia - contesté casi sin pensar -. El mundo será un lugar mucho mejor en cuanto hayamos liquidado a todas las manzanas podridas del cesto. Kira y yo gobernaremos juntos, para mantener la paz en el planeta por siempre.
- Oh... ya veo... Pero se te ha olvidado una cosa, Teru. Las manzanas podridas, infectan a las de su alrededor. Aunque las elimines, siguen apareciendo, como las malas hierbas. Otras simplemente nacen así.
- Lo sé. Y para eso estamos nosotros. ¿O no?
El extraño humano se levantó despacio de la silla. Acarició por última vez la cabecita del pequeño Kira, y caminó lentamente hacia la ventana.
- Sólo quiero que sepas una cosa, Mikami. La raza humana es ya de por sí una manzana podrida. No puedes erradicar la maldad de este mundo; porque la maldad viene incluida en la naturaleza humana. El mundo no es así porque lo haya creado Dios, o el destino: lo hemos creado nosotros.
Y entonces, antes de darme cuenta, el extraño personaje saltó por la ventana, con la agilidad de un gran felino. Corrí hacia allí para verlo. Pero al asomarme, sólo pude ver la oscuridad de la noche y las tenues farolas de la calle. No había ni rastro del enmascarado.
Esa noche no pude dormir...
.Mikami.
