Prologo
Una noche de luna nueva cubría la aldea de konoha. Extrañamente no se podía ver nada ni nadie en las calles, únicamente un silencio total reinaba en todo el lugar, incluso los guardias de las puertas faltaban en sus puestos. Todo era oscuridad a excepción de la torre del hokage, donde podía ver un resplandor en su oficina.
—Señor, no podemos encontrar al chico. Desde que escapo del hospital su paradero es desconocido. Todos temen que su ira traiga un desastre a la aldea —explico temeroso un ambu que usaba una máscara de perro.
—No pasara nada. Conozco al muchacho, se que no dejara que la oscuridad lo domine —comento el hokage, fumando su pipa mientras miraba la ciudad.
Lejos de la conversación, a través de los bosques podía verse una silueta correr a gran velocidad. Llevaba un traje negro de jonnin pero adaptado al tamaño de un niño. El cuello de la camisa mantenía su rostro cubierto, solo dejando ver unos ojos azules entremezclados con destellos rojizos. Su cabeza iba cubierta con un sombrero de paja pero dos mechones dorados escapaban, cayendo a los costados de sus ojos. En su cintura llevaba lo que parecía ser una espada, de la cual caía un líquido que por su color, se trataba de sangre.
—Aun pienso que debimos alertar del ataque y no ir por nuestra cuenta
— ¿A si? ¿Tú crees que nos habrían escuchado?
—No los ambu, pero el viejo seguramente si…
A simple vista el joven hablaba consigo mismo pero la realidad era que conversaba con una entidad que vivía dentro de él. Se trataba de una chica muy hermosa, su piel era completamente blanca y libre de cualquier tipo de marca, solo cubierta por un kimono blanco y una cinta carmesí en su cadera. Una melena roja descendía por su espalda terminando un poco más debajo de su cadera pero lo más inusual era el colgante que llevaba en su cuello, el cual representaba las nueve colas de su forma animal. Así es, esa hermosa mujer era el kyubi, el demonio de las nueve colas.
—Vamos, deja de pensar en eso. Ahora debemos irnos de aquí, antes que nos atrapen —comento la chica, que se mantenía recostaba bajo un árbol de sakura, en medio de un bello paraje natural.
—Lo sé, lo sé —respondió el muchacho, corriendo más rápido.
Mientras corría, tras el dos hombres le seguían la pista. Uno de ellos le faltaba un brazo y se notaba que la herida había sido cauterizada para evitar un desangramiento mientras al otro le faltaba el ojo izquierdo, mostrando una cicatriz que bajaba desde su frente hasta su mejilla, surcando el parpado.
— ¡Maldito crio! ¡Cuando le ponga las manos encima vera de lo que soy capaz…! —grito el hombre sin el brazo, saltando a gran velocidad entre los árboles, destrozando las ramas por la fuerza de sus movimientos.
Lejos de todo eso, en un cuarto oculto bajo la aldea, un hombre revisaba unos papeles. Murmuraba cosas en un claro tono de molestia, hasta que termino por reducir todo a simples retazos, llamando a uno de sus tantos subordinados. Cuando se presentó el ninja, que vestía igual a los hombres que perseguían al muchacho, se inclinó frente a su líder y se retiró su máscara, dejando ver un rostro curtido por el tiempo pero su mayor característica eran sus ojos, los cuales eran por completo blancos.
—Señor, el hokage no sabe nada de lo que paso. Al parecer el niño actuó por su cuenta
—Me lo suponía pero no te llame para eso. Estoy casi seguro que los dos que lo persiguen acabaran muertos. Si pasa, tu deber es primero desaparecer sus cuerpos y luego darle caza hasta que logres atraparlo
— ¿Y cuándo lo tenga? —cuestiono sin levantar la mirada
Sin decir nada, el hombre que vestía un típico traje ambu pero con un chaleco plateado y el kanji de fuego en su espalda, giro mirando al ninja y creo una esfera de roca que luego destrozo con su mano hasta convertirla en simple grava.
—Lo asesinaras…
El ninja movió la cabeza en señal de asentimiento y desapareció en una nube de humo. Cuando desapareció el hombre saco un pergamino y lo abrió, revisando el texto que se refería no al joven pero a la espada que llevaba consigo y a la relación de esta con el demonio que portaba dentro de él. Una risa profunda y fría resonó por los pasillos de ese refugio bajo tierra, mostrando el júbilo del hombre.
—Si todo sale como lo planeo, en muy poco tendré una de las nueve espadas y estaré un paso más cerca de despertarlo…—murmuro cerrando el pergamino, lo guardo dentro de su traje y salió por la puerta, despareciendo tras un recodo en medio de la oscuridad.
