La noche cayó imperativa en aquella desolada ciudad.
Había un joven hombre en medio del apocalipsis que se avecinó, la luna iluminaba esa fatídica vez que la vida después de la muerte cobró un sentido literal, aunque hubieran preferido que fueran solamente palabras, que no encarnara en seres podridos hambrientos de carne y sangre. Las criaturas hacían sonidos erráticos con sus mandíbulas apestosas, casi parecía que aullaban en medio de la oscuridad, expresando mediante el eco su agonía, gritos desesperados para llenar nuevamente esa barriga hasta hacerla explotar.
Nick no quería quedar en el olvido sabiendo que era el único superviviente de los miles o quizás millones de personas que cayeron muertas cuando los muertos vivos atacaron, asesinando a todo aquél bastardo que se les cruzara.
Era un bello escenario, la nada consumía cada edificio que era incinerado tras algunas horas de no consumirse el fuego. El ludópata seguía con su objetivo de encontrar alguien como él, alguien vivo en el extraño ambiente que nadie hubiera deseado en sus más profundos sueños. Mientras caminaba por las calles sucias repletas de cuerpos apilados o basura, se puso a cantar, era lo único que mantenía su humanidad y cordura desde que todo comenzó.
Veía los cuerpos de gente que murió en vida, todos moviéndose de forma violenta tratando de ser los primeros en incrustar sus dientes en la carne del americano, se escuchaban los sonidos de sus mandíbulas chocar al no alcanzarlo, quizás llenando con odio esos sacos al no poder comerlo.
Nick lloraba, daría todo lo que estuviera a su disposición por un jodido café o un refresco, algo que saciara su sed.
Al notarlo, se había desviado y llegó a lo que parecía un bosque, cayó abatido al pasto pisoteándolo con descaro, dejó atrás aquél holocausto para meterse en otro, de coches calcinados por los gases que se cruzaban con el fuego y la gasolina, inclusive de los mismos infectados que se comían entre sí al ver que ya no había humanos para devorar.
Lo lograría, sobreviviría, encontraría a ese fiel compañero, quizás se sacaba la lotería y daba con una buena comunidad.
Pero hasta entonces...
Hasta entonces tenía que estar atado a las cadenas de la vida.
