Hola otra vez¡¡¡ Llevaba un tiempo preguntándome cómo podrían ser Shinichi y Ran de pequeños, con tan solo cinco años... ¿Cómo se formó esa gran amistad? Pues bueno, aquí les dejo mi propia "hipótesis" . Espero conseguir transmitir la ternura que pretendo hacerles llegar y que les guste mucho¡ Un gran abrazo a todos y que lo disfruten¡¡¡
Quien dibujó su sonrisa
El tesoro mejor guardado
-- Ran…
La mente de la chica estaba completamente ocupada por una mirada aguamarina, infantil y cálida, un rostro redondo, irradiante de ilusión y de deseos por cumplir… Y el dibujo de su primera sonrisa. La primera que le dedicó en toda su vida. La más bella que ella hasta ese momento era capaz de recordar.
-- Ran, que te está sonando…
Aquellos instantes habían sido de los más felices de toda su vida… El solo hecho de haber estado a su lado en aquel momento, junto ante aquel amanecer al lado del riachuelo, concentrada en las pupilas del niño… Había sido todo un privilegio.
-- ¡RAN!
La muchacha parpadeó de repente, emergiendo de la profundidad de sus recuerdos. Por unos instantes, había quedado estancada en ellos al contemplar en silencio cómo jugaban al fútbol ante ella y Sonoko los niños del parque. Acababan de salir del instituto, y ese día habían decidido pasar por aquella ruta y pasear más tranquilamente. Todos los viernes eran un respiro, así que no había mejor manera de comenzarlo que dando un placentero paseo por el parque, o al menos eso opinaba Ran.
-- ¿Sí? –preguntó la muchacha, confundida.
-- ¡Tu móvil¿Acaso no lo escuchas? –le preguntó impaciente su amiga.
Ran cayó en la cuenta rápidamente y cogió el móvil antes de que éste diera su último toque. Torpemente contestó con voz chillona:
-- ¿¡Diga!?
-- ¿Por qué hablas tan sofocada? –preguntó alguien al otro lado del auricular.
Ran no pudo evitar sonrojarse y sonreír de alegría, aunque inmediatamente intentó ocultar su sonrisa tras una careta de enfado:
-- ¿Sofocada¿De dónde sacas eso? –dijo ella molesta, poniéndose una de las manos en la cintura.
-- Lo saco de que cogiste el teléfono un segundo antes de que yo fuera a colgar, y por tu voz de pito al contestar–respondió con aburrimiento la otra persona.
-- Vaya, gracias por el cumplido, Shinichi… --masculló irritada Ran, mientras escuchaba reírse al chico.
-- Venga, va, no te enfades–le pidió el quitándole importancia, mientras que el joven encerrado en cuerpo de niño se examinaba las uñas distraído a la vez que se iba apagando su risa.
De pronto, algo explotó en el salón del profesor Agase. Sobresaltado, pero suponiendo la procedencia del estruendo, se alzó sobre la barandilla y echó un vistazo al salón. Allí estaba el profesor, con el cabello chamuscado, mientras que tiraba en el suelo, enfadado, su nuevo invento humeante. Haibara no pareció nada sorprendida, ni si quiera dejó de escribir en el instante de la explosión. Sin embargo, y como algo conmovida por el torpe Agase, dejó el ordenador a un lado y se dirigió al hombre para examinar las quemaduras de sus manos mientras suspiraba con aburrimiento "Por Dios, profesor…".
-- ¿Qué ha sido ese ruido?
-- Nada, se me ha quemado algo en el microondas… --disimuló Conan agarrando con firmeza su pajarita roja ante su boca-- Ja, ja, ja, tendré que dejar de secar los calcetines en él… --añadió con nerviosismo. Enseguida cambió de tema-- Oye, dime¿tienes algo que hacer esta tarde?
El rostro de la chica se iluminó tras aquellas palabras, como si la magia hubiese acariciado sus mejillas sonrojadas. Sonoko no se cortó un pelo, y comenzó a hacer gestos delante de ella, poniendo morritos y simulando que Ran y Shinichi se besaban.
-- ¿Al… algo que hacer? –preguntó la joven-- ¡Para ya… Sonoko…! –masculló incómoda y muy colorada.
-- Sí, eso he dicho –contestó Shinichi. Luego habló con desilusión--. Vaya, seguro que tenías algo que…
-- ¡NO! –gritó Ran tan alto e inmediatamente que los niños dejaron de jugar para mirarla y unas palomas se echaron a volar cerca de ellas; incluso Conan, al otro lado del teléfono, había quedado paralizado. Había sonado como una urgencia, como si se tratase de la última palabra que diría en su vida. Percatándose del ridículo, e intentando ignorar a Sonoko, que se reía con ganas a su lado, suavizó la contestación-- Je… N-no tengo nada importante que hacer… ¿Por qué Shinichi? –preguntó ilusionada, completamente segura de que el chico le había preguntado aquello para quedar con ella esa tarde o verse por fin, después de tantos meses.
-- ¿De verdad¡Pues perfecto! –dijo él-- ¿Podrías entonces pasarte por mi casa y limpiar un poco? Llevo tanto tiempo en el extranjero que eso tiene que estar hecho un asco…
La cara de Ran cambió de golpe. Donde antes había una sonrisa, ahora había unos labios apretados y una mirada asesina. Sonoko, inconcientemente, dio un paso para atrás al ver cómo su amiga apretaba en móvil en la mano.
-- Limpiar has dicho –dijo con sequedad Ran.
-- Sí, como tienes la tarde libre podrás pasarte sin problemas, genial ¿verdad? –contestó felizmente Shinichi.
-- Ya veo…
-- Y tranquila, dejo que picotees de la despensa, por si lo haces y te da luego el remordimiento de haber cogido comida si pedir permi…
-- Muy bien, por allí pasaré.
-- ¡Bien! Oye¿y de paso podrías darle a Conan…? –de pronto, se escuchó el pitido del teléfono. Ran acababa de colgarle sin darle tiempo a terminar su frase-- ¿Ran¡Ran!
-- Yo también te habría colgado –dijo alguien desde el salón.
-- ¡Haibara¿Qué hacías escuchándome? –preguntó con fastidio.
-- Hablabas en voz muy alta, parece que te emocionas bastante cada vez que hablas con Mouri… --contestó ella con aquella tranquilidad que tanto irritaba a Conan.
-- Sí, eso es verdad Shinichi, jajaja –apoyó Agase, mientras Haibara le aplicaba pomada en zonas de las manos.
Conan guardó el móvil en su bolsillo, más colorado de lo de costumbre, y continuó hablando con incomodidad:
-- Bueno, eso no viene al caso¿a qué te referiste con lo de "yo también te habría colgado"?
-- Una mente tan abierta para resolver casos, y tan hueca para tratar con las chicas… --suspiró Haibara--. Te falta de delicadeza lo que al profesor adelgazar veinte quilos.
-- Oye, Haibara… --rió nervioso el Agase.
-- ¿Cómo dices?
-- ¿Cómo se te ocurre llamarla, ilusionarla y luego decirle que limpie la casa? Normal que se haya enfadado.
-- ¡Yo no la ilusioné!
-- ¿A no? Dime¿qué podía haber entendido ella por lo de "¿tienes algo que hacer esta tarde?" –preguntó Haibara con intención y su acostumbrado sarcasmo.
-- Pues… yo… --murmuró Conan, cayendo en la cuenta de cuánto había metido la pata.
-- Haibara tiene razón, Ran ha tenido razones para colgarte –apoyó Agase--. Últimamente solamente la llamas para que se encargue un poco del cuidado de la casa de tus padres, y no para interesarte por su estado.
-- Y para colmo la mandas a limpiar, como es pequeña la casa…
-- ¡Bueno, ya está bien, dejen de ya el tema! –pidió enfadado Conan, cada vez más avergonzado de su persona.
Los otros dos obedecieron y no dijeron nada más, sino que continuaron con lo suyo. Conan, sin embargo, sabía que lo que ellos decían eran verdades como castillos: Ran iba a pensar que no se preocupaba por ella… Y nadie más que él sabía que eso no era cierto, que si estaba a su lado era por su seguridad… Y porque la quería demasiado como para alejarse de su lado.
Callado, y con el remordimiento golpeando las paredes de su cabeza, miró tristemente por la ventana, en dirección a su propia casa. De pronto vio a alguien abrir el gran portal de hierro de la casa, cargada con su maleta de clase y acompañada de alguien más: eran Ran y Sonoko. Las contempló en silencio.
-- ¡Venga ya, Ran, no seas tonta! –le decía su amiga-- ¡Ese estúpido de Kudo merece que le quemes la casa, más que limpiársela!
-- Ya da igual, Sonoko… --dijo ella, quitándole importante. Entonces una pequeña sonrisa apareció en su cara-- Además, me gusta mucho entrar en este lugar…
Sonoko no preguntó porqué, parecía demasiado ocupada en echar pestes sobre Kudo y su peculiar forma de "mostrar aprecio hacia los demás". Sin embargo, Ran no la escuchaba, sino que reflexionaba sobre sus propias palabras: sí, en verdad le encantaba entrar en aquella casa. El olor a caoba de la mansión, la gran biblioteca, la intrigante iluminación… La habitación de Shinichi y su ático, donde en la infancia habían jugado y donde, ya más adultos, solían estudiar. En realidad, todo aquel lugar le recordaba al muchacho… Y era lo más que, de momento, tenía de él; en aquellos momentos no estaba su amigo para apreciar su presencia, sino su esencia en las paredes y objetos de la gran mansión.
--…Y para colmo, ni si quiera has almorzado –escuchó que decía Sonoko, lo cual la hizo volver a la realidad--. ¿Y si te da un bajón de azúcar mientras limpias?
-- Tranquila, puedo asaltar la despensa de Shinichi –rió Ran.
-- Hace meses que no pisa este lugar, a este paso a las latas de conservas les habrán salido patas y habrán salido corriendo de aquí… --respondió Sonoko, que cabió su expresión a una de tristeza-- Siento mucho no poder ayudarte a limpiar, si no fuera por esa estúpida reunión familiar…
-- No te preocupes –la consoló Ran, ya entrando en el jardín y dejando media abierta la portada de hierro--, vete sin remordimientos, en todo caso quien los debería tener es Shinichi…
-- Y que lo digas… En fin, Ran, espero que no se te haga demasiada larga la tarde –le dijo, y a continuación agarró con firmeza su maleta y se dio media vuelta--¡Buen fin de semana, Ran!
-- ¡Igualmente!
Ran no dejó de mirar a su amiga hasta que la figura de ésta desapareció al final de la calle, donde se doblaba la esquina. Luego suspiró, abrió la puerta de la casa con la llave que una vez le había dejado Shinichi y entró en ella.
Aunque la joven hizo el esfuerzo de cerrar la puerta lentamente y con cuidado, el sonido de ésta fue fuerte, pues era pesada y de madera. El silencio parecía estar más presente aún que la soledad y la mágica tranquilidad de la entrada principal. Engullida por la extraña emoción que siempre se apoderaba de ella cuando pisaba aquel lugar, Ran comenzó a caminar en dirección al cuarto donde se encontraban los productos de limpieza. Sus pasos resonaban con ecos que recorrían toda la casa, al igual que el chirrido de las puertas que ella abría a su paso. La iluminación, como de costumbre, era escasa, y la poca luz que se hacía presente allí penetraba a trasluz de las blancas cortinas de los ventanales o los huecos de las ventanas de algunas habitaciones. Aquel día, en concreto, Ran notaba que había más polvo que el de costumbre (que ya de por sí solía ser bastante), así que, primero que nada, decidió encargarse de él empezando por las habitaciones de la planta superior. Cuando la chica subió las escaleras con los productos de limpieza y todos los utensilios y entró en el primer dormitorio, la puerta de la entrada principal se abrió para dejar paso a alguien más.
Ran abrió cerró la puerta del dormitorio de Shinichi y contempló en silencio la habitación. Cada vez que entraba allí le recorría un agradable cosquilleo por todo el cuerpo. Sin embargo, la sensación desaparecía rápidamente, para dar la bienvenida a un sentimiento de pena y desilusión, pues la muchacha sabía muy bien que Shinichi no estaba allí, ni abriría la puerta de su cuarto justo en ese momento para preguntarle sorprendido "¿Qué haces dentro de mi habitación?".
Melancólica, Ran cogió el paño del polvo y se dispuso a limpiar. El dormitorio de Shinichi era más grande que el de ella, y era de esperar, pues las dimensiones de la casa también lo eran aún más que la de la suya. A un lado de la ventana estaba la cama del joven, sin deshacer, y sobre ésta una estantería de pared donde aguardaban varios libros de detectives. "¿Acaso no hay hueco para ellos en la biblioteca?" se preguntó Ran. Un poco más allá estaba el armario, el escritorio con el ordenador y una mesa con un televisor, cuya pantalla también estaba polvorienta. Con energía, Ran se quitó las zapatillas y se subió sobre la cama para comenzar a limpiar. De repente, y tras los libros de detective, había un objeto guardado y bien escondido, como si se tratase de un significativo tesoro. Ran, si poder reprimir el bicho de la curiosidad, apartó los libros para coger la caja donde se suponía guardado el "especial objeto". No pudo evitar sorprenderse cuando lo abrió y cayó en la cuenta de que se trataba de algo que ella muy bien conocía. "A lo mejor este deporte se te da mejor que el kárate…" recordó que decía la familiar voz de una niña en su mente, mientras que su cabeza era ocupada por completo por aquella mirada aguamarina y el dibujo de aquella sonrisa…
De repente, Ran escuchó un crujido sobre ella, procedente de la gran estantería de madera. Lo último que pudo ver fue cómo decenas de libros de detectives caían sobre su cabeza, junto con parte de la estantería de madera que, a causa del peso que soportaba sobre ella, se había partido.
El estruendo fue grande, y a causa del golpe, Ran cayó en el suelo del dormitorio, inconsciente y cubierta por libros y parte de la estantería. La caja que un segundo antes había sostenido en sus manos también cayó en el suelo, dejando salir así su contenido: un balón de fútbol viejo y desgastado, con evidente muestras de haber sido muy pateado…
Nota de la autora: en fin, k les ha parecido? sí, ya sé que no es mucho de momento, pero poco a poco iré completando esta historia . Adelanto que Ran ahora comienza a recordar cómo Shinichi y ella se conocieron, así que, digamos, ésta fue una especie de introducción. Hasta la próxima¡¡¡ Por cierto, un besosote a ranK-chan, que sin ella no habría podido subir este fanfic U. Te kero mucho mi niña¡¡¡¡
