Disclaimer: OP no me pertenece, todo de Oda.

Prólogo

...

Desde que llegué con el manga a la parte de los Tenryuubitos que quiero hacer una historia así; la idea la tenía en mi cabeza, pero recién cuando llegó Wilbur Smith a mi vida (?) logré animarme. En parte también es culpa de "Hacia Impel Down" y el pedido de un epílogo. El epílogo, en mi cabeza, terminó siendo el prólogo para la idea de los Tenryuubitos.

Pido perdón si alguien lee este fic dentro de algunos años con el manga más avanzado de lo que está hoy y encuentra incongruencias del tamaño de una catedral, pero no estoy en la cabeza de Oda para suponer lo que tiene en mente.

No es necesario conocer previamente Hacia Impel Down, pero sí es aconsejable para que vean de dónde sale este fic. No obstante, se puede tomar completamente como un fic aparte, una historia aparte.

La pareja es la misma que la de HID, sólo que hay algunos detalles extras y no va a ser simplemente BL, una pareja hetero también tendrá protagonismo. Espero no defraudar a nadie con esta historia, pero soy muy consciente de que es imposible conformar a todos por igual.

Si el prólogo y el primer capítulo les parece corto, agárrense para el segundo XD Bueno, no… no van a ser tan largos como HID (y por eso sospecho que va a tener más capítulos), pero admito que el primero me quedó demasiado corto para lo que suelo escribir.

Sin más, los dejo con la historia. Les agradezco de antemano los comentarios y correcciones. Como es un long fic y las betas huyen despavoridas de tan prolífica autora seguramente me comeré alguna palabra. Prometo releerlo las veces que sean necesarias para que no pase, pero soy humana.

I

Las olas mecían el barco con una gracia acogedora; dejó de lado la limpieza de la cocina para salir al exterior y aprovechar los últimos rayos de sol que la tarde le ofrecía. Lo vio dormitando en uno de sus lugares favoritos, y tuvo que reprimir las ganas que le asaltaban siempre en esos momentos… la de molestarlo.

No era fácil atrapar a Zoro con la guardia baja, por eso mismo esos momentos eran preciados para Sanji. Se acercó despacio y lo observó dormir.

Con la cabeza apoyada contra la madera y los brazos enlazados tras la nuca, Zoro parecía ajeno a los problemas del mundo. Lo contempló con picardía, urdiendo un macabro plan para desquiciarlo, hasta que los labios del espadachín se abrieron dando cuenta de que nunca era fácil agarrarlo con la guardia baja:

—Odio cuando haces eso —Roronoa abrió los ojos encontrándose con esa mirada masculina e intensa que el único ojo visible del cocinero le ofrecía.

Mentía, porque en realidad adoraba saberse contemplado por Sanji de esa manera. Especialmente por las mañanas, cuando despertaban desnudos y enredados, luego de una noche intensa de esa lucha corporal que les agradaba más que las que solían tener de jóvenes.

—Es increíble, ¿no?

—¿Qué cosa? —Zoro preguntó, aunque sabía a qué se refería.

En el Thousand Sunny se respiraba un aire enrarecido, que sabía a tristeza, a despedida. Luffy no brincaba de lado a lado como un mono, permanecía más taciturno de lo habitual. Cada uno parecía ensimismado en sus pensamientos.

—Haré del All Blue mi hogar —afirmó Sanji, con una seguridad que se fue diluyendo paulatinamente. Se incorporó del todo, mirando al espadachín desde lo alto.

Intentaba ver en el ojo de Roronoa alguna reacción o emoción que le diera la pista de las intenciones del espadachín. Zoro era muy consciente de lo mucho que al cocinero le había costado confesarle ese pensamiento.

—Lo sé —Perdió la mirada al mar, él también tenía muy en claro su propio camino.

—¿Tú… Tú qué harás? —Había cierta pizca de ansiedad en la pregunta, que no supo disimular—Digo… porque puedes, ya sé que…

Roronoa sonrió, pero no con malicia o en son de burla.

—Sabes que estoy atado de pies y manos por mi promesa —aclaró con paz, pero la expresión de tristeza y abatimiento en el rubio pudo más, y con prisa aclaró—Hasta que no me convierta en el mejor espadachín del mundo no podré, pero… —se puso de pie, para quedar a la altura del cocinero y poder tomarle el rostro entre las manos—Después de todo lo que me costó, no pretendo dejarte ir así como así.

Ambos sabían a lo que se refería. Poco a poco Zoro logró colarse en la vida de Sanji, pero no fue fácil. Cada vez que el espadachín intentaba intimar con él, apenas rozarle o insinuarle, el cocinero se rehusaba categóricamente como si fuera alguna muchachita virgen. Con el transcurso del tiempo, Roronoa logró inspirarle la suficientemente confianza como para permitirle que le acariciase de las maneras más fogosas. Cuando le hizo ver quien era él, y Sanji pudo confiar plenamente, dieron otro paso. Pero fueron pasos pequeños, de los que el espadachín jamás renegó.

Sí, le llamaba la atención ese cambio en Sanji, pero el cocinero era demasiado astuto y se escudaba en el miedo que le daba depositar su corazón en otra persona. Decía que no se trataba simplemente de algo meramente físico. Con ese pretexto, Zoro dejaba de preguntar, sin sentirse muy seguro. Y cada vez que se atrevía a sacar el tema del cautiverio para sondear al respecto, el rubio se mostraba muy renuente a contar cómo le había ido en ese entonces. Roronoa no era idiota, pero tampoco podía ni quería presionarlo. Así que se armó de paciencia, de esa que solía sobrarle, y esperó. Acompañó el ritmo de Sanji y jamás le cuestionó nada.

De todo eso hacía ya casi un año.

—El día que me convierta en el mejor espadachín, volveré al Nuevo Mundo y te buscaré —aseguró Roronoa, acariciándole las mejillas sutilmente con las yemas de los dedos.

Sanji sonrió quedamente, en un gesto que no lo dejaba como el fiero pirata que en verdad era. La barba, ya copiosa por el paso del tiempo, le imprimía un aire mucho más maduro. Parecía profesar más edad de la que en verdad tenía.

La puerta del cuarto del navegante se abrió con ímpetu. Nami salió presurosa, observando hacia la popa, dándole la espalda a los dos.

—Una bandera de la marina —murmuró al viento, para después llamar al capitán a los gritos—¡Luffy!

—Creo que llegamos tarde —Robin apareció de la nada, sosteniendo un libro entre las manos.

Usopp bajó del puesto de vigilancia usando la soga de la mesana para hacerlo más rápido.

—Será mejor estar preparados —Aconsejó Franky yendo a revisar los cañones para asegurarse de que todo estuviera listo en caso de necesitar utilizar armamento pesado.

Brook fue en busca de Chopper, quien dejó la medicina a medio hacer y, una vez listos, se pararon tras el capitán. Luffy, encima de la cabeza del león observaba a la lejanía la gran masa de roca conocida como Raftel. Sobre la cima, una bandera de la marina.

Sonrió, no le importaba haber llegado tarde, sino haber llegado.

¿Y qué importaba la meta? Lo importante había sido el camino hacia ella.

Había sido un buen viaje, uno largo.

La lágrima rodó por su mejilla sin que pudiera evitarlo y, sin comprender del todo porque estaba emocionado, colocó una mano sobre su sombrero, emblema de los Mugiwara, dando la orden de poner el Sunny a toda marcha.

No sería fácil, de todos modos, alcanzar esa enorme roca vacía. La marina no dejaba de ser un hueso duro de roer. Y si ese iba a ser el último enfrentamiento, que fuera uno inigualable, que quedase por siempre en la memoria de la gente, que pasara a formar parte de la historia. De su historia.