A través del espejo
Prólogo
Laboratorios de Gehirn en Nuevo Tokio, Japón. Año 2010
–¡Esto no es una guardería! ¡No es lugar para un chiquillo!
Fuyutsuki frunció el ceño y contempló al niño pequeño que correteaba nervioso por su despacho. Era un despacho grande, pero estaba casi vacío. Sólo un escritorio con un ordenador y un teléfono adornaban la estancia, con una de sus paredes hecha de cristal.
El chico presionó la nariz contra el vidrio, riéndose cuando su aliento empañó el cristal. Inmediatamente comenzó a borronear torpemente sobre el cristal mojado, y tres segundos después ya estaba prestando atención a otra cosa. Fuyutsuki sacudió la cabeza.
–Es culpa mía, profesor Fuyutsuki –reconoció una voz desde la puerta–. Sé que no debía haberlo traído.
El hombre de pelo gris levantó la mirada hacia la puerta.
–Por supuesto que no deberías haberlo traído, Yui –gruñó, aparentando estar enfadado–. Es peligroso.
Yui rió. Era una mujer alta y guapa, vestida con una arrugada bata de laboratorio. Tenía el pelo de color castaño claro, corto y revuelto, y los ojos verde brillante, que entonces brillaban alegres. Fuyutsuki nunca había podido estar enfadado con ella durante más de cinco minutos seguidos.
–Vamos, profesor. No se ponga así; hoy es un día muy especial. Sólo quería que viese a su padre antes de que empezase la prueba.
–¡Mamá! –gritó nervioso el chico, corriendo hacia ella. Con cierto esfuerzo, Yui lo cogió en brazos.
–¡Buf! –rió, dándole un beso en la mejilla–. Cada día pesas más, Shinji. No sé si tengo que seguir dándote de comer...
–Tengo hambre –Shinji dijo automáticamente–. ¿Cuándo comemos?
–Luego. Ahora vamos a ver a papá.
–¿Dónde está?
–¿Has visto eso? –Yui se acercó a la ventana.
–Sí. ¿Qué es esa cosa?
Por la ventana se podía ver un hangar inmenso, con las paredes revestidas de láminas de metal pulido. Era bastante más alto que ancho, y tenía una serie de anclajes a la altura de la ventana del despacho de Fuyutsuki. Colgado de ellos, un robot de color violeta. Enorme, pero extrañamente proporcionado, como un hombre que se hubiera olvidado de dejar de crecer, el robot estaba rodeado de miríadas de tubos y cables que se conectaban a diversas partes de su cuerpo.
Colgaba indefenso de los anclajes, con los brazos vagamente en cruz y mirando hacia abajo. En su nuca había un cilindro de color blanco de unos dos metros de alto por diez de largo y rotulado en color negro con las palabras 'Prototipo 01'.
–Es un Eva, cielo.
–Una Eva –le corrigió Shinji, que para según que cosas era muy quisquilloso.
–No, un Eva. Un Evangelion.
–Ah. ¿Dónde está Papá?
–¿Ves ese cilindro blanco? Ahí dentro. Va a pilotarlo.
–¿Es un piloto? –Shinji puso unos ojos como platos.
–Impresionante, ¿no? –comentó una voz por la megafonía.
–Dile hola a papá, Shinji.
–¡Papá! ¡Hola! –gritó Shinji con toda la fuerza de sus pulmones.
–Hola, hijo.
–Hola, Gendo –sonrió Yui–. ¿Nervioso?
–En absoluto, cariño. Pero ya me explicarás porque el uniforme tenía que ser de color naranja.
–Te queda muy sexy.
–Seguro – gruñó Gendo, embutido en unas mallas de color naranja chillón–. Esperó que no hayas sacado fotos, al menos.
–Desde luego que sí. Dos carretes –se rió Yui–. ¿Cómo te sientes?
–Apretado en esta cosa. Pero estoy bien.
–Te quiero –murmuró Yui.
–Y yo a ti, mi amor.
Yui se dirigió al teléfono y habló brevemente por él. Acto seguido, se comenzó a oír un zumbido en el hangar, parecido al ruido que haría un taladro. En la sala de control, que Yui podía ver al otro lado del hangar, los técnicos se afanaban en sus puestos, preparando la secuencia de activación del gigante biomecánico.
Yui caminó hasta la ventana, pasándole a Shinji una mano por el pelo y alborotándoselo. Estaba nerviosa a su pesar, y no le había gustado nada en absoluto que Gendo la hubiese convencido para ocupar el puesto. Era su proyecto, y mucho dependía de la prueba de ese día. No era que no confiase en Gendo... pero Yui hubiera preferido que fuese otro, y no Gendo, el que ocupase la carlinga blanca en la nuca del Eva.
A modo de pequeña venganza, Yui se había encargado –personalmente– de que las mallas del piloto fuesen lo más ridículas y ceñidas posible. Así aprendería...
Una voz femenina se oía por los altavoces, informando de los progresos en la secuencia. Quedaba poco, demasiado poco, y Yui apenas podía controlarse. Agarró la mano de Shinji.
–Comenzando secuencia –informó la operadora–. Sincronización al diez por ciento y subiendo. Al veinte y subiendo. Motor neurón activado... Constantes vitales del piloto estables –Yui suspiró aliviada–. Al treinta y subiendo... Anomalía en la conexión A–10.
Yui miró a Fuyutsuki, preocupada. El antiguo profesor sacudió la mano.
–Entra dentro de lo normal –dijo contemplando la pantalla del ordenador–. Es sólo ruido de fondo. No te preocupes.
Yui se mordió el labio y asintió.
–Sincronización al sesenta por ciento. El prototipo es operativo. Sincronización entre el piloto y la unidad correcta. Motor neurón... Sin problemas. Sincronización al setenta por ciento.
El límite programado estaba en el setenta y cinco por ciento de la capacidad teórica. Excepto Yui, nadie estaba demasiado seguro de que se pudiese alcanzar el cien por cien. Gran parte del proyecto estaba basado en las tesis de Yui, y la mayoría del equipo los aceptaba como un dogma de fe. Y ni siquiera Yui estaba segura de lo que podía pasar si se alcanzaba el límite. O si se sobrepasaba.
–¡Mamá! –se quejó Shinji.
Yui le soltó la mano, avergonzada. Sin darse cuenta, había apretado demasiado la mano de Shinji y ahora éste se la frotaba, enfurruñado.
–Sincronización al setenta y cinco por ciento –la operadora informó–. En proceso de estabilización...
Yui suspiró. Y mientras el suspiro moría en sus labios, todas las alarmas de Gehirn saltaron al mismo tiempo.
–Sincronización al ochenta por ciento y subiendo –informaron tranquilamente desde la sala de control–. Irregularidades en el motor neurón.
Yui palideció y se abalanzó sobre el teléfono, aun antes de que Fuyutsuki, perplejo, reaccionase.
–¡Akagi! –gritó Yui nerviosa tras marcar la extensión. Escuchó por un momento, y sacudió la cabeza–. ¡No! Detén la secuencia ahora mismo... ¿Cómo que no responde? ¡Haz que responda! –gimió–. ¡Espera! ¡Voy para allá!
Yui salió corriendo, seguida por Fuyutsuki.
–Mamá... –murmuró Shinji, asustado.
De pronto se encontraba a solas, con todas las alarmas y las luces rojas del mundo chillando enloquecidas. Se dio la vuelta muy, muy despacio, y contempló a través de la cristalera como el gigante púrpura se convulsionaba enloquecido.
–Sincronización al ciento uno por ciento – dijo una voz fría y monótona por los altavoces–. Contacto con el piloto perdido.
–¿Mamá? –murmuró despacio–... ¿Papá?
***
Oficinas centrales de Gehirn en Suiza. Dos meses después.
La sala de reuniones estaba pensada para acoger a más de treinta personas en reuniones de alto nivel. No obstante, sólo dos personas la ocupaban en aquel momento. Yui cerró el ordenador portátil que tenía delante y suspiró agobiada. La sala resultaba opresiva a pesar de su vastedad, o quizás precisamente por ella.
–¿Qué tal estás? –le preguntó Fuyutsuki suavemente, preocupado.
–¿Eh? Bien, creo –Yui se encogió de hombros–. Es difícil... Pero la vida sigue, supongo, y hay tanto por hacer... Le echo de menos –concluyó suavemente.
–¿Y Shinji?
–No sé. Bien. Parece haberlo olvidado, o quizás esté aún traumatizado. No me ha preguntado dónde está Gendo, o qué le ha pasado, y no parece afectado en absoluto. No sé... Es que no sé que hacer en esta situación.
–Todo saldrá bien –dijo Fuyutsuki vagamente.
–Eso espero.
–No tienes porque hacerlo, si no quieres.
–¿No? –Sus dedos tamborilearon sobre la gruesa carpeta marrón sobre la mesa–. ¿Y esto? Gendo nunca me contó nada. El plan de complementación... Nunca hubiera imaginado que Keel se atreviese a llegar tan lejos. O que fuese posible.
–Es aterrador.
–No sé... –dijo Yui–. Quizás...
La conversación se vio interrumpida por la entrada en la sala de reuniones de un hombre de avanzada edad, mayor incluso que Fuyutsuki. Se movía con agilidad, sin embargo, y caminó en silencio hasta sentarse en uno de los asientos libres cerca de ellos.
–Doctora Ikari, profesor Fuyutsuki... –saludó–. Espero que hayan tenido un buen viaje.
–Sí.
–Me imagino que estarán muy ocupados, y yo mismo no soy dueño de mi tiempo. Profesor Fuyutsuki, si no le importa...
–En absoluto –Fuyutsuki se levantó, y miró a Yui–. Te esperaré fuera.
Una vez Fuyutsuki hubo salido de la sala, Keel carraspeó y se dirigió a Yui, mirándola con curiosidad.
–Entiendo, doctora, que ha leído toda la documentación clasificada que le remitimos la semana pasada.
–Sí.
–¿Y?
–¿De verdad cree que voy aceptar dirigir esto? –preguntó Yui.
–Sí –Keel sonrió arrogante–. La pérdida de Ikari nos ha dejado en una posición muy incomoda, doctora. La necesitamos.
–No puedo creer que Gendo estuviese al corriente de esto.
–Lo crea o no, así era. La complementación es el siguiente estadio de la evolución humana. Todos reunidos en un solo ser.
–¿Todos?
–Todos, doctora Ikari. Absolutamente todos –sonrió desagradablemente–. De todas formas, si usted rechaza el puesto, siempre podemos recurrir a Naoko Akagi...
Yui dejó escapar un suspiro cansado, y asintió.
–Acepto –dijo–. Pero tengo mis condiciones.
–Usted dirá –Keel dijo satisfecho, repantigándose en la silla.
–El profesor Fuyutsuki será mi segundo al mando. Yo supervisaré el diseño de la estructura de la agencia, y quiero un control absoluto sobre ella, incluyendo el programa MAGI. Nada de interferencias.
–Claro –el anciano se encogió de hombros–, aunque deberá responder ante mí y el Consejo. Aparte de eso, la agencia será suya siempre que cumpla con los plazos del proyecto.
–Bien. Una cosa más...
–¿Y bien?
–La primera niña –dijo Yui simplemente.
–Esa parte del proyecto fue dirigida por Ikari en persona. Sé bien poco de ella –admitió–, salvo que es la única candidata capaz de pilotar un Eva... Eso, y sus orígenes.
–No me refiero a eso. No puedo creer que viva así. ¿Desde cuando está al cuidado de Akagi?
–No sé. Adóptela –dijo Keel levantándose–. O haga lo que mejor le parezca; ahora es asunto suyo. Buenas tardes, doctora. Y buena suerte.
Yui asintió, y lo observó largamente mientras abandonaba la sala. Esbozó entonces una sonrisa melancólica.
–Por supuesto –murmuró quedamente, sacando una fotografía de la carpeta–. Rei Ayanami... Rei. Bonito nombre, Gendo.
***
Shinji echó a correr según oyó la puerta que se abría. Siempre se arrojaba a los brazos de su madre tan pronto como llegaba a casa. Su madre había estado fuera durante dos días, y la canguro, aunque amable y tranquila, no era lo mismo. La echaba de menos, y se precipitó fuera del salón al oír el ruido que hacía en la entrada.
Esta vez, no obstante, se quedo quieto bajo el dintel de la puerta. Parpadeó confundido. Junto a su madre, había una niña de su edad, con el pelo azulado y los ojos rojos.
Yui contempló a Shinji preocupada. No sabía como iba a reaccionar ante aquello, pero no podía dejar a una niña tan pequeña viviendo prácticamente sola en un cuarto mugriento del laboratorio. La discusión que había mantenido con Akagi no había sido nada agradable, pero, por supuesto, ella no había podido hacer nada para evitar que Yui se saliese con la suya. Rei, mientras tanto, no había pronunciado palabra desde que habían salido del laboratorio. Yui estaba un tanto perpleja con ella.
–Hola cariño –dijo Yui con cuidado–. Ésta chica es Rei Ayanami, y va a vivir con nosotros.
–¿En serio? –preguntó Shinji, mirándola con curiosidad.
–Eh, sí –afirmó Yui cruzando los dedos.
–Ah, vale –sonrió torpemente–. Yo soy Shinji. Te enseñaré la casa. ¡Ven!
Shinji cogió a Rei de la mano y la arrastró al salón. Rei parpadeó sorprendida, pero no protestó. Yui se quedó mirándoles por la cristalera de la puerta del salón, viendo como Shinji sacaba todos y cada uno de sus juguetes y se los enseñaba a Rei. Sonrió, aliviada, y se dejó caer contra la pared. Dejó escapar un suspiro largo y tranquilo, y miró al techo.
–Gendo... –murmuró-. Te echo de menos...
***
Continuará...
***
Notas del autor
Éste es un viejo proyecto mío que había comenzado, inicialmente en inglés y bajo otro título, hará ya un par de años. Ahora he decidido retomarlo en castellano por varías razones. Entre ellas se encuentra el hecho de que no necesito que nadie revise la gramática u ortografía del texto por mí, por no hablar de que tardo infinitamente menos en escribir en castellano que en ese simulacro de idioma que los piratas usaban para insultarse mientras se repartían el botín contando con los dedos de los pies.
La premisa de la que parte la historia es bastante simple, y bastante obvia. Yui intercambia su puesto por Gendo, con la consecuencia de que es éste y no la primera el que se va a tirar diez años cavilando dentro del Evangelion. A partir de ahí, evidentemente, se producirá una serie de cambios que, cual efecto mariposa, afectarán al resto de personajes y a la trama de la serie.
Aparte del intercambio entre Gendo y Yui, existe un mínimo cambio que probablemente sólo notarán aquellos que tengan demasiado tiempo libre. En la serie original, Rei era creada por ingeniería genética a partir de los restos de Yui y del ADN de un ángel. Por razones obvias, tal cosa no sucede aquí – a menos que el lector desee que Rei se parezca físicamente a Gendo... Considérese tal cosa como una pequeña licencia poética que me permite añadir cierta ambigüedad a la postura de Yui.
En el siguiente capítulo –Volviendo a casa– la acción saltará unos cuatro años en el futuro, para situar la historia en el año 2014, que es cuando la cosa empieza a ponerse interesante. También será considerablemente más largo que éste, o eso espero.
¿Agradecimientos? A cualquiera que reseñe esta historia (el botón está un poco más abajo y a la izquierda, si no es mucha molestia) vaya por delante mi agradecimiento, así como a LeperMessiah y Autophage por su trabajo en la versión original de la historia.
Athos
