Disclaimer: Inuyasha y compañía no me pertenecen, son de la magnífica Rumiko Takahashi, sin embargo la trama es completamente mía y está hecha sin fines de lucro.

Capítulo corregido por Rogue85

Ésta historia es participe del Primer Gran Reto del Circulo Mercenario.

.

.

.

Capítulo 1

Kagome Higurashi se removió inquieta sobre el asiento reclinable de cuero. Su secretaria apuntaba un par de cosas en la libreta, escribía a un ritmo considerablemente rápido, pero para Kagome no era suficiente, ella necesitaba que fuese a su paso. Además, la mujer no ayudaba mucho con su aspecto, sus prominentes pechos resaltaban bajo la blusa negra transparente y la falda de tubos acentuaba sus curvas y sus largas piernas.

En una primera inspección, parecía una mujer bonita, pero si Kagome se detenía a mirarla, se daba cuenta de que su rímel estaba un poco corrido y el tinte rubio no le acentuaba con su color moreno de piel. ¿Quién usaba ese color en el cabello con ese tono? Obviamente su secretaria.

Dejó su minuciosa inspección cuando la chica levantó la cara y enarcó una de sus cejas, demasiado delineadas. Los ojos negros brincaron curiosos al ver que su jefa la inspeccionaba.

—Muy bien Yuri, mañana checamos lo que sigue, por ahora encárgate de eso —la mujer asintió y dió la media vuelta. Antes de salir le dedicó una mirada de desagrado, que a Kagome le daba lo mismo.

Ya desde hace un tiempo había aprendido a lidiar con mujeres libertinas como aquella. Recordaba que con Inuyasha, las mujeres caían como alfombra a sus pies, lástima que ninguna de ellas logró su objetivo de seducirlo, puesto que Inuyasha, su esposo, había sido incondicional a ella.

Eran la pareja perfecta, llevaban el matrimonio más estable y conveniente de los que cualquiera hubiese visto nunca. Casi no peleaban y por lo general Kagome terminaba teniendo la razón en los pequeños debates que se llevaban a cabo como pareja, para luego terminar como locos haciendo el amor.

Los primeros años de matrimonio, habían tomado la relación bastante tranquila y hasta habían planificado una familia con el paso de los años, pero cuando quisieron quedar embarazados, el milagro no llegaba.

Lo habían intentado tantas veces que Kagome ya había perdido la cuenta. Habían hecho hasta lo imposible por terminar embarazados, que con el tiempo se fueron resignando, hasta que la adopción fue su única salida, pero la vida había sido tan injusta con ellos, pues Inuyasha había muerto en un accidente de coche antes de terminar el trámite y por consiguiente ella había perdido toda esperanza y había cancelado los oficios.

Ahora, cuando sentía que su mundo seguía siendo tan desabrido como el día de la muerte de Inuyasha, su único refugio era el deseo latente en su interior de ser madre. Había enfrentado la verdad ante los médicos y al final, el del problema para concebir hijos, siempre había sido Inuyasha. Y con esa noticia su deseo creció tanto que buscó alternativas como la inseminación artificial, pero no lograba decidirse por un candidato, todos le parecían hombres con genética un tanto diferente, por decirlo de ese modo.

Ella necesitaba sentirse mujer, necesitaba vivir ese milagro que la vida regalaba a las mujeres, necesitaba ser madre.

Llevaba un par de días pensándolo y estaba dispuesta a lo que fuera con tal de lograrlo, aun si eso significaba acostarse con el primer hombre que se le plantase enfrente.

Sonrió al pensar eso, porque su socio Myoga asomó la cabeza desde la puerta. Su calvicie brilló ante la luz de las lámparas y a continuación su prominente barriga entró abriendo la puerta. Definitivamente, sería el segundo hombre que se le plantase enfrente.

—Buenos días, Kagome —le saludó. Ella sonrió.

—Buenos días Myoga.

—Ya está el nuevo contador en la sala de juntas, sólo falta que te presentes y le digas por dónde empezar.

Kagome asintió y tomó la agenda que estaba sobre el CPU de su computadora. Se miró en el espejo antes de salir y se alisó con una mano el cabello.

Cuando llegó a la sala de juntas, su secretaria salía con una sonrisa en los labios. En cuanto la vio, ésta se desvaneció y pasó a su lado haciendo un mohín.

Zorra, pensó Kagome.

A continuación, empujó la puerta para entrar y el primer recibimiento fue el olor penetrante del café y el aire acondicionado, era un aroma delicioso. La segunda cosa que la recibió, fueron unos potentes y penetrantes ojos azules, que la desestabilizaron varios segundos antes de poder reconocer a la persona de porte elegante que la miraba sonriente.

—Mírate, si estás preciosa —el hombre caminó hasta ella y la rodeó con los brazos. Su olor a madera le inundó más las fosas nasales que el propio olor intenso del café. Entonces reconoció a Bankotsu Howe, su ex compañero de universidad.

— ¡Vaya! Mira que el que ha cambiado eres tú —Kagome lo miró de pies a cabeza. Si Bankotsu había sido un erudito en la universidad, con gafas y cuerpo esquelético, ahora no quedaba rastro alguno. Todo había sido sustituido por un potente cuerpo bien trabajado y lo que ella sospechaba eran lentillas de contacto. El traje gris impecable, combinaba perfecto con su cabello negro ligeramente alborotado. Su barbilla cuadrada se tensaba cuando sonreía y dos hoyuelos picaros se le formaban en las mejillas, ¡Por Dios! Estaba guapísimo.

—Oh, preciosa, es un honor.

— ¿Eres el nuevo contador? —preguntó escéptica. Bankotsu asintió y extendió los brazos mientras se encogía de hombros.

—Así parece.

Si de algo estaba segura Kagome, era que había encontrado al donador de espermas para su hijo, y no le importaría tener que llevarlo a la cama con tal de cumplir su cometido.

—Entonces empecemos a trabajar en eso, después podremos hablar de viejos tiempos.

Él asintió fascinado y durante el transcurso de la pequeña reunión no le quitó la mirada de encima, por lo que estaba más que segura de que pronto sería madre como tanto lo deseaban ella e Inuyasha.

— ¿Y cómo va tu matrimonio? —preguntó él cuando ella cerró la agenda y se levantó de la silla. Esa pregunta la tomó por sorpresa, aun después de tres años, le seguía punzando el escuchar comentarios sobre su matrimonio.

—Inuyasha murió —contestó quedita.

—Oh, cuanto lo siento Kagome.

—No te preocupes, ya no duele tanto —mintió. Bankotsu no supo que más decir.

— ¿Cuándo puedo empezar a checar las finanzas? —preguntó tratando de cambiar de tema.

—Desde ya, por eso no hay problema, tienes toda la información necesaria a la mano y cualquier cosa puedes solicitarla a Myoga o a mí.

—Prefiero que seas tú la que me la des —ella sonrió y lo miró de pies a cabeza antes de comenzar a caminar con rumbo a la puerta. Al tomar la perilla se detuvo como si tal cosa y se giró a verlo de nuevo.

—Te invito a cenar ésta noche a mi casa.

—Será un placer ser tu invitado —contestó y ella sonrió antes de terminar de salir.

A las siete de la noche, el automóvil de Bankotsu se estacionó frente a su casa. Despidió a la cocinera y al mayordomo para poder estar solos.

Se dio una última mirada en el espejo y tomó la botella de perfume que estaba sobre la encimera del baño. Colocó un par de gotas detrás de la oreja, en los brazos, el cuello y en la parte interior de las piernas. Cuando estuvo satisfecha con su aspecto, caminó rumbo a la puerta para recibir a Bankotsu.

—Te ves radiante —le dijo mientras le entregaba un ramo de rosas. Kagome se sorprendió de tal detalle, pues llevaba tiempo sin que un hombre tratase de pretenderla. Ya había olvidado lo que se sentía recibir un beso.

—Qué detalle, gracias Bankotsu—él sonrió y depositó un beso en su mejilla. Kagome sin poder evitarlo, sintió un estremecimiento desde esa zona, hasta todas las demás partes de su cuerpo.

Era obvio que después de tres años sin un hombre, Bankotsu la haría sentir deseada, necesitaba tanto volver a sentir el calor de otro cuerpo sobre el suyo, que no le importaba tener que parecer una urgida, su recompensa sería grande y lo sabía.

Bankotsu terminó de entrar a la mansión de Kagome. La ayudó con la vajilla y con el vino que estaba en la bodega.

Después de cenar, comenzaron a platicar de lo que había pasado los últimos años en la vida de ambos. Kagome le contó la perdida de Inuyasha y que no había querido rehacer su vida después de lo ocurrido.

—Pero eres muy joven para no desear volver a rehacer tu vida —comentó Bankotsu. Ella se encogió de hombros tratando de no responder su pregunta. Ciertamente, Inuyasha era el único hombre con el que había querido ser feliz y después de su muerte juró no volver a casarse para honrar su memoria. Por los hijos que no tuvieron y por el amor tan corto que les permitió la vida.

—No lo sé—respondió.

—Debo de confesar que me dolió mucho que te casaras con Inuyasha.

— ¿Te dolió? —él asintió.

—Yo esperaba que algún día me dieras el sí y lo mandases a volar, pero al final lo elegiste a él.

—Lo elegí porque lo amaba, ahora, las cosas han cambiado —murmuró trémula. Los ojos de Bankotsu se oscurecieron de pasión y ella supo que ese era el momento de actuar.

— ¿Te volverías a enamorar, Kagome?

—Tal vez —respondió.

Bankotsu bebió de su copa de vino y le extendió una mano para ayudarla a levantarse de la silla, y a continuación la guió por la sala y encendió el reproductor de música. Una melodía lenta y suave comenzó a sonar y ellos se movieron al compás de ésta.

—Hubiese dado lo que fuera porque me hubieses elegido a mí.

—Hay veces que las cosas tiene que suceder de una manera para poder comprender su verdadera esencia. Tú y yo éramos tan distintos, de haberte dado el sí, hubiésemos terminado destrozados.

—Nunca se sabe —argumentó él y ella negó con la cabeza.

—No, nunca se sabe.

Entonces Bankotsu le levantó el rostro y comenzó a besarla de una manera suave. A medida que el beso se hacía más profundo, sus respiraciones se agitaban. Las entrañas de Kagome palpitaban como lava caliente, era un deseo escondido durante mucho tiempo, tratando de honrar la memoria de Inuyasha, pero ahora, ella necesitaba cumplir su sueño y si esa oportunidad para lograrlo se llamaba Bankotsu, pues lo haría.

Cuando pasó sus brazos por el cuello del hombre, éste la levantó para depositarla sobre el sofá. Y al final, cuando la música terminó, ambos ya estaban desnudos y encajados, haciendo el amor sobre el sofá.

Y mientras las manos de Bankotsu le recorrían el cuerpo entero, ella no podía dejar de pensar en lo que sería cuando quedase embarazada. Bankotsu le había caído del cielo y de cierta forma no se merecía eso porque se estaba aprovechando de él y de su vulnerabilidad para obtener el beneficio que quería.

Desde la universidad Bankotsu había estado enamorado de ella así que era sencillo el asunto. Él obtenía su cuerpo como tanto lo había deseado desde hacía mucho tiempo y ella quedaba encinta.

Los gemidos guturales de la garganta de Bankotsu la hicieron volver a la realidad y sus potentes embestidas la hicieron olvidarse del asunto que le importaba en ese momento. Porque no era capaz de pensar mientras él la encajaba de esa manera salvaje.

Mientras el fuego se esparcía consumiéndola desde el interior; Su cuerpo amenazó con vibrar de pasión de un momento a otro y se dejaría llevar por el exquisito cosquilleo de su pene dentro de su vagina. Quería más y más y cuando no pudo soportarlo su cuerpo explotó con una descarga de energía que la recorrió de pies a cabeza. Sus músculos internos se contrajeron apretando el miembro del hombre y soltó un sollozo de puro placer.

—Nena, me voy a venir —Kagome sólo pudo sonreír y sentir como se derramaba en su interior. Sintiéndose la mujer más dichosa del mundo. De forma inexplicable se sentía completa.

El silencio y el golpeteo de su corazón le siguieron después de hacer el amor. No tenía idea ni qué decir sin arruinar el momento. ¿Bankotsu tomaría aquello como que podrían empezar una relación? Esperaba no fuera tan caballero como para pensar eso.

—Bankotsu, yo…

—No digas nada, ¿quieres? —dijo mientras salía de su interior. Sus entrañas palpitaron clamando por volver a tenerlo dentro, pero se obligó a ella misma a dejar de sentir aquello.

Bankotsu se acomodó en el mueble y ella aprovechó para recoger su vestido y su ropa interior que estaban desperdigados a un lado. No pudo evitar mirar el hermoso cuerpo del hombre. Sus musculosos brazos y su piel cremosa. Tenía la piel tan caliente y sus manos eran tan habilidosas como su boca. Debía reconocer que era un buen amante, pero no debía pasar más allá de una sola noche. Si después de eso no lograba quedar embarazada ya se pensaría como volver a seducirlo.

— ¿Qué pasa? —preguntó mirándolo abstraído en sus pensamientos.

—Siento que soy un completo cabrón.

— ¿Por qué lo dices? —Bankotsu levantó la mirada hacia el cuadro que estaba en la pared de al lado. La misma fotografía que les habían hecho a ella y a Inuyasha el día de su boda. En ese entonces había sido tan feliz y suponía que jamás volvería a tener una sonrisa como aquella.

—Siento que me estoy aprovechando de la situación ―añadió el moreno

Kagome estuvo a punto de echarse a reír por la situación de la que ella se estaba aprovechando. Bankotsu no era el que estaba abusando.

—No lo lamentes, yo también lo necesitaba.

—Kagome, sé que antes no pudimos lograr nada, pero ahora eres una mujer libre y yo aún no dejo de pensar en…

—Creo que deberíamos vestirnos —lo interrumpió. Su cuerpo tembló de sólo pensar en sus palabras. No se sentía preparada para volver a tener una relación y mucho menos con Bankotsu Howe, su antiguo compañero de universidad. Eso no estaba entre las opciones.

— ¿Crees que lo haría si no tuviera intenciones…?

—Bankotsu, dame tiempo… yo sé que puedo volver a enamorarme, pero por ahora quiero estar sola.

Él no dijo nada. Se levantó del mueble, recogió su ropa y después de vestirse salió de su casa.

Un millón de pensamientos pasaron por su cabeza y un millón de sentimientos le agitaron el corazón, pero lo que nunca pensó llegar a sentir era el miedo de no volver a verlo

—Kagome, pon los pies en la tierra, llevas mucho tiempo sin un hombre y es normal que sientas la necesidad de sentirte deseada, pero no es para tanto, no pierdas de vista tus objetivos —le dijo mientras se vestía y se levantaba para ir a su habitación.

Al día siguiente en su oficina, Bankotsu entró llevando otro ramo de flores como el que había llevado a la cena. Parecía más relajado y ella contra todo pronóstico, se sintió aliviada de verlo parado en su puerta con aquel detalle.

—Cómo puedes ver esta vez no me daré por vencido tan rápido —Kagome sonrió y se levantó de su asiento de cuero para rodear el cuello de Bankotsu con sus brazos. Lo había hecho sin pensar, pero se sentía tan bien que podía quedarse así el tiempo que fuese necesario.

Continuará

Creo que ya lo he dicho muchas veces. La personalidad de Bankotsu no es lo mío y de por sí soy una autora que lleva a todos sus personajes por el Ooc. Así que disculpen a mi personaje.

En fin, muchas gracias por leer, ahora ¿Qué les parece si me comentan qué les pareció?