El día era nuboso y unas cuantas gotas de lluvia caían. La brisa era lenta y fría, el sol parecía querer estar escondido, había algo en ese día que era especial, era una fecha bastante linda. El otoño no parecía querer aparecer, y aun las hojas de los arboles eran de un color verde, empapadas se movían al compas del viento.
-que piensas?- pregunto con voz suave.
-que el otoño se tarda mucho- contesto.
-no es cierto solo estas buscando excusas para no responder- Molly alzo una ceja, e hizo sonreír a Sherlock, los dos estaban acostados en la cama, completamente desnudos cubiertos solamente por la sabana.
-no sé qué me pasa- respondió Sherlock entrecerrando los ojos y suspirando lentamente.
-te estás aburriendo-dijo con tristeza la castaña- te estás aburriendo de mi.
Sherlock la miro inmediatamente negando rápidamente.
-¡que! No eso no es….es que yo- se sentó en la cama.
-¿qué?- siguió con inocencia la joven forense.
Hubo un momento de silencio en que la mañana comenzó a aparecer por la ventana del apartamento.
-todos- exclamo con tristeza- todos creen que estoy muerto.
Molly lo abrazo un momento para luego acostarlo.
-tú mismo dijiste que era necesario-
-lo es?-pregunto en voz baja.
Su mirada se perdió en el rostro de su acompañante, lo que había dicho era verdad, eran sumamente necesario que todos creyeran que estaba muerto, pero ahí estaba el, en la cama de su forense favorita, la que le había ayudado a fingir su propia muerte. De pronto se le vino a la mente el rostro de su mejor amigo John, aquel que le pedía un milagro mas, Sherlock se levanto bruscamente de la cama.
-ya tienes que irte, no es así?- la castaña se fijo en la triste mirada del detective.
-la red de Moriarty sigue haya fuera- exclamo con seriedad- debo hacer algo.
Holmes salió de la habitación y siguió su camino hacia la puerta.
-te aburrirás!- oyó la voz de Molly detrás, y así era, había tomado las sabanas para cubrirse y ahí estaba- te aburrirás y no podrás evitarlo.
-qué?-
Acerco sus labios lentamente a los suyos y sintió como su cuerpo se acercaba más y mas.
algo -prométeme Sherlock Holmes- DIJO Con voz seca.
-no puedo prometer nada- respondió el detective con mirada triste- ni siquiera a ti.
Y así mismo se marcho de aquel apartamento a paso ligero, poniéndose su bufanda y subiéndose el cuello del abrigo. El otoño que parecía tan lejano como Sherlock Holmes cayó rápido, y Molly vio como aquel día se alejaba de los brazos de la muerte el gran Sherlock Holmes.
