I


Robb parpadeó para despertar. Lentamente. Cuidadosamente. De inmediato deseó poder cerrar los ojos de nuevo y fingir que la noche anterior había sido una pesadilla. Una pesadilla que lentamente se había vuelto un sueño, llenándolo de placer. Sus oscuros rizos rozaban su piel y él podía sentir su respiración cálida y uniforme contra su pecho desnudo. Su piel estaba presionada tan cerca contra él que no estaba seguro de donde terminaba uno y comenzaba el otro. La noche anterior habían sido como uno. La noche anterior ella había colocado sus brazos a su alrededor y le había dicho que todo estaría bien al final. Entre sus lágrimas cegadoras, de algún modo logró mirarla a los ojos, ver la sinceridad brillando en el oscuro abismo de sus ojos. En un momento sus labios habían estado sobre los de ella. Antes de saber lo que sucedía, su vestido había desaparecido entre sus manos y la sentía desnuda bajo su toque. Dentro de sí, él sabía que esto estaba mal pero había continuado sin importarle. La había llevado hasta la cama y ella lo había seguido ansiosa, sus manos atrayéndolo hacia ella justo como él lo hacía con ella. Volverse uno con ella había desaparecido sus problemas. Su dulce calidez rodeándolo y su voz sin aliento murmurando su nombre mientras sus cuerpos chocaban uno contra el otro fueron suficiente para hacerlo olvidar.

Ahora recordaba.

La vergüenza lo inundó. Arrepentimiento. Amargura. Había confiado en él, tanto como confiaba en Jon. Eran hermanos en todo excepto en nombre pero ahora solo sentía odio hacia él corriendo por cada vena en su cuerpo. Sus manos formaron puños al pensar en él. Jeyne se movió entre sus brazos y él notó que sus dedos se enterraban en la suave piel de su cadera. Robb relajó sus manos y ella suspiró con pesadez, su propia mano apretando ligeramente los músculos de su pecho mientras su respiración de regularizaba de nuevo. Robb cerró los ojos de nuevo cuando comenzaron a arderle. ¿Cómo podía haber sido tan estúpido? En su pena por sus hermanos y su furia por la traición de Theon, de algún modo le había parecido adecuado llevar una chica inocente a su cama. Se maldijo a sí mismo. Jeyne era dulce. Inocente. Lo había cuidado a pesar de la desaprobación de su madre y fue la única que logró que se quedara cuando llegaron las noticias sobre Bran y Rickon. Enredó un dedo en sus rizos, su corazón latiendo con rapidez mientras enredaba el suave cabello una y otra vez sobre sus dedos. Ella era hermosa. Estar con ella sería tan simple como respirar. Paró sus acciones inmediatamente.

La chica Frey.

Ya estaba prometido. Su madre había hecho la promesa hacía mucho tiempo y él había aceptado porque necesitaba cruzar ese puente. Necesitaba salvar a su padre. ¿Por qué todo lo que se proponía hacer parecía destinado a fallar? Le había prometido a su madre que salvaría a su padre y hermanas. Había fallado. Había estado seguro de que una alianza con Renly los haría imparables. Renly había muerto y él se había equivocado de nuevo. Más fracasos. El Matarreyes estaba perdido para él, su propia madre lo había causado. Le había prometido que os chicos estarían a salvo en Invernalia, había ignorado sus dudas acerca de enviar a Theon a Pyke. ¿Por qué no había escuchado? Que los Dioses maldigan todo, todo era culpa suya. Si alguna vez volvía a ver a Theon Greyjoy, cerraría sus manos contra su cuello hasta que la vida escapara de su cuerpo. No lo soltaría hasta que el último aliento de vida saliera de su cuerpo inmundo. Quería ser uno con ella una vez más, perderse en ella porque era lo único que podía alejar el dolor.

La vergüenza vino por él una vez más cuando ella despertó de su sueño, levantando lentamente la cabeza de su pecho, su mirada tímida e incierta cuando volteó a mirarlo. La había arruinado. Otra promesa rota. Los Frey lo abandonarían por esto y no los culparía por hacerlo pero, ¿cómo podía dejarla arruinada? Jeyne merecía algo mejor. Él le daría algo mejor, si lo aceptaba. Movió su mano gentilmente hacia su rostro y acarició su mejilla, ella lucía un poco más segura pero aún se sentía la incomodidad entre ellos. La noche anterior había sido tan simple, casi demasiado simple. Sin embargo, bajo la fría luz del sol de la mañana todo era tan diferente. Las consecuencias de sus acciones volaban entre ambos y Robb prácticamente podía sentir la tensión existente entre ellos. Robb lamió sus labios con nerviosismo mientras ella lo miraba, acomodando gentilmente un mechón de cabello tras de su oreja. "Haré lo correcto." Susurró él y ella frunció ligeramente el ceño. "Sé que nunca debí deshonrarte de ese modo pero haré lo correcto Jeyne. Te tomaré como mi esposa, no permitiré que te quedes en vergüenza."

Había esperado que sonriera, se inclinara contra él, presionara sus labios contra los suyos una vez más para perderse en el otro como habían hecho la noche anterior. Lo que no esperaba era la expresión de furia que cruzó por su rostro, que se alejara de él y tomara una cobija, cubriendo su desnudez con ella. "Estás comprometido." Declaró Jeyne con frialdad y sus palabras lo golpearon como un puñetazo en el rostro. "Fue una promesa hecha a una mujer de quien ni siquiera sé su nombre." Respondió él, enderezándose con furia para mirarla mientras ella negaba lentamente con la cabeza. "Pero sigue siendo una promesa." Dijo ella en voz queda y él frunció el ceño, extendiendo una mano para tomar una de ella pero ella rechazó sus avances. "No la quiero a ella, te quiero a ti." Dijo Robb con suavidad, sin entender porque Jeyne se comportaba así. "Y me tuviste." Respondió ella con la misma suavidad, dirigiendo la mirada hacia las sábanas manchadas de sangre. "Vine a ti por mi voluntad, no me forzaste a hacerlo." Continuó ella. "Pero ahora ya estás curado y debes continuar hacia el sur, olvídate de mí… no estábamos destinados a estar juntos. Honra tus promesas como lo haría un buen rey." Murmuró ella, levantando una mano para acariciar su mejilla. "Nunca te olvidaré… me alegra haber podido brindarte algo de consuelo en un momento de oscuridad."

"Jeyne-" Robb comenzó a protestar pero ella se inclinó y presionó sus labios ligeramente sobre los suyos. Ella era tan dulce. Era muy dulce. Cuando se separó de él ella negó con la cabeza, colocando un dedo sobre sus labios y él obedeció su gesto de silencio, incluso aunque lo único que quería era gritarle que reconsiderara. Ella se alejó de la cama, sosteniendo la cobija firmemente contra su cuerpo y se dispuso a encontrar su ropa. Robb se levantó y tomó sus pantalones, poniéndoselos con furia antes de voltear a mirarla una vez más, observándola anudar los lazos de su vestido con dedos temblorosos. Él se dirigió hacia ella y colocó sus manos sobre las suyas, sintiéndola saltar ligeramente ante su toque. Robb permitió que sus manos acariciaran las de ella, mirándola a los ojos, tan bellos que imaginaba poder perderse en ellos por siempre. "¿No lo reconsiderarás?" Le preguntó en voz baja y ella sonrió arrepentida, negando ligeramente con la cabeza. "sabes que no sería lo correcto… eres un hombre de honor, al igual que tu padre."

"Y mira a dónde lo llevó." Dijo Robb con amargura mientras ella entrelazaba sus dedos y apretaba ligeramente. "Sé lo mucho que lo amas y lo extrañas pero no puedo permitirte hacer esto, romper tu promesa cuando sé que no es lo correcto." Le dijo ella y él apretó sus manos, atrayéndola en un abrazo. "Lo siento Jeyne." Susurró él y ella lo sostuvo con más fuerza, acariciando su espalda lentamente. "No me arrepiento." Le respondió ella en un susurro. "Jamás podría arrepentirme de haberme entregado a ti… eres tan gentil, tan maravilloso, jamás podría-" Robb la interrumpió inclinándose para besarla, causando que ella separara sus labios para unir sus lenguas en un beso. Sabía que sería mejor dejarla ir, dejarla salir por esa puerta sin mirar atrás pero la necesitaba. Era intoxicante, más embriagadora que la más fuerte de las cervezas o el vino más afrutado. Lo consumía tan completamente que lo aterraba. Lo aterraba y lo emocionaba al mismo tiempo, el deseo lo invadió una vez más mientras la acercaba más a él, su lengua explorando cada rincón de su boca.

Ella se separó con un jadeo y él inmediatamente deseó atraerla de nuevo entre sus brazos, pero ella logró salir de su abrazo y dio un par de pasos lejos de él. "Una vez se puede perdonar pero creo que es mejor que me vaya, Alteza, antes de que empeore las cosas." Le informó ella, acomodando su cabello sobre un hombro antes de dirigirse hacia la puerta. "Jeyne." La llamó él y ella se detuvo con la mano en la perilla de la puerta. "No puedo dejarte ir así." Ella negó con la cabeza y cuando volteó a verlo, él pudo notar las lágrimas sin derramar que inundaban sus ojos, causando que él mismo quisiera llorar. "No siempre obtenemos lo que deseamos, Alteza." Dijo ella con calma, sin separar la mirada se la suya. "Usted mejor que nadie debería saberlo."

Robb no tenía respuesta para eso y ella parecía saberlo, ya que una pequeña sonrisa salió a jugar en sus labios antes de girarse a abrir la puerta. Se cerró en el momento siguiente y Robb no creía haber escuchado algo tan definitivo en toda su vida. Se hundió en una silla y dejó caer su cabeza contra sus manos, deseando mil cosas diferentes al mismo tiempo pero, sin embargo, no se arrepentía de haberla llevado a su cama.


Jeyne llegó a la mitad del camino de regreso a su habitación cuando sus rodillas se vencieron. Se agarró de la dura pared de piedra, cegada por las lágrimas que determinadamente había contenido cuando aún estaba en presencia de Robb. Sollozos potentes sacudieron su cuerpo con tanta fuerza que hizo a Jeyne preguntarse si alguna vez podría volver a quedarse quieta. Su corazón se sentía como si estuviera en pedazos y le gritaba que volviera, que abriera la puerta de su habitación y le dijera que había reconsiderado. Lo dejaría tomarla en sus brazos y besarla hasta el mareo y le diría una y otra vez que quería ser suya sobre todas las cosas. Su esposa. Su reina. Pero no era su lugar y jamás lo sería. Podía haber calentado su cama por una noche pero jamás podría ser responsable de haber causado que rompiera una promesa, de destruir su honorable reputación. Los Frey lo abandonarían si rompía su pacto de matrimonio, talvez ella no supiera muchas cosas sobre la guerra pero eso sí lo sabía. Sería visto como un tramposo. No podía permitirle hacerlo, se preocupaba demasiado por él.

Pensó en su madre después y tuvo el deseo más extraño de reír a través de las lágrimas. Había sido todo lo que su madre había querido desde que Robb había llegado lesionado al castillo luego de que su ejército derrotara al Risco. Se alegraría de escuchar a las sirvientas decir que había sangre en las sábanas del Rey. Aunque su alegría se evaporaría cuando descubriera que Jeyne lo había rechazado y pensar en la reacción de su madre la hizo recobrar la compostura. Se enderezó y frotó sus manos contra sus mejillas para deshacerse de las lágrimas. No más lágrimas. Tendría que ser más fuerte que esto si planeaba resistir la necesidad de volver con él. Su madre sin duda estaría furiosa con ella y ni siquiera quería pensar en su padre. Apenas había vuelto al Risco luego de ser prisionero del Rey en el Norte… si descubría lo que había hecho… Jeyne se estremeció una vez más. No valía la pena pensar en ninguno de ellos. Ojalá Robb dispusiera que se deshicieran de las sábanas discretamente y así nadie se enterara de lo que había hecho. Él partiría pronto, de eso estaba segura. De algún modo tendría que resistir rendirse y aceptar convertirse en su esposa.

Se obligó a seguir caminando por los pasillos hasta su habitación, quitándose el vestido cuando entró. Lo que necesitaba era agua y un baño para aliviar el dolor entre sus muslos. Después de un momento tocó la campana para llamar a una sirvienta y mientras esperaba, se puso una bata. Alguien llamó a su puerta luego de unos minutos y ella les indicó que entraran, la sirvienta haciendo una reverencia ante ella antes de mirarla expectante; "¿miladi?"

"Quisiera que trajeras agua para un baño." Dijo Jeyne al instante y la chica accedió, haciendo una reverencia nuevamente antes de salir de la habitación. Jeyne se sentó y esperó, mordiendo sus uñas distraídamente e intentando no recordar los eventos de la noche anterior. Era difícil no hacerlo. Muy difícil. Cerró los ojos y casi pudo verlo sobre ella en la semioscuridad. Casi podía sentir sus callosas manos contra su piel, casi podía sentirlo separando sus piernas y acomodar su duro y musculoso cuerpo entre ellas. Podía sentir la aspereza del pelo en su pecho, casi podía sentir su boca sobre su piel y el sabor de su perfección en su boca. Podía sentirlo entre sus muslos, aliviando ese malestar. Trayéndole placer y dolor al mismo tiempo. Repentinamente abrió los ojos cuando la puerta se abrió, forzando una sonrisa para la tropa de sirvientas que le traían el agua tibia. Se fueron rápidamente, dejándola con un baño caliente y su corazón latiendo por Robb Stark. Dioses, deseaba poder detenerse. Cada latido le decía que regresara con él, que cambiara su decisión. Lo ignoró, poniéndose de pie y deslizando su bata por sus hombros antes de quitarse el camisón. Cuando se sumergió en el agua soltó un suspiro de alivio. La calidez del agua desvanecía el dolor de sus muslos y Jeyne se reclinó contra la tina y cerró los ojos, deseando que el agua pudiera alejar su anhelo por Robb con la misma facilidad.


Partirían en la mañana. Se había decidido con los hombres que ahora que estaba totalmente recuperado era prudente seguir adelante y él no pudo hacer otra cosa que aceptar. Su corona de bronce se sentía pesada sobre su cabeza mientras atendía el consejo con sus hombres en una de las desconocidas habitaciones del Risco. Había venido a ganar terreno en las Tierras del Oeste, consciente de que se rendirían ante él ya que tenía captivo a su señor. No había esperado venir aquí y perder su corazón. La idea de dejar a Jeyne lo hacía sentir enfermo pero ella había dejado clara su posición. No se casaría con él. Por mucho que le doliera, no podía discutir con sus razones. Por un momento deseó que no fuera tan juiciosa, que tirara la precaución al viento y aceptara ser su esposa. ¿Qué es un Rey sin una Reina? Él tendría una reina, record Robb con amargura mientras llevaba su copa a sus labios y tomaba un largo trago de vino. Tendría una esposa Frey y eso era definitivo. A veces maldecía a su madre por ese trato. Entonces recordó a Bran y a Rickon y la vergüenza lo invadió. Su madre estaría destrozada y en lo único que él podía pensar era el hecho de que tendría que casarse con alguien a quien no quería. Al menos aún seguía con vida Eso era más de lo que tenían sus propios hermanos.

Suspiró con pesadez. La culpa ya era algo con lo que tenía que vivir, ¿qué era un poco más? ¿A quién intentaba engañar? El destino de su padre había estado fuera de su control, todo hasta ahora ha estado fuera de su control. Jeyne, sin embargo… no podía dejarla así, no cuando todo esto era su culpa. Tenía que encontrar algún modo de mejorar las cosas para ella y pronto lo encontró. "¡Olyvar!" llamó desde la puerta y Olyvar acudió rápidamente, haciendo una breve reverencia ante él. "¿Sí, Alteza?" Preguntó Olyvar y Robb puso los ojos en blanco. "¿Cuántas veces tengo que decirte que me llames Robb?" le preguntó levantando una ceja y su escudero sonrió ligeramente "Lo siento Robb, ¿puedo ayudarte con algo?" Le preguntó Olyvar y Robb asintió lentamente. "Quisiera ver a Lady Jeyne." Le informó. "Me cuido bien y quisiera agradecerle apropiadamente." Olyvar no parecía sospechar mientras asentía, sonriendo nuevamente. "Por supuesto, la traeré enseguida." Respondió, inclinando la cabeza antes de partir.

Robb solo podía golpear ligeramente la mesa con los dedos mientras intentaba no contar los minutos que le tomaba a Olyvar regresar con Jeyne. Luego de lo que pareció una eternidad, finalmente aparecieron y Robb agradeció a su escudero, esperando hasta estar completamente seguro de que Olyvar se había ido para dirigir su atención a Jeyne. Ella no lo miraba, su cabeza estaba inclinada y sus manos jugaban con la seda de su vestido. Robb se puso de pie lentamente, avanzando hacia ella, y solo cuando estuvo a centímetros de ella, Jeyne levantó la mirada. "¿Quería verme, Alteza?" Dijo ella con educación y el tragó con fuerza. "Has dejado tu posición muy clara," dijo en voz queda, moviendo una mano para acariciar un mechón de su cabello, enrollando el rizo sobre sus dedos, "pero no puedo dejarte deshonrada, no sería lo correcto."

"Ya hemos pasado por esto," dijo ella con impaciencia pero él la silenció y ella obedeció de inmediato, con los ojos llenos de sospecha. "Sé que no te casarás conmigo," dijo él, tragando con fuerza, "pero no puedo dejarte así. Te deshonré y haré lo correcto, hay varios hombres jóvenes a mi servicio que aún no tienen esposa… no te forzaré a quedarte con uno pero te imploro que consideres casarte con alguno de ellos." Sus ojos se abrieron ante sus palabras y él hubiera dado lo que fuera por saber lo que pensaba en ese momento. "¡¿Crees que puedes arreglar las cosas arrojando tus despojos a tus hombres?!" espetó ella furiosa, alejándose de él, la furia evidente en sus ojos. "¡No!" protestó él, "¡Dioses, no! No quise decir eso, Jeyne… es solo que no creo que deberías quedar en vergüenza por lo que hicimos, ¡mereces un futuro con un buen hombre que pueda cuidar de ti!"

"¿Y qué obtendría él a cambio por una esposa deshonrada?" Preguntó ella, "¿Dinero? ¿Tierras? ¡¿O solo el honor de saber que su esposa fue aprobada por el Rey?!" Jeyne casi espetó las últimas palabras y él saltó ligeramente, deseando poder eliminar lo que había dicho pero consciente de que era demasiado tarde. "No fue mi intención ofenderte, simplemente quiero arreglar las cosas." Robb sacudió la cabeza con desesperación y ella bufó. "¿Y crees que casarme con uno de tus hombres solucionaría las cosas?" Jeyne arqueó las cejas. "¿Crees que verte todos los días no será una tortura para mí, al saber que podrías haber sido tú mi esposo? Sabiendo que podría haber sido tuya… resintiéndolo por siempre porque nunca podrá ser tú. Eso es cruel Robb… jamás creí que fueras tan cruel…"

"¡Si tanto me quieres estoy justo aquí!" espetó Robb con furia y ahora ella fue quien saltó. "Lamento haberte ofendido miladi, simplemente me preocupa tu honor… sabes que te tomaría como mi esposa con solo una palabra de tu parte. ¡Solo di la palabra, Jeyne, y ninguno de los dos tendrá que vivir con el remordimiento!" Al final, Robb casi estaba gritando y su cuerpo temblaba ligeramente cuando la miró, sus ojos estaban muy abiertos y parecía considerar sus palabras. En un momento sus brazos estaban sobre su cuello y su boca sobre la suya, sus labios devorándose mientras él separaba sus labios para concederle acceso. El calor entre ellos era insoportable y él presionó sus caderas contra las de ella antes de poder evitarlo y ella soltó un gemido contra su boca ante sus acciones. Escuchar eso lo cegó de todo lo demás, excepto del hecho de que ella se derretía en sus brazos y él dirigía sus manos hacia sus caderas y la presionaba contra la mesa.

Sus manos lo sujetaron por los hombros mientras la cargaba y la sentaba en el borde de la mesa, sus manos levantando furiosamente su falda. Necesitaba sentirla de nuevo, necesitaba estar con ella de nuevo. Necesitaba guiarlos a ambos a un estado de alegría. La quería deshaciéndose en sus manos, temblorosa y débil y dispuesta a aceptar lo que fuera. Tal vez entonces diría que sí. Tenía que hacerla decir que sí. Las manos de ella viajaron por su pecho hasta llega a la pretina de su pantalón. Él gruñó contra su boca, sus manos viajando por sus muslos ahora y subiendo su falda en su camino. Fue entonces que ella rompió el beso, negando con la cabeza mientras él movía sus labios hacia su mandíbula y hacia su cuello. "No podemos," susurró ella, "no podemos hacer esto de nuevo… no podemos." A pesar de sus protestas, sus manos se deslizaban dentro de su pantalón, su suave tacto volviéndolo insoportablemente duro. "No puedo no tenerte… te necesito." Gruñó él, tomando un lóbulo entre sus dientes y causando que ella soltara un gemido.

"No podemos," dijo ella con voz débil, sus manos saliendo de su pantalón y descansando en su pecho. "Tenemos que," suspiró él contra la piel de su cuello, una de sus manos tomándola entre las piernas, su espada arqueándose hacia él. "Te necesito," continuó él, frotando sus dedos contra ella, su respiración entrecortada en su oído mientras sus manos continuaban firmes en su pecho. "Cásate conmigo," insistió y ella gimió, inclinándose hacia él por un momento antes de alejarse, tomando sus manos en las de ella y alejándolas también. Él la miró, miró su pecho subiendo y bajando con rapidez y su mirada llena de deseo mientras respiraba con la misma dificultad que él. "No puedo," dijo ella con firmeza, "no lo haré," añadió, y él deseó que hubiera un modo de convencerla. "Jeyne… sabes lo mucho que te deseo," Robb habló casi en un gemido mientras ella se acomodaba la falda. "Lo sé," confirmó ella, "y sé lo mucho que yo te deseo y eso me asusta Robb."

"¿No crees que yo tengo miedo?" le preguntó él. "¿Crees que no sé lo que me costaría tenerte? Me costaría todo pero no me importa mientras pueda tenerte." Ella negaba de nuevo, su suave mano acariciando su mejilla. "Si fueras libre accedería en un instante," susurró ella y él exhaló profundamente. "Pero no eres libre… cuando llegue el momento te casarás con tu chica Frey." Él abrió la boca para protestar pero ella presionó un dedo contra su boca antes de que dijera algo, al igual que había hecho esa mañana. "Pero creo que soy demasiado egoísta y demasiado tonta para dejarte ir," continuó ella y él frunció el ceño. "Puede que jamás sea tu esposa, Robb pero quiero estar a tu lado hasta que debamos separarnos."

"¿Qué estás diciendo?" murmuró él, necesitando que ella lo dijera en voz alta ya que temía que su suposición estuviera equivocada y no quería ofenderla de nuevo. "Estoy diciendo que quiero ir contigo," dijo ella. "De cualquier modo, ya no seré bienvenida aquí cuando descubran lo que hice." Ella sonrió ligeramente triste, sus pulgar acariciando su mejilla. "¿Quieres ser mi amante?" le preguntó él con incredulidad, abriendo los ojos con sorpresa. "No compartiré tu cama una vez que te cases," le informó ella, mirándolo a los ojos. "Pero hasta que ese día llegue…" dijo ella y él continuó observándola. "Jeyne…" susurró él, negando con la cabeza y sin saber qué responder. Esto estaba mal. Lo que ella sugería estaba mal, eso lo sabía pero ya se imaginaba estar con ella noche y día. No sería para siempre pero al menos podría tenerla un poco más de tiempo. Tal vez con el tiempo podría persuadirla de convertirse en su esposa.

"Solo di que sí, Robb." Le insistió ella en voz queda y él tragó con fuerza. Esto seguramente sería lo más egoísta y deshonroso que haría en su vida pero, al mirarla a los ojos obtuvo el coraje para decir esa palabra. "Si." Respondió él y ella sonrió, sus ojos se iluminaron mientras él inclinaba la cabeza para capturar sus labios sonrientes con los suyos una vez más.


A/N:

Hola chicos!

Pues les cuento que esta es una nueva historia que pienso traducir, ya que She Runs… se suspende en el capítulo 25 hasta que la autora publique nuevo capítulo. Así que mientras eso sucede, comenzaré a traducir esta historia que ya está terminada y actualmente la autora está publicando la segunda parte, así que háganme saber lo que piensan sobre esta nueva historia.

Probablemente estaré subiendo capítulos cada semana o cada quince días, como hacía con She Runs…

Pues para terminar, gracias por leer y también gracias a la maravillosa DizzyDG por permitirme traducir sus historias, probablemente en el futuro me ponga a traducir más historias suyas.

Antes de que se me olvide quiero recordarles que no soy dueña de ninguno de los personajes que aparecen en esta historia ni tampoco de la historia misma, yo solo soy una simple traductora.

Una vez más, gracias por leer y recuerden que los quiero mucho.

Nos leemos después.

Bren