Seducción.
Durante toda la temporada había hecho un calor casi insoportable, pero este día rayaba en lo sofocante. A pesar de que sólo vestía unos cómodos shorts largos color beige, sentía que en cualquier momento se desmayaría de la insolación.
Sentado en el corredor del dojo frente al estanque de koi, tomaba distraídamente de la botella de agua fría puesta en el piso. De vez en cuando una brisa refrescante se soltaba haciendo que cerrara los ojos para disfrutar de tan bendita calma al sopor. Así se mantuvo con los ojos cerrados por un momento hasta que sintió una intensa mirada sobre él.
Akane, sentada sobre el mismo corredor frente a él, no dejaba de mirarlo en ese momento; su mirada chocolate seguía clavada en la azulina de Ranma. Un momento… esa no era la misma mirada cálida y chispeante que siempre le regalaba, ésta era totalmente diferente. En un segundo, a Ranma se le erizaron los vellos del cuerpo.
La chica seguía mirándolo, su vista oscura y misteriosa seguía sin despegarse de esos hermosos ojos azules haciendo que el moreno sintiera una corriente eléctrica pasearse por su columna vertebral.
Sin premeditarlo, Akane cruzó una de sus piernas sobre la otra dejando una vista agradable de sus largas, blancas y torneadas piernas. Ranma no hizo más que abrir un poco más los ojos al ser espectador en primera fila de tan beneficioso espectáculo. Y es que la jovencita sólo vestía diminutos shorts de mezclilla y una blusa color blanco de delgados tirantes… cómo perderse tal escena.
Cuando Ranma por fin reacciono y de nuevo fijó su mirada en la peliazul, ella seguía con la misma expresión. Impávida, y eso le provocaba escalofríos.
Una pequeña gota de sudor bajaba lentamente por el blanco y terso cuello de la chica. El moreno no perdió detalle alguno del camino que seguía la dichosa gotita. Bajaba temblorosa por la clavícula, abriéndose paso por su pecho y perdiéndose entre el generoso escote que ella portaba. Ranma, inconscientemente se mojó los labios, acto que no pasó desapercibido por la damisela, quien se limitó a sonreír por dentro.
De nuevo su atención se centraba en lo grandes ojos marrones. Y Akane inmutable, seguía con los ojos puestos en él. La chica tomó del suelo la taza de té helado que momentos antes se había preparado. Llevándose el borde de la taza a los labios -sin perder la vista del joven- tomó de ese refrescante líquido calmando la sequedad de su garganta. Una gotita se escapó de sus labios.
Ella dejó la bebida en el piso y con grácil rapidez atrapó con su dedo índice la traviesa gota que osaba escapar. Llevó el dedo a su boca y lo lamió de forma demasiado… fálica.
Ranma soltó un sordo gemido y tragó duro con las pupilas dilatadas después de presenciar tan sugerente escena; su nerviosismo ya era notorio y de pronto empezó a sentir calor, pero no era calor del clima, sino ese calor que venía desde adentro que suplicaba ser calmado por la cercanía de otro cuerpo. Precisamente el de ella.
Con el par de ojos azules sobre ella, Akane emitió una sonrisa ladina que el joven interpretó como endiabladamente coqueta. Sin más, Akane se levantó del piso y se perdió en las escaleras contoneando sutilmente las caderas. Después de lo que acababa de hacer estaba claro que necesitaba una ducha de agua fría.
Ranma seguía perplejo, asombrado, nervioso y extrañamente excitado.
— ¿Me estaba… seduciendo? — murmuró para sí mismo.
Su mirada se tornó oscura, igual a la de ella, y con sonrisa seductora se levantó del piso.
—Ya verás, pequeña diablilla. — se encaminó escaleras arriba. Lo siguiente en escucharse fue la puerta del baño cerrándose.
