Los ojos de la bestia.
—Si te dijera que soy peligroso, ¿te marcharías sin mí? —Ella no respondió. Él la contempló con tristeza—. Cuando te pida que corras, corre. Y no mires atrás —añadió.
Disclaimer: Inuaysha no me pertenece. Es obra de Rumiko Takahashi.
Capítulo 1.
Inuyasha cerró los ojos. Su simple visión lo torturaba. Allí, tirada en el suelo, su ropa rasgada. Sus muñecas y tobillos fuertemente atados. Aterrada.
Y todo era culpa suya.
Las cadenas que rodeaban sus propios brazos estaban heladas. Era desagradable. Y eso solo conseguía que la sensación de malestar, de ansiedad, de impotencia, no hiciera más que aumentar. Tuvo que hacer un inmenso esfuerzo para controlarse y no ensañarse de nuevo con los grilletes. A fin de cuentas, no cederían con facilidad. Todavía no.
Se atrevió a abrir los ojos y volvió la mirada hacia ella disimuladamente. A pesar de la penumbra todavía podía distinguir su figura.
El larguísimo cabello negro de la muchacha, sucio y enmarañado, caía desordenadamente sobre su rostro, tapándolo por completo. Ella permanecía inmóvil, acurrucada contra la pared. Su delicado cuerpo se sacudía de manera casi imperceptible, pero Inuyasha no podía saber si el causante de sus estremecimientos era el frío… o si ella estaba llorando.
Mentalmente soltó la decimosexta maldición de la noche.
Le hubiera gustado poder echar un vistazo a sus muñecas; temía que las cadenas la hubiesen dañado. Su propia piel estaba llena de cortes, en algunas zonas en carne viva. Una costra de sangre cubría las heridas. Por desgracia, su vista no era lo suficientemente buena.
Inspiró hondo un par de veces pero, por supuesto, no logró calmarse. Hizo crujir los nudillos. Chasqueó la lengua. Todo en vano.
El suspiro de Kagome le produjo un escalofrío. Esa era la primera reacción por parte de la joven en mucho tiempo, prácticamente en las tres horas que llevaban allí encerrados. Lo cierto es que ella todavía se negaba a mirarlo. Y eso lo estaba matando. No obstante, Inuyasha no la culpaba por ello. No podía hacerlo. Merecía su desprecio. Merecía que lo odiara.
El nudo que se formó en su garganta en respuesta a tales pensamientos lo sorprendió. Creía haber aprendido a vivir al margen de ella. Después de once años, creía haberse acostumbrado. Y, sin embargo, durante un instante se sintió tentado de extender la mano hacia ella, de abrazarla tal y como solía hacerlo años atrás, cuando Kagome no era más que una niña.
En solo un segundo cambió de idea. Su mano quedó detenida un instante en el aire, los dedos estirados en dirección a la muchacha. Luego la dejó caer, limitándose a contemplarla en silencio. Una vez más, se maldijo por no haber sido capaz de protegerla, por haberle fallado. Otra vez.
Frustrado, dejó caer la cabeza contra la pared.
No quiso volver a mirarla. Pero, a pesar de todo, era incapaz de olvidar su figura desvalida. Era incapaz de pensar en otra cosa que no fuera ella. En el dolor que podría estar sintiendo, en el peligro que podría aguardarla.
Las palabras escaparon de sus labios sin que él pudiera hacer nada por retenerlas.
—Lo siento…
Ever since I could remember
everything inside of me
just wanted to fit in.
Continuará…
Este fic está basado en la canción Monster, de Imagine Dragons.
