Disclaimer: Nada de Final Fantasy VII me pertenece.

Hola a todos! Y bienvenidos! Este es mi primer fic sobre esta pareja y se trata de un universo alternativo. Espero que les guste mucho! Besitos 3 3

Capítulo 1 - Aeris

El despertador sonó puntual a las siete de la mañana, como cada día. La joven, que era un ovillo acurrucada entre las mantas, se desperezó lentamente y abrió sus grandes ojos, de un vibrante color esmeralda. Acto seguido, se sentó en la cama y meció sus cabellos del color del chocolate, mientras bostezaba ligeramente.

El despertar era el único momento del día que Aeris tenía para ser ella misma. El resto de la jornada lo dedicaba a practicar su agilidad y su arte con el piano, su gran aliado.

Y es que Aeris era la nueva promesa del piano de toda la ciudad de Midgar. Tocaba todas las noches en el restaurante de su amiga Tifa, el Séptimo Cielo, y atraía con ella a grandes multitudes de personas que aprovechaban el tomar una copa para escuchar como, delicadamente, sus dedos rozaban cada tecla del instrumento.

Todos se emocionaban viendo la sensibilidad con la que Aeris tocaba cada canción, cerrando los ojos, como si sintiera cada nota, cada acorde. Lograba emocionar a todos y a cada uno de sus espectadores, les hacía creer de nuevo en el romanticismo o abstraerse en sus más profundos pensamientos. Era la mujer del momento, y no era para menos, puesto que tenía como maestro al gran Sephiroth.

Sephiroth había sido una leyenda del piano en tiempos anteriores. No necesitaba de partituras ni de clases, aquel hombre de pelo plateado sentía la música en su alma y la transportaba a sus oyentes con toda la facilidad del mundo. Tras haberse retirado de la actuación, decidió dedicarse a enseñar a tocar el piano a todo aquel que quisiese, entre ellos, una joven Aeris, que había empezado con una nana a los 16 años y que ahora, con 22, podía tocar cualquier melodía que desease.

Pero Sephiroth no sólo era el maestro de Aeris, sino que también, se había convertido en su compañero sentimental, el que cada noche la observaba desde detrás del telón y se aseguraba de que todo estuviera en orden. Se había vuelto el hombre al que muchos envidiaban por poder compartir las veladas con la joven pianista y ser el único que podía besar sus labios, de un intenso color rojizo.

Y aquel día, como cada mañana, Aeris miró a su lado en la cama para encontrarse con el mismo escenario de siempre: el lado derecho, que debía estar ocupado por su compañero, estaba vacío. Seguramente se encontraba preparándole las canciones para la noche, ya que Sephiroth era un hombre incansable que no creía en las vacaciones ni en la relajación. Para él, todo era trabajo y más trabajo. Siempre decía que todo aquel que trabajase sin descanso alcanzaría la perfección.

Para él, era un ritmo de vida fácil de llevar. Pero para Aeris, se estaba convirtiendo en un auténtico infierno. Y es que, desde que se hizo su pareja con 19 años, la joven pianista no había vuelto a pisar una playa o a sentir la hierba del campo bajo su cuerpo, o a simplemente sentarse frente a la chimenea a ver el crepitar de las llamas mientras pasaba el tiempo, imperdonable, en el exterior.

Todo se había vuelto una constante obsesión por volver perfecta a su persona. Sephiroth insistía, cuando Aeris se quejaba de aquel ritmo de vida, que ella era un diamante en bruto que juntos "debían pulir" y que luego ya vendría la paz. El hombre de pelo plateado creía que Aeris tenía una oportunidad de triunfar más allá de la encapotada y gris ciudad de Midgar y que podría convertirse en una gran música en un futuro.

Pero las creencias de Aeris eran otras. A veces, cuando llevaba horas tocando la misma melodía sin parar, dejaba caer sus manos y sus ojos, acompañados de su mente, viajaban a otro mundo lejano, lleno de fantasía en donde ella era realmente feliz. En algunas ocasiones, soñaba con volver a cuidar del jardín de flores que una vez tuvo, pero que debió abandonar por seguir su carrera musical. Las flores y la naturaleza eran otra de las grandes pasiones de la muchacha de ojos verdes, pero, como casi todo lo demás en su vida, se habían acabado.

Tras reflexionar un largo rato sobre el rumbo de su destino, Aeris decidió levantarse de la cama. Fue al baño y peinó su pelo, el cual recogió en una gran cola. Antes acostumbraba a hacerse trenzas, pero con el paso del tiempo, había decidido cambiar un poco su estilo. Luego, se vistió con un vestido verde claro y fue a desayunar.

Pero justo cuando planeaba sentarse a la mesa, una mano firme se posó sobre su hombro y la detuvo.

-Aeris - dijo la profunda voz de Sephiroth, quien clavó sus ojos de color turmalina sobre ella. - Creo que es demasiado tarde ya, deberíamos de empezar a ensayar para esta noche. - la reprendió, retirando su mano del hombro de la muchacha.

-Ni siquiera he desayunado … - dijo Aeris, con inocencia y en voz baja, ya que casi nunca se atrevía a contradecir a nadie y menos a Sephiroth.

-Ya comerás después. Sabes lo importante que es tu actuación esta noche, ¿no? Vendrán a verte el presidente Shin - Ra y su hijo, Rufus. Lo he visto en el periódico. Así que será mejor que todo salga…

-Perfecto - dijo ella, concluyendo la frase de su amor. Se conocía todas sus palabras al dedillo y sabía cuando decirlas.

-Así es - dijo él, sonriendo levemente. - Vamos, manos a la obra.

Se sentaron juntos al piano y comenzaron a tocar la canción que sonaría aquella noche en todo el Séptimo Cielo. Se trataba de una melodía compuesta por Sephiroth y que le había regalado a Aeris el día de su cumpleaños.

La joven comenzó a tocar la melodía con cierta desgana y el hombre de pelo plateado debió de notar su falta de energía, puesto que la detuvo al instante.

-Aeris… me gustaría que pusieras de tu parte.

-Siempre lo hago … - repuso ella, sin mirarle. Tenía los grandes ojos esmeralda clavados en las teclas blancas y negras del piano.

-Pues entonces, demuéstralo. - dijo él, con cierta dureza.

Aeris apretó los labios y comenzó a tocar de nuevo, esta vez con más firmeza.

-Eso está mejor - puntualizó Sephiroth.

Tras pasar toda la mañana ensayando, Aeris desplomó sus manos, cansada, sobre el piano.

-No puedo más… - susurró ella - me va a estallar la cabeza.

-Otras veces has estado más tiempo tocando - le recriminó Sephiroth, quien realizó una mueca de desaprobación. - Pero bueno, dejémoslo así. Quiero que estés descansada para esta noche. - concluyó él, levantándose del asiento y dejando el libro de partituras sobre el piano.

-Sephiroth, ¡espera! - dijo Aeris, levantándose con alegría. Se acercó hasta su compañero y se puso de puntillas, intentando solventar la diferencia de altura que había entre ambos, y enlazó sus manos detrás del cuello de él. - Podríamos hacer algo distinto esta tarde, ¿no crees? Quizá un paseo, tomar un helado o algo así.

Pero Sephiroth no parecía estar por la labor de querer hacer la mínima cosa que se saliese de la rutina habitual en la que ambos estaban presos.

-Lo siento, Aeris. Tengo cosas que hacer.

-¿Cómo cuales? - dijo ella, profundamente dolida y soltándose de Sephiroth. - Nunca hay tiempo para mi, para nosotros… Cariño, nunca hacemos nada fuera de tocar el piano y practicar. ¡Nuestra vida es mecánica! ¡Parecemos robots! - le recriminó Aeris, afectada por la situación. Sus enormes ojos verdes parecían a punto de estallar en lágrimas.

-Aeris, hemos hablado muchas veces sobre esto. Tu futuro es la música. Ya habrá tiempo para lo demás.

-Pero yo…

-Déjalo ya - dijo él, tremendamente serio, lo que provocó que Aeris se silenciase. La joven agachó la mirada y, sin nada más que decir, Sephiroth se marchó de la habitación, dejándola sola.

El hombre no podía ni tan siquiera sospechar cuan atrapada se sentía Aeris en su propia vida. Todo parecía una espiral sin fin, como si los días estuviesen grabados en una radio que se encendía siempre en la misma canción.

La joven enjuagó sus lágrimas, secándoselas con las manos. Necesitaba un poco de aire fresco, así que decidió ir a visitar a una amiga que la entendía de verdad.

Tifa Lockhart se encontraba profundamente concentrada mientras ponía todo el restaurante a punto para su apertura, como cada noche, a las nueve. Personas de todas partes de Midgar, e incluso, de las afueras, se acercaban allí a cenar o a tomar una copa de licor. Tifa, de ojos rubíes estaba tan absorta en sus pensamientos que ni siquiera sintió a su mejor amiga llegar.

-¡Tifa! - la saludó Aeris con alegría. La joven camarera y dueña del Séptimo Cielo se sobresaltó y casi dejó escapar el vaso que llevaba entre sus manos, pero lo retuvo a tiempo. Tras recuperarse del susto, le dedicó una gran sonrisa a su amiga Aeris.

-¡Aeris! - respondió ella y, dejando el vaso sobre una mesa cercana, se fundieron en un abrazo. Cuando se separaron, Tifa dijo - pensé que vendrías más tarde hoy, no te esperaba tan pronto.

-Lo sé y siento si soy una molestia.

-¡No te preocupes! Nunca lo eres. Siéntate, creo que me vendría bien un descanso - dijo Tifa, risueña, mientras ambas tomaban asiento. - ¿Problemas otra vez? - preguntó, escrutando con la mirada a su amiga.

-Ojalá no los hubiera nunca…pero sí… - respondió Aeris, agachando la mirada. Tifa tomó una de las pequeñas manos de Aeris entre las suyas, también delicadas, y suspiró.

-¿Cuántas veces te he dicho ya que lo dejes? Esta relación no está siguiendo un buen camino, y lo sabes. Y no quiero verte sufrir y llorar más, es demasiado. - dijo la de ojos rubíes.

Tifa conocía a Aeris desde que eran niñas y habían crecido juntas. Conocían todos y cada uno de sus secretos y, más que ser amigas, se sentían como hermanas. Por eso a la joven de ojos rubí le dolía ver como una chica tan dulce y buena como Aeris sufría tanto por las exigencias de Sephiroth, por no dejarlo marchar, por intentar arreglar un amor que parecía inservible.

-No puedo dejarlo… - susurró Aeris.

-¿Por qué no? Él no te ha dado la vida. - replicó Tifa.

-Gracias a él he llegado hasta aquí…

-Te equivocas - dijo la morena, negando con la cabeza mientras sus largos cabellos negros se movían al compás . - Tú has llegado hasta aquí gracias a tu talento. Aeris, tienes arte en tus manos. Él sólo te ha guiado un poco. Pero puedes seguir tu camino sin él, perfectamente.

Aeris evitaba la mirada de su amiga, pues sabía que todo lo que estaba diciendo era real. Sóla podía seguir triunfando como hasta ahora, pero dejar a Sephiroth después de haberla ayudado tanto le resultaba ciertamente egoísta y de ser desagradecida.

Tifa, al ver que su amiga se quedaba pensativa y silenciosa, decidió no ser tan insistente.

-Tú solo piénsalo, ¿vale? - le dijo a Aeris, con dulzura. - Mientras tanto… disfruta de la noche de hoy y ¡da lo mejor de ti!

En ese momento, el rostro de Aeris se llenó de luz y alzó su mirada.

-¡Tienes razón! - sonrió Aeris.

Las horas pasaron hasta que atardeció y Aeris decidió volver a casa a arreglarse para el concierto de aquella noche. Cuando entró a su hogar, no había rastro de Sephiroth, y Aeris supuso que, como ella, el también había necesitado despejarse y pensar en todo.

Tarareando una canción, la muchacha se dió un baño relajante y luego se peinó. Aquella noche decidió abandonar el moño bajo que siempre se hacía para los conciertos y dejó su cabello, largo y sedoso, suelto. Las ligeras ondas que formaba su pelo caían por detras de sus hombros, brillantes. Aeris se enfundó en un vestido rojo de seda, largo hasta los tobillos y se maquilló, pero muy ligeramente, ya que no le gustaba mucho maquillarse. Aunque ella no lo pensase, la joven era portadora de una gran belleza eclipsante que dejaba encandiladas a las personas a su alrededor.

Al poco tiempo, Sephiroth volvió a casa y se encontró con una Aeris arreglada y lista para tocar en el concierto de aquella noche.

Ambos se miraron, expectantes, esperando a ver quien de los dos era más valiente y empezaba a hablar después de lo sucedido por la mañana. Finalmente, fue él quien rompió el silencio.

-Estás bellísima - dijo, mientras una ligera sonrisa surcaba su rostro.

-Gracias… -susurró ella, agachando la mirada.

-Siento lo de esta mañana. No debí ser tan brusco.

Los ojos de Aeris se iluminaron, ingenuamente, como cada vez que Sephiroth pedía perdón por su carácter apático. Y, como cada vez, Aeris lo perdonó.

-No te preocupes. Está todo bien. - dijo ella, con una dulce sonrisa.

Sephiroth también sonrió y se acercó a ella, tendiéndole su brazo.

-¿Nos vamos? - sugirió él. Ella asintió con la cabeza y salieron del hogar, rumbo al Séptimo Cielo.

En el camino hacia el restaurante, en el coche, Aeris no podía evitar estar nerviosa. Hacia tiempo que ya no se asustaba por tener que tocar delante de una multitud de personas, pero aquella noche era distinto. La joven tenía el presentimiento de que algo mágico ocurriría aquel día, pero no podía saber el qué.

Al llegar al restaurante y sentir su presencia, todo el mundo se puso de pie y la recibieron con un cálido aplauso. Aeris sonrió a todos y cada uno de los presentes y, como cada vez que daba un concierto, se sentó al piano, cerró los ojos y comenzó a tocar, sin percatarse de como unos brillantes ojos azules la miraban, deslumbrados.

FIN DEL CAPÍTULO

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