Parejas: Kai&Takao
Advertencia: Lemon
"Pensamientos"
–Diálogos.
Dedicado a Takaita Hiwatari, por tu cumple doce de septiembre, ¡felicidades Takaita! Espero que te guste.
AMOR CIEGO
–Kaily Hiwatari–
Una Solución
"Me encuentro solo en esta habitación, aburrido, sin nadie con quien poder hablar o jugar. Me siento tan solo. Mi perro Lucky se encuentra a mi lado, haciéndome compañía pero no es lo mismo. Sé que tiene que estar en el suelo porque tengo su correa en la mano. Estoy tan aburrido de estar en este hospital esperando a que venga el médico. Deseo poder irme con mi perro a mi nueva casa. Escucho pasos acercándose, puede que sea mi amigo Rei."
–Ya he vuelto, Takao –le anunció un chico pelinegro de ojos dorados, nada más entrar por la puerta de la habitación. Ésta constaba de una mesa con ordenador, tres sillas, dos frente a una. Un armario lleno de medicinas, herramientas de los médicos y una camilla.
–Hola –contestó desilusionado, sentado en una silla, al lado de la mesa.
Vio la reacción de su amigo y pronto supo porqué estaba así–. Ya sé que no te gustan los hospitales, pero teníamos que venir. –Le recordó al chico de cabellos azules que llevaba puestas unas gafas oscuras, poniéndose frente a él.
–¿Para qué? No servirá de nada. Llevo desde que tenía diez años sin poder ver, Rei. Siento que sólo estoy haciendo el tonto –comentó con tristeza al siempre llevarse la misma decepción una y otra vez.
Rei se acercó más a él y lo cogió de la mano–. No digas eso. Algún día encontrarán una solución a tu problema –intentó animarle.
–Tendría que haber muerto en ese accidente. Así, no sería una carga para ti.
–Tú no eres una carga para mi, Takao. Eres mi amigo y te aprecio, tú lo sabes. Y deja de decir tonterías. Quiero que estés alegre como todos estos días atrás.
–Puede que tengas razón. Perdona, pero los hospitales me deprimen. Y más cuando sé que estoy tan lejos de mi verdadera casa. –Respiró pesadamente–. Y encima te he hecho viajar hasta Rusia.
–Oye, eso no me importa Takao. Lo que importa es que puedan operarte y puedas volver a recuperar la vista, como antes. Vamos quiero ver cómo sonríes. Pero no me vale una media sonrisa, quiero una sonrisa sincera. –Le advirtió. Takao le sonrió, después de todo, su amigo intentaba animarle–. Eso es. Cuando salgamos de aquí, te compraré un gran cucurucho de helado de menta con trocitos de chocolate de esos que tanto te gustan.
–Claro –contestó, en el momento en que alguien abrió la puerta de la habitación.
–Perdonen por el retraso. Mi ayudante y yo hemos tenido un pequeño contratiempo –les informó el médico a ambos chicos.
–No importa –contestó Takao. Rei se hizo a un lado al ver que los recién llegados caminaban hacia ellos o más concretamente hacia Takao. Seguramente querrían examinarlo, así que sería mejor apartarse y no molestar.
El hombre se detuvo frente al joven de cabellos azules–. Quítese las gafas, por favor –le pidió y Takao así lo hizo–. Bien, ahora abra los ojos –le pidió amablemente.
– ¿Los tenía cerrados? Perdone, pero no lo diferencio.
El médico que vestía una bata blanca como era obligatorio en el hospital, sacó de su bolsillo una pequeña linterna del tamaño de un bolígrafo. Apretó un botón y con él, apuntó a los ojos del menor– ¿Ves alguna luz? –preguntó apuntándole en uno de los ojos.
–No –contestó.
El ayudante se puso a la derecha del médico y se dirigió a Takao. Llevaba consigo una carpeta en la que apoyaba los papeles para rellenar datos y un bolígrafo–. Voy a hacerte unas preguntas. ¿Cómo te llamas? –preguntó un joven chico que vestía igual que el médico.
Takao notó que esa voz era distinta a la primera, parecía pertenecer a un chico joven– Takao Kinomiya. –respondió.
–¿Edad? –preguntó tomando nota en una hoja, frente a él.
–Veintiuno.
–¿Cuándo perdiste la vista?
–A los diez años.
Antes de seguir la pregunta, se fijó por unos instantes en el chico. Era joven, llevaba su cabello azul recogido en una coleta y era atractivo– ¿Cómo fue? –preguntó, para seguir con el cuestionario.
–En un accidente. Un coche me atropelló.
–Kai, quiero que veas esto –interrumpió el médico a su ayudante. Takao escuchó de cerca otros pasos que se acercaban a él. Rei lo observaba todo cruzado de brazos y sin decir una palabra–. Mira, fíjate en esto –comentó el médico, señalando con la luz un punto determinado del ojo.
"Otra vez igual, da igual al sitio que vaya… Japón, Estados unidos, España, Grecia, Alemania… siempre va a ser la misma respuesta." Pensaba Takao mientras los médicos hablaban.
–Pues… –el médico fue interrumpido por el menor.
–Sí, lo sé. No me pueden operar porque no le ven solución a mi problema. Gracias por su tiempo y perdonen las molestias –decía poniéndose en pie, cuando fue interrumpido.
–Tiene solución –le interrumpió el chico joven de cabellos grises y negros de nombre, Kai.
–¿¡Qué!? –preguntó el joven de cabellos azules incrédulo. Rei estaba feliz por la noticia.
El médico decidió continuar–. Como ha dicho mi ayudante, tiene arreglo. Lo que pasa es que constaría de cinco operaciones, las cuales serían sumamente delicadas. –Explicó el mayor de la sala.
–Pero… yo no lo entiendo. He viajado a un montón de sitios y siempre me han dicho que lo mío era imposible. –Contestó confundido.
El hombre decidió contestarle–. Puede que no te lo vieran con detenimiento. De todas formas necesitamos hacerte unas pruebas así que tendrás que pasarte mañana por aquí.
–Claro –sonrió–. Lo que usted me diga. ¡Rei! ¿¡Lo has oído!? –preguntó emocionado el chico de cabellos azules.
–Sí, Takao –contestó feliz acercándose hasta él, poniéndole una mano sobre el hombro, demostrándole su apoyo. El menor subió una de sus manos y agarró a tientas la mano de Rei por encima, dándole un pequeño apretón, para después soltársela.
–Ahora necesito que deje a mi ayudante a solas con el paciente para que termine de rellenar el cuestionario. –Le informó a Rei.
–Claro. No hay problema –contestó el pelinegro–. Te esperaré fuera, Takao.
–Vale. Doctor –interrumpió Takao estirando la mano hacia delante, esperando que fuera estrechada–. Gracias.
–De nada –le contestó estrechándole la mano. Dejó de mirar al paciente, para dirigirse a su ayudante–. Kai, cuando termines pásate a mi consultorio. –Le recordó.
–Vale –contestó. Esperó a que ambos salieran de la habitación–. Bien. Toma asiento por favor. –Takao al escuchar eso, se ayudó de sus manos para volver a sentarse en la silla. –Empecemos. ¿Dónde naciste?
–En Osaka, Japón –el perro se acercó a Takao y dejó caer su cabeza sobre las rodillas de su amo. El joven al sentir peso en sus rodillas, sabía que se trataba de su perro, así que empezó a acariciarlo.
–¿Fecha de nacimiento?
–Doce de septiembre del ochenta y cuatro.
–¿Tienes hermanos/as?
–Sí, tengo un hermano mayor que yo.
– ¿Tienes número de teléfono?
–No. Bueno sí, pero no es el mío.
–¿Estás casado?
–No.
–¿Tienes pareja?
–No –contestó con un deje de tristeza.
Kai le observó de arriba abajo. "Se parece tanto a él, incluso esos ojos son de ese mismo color rojo zafiro. Pero él está muerto", pensaba, cuando volvió a la realidad. El chico que estaba sentado frente a él, estaba en silencio, esperando al parecer más preguntas.
–Am… ¿Ya está? –preguntó al notar el silencio del otro.
–Sí –confirmó mirando el cuestionario.
–Perdona por la pregunta pero, ¿qué edad tienes? –preguntó curioso. Kai no contestó ya que esa pregunta no se la esperaba. Normalmente ningún paciente le preguntaba por su edad y eso lo dejó un poco confuso–. Lo siento –se disculpó al no obtener respuesta–. Sólo lo preguntaba porque por tu voz aparentas ser muy joven. –decidió restarle importancia. Si no le quería contestar, tampoco era el fin del mundo–. Da igual. –Se levantó de la silla y se puso las gafas oscuras–. Venga, Lucky –el perro mordió la correa y rozó con ella la mano de su dueño, esperando que pudiera cogerla, y no tardó en hacerlo– ¡Vamos, Lucky! –animó a su perro a caminar ahora que tenía la correa en su mano. Éste empezó a hacerlo hacia la puerta para salir de la habitación. Kai vio la puerta cerrada, así que se adelantó para abrirla de par en par y esperó a que Takao estuviera a su altura para contestar la pregunta.
–Veintidós años –contestó, al ver cómo el paciente se disponía a salir de la habitación.
El joven de cabellos azules sonrió al escuchar la contestación–. Como me imaginaba. Adiós.
–Adiós –sonrió a medias viéndole salir de ahí, junto a un perro labrador de color dorado y ojos verdosos.
El perro guió a Takao por el pasillo y el pelinegro que estaba apoyado en la pared del mismo, esperando a que saliera de la habitación, se dirigió hacia ambos para irse juntos.
–¿Ya habéis terminado? –le preguntó a Takao.
–Sí. Sólo eran unas cuantas preguntas. ¡No me lo puedo creer, Rei! ¡Tengo una oportunidad! –comentó feliz.
–Ya te lo dije, todo tiene solución en esta vida –sonrió, echándole el brazo por encima del hombro.
En ese momento, Kai salió de la habitación y se quedó mirando a Takao.
–¡Ahora me alegro de haber venido hasta Rusia! ¡Estoy tan contento! –comentó Takao con una gran sonrisa en sus labios.
Rei miró hacia el frente por un segundo y se dio cuenta de que ahí parado, estaba ese chico bicolor de cabellos grisáceos y ojos rojizos con el que había dejado a Takao hace un momento a solas para que pudieran rellenar el cuestionario–. Pues, habrá que celebrarlo. ¿No crees? –comentó el chico pelinegro, sin perder de vista al que tenía enfrente. No sabía porqué, pero ese individuo era muy descarado al mirar a Takao así.
–¡Sí, estoy ansioso por hacerme esas pruebas! –seguía diciendo Takao.
Rei no pudo soportar más el hecho de que el otro estuviese ahí parado sin quitarles la vista de encima–. Perdona, Takao –miró fijamente a Kai–. Oye, ¿te pasa algo? –le preguntó curioso.
–No. Nada –le contestó, echando a andar por el pasillo.
A Takao le pareció familiar la voz– ¿Era el médico de antes? –le preguntó a su amigo
–El ayudante. Pero ya se ha ido. –Contestó sin dejar de ver cómo Kai se alejaba cada vez más, perdiéndose entre la gente del hospital.
– ¿Y qué hacía?
–Nada –regresó su vista a Takao. No le preocuparía por una tontería así– ¿Vamos al patio del hospital?
–Claro –sonrió–.Vamos Lucky, sigue a Rei. –le ordenó.
&&&Kai&Takao&&&
En el consultorio del médico…
–Kai, ¿te gustaría trabajar en este hospital? –le preguntó el médico, sentado desde su escritorio.
–Claro –se acercó a la ventana cruzado de brazos y miró por ella. Al pasear un poco su vista, se encontró de nuevo al chico de cabellos azules de ojos color rojo zafiros, el cual estaba entrando en el patio, con el perro y con el otro chico.
–Mira, Kai. Eres bueno con lo que haces. Pero tendrías que ser más amable con los pacientes.
–Lo intento –contestó sin perder de vista los movimientos del chico de cabellos azules, el cual ahora se sentaba en un banco. Parecía estar hablando de algo, porque movía la boca.
–No basta con intentarlo, tienes que serlo. Sabes que el ánimo de las personas invidentes cuenta por como los trates. Y de eso depende si quieren operarse o no.
–Sí, lo sé.
El médico se vio que Kai estaba muy pensativo mirando por la ventana. Parecía algo distraído–. Anda, vamos a continuar. Haz pasar al siguiente paciente.
–De acuerdo –echó un último vistazo por la ventana y caminó hasta la puerta para llamar al siguiente en la lista.
&&&Kai&Takao&&&
–Sólo le veo un pequeño problema a lo de las operaciones –siguió hablando el joven de cabellos azules un poco preocupado.
–¿Cuál? –preguntó Rei.
–¿Cómo voy a hacer para pagarlas? Sabes que no tengo dinero porque no trabajo y encima nací en un barrio pobre.
–Eh –le acarició la mejilla–. Eso no es problema. Yo no es que sea rico pero puedo… -Takao no le dejó acabar la frase.
–No, Rei. Bastante es que tengas que cuidar de mí las veinticuatro horas del día desde que tenías quince años. No voy a permitir que me pagues las operaciones. –Cogió la mano que aún seguía en su mejilla. Rei contemplaba al chico del que se había enamorado desde hacía muchos años. Realmente era dulce y honesto–. No –contestó decidido.
–Pero a mí no me supondría ningún problema, Takao.
–Eres muy amable pero no quiero deberle nada a nadie. Me las arreglaré con la pequeña herencia que me dejó mi abuelo hace años.
–Eso sólo te cubrirá dos operaciones –agregó preocupado.
–Pues, me haré las otras tres cuando tenga algo de dinero.
–¿Y de dónde lo vas a sacar? –se cruzó de brazos esperando una respuesta coherente.
–No sé, venderé muebles. La bicicleta y todas esas cosas que no utilizo.
–Mhp…Eres un cabezota. ¿Lo sabías? –sonrió al saber que no tendría oportunidad de convencerlo.
–Sí –sonrió–. No eres el único que me lo dice. Todos los que me conocen me lo dicen. Oye, Rei.
–Jajaja. Dime.
–¿Cómo eran esos médicos? –preguntó curioso.
–¿Quieres que te los describa?
–Sí, por favor.
–Bueno, el médico era más o menos de tu estatura. Tanto su cabello como su barba eran de color blanco. Su piel era morena y sus ojos verdes. Diría que tiene unos cuarenta años de edad más o menos y vestía con una bata blanca. Y el ayudante era más alto que tú, te sacaba casi una cabeza –especificó–, su pelo era bicolor de color gris por delante y negro por detrás. Ojos color carmesí y piel blanca con unas marcas extrañas de color azul en las mejillas que parecen ser tatuadas. Vestía de bata blanca también y yo diría que es más o menos de nuestra edad.
–Es curioso –anunció tras las descripciones.
–¿El qué?
–Dices que el ayudante tiene el cabello bicolor y las mejillas tatuadas. Es igual a ese chico. El que conocí antes del accidente. Bueno o al menos su descripción es casi la misma.
–¿Cómo se llamaba aquel chico?
–Nunca me lo dijo y yo tampoco le dije mi nombre. Sólo jugábamos juntos.
–Takao –le llamó, mientras lo miraba. Sabía que si su amigo seguía hablando del pasado, recordaría el día del accidente y se pondría muy triste.
–Sí, ya lo sé –suspiró–. Nada de recuerdos. Oye, Rei. ¿Por qué no llamas a mi hermano y le damos la noticia?
–Me parece bien –agregó sacando el móvil del bolsillo trasero de su pantalón y marcando el número.
Tras hablar un rato con el hermano del joven de cabellos azules, caminaron hasta dar con un parque de casualidad, donde decidieron celebrar la noticia comprándose un helado.
&&&Kai&Takao&&&
Dentro del hospital…
–Kai. ¿Qué te pasa? –le pregunto el médico. Los dos estaban de pie, apoyados en la pared, junto a una máquina de café y otra de refrescos en uno de los pasillos del hospital.
–No es nada –le contestó mientras mantenía su mirada en el refresco.
–Te encuentro bastante distante desde esta mañana. ¿Has tenido algún problema con un paciente o con algún colega?
–No, no es eso. "¿Por qué no dejo de pensar en él? Desde que lo vi, lo tengo metido en mi cabeza".
–A lo mejor es un mal de amores –comentó convencido de lo que decía.
–No. Ni siquiera tengo novia –confesó.
–Pero eso no significa que no estés suspirando por alguien.
"Yo, enamorado de alguien. Eso sí sería toda una sorpresa. ¿Por qué no me puedo quitar a ese chico de la cabeza? Tenía unos ojos tan bonitos… que lástima que no pueda ver." Pensó mientras movía su bebida–. Puede que sea que estoy un poco cansado. Eso es todo. Pero mañana será otro día.
Lo vio desanimado, así que intentaría cambiar de tema–. Oye. ¿Qué piensas del caso de ésta mañana?
–¿Um? ¿Cuál de todos? –preguntó prestándole atención.
–El de ese chico. El que estaba seguro de que no podríamos operarlo –le dio un pequeño trago al café, esperando la respuesta del otro.
–Pues, no entiendo por qué le dijeron que no podrían operarlo. Aunque la operación es muy, muy delicada, pero aún así no tendrían que haberle mentido sobre sus esperanzas. Quizás no quisieron arriesgarse con la operación.
–Sí, yo pienso igual que tú.
–Pero, es un caso interesante. –agregó dándole un trago a su lata.
El médico miró su reloj de pulsera–. Ya es la hora. Tu turno acaba.
Al escuchar eso, Kai miró también su reloj de pulsera para verificar que eso era cierto–. Tiene razón. Hasta mañana. –se despidió dándose media vuelta.
–Hasta mañana, Kai. Y descansa, mañana será un día difícil–. Aseguró.
–De acuerdo –caminó por el pasillo hasta llegar a la salida del hospital. Una vez fuera del hospital cogió su coche y se fue su casa.
Cuando llegó, lo primero que hizo fue prepararse algo de comer y sentarse en el sofá a ver la tele. Su cabeza no dejaba de pensar en Takao.
"Se veía un chico simpático. Ningún paciente hasta ahora me había preguntado mi edad o me había hablado. Tiene una sonrisa tan… perfecta y era atractivo". Movió la cabeza de un lado a otro. "Pero es un chico, no puedo fijarme en un chico y menos si es un paciente. Y luego estaba también ese chico de ojos color miel que le acompañaba. Me miraba como si me odiará o como si estuviera celoso. ¿Será que le gusta ese chico de cabellos azules? Quizás tienen una relación y él no se atrevió a decírmelo cuando le hice esas preguntas. En fin, mañana será otro día… ahora tengo que comer y descansar".
&&&Kai&Takao&&&
Takao estaba pensando en la descripción de cierto chico bicolor.
"¿Será ese chico? Bueno, lo último que mi familia supo de ellos fue que se vinieron a vivir a Rusia. A su abuelo nunca le caí bien por el simple hecho de ser pobre e ir vestido con sucios harapos. Pero a él le gustaba jugar conmigo hasta ese último día en el que me despedí de él". Rei observaba la cara de tristeza que tenía Takao mientras comía. "Ni siquiera se acordará de mí, después de todo han pasado muchos años y éramos pequeños. Rei tiene razón, el pasado duele mucho y es mejor olvidarlo".
–Takao. ¿Te pasa algo? –se decidió preguntarle. Vio cómo la cara de Takao cambió a una de felicidad.
–No, qué va. ¿Sabes? Ésta carne está buenísima. Cuando recupere la vista me gustaría que me enseñases a cocinar. ¿Lo harás? –sonrió.
–Claro, será un placer enseñarte –le miró con detenimiento. "A mí no me engañas, conozco esa expresión desde que éramos niños. Estás pensando en ese chico otra vez, recordando el pasado. Pero yo intentaré que lo olvides poco a poco, Takao. Porque te quiero y no quiero que vuelvas a sufrir. Si no fuese porque eres invidente y estoy seguro de que te asustarías si lo hiciera, te besaría en los labios y te diría al oído lo mucho que te quiero. Pero eso tendrá que esperar. Aún no ha llegado el momento".
&&&Kai&Takao&&&
Bueno este es sólo el comienzo de mi historia. Me adelanté al escribirlo para que lo pudieras leer en tu cumpleaños, este es mi regalo. Espero que este regalo te guste y espero que me perdones si ves algún error en la historia. (No soy perfecta aunque ya me gustaría). Te deseo que pases un feliz cumpleaños y que te diviertas mucho. Esperaré tu review ansiosa (frotándome las manos) adiós, nos leemos.
