Él caminó por la acera con su elegancia natural, no estaba preocupado en llegar temprano al teatro, pues no era su primera vez ahí. Había ido más veces que cualquier persona normal en toda su vida, pero después de todo él no era un hombre normal.

Veía como las personas se arremolinaban en la entrada con sus elegantes sacos, quizás hay cosas que perduran a través del tiempo. Se acercó y cortésmente le dio su boleto a la señorita encargada en recepción.

—Buenas noches…—saludó la muchacha frunciendo el ceño— Sr. Dálacur, espero que disfrute de la función.

La señorita le devolvió su boleto no sin antes observarlo de una manera nada disimulada, él no la podía culpar, siempre era igual. Caminó por el pasadizo hasta llegar a la hilera de butacas en el primer piso, buscó hábilmente su número de asiento y se instaló cómodamente. Desde que tenía memoria, siempre había escogido el mismo asiento por otorgarle un panorama exquisito de todo lo que acontecía en el escenario.

De repente, la voz de una mujer en el micrófono silenció a toda la sala dando los anuncios usuales e informando el reparto. Sin duda alguna había nuevos talentos que pisarían por primera vez en público el escenario del gran teatro incluyendo una alumna recientemente graduada del Royal Ballet School. Las luces se apagaron y empezó a escucharse la clásica apertura del Lago de los Cisnes.

El Sr. Dálacur disfrutó cada nota de cada instrumento mientras transcurrían las series de coreografías que casi nunca variaban. Su mirada se dirigió a la obra cuando el Cisne Blanco hizo su aparición. Una hermosa joven lucía el característico vestido blanco decorado con plumas, pero había algo más en ella, algo que le atraía profundamente. Agudizó aún más la vista y vio cada expresión, cada sentimiento, en el rostro de la joven.

Así transcurrió la obra, Dálacur se ensimismó en el vaivén de viejos recuerdos de antaño que creía ya no tener. Era como volver en el tiempo cuando ese teatro recién era inaugurado o como cuando Mina Murray sonreía para él. No, ella no es Mina, se dijo. Sin duda alguna su mente le estaba jugando una mala pasada, pero no era algo relevante el que él sintiera esa opresión en el pecho de nuevo. Mhm, creo que se llama Elizabeth Campbell…

Desvió la mirada de ella, que más daba. Se centró en la música y solo volteaba a ver cuando estaba seguro que no vería a la muchacha de nuevo. Entonces sonó un solo en violín que correspondía a la aparición del Cisne Negro.

Sus ojos no resistieron la tentación y observó. De repente la bailarina ya no era dulce y cándida, era una dama misteriosa y oscura que resultaba seductoramente atrayente con sus ojos triunfantes y una expresión desafiante. Un cambio impactante. ¿Acaso es posible algo así…? ¿Convertir en algo tenebroso a la misma luz?

Al finalizar el ballet vio como la bailarina principal sonreía llena de júbilo y agradecimiento a lo que de seguro serían sus primeros espectadores. Elizabeth continuó manteniendo su mirada en alto junto al hermoso ramo de rosas que le habían obsequiado hasta que se cerró el telón completamente.