Re-Editado (25-03-2016).

¡Hola, hola!

Comencé con está historia el 24 de Abril del 2014 y la termine el 11 de Junio del mismo año. Para mí, esta historia es una de las más queridas, ya que no solo fue mí primer fic en el fandom de The Walking Dead (serie que me encanta), sino que también ha sido el primer long fic que logro terminar con éxito. Así que podrán imaginarse el cariño que le tengo, lo mucho que disfruto de ella. Y por lo mismo, he decidido re-editar cada uno de sus capítulos, ya que en su momento (y por la emoción) subí capítulos a lo loco, en ocasiones sin siquiera releerlo y corregirlos. Por lo que me he puesto a trabajar en ello, porque siento que es mí deber como autora ante la misma historia como con sus lectores.

Espero cumplir las expectativas, tanto las mías como la de ustedes, quienes son los que de verdad le dan vida a este mundo.

Sobre la historia: Se trata de un Bethyl (Beth/Daryl), la cual se desarrolla en un universo alterno, en donde los sucesos de "Alone" no ocurren y por lo tanto Beth no es secuestrada.

En fin, no agrego más, permitiré que la historia hable por sí misma.


Disclairmer: Los personajes y la trama le pertenecen tanto a Robert Kirkman como a Frank Darabont, yo solo los estoy tomando prestados para satisfacer un poco mis ilusiones de fan.


"Daryl: ¿Qué es lo que quieres de mí, muchacha?

Beth: Quiero que dejes de actuar como si todo te importara una mierda. Como si nada de lo que nos sucede importara. Como si ninguna de las personas que perdimos significaran nada para ti.

Daryl: ¡Es mierda!

Beth: ¿Eso es lo que piensas?

Daryl: Eso es lo que sé.

Beth: No sabes nada. Sé que me miras y solo ves a otra chica muerta. Yo no soy Michonne, no soy Carol, no soy Maggie. He sobrevivido y no lo entiendes porque no soy como tú o ellas. Pero lo logré y no voy a dejarte que me trates como mierda solo porque tienes miedo."

04x12. The Walkig Dead.


The Last Light

(La Última Luz)


"Pueden prometerse acciones, pero no sentimientos, porque éstos son involuntarios. Quien promete a otro amarlo siempre u odiarlo siempre o serle siempre fiel, promete algo que no está en su mano poder cumplir; lo que puede prometer son actos o manifestaciones, que si bien ordinariamente son consecuencia del amor, del odio, de la fidelidad, pueden también provenir de otras causas, puesto que caminos y motivos diversos conducen a una misma acción."

Friedrich Wilhelm Nietzsche


Se abre paso a puños y patadas, apenas siendo capaz de esquivar el roce putrefacto de los muertos. Los gemidos son fuertes, aterradores, le hacen palpitar el pecho y propician otra descarga de adrenalina que afina sus sentidos, lo impulsa hacia adelante, arremete contra la muerte y forja su propio camino hacia el exterior.

Se mueve más rápido que la muerte.

Cuando logra salir, traba la puerta e inmediatamente le dirige una mirada de cazador a sus alrededores.

– ¡Beth! – grita con desespero, siente los golpes de los caminantes tras la puerta que no va aguantar mucho, pero lo único que le preocupa es encontrar a la menor de las Greene.

El crujir de la puerta a su espalda le advierte que no es seguro mantenerse ahí, se lanza de nuevo a la carrera adentrándose en la oscuridad que le engulle irremediablemente.

– ¡Daryl! – el grito prácticamente le roba el aliento, cambia de dirección siguiendo el dulce sonido que se le antoja la voz de Beth.

Cuando por fin la ve, de pie en medio de aquella noche, con su cuchillo en mano y los ojos brillantes como los de una gata perdida, corre a penas consiente de que la puerta que ha dejado atrás por fin ha cedido y los gemidos de los caminantes vuelven a escucharse fuertes y espeluznante, una advertencia de que la muerte les sigue persiguiendo.

Al llegar hasta la pequeña Greene, no pierde segundo, la toma de la mano y la insta a correr.

Escucha el rugido de un motor, los gemidos de los muertos que acallan el sonido distante de voces humanas. Su instinto de supervivencia chilla como si se tratara de una alarma, aferra con más fuerza la mano de Beth y acelera el paso, se adentran en el bosque intentando mantenerse lo más alejado de los caminos que pueda.

Vivos o muertos, para él ambos son una amenaza.

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No se detienen a lo largo de la noche. Daryl sabe que la chica se encuentra tan o más exhausta que él pero aun así mantienen el mismo paso rítmico y acelerado, su mano entrelazada con la de ella tampoco ha aminorado la fuerza del agarre.

En el momento en que los primeros rayos del sol se aprecian por encima de las copa de los árboles, Daryl detiene su paso, deja caer su ballesta y le obsequia a Beth la primera mirada de aquel nuevo día. El torrente de adrenalina comienza a menguar al igual que su ritmo cardiaco mientras que el cansancio comienza a hacer mella en sus músculos.

– ¿Estas bien? – pregunta el hombre, sin dejar de sujetar la delicada mano de la rubia entre la suya.

En modo de respuesta, Beth acorta la distancia que los separas, libera su mano de la de Daryl y entrelaza ambas tras el cuello del hombre. Lo abraza, escondiendo el rostro en el pecho masculino y mordiéndose los labios para evitar romper en llanto en aquel momento.

Por unos breves segundos el hombre no sabe qué hacer, se mantiene rígido, hasta que finalmente cede y le devuelve el abrazo a la chica. Se rinde ante ella tan solo por un minuto que a ambos les parece una eternidad, la misma que termina cuando Daryl posa suavemente sus manos sobre los hombros de la más joven y la aparta con delicadeza.

Siente que debería decirle algo, quizá una frase épica que le reconforte, pero él no está hecho de esa madera.

"No más"

Se ha permitido dudar, bajó sus barreras y por un instante pensó que el mundo no era tan terrible y miserable como sabía que era, y por ello estuvieron a punto de morir. Por poco la perdía a ella.

– Daryl...– susurra la chica, cuando este se aleja, toma la ballesta y vuelve a ponerse en marcha.

– Vamos, tenemos que hallar algún sitio seguro.

No podía volver a dudar, no podía permitirse el perderla.

Caminaron, separados por una distancia prudencial. Beth lanzándole algunas miradas al azar, estudiando sus duras facciones, su hosca expresión, la concentración que se reflejaba en sus pupilas. Quería que le dijera algo, recuperar los lazos que se habían forjado entre ellos esos días y que ahora parecían haberse desvanecido de nuevo. A la final, dejó escapar un suspiro, apartó la vista de Daryl y se concentró en el bosque a su alrededor, su prioridad era sobrevivir.

Aunque ellos fueran los únicos que lo hicieran.

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No paso mucho tiempo en que perdieran toda esperanza de encontrar algún sobreviviente del grupo de la prisión. El mundo parecía mucho más sombrío y solitario que antes, solo los caminantes se manifestaban con sus tortuosos gemidos y su paso arrastrado, amenazando la poca seguridad que la compañía mutua les ofrecía.

Y al igual que aquella esperanza, los sueños de Beth que lentamente había sembrado en Daryl sobre encontrar buenas personas sucumbieron al igual que el deseo de reencontrarse con los supervivientes de la prisión.

Un día, encontraron los rastros de una batalla, un grupo de cinco hombres brutalmente asesinados cerca de un carro abandonado, poco después encontraron un campamento completamente saqueado y destruido (y no precisamente por los caminantes), una escena dantesca que se gravo a fuego en la mente de ambos, provocando que renunciaran a cualquier idea de refugiarse con otros seres humanos. A esas alturas, dudaban que quedara alguien confiable en ese mundo.

Ellos estaban juntos, y eso era lo único que importaba.

Se mantenían en el bosque todo el tiempo que podían, lejos de los caminos donde otros viajeros podían encontrarles. Por más que Daryl intentará creer en las palabras de Beth, el mundo se empeñaba en demostrarle que ya no quedaban personas buenas, que los únicos sobrevivientes a ese apocalipsis tenían que ser personas como él, capaces de venderle al diablo su humanidad por un día más de vida.

A medida que los días pasaban en el bosque, cazando, huyendo, esquivando a los muertos y a los vivos, Daryl se convenció que lo único bueno que aún quedaba en el mundo era la chica que en ese momento caminaba a su lado.

Y solo por ella valía la pena seguir luchando.

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De vez en cuando encontraban un refugio resistente, alguna cabaña o un establo abandonado. Aquella noche se las había arreglado por despejar un Roadhouse, un bar de carretera, el cual se había cruzado por pura casualidad dado que el único camino por el que se podía acceder a él se encontraba tapiado por la maleza salvaje que había crecido. Se encontraba en sentido contrario a Atlanta, a la prisión, a todo lo que les recordará al pasado, ya que habían decidido que para aquellos parajes ya no tenían nada que ofrecerles.

El bar tenía las ventanas tapiadas, una cerca que podía mantener a los caminantes a raya el tiempo suficiente para huir o matarlos antes de que les invadieran (dependiendo del caso), les ofrecía un pozo de agua, y quizá unas horas de sueño bajo un verdadero techo.

Beth había encontrado unas velas, un par de latas que se habían librado de los saqueadores, y unas cuantas prendas viejas que se encontraban en mejores condiciones de las que Daryl y ella usaban. Por su parte el hombre había encontrado un cuarto oculto tras la barra con una cama cómoda, un rifle con dos cajas de municiones y una escalera que les llevaban a una platabanda en el techo del local. Centímetros de polvo, telarañas y maleza, pero ni rastros del antiguo dueño.

– Me gusta este lugar – comentó Beth, con una sonrisa que no le terminaba de llegar a los ojos.

– A mí también – aceptó Daryl, limpiando el rifle.

Por primera vez en semanas, Beth canto mientras se ocupaba de remendar lo mejor que podía las prendas que había encontrado, primero empezó tarareando y a medida que pasaban los minutos comenzó a vocalizar palabras y estrofas en concreta. Cantó una versión triste de Layla de Eric Clapton, que le recordaba todo lo que habían perdido en ese tiempo, desde que el mundo empezó a irse a la mierda.

Entonces, Daryl le escucho sollozar como hace tiempo que no lo hacía, detuvo lo que estaba haciendo y posó sus ojos en la trémula figura de la chica. Beth había dejado de cantar, abandonado el hilo, la aguja y aquellas prendas sucias, se cubría el rostro con ambas manos tratado de ocultar sus lágrimas. Y aquella estampa fue como una bofetada, inmediatamente abandono el rifle y se acercó a donde la chica se encontraba, se arrodillo ante ella, tomándole las manos intentó que las apartara de su rostro.

– ¡Hey Beth! – dijo, no sabiendo muy bien como reconfortarle.

Ella siempre le tranquilizaba, pero él se sentía incapaz de calmarle. Es más, en ocasiones él era el causante de sus lágrimas.

– No puedo evitarlo Daryl, les extraño.

Y él lo entendía a la perfección.

– Nunca me dejes ¿sí? Por favor, prométemelo – le suplicó, rodeándole el cuello con sus delicados brazos y escondiendo su rostro en su pecho.

– Es una promesa, Beth. Y yo nunca las rompo – susurro Daryl, rodeando el frágil cuerpo de la chica.

No supo cuánto tiempo pasaron en esa misma posición, pero no se apartó hasta que la rubia no dejo de sollozar. Cuando por fin se calmó, Daryl se las apaño para ponerse de pie, cogerla en brazos tal cual niña y llevarla hasta la cama que horas atrás había descubierto. La poso lentamente en el raído colchón y se disponía a hacer una de sus rondas cuando la chica quién había creído dormida en sus brazos le sujeto la mano si dejarle ir.

- Perdón por ser débil – susurro ella, aferrando con fuerza y necesidad la mano del hombre.

- No lo eres, has demostrado ser más fuerte de lo que aparentas – respondió, con la sombra de una sonrisa en los labios.

- Gracias – murmuro la chica.

Daryl creyendo que aquella conversación había llegado a su fin, se dispuso a marcharse pero de nuevo la menor de las Greene lo evito, negándose a soltarle.

- Puedes...– tanteo la chica, desviando su mirada hacia los ojos de Daryl –. Puedes dormir conmigo está noche, no quiero quedarme sola.

- Pero…

- El lugar está asegurado, descansemos un poco – afirmó la chica –. Por favor.

Y ese tono suplicante fue el único incentivo que Daryl necesitaba. El bar estaba completamente asegurado, ningún caminante podría pasar y en caso de emergencia podrían encaramarse en la platabanda e idear una manera de escapar. Estaba bien, se encontraban momentáneamente a salvos y ambos necesitaban descansar.

Necesitaban de la compañía mutua.

Daryl asintió así que Beth se arrimó a un lado de la cama, él poso su ballesta a un lado, se quitó su chaleco y se acostó a un lado de la rubia. Él cubrió sus ojos con su antebrazo, sintió como la pequeña Greene se acurrucaba a su costado y rodeaba su torso con su delgado brazo. Estaba bien, se sentía bien.

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Esa se volvió su costumbre, cada noche Daryl se aseguraba de que todas las entradas al bar estuvieran debidamente selladas, cenaban la comida de turno, Beth siempre era la primera en marcharse a la cama y tras vigilar que todo se encontraba bien, Daryl le seguía. Entonces Beth le rodeaba con sus brazos y poco a poco él también comenzó a devolverle el gesto.

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Cuando creían que aquel refugió les iba a servir para siempre, tuvieron que abandonarlo. Los caminantes les habían encontrado, así que no tuvieron más opción que retornar al bosque nuevamente.

Pasaban los días en movimiento, cazado o en busca de un nuevo refugio que no tardaron en encontrar. En el bosque no podía dormir juntos, así que era Beth la que siempre se quedaba dormida en su regazo y cuando llegaba la hora, era él quién terminaba por soñar usando las piernas de la chica como almohada y arrullado por su voz. Cuando el refugió se los permitía dormían juntos, a veces era Beth quién entrelazaba sus piernas con las de él, pero en raras ocasiones era Daryl quién con sus fuertes brazos la apegaba todo lo que podía a su cuerpo.

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La primera vez que contemplo a Beth como una mujer fue al amanecer en un día como cualquier otro. Habían hecho de un trailer abandonado, cerca de un lago, su refugio; así que la chica aprovecho el agua fresca para lavarse un poco la suciedad de su cuerpo apenas el sol despunto al alba, siempre bajo la atenta vigilancia de Daryl. Hace tiempo que entre ellos no existía pudor alguno, a punta de convivir juntos bajo esas circunstancias habían perdido el sentido de la privacidad, así que a él no le parecía extraño que ella se desnudara a poco metros de distancia, normalmente bastaba con que él apartara la mirada o se alejara unos cuantos pasos (no demasiados).

Sin embargo, aquella mañana Daryl no desvió sus ojos, al contrario, los clavo en el esbelto cuerpo de la rubia mientras está se introducía al lago. Contó cada una de las gotas de agua que se deslizaban desde su cabellera hasta su espalda y rozaban las curvas de sus caderas. Aprecio la firmeza y redondez de sus senos que comenzaban a adquirir formas más adultas, así como la rigidez de sus piernas. Y la vio, no como la pequeña Greene o la Beth que había prometido nunca dejar, sino como una mujer que se había forjado en aquel infierno, sobreviviendo a todo pronóstico.

Ella también le observo como realmente era, un hombre que llevaba demasiado tiempo solo. La mirada de ambos se encontró, ninguno la desvió y en contra de todo pronóstico Beth no se escandalizo ni oculto su desnudez, sino que siguió en su tarea como si fuera lo más normal del mundo que Daryl Dixon le mirará como lo estaba haciendo.

No hablaron de aquel incidente en el lago cuando volvieron a adentrarse al bosque, ni tampoco cuando Beth se adelantó unos cuantos pasos y decidida tomo la mano de Daryl, no queriendo soltarla nuca más.

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Cuando comenzaban a creer que eran los últimos humanos vivos en aquel planeta dominado por los muertos, se tropezaron con una caravana de unas diez personas, que de alguna manera habían conseguido mantener un trailer y dos camionetas en funcionamiento. Esas mimas personas tras apuntarle a la cara, desarmarles y mantenerlos de rodillas lo que les parecieron siglos, los alimentaron y le dieron ropas y calzado nuevo. Les devolvieron las armas, le advirtieron de los caníbales y saqueadores, así como de un lugar llamado Terminus, el cual había sido destruido, pero cuyos habitantes se habían convertido en cazadores de hombres.

Por primera vez en meses compartieron con desconocidos, tuvieron una comida decente y pudieron descansar cómodamente en el puesto trasero de una de las camionetas mientras viajaban al norte.

"La nieve detiene a los muertos"

Y con aquella esperanzadora frase durmieron abrazados, con la ballesta rozando los dedos de Daryl y el rifle a centímetros de Beth.

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Su primer beso fue de todo menos romántico. Fue un evento trágico, cargado de necesidad, terror y el golpeteo de la adrenalina en la sien.

Tras dos semanas de convivir con la caravana, la muerte les volvió a alcanzar, un grupo de bandido les ataco y dividió al grupo, por poco los separa a ellos, pero Daryl se abrió paso entre el fuego, la horda de muertos y las balas hasta el grandísimo idiota que se había atrevido a ponerle un dedo a Beth encima. En su furia interna no se dio cuenta que se había convertido en un huracán que cegado se arrojó contra aquel maldito y que de alguna manera dominó y golpeó su rostro una y otra vez con su puños, hasta que la sangre broto de sus labios y aquel miserable murió en sus manos.

Fue Beth quién lo insto a separarse de aquel desecho cadáver, le tomo de la mano y se abrieron camino entre la humareda, sin ver atrás, haciendo oído sordo de los cacofonía de gritos, maldiciones y suplicas que inundaron la pradera aquella noche. Corrieron hasta que el fuego no fue más que humo en el horizonte, la pestilencia de la muerte fue reemplazada por el aire fresco del campo y los gritos fueron acallados por la lluvia helada que les empapó.

Daryl fue a penas consiente cuando Beth se detuvo, dando media vuelta y clavó aquella mirada de mujer en él. Pero si lo fue cuando la chica se arrojó a él, tomándolo del rostro y aplastando sus labios contra los suyos, como sus manos reaccionaron cogiendo la cintura de la chica y afianzando su agarre en su nuca, permitiéndole profundizar ese beso. Entreabrió sus labios con su lengua, la saboreo y bebió de ella como nunca lo había hecho con una mujer. La beso, sin importar que sus pulmones clamaban por aire y que a pesar de que se habían alejado lo suficiente de aquel desastre aún se hallaban en peligro. La beso, porque era lo único que quería hacer desde aquella mañana en el lago, o esa noche ya tan lejana en que estuvo a punto de perderla, cuando los caminantes le habían acorralado en una casa fúnebre.

- Nunca me dejes, Daryl – dijo Beth, cuando dejaron de besarse.

- Nunca, Beth. Nunca.

Y él siempre mantenía sus promesas.


Continuara...


Sí te tomaste tú tiempo en leerlo, espero que puedas tener el tiempo de regalarme un reviews.

¡Saludos!