Digimon ni sus personajes —salvo Hanna Yagami— me pertenecen.
.
"A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante."
Oscar Wilde.
Pequeños instantes.
.
I
Dos líneas paralelas, rojas y determinantes en su vida. La cara de susto en él. La risa estridente de ella. Se deslizó por la losa de la pared del baño con claros signos de preocupación. Sora seguía sentada en el escusado, sosteniendo la barra dentro de sus dedos.
—Positivo —dijo él—. ¡¿Pero de qué mierdas te ríes?!
Las carcajadas no cesaron, ni siquiera cuando ella habló:
—No lo sé ―contestó―, son los nervios.
Solo tenían veintitrés.
II
Biberones, coches, chupetes, dinero que no tenían, noches de desvelo, llanto y caca de bebé. Taichi no paraba de pensar en todas esas cosas. Sora dormía, su cabeza sobre su pecho, nada más alcanzaba a ver los anaranjados de ella. La respiración profunda en la mujer, Taichi no lo soportó más, y dentro de su cabecilla preocupada, se preguntó:
¿Cómo puede dormir tan tranquila sin pensar en lo que viene?
Le daba demasiadas vueltas al asunto.
III
La primera cita con la doctora. Frente a su escritorio, la pareja se tomaba de las manos. La mujer con bata blanca preguntó:
—Bien, Sora, solo algunas preguntas para la futura mamá.
Desde cuál fue su primera regla, hasta si pensaba dar pecho. El interrogatorio parecía no tener fin.
—¿Algún embarazo previo? ¿Enfermedades? ¿Parientes diabéticos? ¿Tipo de sangre?
Y un montón más.
—Ahora las preguntas para el futuro papá: nombre, edad y profesión.
Taichi arrugó la cara:
—Es en serio, ¿solo eso preguntará?
¿Acaso solo importaba su profesión? Sora rió.
IV
La más difícil decisión fue decirle a Yuuko que sería padre. Se armó de valor. El teléfono repicó y la voz de mamá saludó:
—Moshi-moshi. Mamá, ehh, ¿cómo estás? Tengo que decir algo, Sora y yo seremos padres.
Ante la noticia de su hijo, la madre pegó un grito de emoción:
—¡Ay, santo cielo! Pero, ¿no son muy jóvenes para ser padres? No importa, hijo, aquí los recibiremos con los brazos abiertos. No pueden estar solos, necesitaran ayuda. Ser padres primerizos es muy difícil. ¡Oh, pero ¿qué han dicho los suegros?
Quiso hablar, pero la madre siguió parlanchina:
—¡No importa! ¡Qué emoción! Seré abuela. Ya va siendo hora que te tomes las cosas en serio, nada de fiestas. El dinero nunca será suficiente. ¿Ya fueron al médico? Deben salir de compras, la cuna y los biberones son primordial, ¡que sean anticólicos! ¿Tiene fotos del eco? Pásamela al teléfono, le diré a Hikari que la ponga en mi perfil para que mis amistades lo sepan.
Una madre cómo esa, en ningún mundo que existiera. Daba gracias a ella y sus locuras.
V
Desde que se enteró de la noticia Taichi tomó medidas drástica. Nada de zapatos altos para Sora, ni mucho esfuerzo, ni salidas a sola para la calle. Llegó al extremo de probar la comida de la mujer antes que ella para ver si estaba rancia o muy pesada. Las rodilleras y los cascos fueron vetados por la otra:
—Me parece que exageras ―dijo luego de ponerse la quinta capa de ropa. Nevaba, pero ya era absurda tanta paranoia.
Taichi colgó una bufanda extra en el cuello de la novia:
―Nada es suficiente para mantenerlas a salvo.
VI
Decidió preparar el desayuno. La comida favorita de Sora. Le daría una sorpresa en cuanto despertara. El aroma a las judías impregnaban todo el humilde apartamento.
Le escuchó acercarse a la cocina.
—Amor, hoy comemos tu favorito ―Le canturreó desde la cocina―. ¿Qué dices?, ¿judías de soja fermentada*?
Solo escuchó los pasos veloces de su mujer que se aleaba de la cocina y luego las arcadas en el baño.
VII
Mimi supo que sería tía y no pudo evitar hacer planes, comprar sus primeras prendas, obsequiarle cualquier cosa. Llegó al lado de Koushiro, él cargando un montón de cajas y bolsas. Nada qué pudiera hacer, la esposa estaba decidida.
—Compramos algunas cosillas al bebé, ¿espero que no les importe?
Al ver la montaña de regalos, Taichi pensó en que necesitaría ampliar el closet, y el apartamento entero.
VIII
Y si el humor de una embarazada no era de por sí volátil, que Taichi mirara a Sora vestirse y se pusiera al lado para comparar sus barrigas, era ya demasiado:
—¿Ahora quién es la que tiene la barriga de cinco meses de embarazo?
Pero con Taichi como marido, nunca era demasiado. Momentos como esos solo le hacían querer matarle. Estúpido Taichi.
IX
Y los nombres. Las listas de nombres estaban por todos los lados. Repasaban uno tras otro. Buscaron significados. Unieron los suyos. Ninguno parecía ser el indicado. Cuando a uno le gustaba un nombre al otro no, cuando estaban de acuerdo en otro, resultaba que conocían a alguien con uno parecido, la referencia no ayudaba.
Se hundían en un mundo con nombres posibles. La elección no era tan fácil.
X
Se encerró en el baño. Sus ojos llenos de lágrimas. Taichi tocó varias veces, le había asustado verla llegar en ese estado de la universidad.
Dentro Sora pensaba en los comentarios de los compañeros:
¡Ya estás más gordita!"
"Cuidado con las estrías"
" a mí me salieron manchas"
"¡Ay, se te pueden caer los senos!"
"El cabello se pone horrendo luego del parto"
"Te hincharás como globo en el ultimo trimestre".
Y así muchos cumplidos más.
Abrió la puerta ante la insistencia del otro, todavía con los retazos de las últimas lágrimas en sus ojos. Una vez afuera, le contó lo que dijeron sus compañeros, Taichi le abrazó:
—No hagas caso, son unos tontos. ¡Si cada día estás más bella!
¿Cómo no amarlo? No pudo haber hecho una mejor elección.
Taicho-baka.
