Versión original en catalán.
Esta historia surgió antes de que se terminara la saga de Punk Hazard así que tiene spoilers leves de toda la serie en general hasta allí, a partir de ese punto es independiente totalmente del canon. Así mismo en capitulos posteriores habrá menciones de relaciones entre chicos, mas o menos explicitas (aún no sé hasta que punto), así que estais avisados.
Per último los personajes no me pertenecen a mi sinó a Oda, yo sólo juego con ellos.
0. PRÒLOGO
El goteo constante resonaba en la silenciosa habitación. Podía notar como las gotas le recorrían el torso y los brazos antes de colgar unos breves instantes de su codo o del hueso afilado de su cadera para momentos después caer al suelo con un ruido seco. Una vez tras otra. Probablemente debería de hacer algún esfuerzo para detener el constante martilleo y así evitar volverse loco del todo. No se movió, ni siquiera abrió los ojos. No habría habido ninguna diferencia aunque lo hubiera hecho, la oscuridad a su alrededor demasiado densa para vislumbrar nada, ni siquiera después de tanto tiempo acostumbrándose. Después de toda una vida.
Si le hubieran preguntado que era lo primero que podía recordar su respuesta habría sido "Oscuridad" y en segundo lugar "Dolor". No se estaba lamentando. Nunca se lamentaba, era doloroso lamentarse. Toda su vida, o al menos hasta dónde podía recordar, se encontraba entre esas lisas, sucias y oscuras paredes. Entre las manchas de sangre seca, polvo y excrementos de pequeños animales. Entre la peste a podredumbre, el sabor a sangre en los labios y la niebla inundándole la mente. Las piernas debajo de él le cosquilleaban debido a la mala posición en la que se encontraba pero moverlas habría implicado esfuerzo y un posible tirón de las cadenas enrolladas alrededor de ellas. Pesadas cadenas que las anclaban a la pared y que recorrían toda su longitud, desde los tobillos hasta la ingle.
Oyó el sonido de pequeños pasos rápidos y de dientes afilados desmenuzando alguna cosa y supo al instante que de nuevo tendría que luchar para proteger el poco alimento que tenía de las ratas y los insectos. Su estómago ya hacia días que había dejado de lamentarse ruidosamente y de alguna forma sabía lo que eso significaba. Significaba que de todas formas seria incapaz de retener en su interior por mucho tiempo el duro trozo de pan que estaba siendo devorado a un metro de él. No merecía el esfuerzo que implicaba el tener que arrastrarse y tirar de las cadenas y en consecuencia augmentar la presión entorno a sus piernas hasta el punto de necesitar después dos horas para recuperar la sensibilidad en ellas.
Una parte de él le recriminaba por la comida desperdiciada pero el resto no se sentía con fuerzas para mover su pesado cuerpo. Se había ido sintiendo más y más cansado con el paso del tiempo. Más y más débil con cada comida negada y con cada "excursión" fuera de su habitación. Cada "excursión" hacia la Luz. Se encogió sobre sí mismo al pensar en eso, gimoteando cuando el pesado collar se le clavó en el cuello. La Luz era malvada. Prefería mil veces antes la oscuridad de su pequeña sala cuadrada. Su habitación dónde casi no se podía respirar, dónde estirándose tocaba con los brazos de pared a pared, dónde no había espacio ni para tumbarse en el suelo para dormir y donde las cadenas, y ocasionalmente el collar en el cuello, lo retenían sin piedad. Dónde la Luz no podía herirlo, dónde no podía alcanzarlo. La oscuridad era segura, la oscuridad era dónde pertenecía, dónde siempre había pertenecido y siempre lo haría.
La Luz era ardor en los ojos y la piel, era manos rugosas, hoscas, grandes, peludas, pequeñas, finas o callosas, tocándolo. Tocándolo en lugares incómodos y dolorosos. Era posiciones complicadas, mordazas en la boca, tirones del pelo, ordenes obscenas, risas extravagantes y dolor. Era descargas eléctricas, latigazos, golpes, objetos clavándose en su piel y en sus entrañas y amenazas de más, mucho más, la próxima vez, en la siguiente oportunidad. Eran castigos si hacia el mas mínimo ruido de protesta, si se movía indebidamente o no se movía lo suficiente cuando se lo exigían, si se atragantaba o mordía en lugares delicados, si mostraba el mínimo indicio de resistencia, de rebelión. Era su cuerpo moviéndose solo como un muñeco en las manos de un titiritero, hiriendo a mujeres, niños y animales sin su consentimiento o respondiendo a perversiones no deseadas. Era lagrimas ahogadas, gritos arrancados y heridas sangrantes. La Luz era dolor.
Un pinchazo le recorrió la espalda y el torso cuando la cabeza le resbaló de la pared dónde estaba apoyada, haciéndole perder el único punto de soporte del que disponía, y en consecuencia terminando en el suelo en una masa compacta y debilitada. Tembló apretando los dientes en parte por el dolor y en parte por el frio que últimamente no lo abandonaba ni un instante. Se acurrucó sobre sí mismo lentamente, encogiéndose y intentando controlar los latigazos y pinchazos que recorrían sus músculos cada vez que se movía. Inspiró profunda y lentamente. Al menos en esa posición ya no sentía las piernas adormecidas pero casi lo prefería a los estremecimientos dolorosos que empezaba a notar en esa zona.
El dolor fue disminuyendo de intensidad hasta llegar a un punto tolerable de nuevo, con repentinas ondas dolorosas de vez en cuando. Los ojos se le cerraban solos, el cuerpo pesando cada vez más. No era consciente del paso del tiempo en esa habitación oscura. Ni siquiera los platos con comida que le daban de vez en cuando parecían tener un patrón, a veces muy distantes entre ellos y otras agradablemente próximos. Tenia un leve recuerdo de haber intentado salir de esa habitación en algún momento en el pasado pero no recordaba el porque ni lo podía entender. Fuera estaba la Luz, fuera era doloroso. Dentro era oscuridad y tranquilidad, era seguridad. ¿Porque habría nunca querido salir?
Cerró los ojos y sucumbió al agotamiento.
Fue levemente consciente de alguien sacudiéndolo, de una mano agarrándolo dolorosamente del pelo y de una voz grave diciendo alguna cosa que no era capaz de discernir entre la niebla que tapaba sus orejas. Entreabrió los ojos y un gran dolor le hizo cerrarlos de nuevo. Luz. La Luz le quemaba los ojos. ¿Dónde se encontraba? ¿Cómo había podido la Luz llegar hasta él?
Gimió cuando recibió un fuerte tirón que casi lo dejó sin melena y que lo hizo caer boca abajo en el centro de la pequeña habitación. Entonces la mano que aún lo agarraba lo soltó de golpe y él aprovecho para incorporarse como pudo y se arrastró por el suelo mugroso, huyendo del contacto y el ardor de la Luz. Tenia que ocultarse de ella, tenia que huir y no permitir que volviera a alcanzarlo. Con los ojos fuertemente cerrados y en su desesperación y desorientación no fue consciente de la pared enfrente suyo hasta que chocó de pleno con ella con la cabeza tan fuerte que quedó aturdido por unos segundos. Sin embargo, aún con el dolor latiéndole en la cabeza, pudo ser consciente de un ruido que odiaba y era constante en sus visitas al territorio de la Luz. Risas. Una risa en concreto, aguda, extraña y aterradora que usualmente precedía a puñetazos o descargas eléctricas sacudiendo su cuerpo, torturando sus músculos y sus nervios. Se encogió aun más sobre si mismo esperando la descarga y intentando disminuir los efectos. Pero nada sucedió. La risa se apagó de golpe con un sonido ahogado precedido de uno suave que nunca antes había oído, casi armónico, parecido al viento entrando por las rendijas de su minúscula puerta. Acto seguido se oyó un grito agónico y el sonido de liquido salpicando el suelo junto con el de algo pesado caer al suelo de golpe.
Osó abrir un poco los ojos de nuevo y esta vez la Luz no lo hirió. Alzó la vista y vio una silueta oscura bloqueando la Luz, protegiéndolo, manteniéndose firme entre la Luz y él. Parecía un hombre alto, de espaldas y hombros anchos, con piernas y brazos extremadamente musculosos y en sus manos llevaba bien agarrados una especie de cuchillos largos y delgados que goteaban gotas de lo que estaba seguro que era sangre. A sus pies se podía distingir una masa deforme y sangrienta, moviéndose con espasmos y gimiendo. La figura volteó ligeramente el rostro hacia él y pudo vislumbrar un ojo claro brillando en la oscuridad de manera demoníaca. Cerró los ojos de nuevo y dejó caer la cabeza al suelo toscamente. Se dio cuenta a l'instante de que, contrariamente a lo que se podría esperar, esa mirada asesina no lo asustaba sino que lo hacia sentirse seguro. Sólo un demonio podría protegerlo de la Luz.
Notó como la fatiga se apoderaba de él de nuevo y dejo de resistirse. El ruido de pasos lentos y pesados y de las cadenas de sus piernas cayendo en mil pedazos estuvieron a punto de devolverle la consciencia pero finalmente se limitó a suspirar cuando unas manos lo tocaron de nuevo pero esta vez gentilmente. Esta vez no se apartó y sucumbió a la oscuridad al mismo tiempo en que era levantado lentamente del suelo.
