Un viernes por la mañana a Abraham se le ocurrió ir al bosque prohibido.
Me dijo que tenia algo muy importante que decirme.
Abraham esta en Gryffindor y yo en Ravenclaw, yo lo amo, al menos eso
creo. Desde hace 6 años, cuando en el segundo grado nos encontramos en ese
baile de Navidad creo amarlo y espero que el sienta lo mismo. Yo, desde ese
día lo busque, me presente y fuimos buenos amigos hasta hace unas semanas
antes de ese encuentro, el estaba cambiando conmigo, creo que algo había
surgido entre el y yo y esperaba que fuera así.
Por la tarde, salí de la sala común de Ravenclaw que esta muy cerca de la torre de Gryffindor, encontré a Abraham cerca de las escaleras y caminamos hacia los jardines en silencio. Estábamos cerca del lago, nos dirigíamos hacia el bosque y me decidí a hablar.
¿Qué sucede, Abraham? Espera, Sara, espera. Ya casi llegamos.
No insistí y continuamos caminando. No nos adentramos en el bosque, solo en la orilla el se detuvo y se paro justo enfrente de mi que estaba recargada ya en un gran árbol. No hablo, creo que no respiraba. De vez en cuando movía los labios como ensayando un dialogo en silencio, después de mucho pareció haberse decidido a reproducirlo. ¿Sabes, Sara? Eres... bueno, si, eres mi mejor amiga pero... -Abraham estaba sudando frió y no me miraba a los ojos, solo veía mis manos que estaban entrelazadas cerca de mi cintura- tu sabes que, bueno, las cosas cambian y... Abraham escucha... -en los arbustos había una sombra que ejercía un ruido callado pero totalmente audible- ¿Lo oyes? Siéntate.
Nos sentamos cerca del árbol. En ese momento no sabia por que pero, el parecía tener miedo de tocarme, nunca lo hizo, ni por accidente. El ruido se hizo mas sonoro y ahora las ramas se movían estrepitosamente, un gruñido salía de ellas. ¿Qué es? -le pregunte ahora con miedo- Mas bien, ¿qué no es? Puede ser desde un perro común (que no creo que haya en este bosque) hasta... un hombre lobo. ¿Hombre lobo? Espera, esta por salir. Ten a la mano tu varita.
Saque mi varita sin ponerla a la vista, solo la tome y deje mi mano bajo la túnica escolar. De repente, de los arbustos salió una bestia, algo que yo no había visto tan de cerca pero Abraham, el parecía saber que hacer. Es un oso, Sara. Acuéstate, cierra los ojos y no te muevas, respira con cautela.
¿Un oso? ¿En el bosque prohibido? De no haber estado ahí no lo hubiera creído y hubiera preferido un hombre lobo pero, según la situación era lo mejor que nos pudo pasar en ese momento, un simple oso. Seguí las instrucciones de Abraham, estaba muy seguro de lo que decía y yo confiaba en el ciegamente. El oso se acerco, nos observo y después de un tiempo comenzó a oler nuestros zapatos incluso yo podía sentir la respiración de la bestia en mis tobillos. No pude ver la cara de Abraham pues estábamos de espaldas. Después de un rato, el oso desistió y se fue lentamente (a mi me parecieron horas). Cuado el oso estaba aun cerca, cerré mis ojos y en un momento sentí la mano de Abraham en mi brazo izquierdo. Por un momento no supe que hacer, había deseado eso durante años, el nunca me había tocado así, esta vez tenia un toque especial de cariño. Me di vuelta y en su cara había una expresión de nerviosismo, alegría y miedo, incluso tenia un ojo entre abierto. Abraham, yo...
No pude decir mas, sus ojos estaban fijos en los míos y eso me causo miedo y estaba llena de sentimientos encontrados. Así pudimos pasar siglos (no se con seguridad cuanto tiempo paso), solo nos mirábamos. Entonces paso algo, algo que había deseado hace mas tiempo aun. Sara, esto es lo que te quería decir. Veras, hace unas semanas, casi meses en realidad, me he dado cuenta de que te quiero muchísimo, demasiado creo yo. El hecho es, Sara, creo que-... creo que te amo.
No se explicar lo que sentí, seguido de estas palabras vino la acción. Su mano, que anteriormente estaba en mi brazo paso a mi cara y la suya se fue acercando. Lo que yo sentía no se comparaba con lo que se veía en sus ojos mientras se acercaba a mi. Después de recorrer los escasos centímetros que había entre nuestros rostros, a milímetros de que nuestros labios estuvieran juntos volvió a decir Te amo y sucedió. Nos besamos, primero era solo roces de nuestras bocas y yo tenia mis manos en sus brazos, y el las suyas en mi cara. Estábamos ahí, casi acostados, recargados en un árbol, en el bosque prohibido, por la noche, nos estábamos besando, Abraham y yo, el chico a quien yo veía como un hermano (por que no podría ser de otra manera) ahora decía estar enamorado de mi. Después del emotivo encuentro me di cuenta de que estaba pensando demasiado y decidí dejarme llevar y acariciar su cabello. En este caso estoy segura, fueron varios minutos; sin embargo, me pareció un minuto insípido y realmente corto.
Después de ese encuentro (sigo llamándolo así) nos sentamos recargados en el mismo árbol. Yo estaba nerviosa e ida, no sabia donde estaba, mis pensamientos estaban justo frente a el y mi mirada perdida por ahí en un arbusto que antes casi me mata de miedo. El estaba como muerto, con la mirada en sus manos, se mordía la lengua y movía los pies nerviosamente. Entonces salí del trance, vi mi reloj de pulsera y al darme cuenta de la hora quise correr pero me pareció muy anti romántico y de hecho estúpido, así que decidí volverlo mas sutil, aunque, no quería irme de ahí, pasar toda la noche sentada en ese árbol de ser posible. Creo que incluso me olvide de la hora y volví al anterior asunto. Abraham, ¿qué va a pasar con nosotros? Digo, ¿qué has pensado? Es tu decisión, amiga.
Amiga. Así solía llamarme Abraham y yo lo llamaba igualmente, además de miles de sobrenombres que por mi parte eran cuidadosamente elegidos especialmente para el. No lo creo. Dime tu, tu eres quien ha dicho lo mas importante esta noche. Y me crees, ¿verdad? Claro que si. ¿Entonces? ¿Qué dices?
Pensé mil frases que había visto en películas de amor, cartas de mis amigas y que habían estado en mis mas alocadas fantasías de ese momento pero, solo una cosa me convenció. ¿Y bien? -dijo el impaciente-
No eran exactamente palabras o una frase hecha. Tome sus mano, las puse en mi cintura y esta vez coloque las mías en sus hombros mientras lo besaba por segunda vez. En esta ocasión me asegure de que fuera corto pero, conciso y que dijera lo que sentía. ¿Quieres ser mi novia? -pregunto el en cuanto nos separamos aun abrazándome-
¿Lo dudas? -le dije esto con miedo, ¿y si era una broma?- Tu dime. Ordenemos los hechos. ¿Crees que a esta altura te diré que no? No lo se, por eso te he preguntado, amiga. Pues yo creo que seria buena idea que fuéramos... -esto lo pensé mucho- novios, ¿no crees, amigo? Como tu digas.
Yo estaba agradecida de que el hubiera tomado tan simpáticamente el asunto de una declaración amorosa, lo hicimos maduramente y sin perder una gota de lo que nos había unido por años: amistad, nada mas. Después de mil veces bromear (sin sepáranos un centímetro desde el segundo beso), recordé la hora y que para ese momento las manecillas habrían avanzado algunos grados y dio un salto. Abraham, tenemos que volver, es tarde, muy tarde. De acuerdo. Solo una cosa que no me quedo clara. -este comentario hizo que me quedara helada- ¿Quieres ser mi novia o no? Uhm... esta bien. Si. Mucho mejor. Aunque ese beso no estuvo nada mal, no me respondió por completo.
Dicho esto corrimos hacia las escaleras del castillo donde procuramos ser naturales y hacer el menor ruido, por la hora, ya todos los demás alumnos estarían en sus salas y no queríamos ser la causa de el próximo cambio del marcador de Gryffindor y Ravenclaw así que nos apresuramos hasta el punto donde nos separaríamos para ir a nuestras respectivas salas comunes. Ven conmigo. Los chicos traerán golosinas y gaseosas, por favor, Sara, ven.
Yo había estado en la sala común de Gryffindor infinidad de veces y ya todo los alumnos me conocían e ignoraban. Nunca nadie nos había delatado con la profesora McGonagall o el profesor Flitwick; sin embargo esta vez no me sentí cómoda y preferí negarme. Abraham, se que será divertido pero, prefiero pasar tiempo contigo en un lugar neutro. Ya veras, mañana estaremos todo el día juntos, ¿si? ¿esta bien? ¿Cuánto falta para mañana, mi niña? Unas cuantas horas, no mas de cinco ó seis pero ahora será mejor que vayas a disfrutar de esas golosinas con tus amigos. ¿Eso es lo que quieres? ¿Irte a dormir sin haber pasado unas cuantas horas mas conmigo? -esto lo dijo con el gesto que un niño hace cuando se le dice que no comerá mas helado, sabemos que Abraham no quería helado- No, no es lo que quiero, pero es lo que debemos hacer, ¿bien? Bien. Hasta mañana.
No me había dado cuenta de la importancia de este momento hasta que llego. ¿Me besaría ahí, en el colegio, donde todos nos podrían ver? No sabia la respuesta así que espere. Buenas noches -le conteste-
Entonces paso lo que me temía y deseaba pero no como lo había imaginado. Se acerco y me beso si, pero en la mejilla, despacio. Cuando éramos solo amigos, me había besado también pero, no así, esta vez era como si el mismo no quisiera hacerlo por que sabia que el hacerlo significaba separarnos, la ultima cosa que pasaba por nuestras cabezas en ese momento (no diré que es lo primero). Me quede ahí mientras el subía una escaleras que lo llevaban a la torre de Gryffindor, sin dejar de mirarlo, mientras caminaba, me hubiera gustado que no diera la vuelta en la esquina pero lo hizo y yo hice lo mismo para ir a mi sala común. En la sala de Ravenclaw había aun muchos alumnos y entre ellos mi mejor amiga. Lilia y yo habíamos sido amigas desde hace un año, cuando ella llego a Hogwarts desde Francia. Antes de conocerla yo no tenia amigas, pasaba el tiempo jugando ajedrez con los chicos de Ravenclaw cuando no estaba con Abraham. Ella nunca había sido indiscreta y no hablábamos de asuntos personales ni nada, pero lo de Abraham no era un secreto a pesar de jamás haberlo mencionado. ¿Qué ha pasado, Sara? Es muy tarde, ¿dónde estabas? Yo... -quería decirle todo o mas bien no se lo quería ocultar pero no sabia como hacer que se enterara sin decírselo ¿me entienden?- Estabas en Gryffindor otra vez, Sara. Te he dicho mil veces que es peligroso, no es tu sala común. No estaba ahí. Entonces, ¿la biblioteca? ¿los pasillos? ¿Slytherin? ¿Qué nuevo sitio has encontrado para pasar tiempo con ese chico? Fuimos... al bosque prohibido -dije esto sin mirarla y lo mas rápido que pude- Estas loca. Gracias. ¿Ya eres feliz?
¿Cómo lo sabia? ¿Acaso nos había estado vigilando? Su mirada decía lo se todo pero, ¿cómo? ¿Feliz? No quieras negarlo, Sara. Se ve en tus ojos, ¿por qué no estas con el? Tuve miedo, Lilia. Bien. ¿Qué harás ahora? ¿A que te refieres? No se. ¿Jugamos ajedrez? Chuck me ha enseñado.
Por lo dicho ella en verdad sabia lo que había pasado en el bosque, sin detalles eso si, pero lo sabia. Me conocía demasiado para ocultárselo aun intencionalmente así que no le dije nada mas. Jugamos un par de partidas de ajedrez hasta caída la noche. Ella gano todas (esto no era usual, yo sola ganar a todos en la casa), lo único en lo que yo podía pensar se llamaba Abraham y estaba a algunos metros disfrutando de una fiesta en la que yo debería estar y a la vez no.
Por la tarde, salí de la sala común de Ravenclaw que esta muy cerca de la torre de Gryffindor, encontré a Abraham cerca de las escaleras y caminamos hacia los jardines en silencio. Estábamos cerca del lago, nos dirigíamos hacia el bosque y me decidí a hablar.
¿Qué sucede, Abraham? Espera, Sara, espera. Ya casi llegamos.
No insistí y continuamos caminando. No nos adentramos en el bosque, solo en la orilla el se detuvo y se paro justo enfrente de mi que estaba recargada ya en un gran árbol. No hablo, creo que no respiraba. De vez en cuando movía los labios como ensayando un dialogo en silencio, después de mucho pareció haberse decidido a reproducirlo. ¿Sabes, Sara? Eres... bueno, si, eres mi mejor amiga pero... -Abraham estaba sudando frió y no me miraba a los ojos, solo veía mis manos que estaban entrelazadas cerca de mi cintura- tu sabes que, bueno, las cosas cambian y... Abraham escucha... -en los arbustos había una sombra que ejercía un ruido callado pero totalmente audible- ¿Lo oyes? Siéntate.
Nos sentamos cerca del árbol. En ese momento no sabia por que pero, el parecía tener miedo de tocarme, nunca lo hizo, ni por accidente. El ruido se hizo mas sonoro y ahora las ramas se movían estrepitosamente, un gruñido salía de ellas. ¿Qué es? -le pregunte ahora con miedo- Mas bien, ¿qué no es? Puede ser desde un perro común (que no creo que haya en este bosque) hasta... un hombre lobo. ¿Hombre lobo? Espera, esta por salir. Ten a la mano tu varita.
Saque mi varita sin ponerla a la vista, solo la tome y deje mi mano bajo la túnica escolar. De repente, de los arbustos salió una bestia, algo que yo no había visto tan de cerca pero Abraham, el parecía saber que hacer. Es un oso, Sara. Acuéstate, cierra los ojos y no te muevas, respira con cautela.
¿Un oso? ¿En el bosque prohibido? De no haber estado ahí no lo hubiera creído y hubiera preferido un hombre lobo pero, según la situación era lo mejor que nos pudo pasar en ese momento, un simple oso. Seguí las instrucciones de Abraham, estaba muy seguro de lo que decía y yo confiaba en el ciegamente. El oso se acerco, nos observo y después de un tiempo comenzó a oler nuestros zapatos incluso yo podía sentir la respiración de la bestia en mis tobillos. No pude ver la cara de Abraham pues estábamos de espaldas. Después de un rato, el oso desistió y se fue lentamente (a mi me parecieron horas). Cuado el oso estaba aun cerca, cerré mis ojos y en un momento sentí la mano de Abraham en mi brazo izquierdo. Por un momento no supe que hacer, había deseado eso durante años, el nunca me había tocado así, esta vez tenia un toque especial de cariño. Me di vuelta y en su cara había una expresión de nerviosismo, alegría y miedo, incluso tenia un ojo entre abierto. Abraham, yo...
No pude decir mas, sus ojos estaban fijos en los míos y eso me causo miedo y estaba llena de sentimientos encontrados. Así pudimos pasar siglos (no se con seguridad cuanto tiempo paso), solo nos mirábamos. Entonces paso algo, algo que había deseado hace mas tiempo aun. Sara, esto es lo que te quería decir. Veras, hace unas semanas, casi meses en realidad, me he dado cuenta de que te quiero muchísimo, demasiado creo yo. El hecho es, Sara, creo que-... creo que te amo.
No se explicar lo que sentí, seguido de estas palabras vino la acción. Su mano, que anteriormente estaba en mi brazo paso a mi cara y la suya se fue acercando. Lo que yo sentía no se comparaba con lo que se veía en sus ojos mientras se acercaba a mi. Después de recorrer los escasos centímetros que había entre nuestros rostros, a milímetros de que nuestros labios estuvieran juntos volvió a decir Te amo y sucedió. Nos besamos, primero era solo roces de nuestras bocas y yo tenia mis manos en sus brazos, y el las suyas en mi cara. Estábamos ahí, casi acostados, recargados en un árbol, en el bosque prohibido, por la noche, nos estábamos besando, Abraham y yo, el chico a quien yo veía como un hermano (por que no podría ser de otra manera) ahora decía estar enamorado de mi. Después del emotivo encuentro me di cuenta de que estaba pensando demasiado y decidí dejarme llevar y acariciar su cabello. En este caso estoy segura, fueron varios minutos; sin embargo, me pareció un minuto insípido y realmente corto.
Después de ese encuentro (sigo llamándolo así) nos sentamos recargados en el mismo árbol. Yo estaba nerviosa e ida, no sabia donde estaba, mis pensamientos estaban justo frente a el y mi mirada perdida por ahí en un arbusto que antes casi me mata de miedo. El estaba como muerto, con la mirada en sus manos, se mordía la lengua y movía los pies nerviosamente. Entonces salí del trance, vi mi reloj de pulsera y al darme cuenta de la hora quise correr pero me pareció muy anti romántico y de hecho estúpido, así que decidí volverlo mas sutil, aunque, no quería irme de ahí, pasar toda la noche sentada en ese árbol de ser posible. Creo que incluso me olvide de la hora y volví al anterior asunto. Abraham, ¿qué va a pasar con nosotros? Digo, ¿qué has pensado? Es tu decisión, amiga.
Amiga. Así solía llamarme Abraham y yo lo llamaba igualmente, además de miles de sobrenombres que por mi parte eran cuidadosamente elegidos especialmente para el. No lo creo. Dime tu, tu eres quien ha dicho lo mas importante esta noche. Y me crees, ¿verdad? Claro que si. ¿Entonces? ¿Qué dices?
Pensé mil frases que había visto en películas de amor, cartas de mis amigas y que habían estado en mis mas alocadas fantasías de ese momento pero, solo una cosa me convenció. ¿Y bien? -dijo el impaciente-
No eran exactamente palabras o una frase hecha. Tome sus mano, las puse en mi cintura y esta vez coloque las mías en sus hombros mientras lo besaba por segunda vez. En esta ocasión me asegure de que fuera corto pero, conciso y que dijera lo que sentía. ¿Quieres ser mi novia? -pregunto el en cuanto nos separamos aun abrazándome-
¿Lo dudas? -le dije esto con miedo, ¿y si era una broma?- Tu dime. Ordenemos los hechos. ¿Crees que a esta altura te diré que no? No lo se, por eso te he preguntado, amiga. Pues yo creo que seria buena idea que fuéramos... -esto lo pensé mucho- novios, ¿no crees, amigo? Como tu digas.
Yo estaba agradecida de que el hubiera tomado tan simpáticamente el asunto de una declaración amorosa, lo hicimos maduramente y sin perder una gota de lo que nos había unido por años: amistad, nada mas. Después de mil veces bromear (sin sepáranos un centímetro desde el segundo beso), recordé la hora y que para ese momento las manecillas habrían avanzado algunos grados y dio un salto. Abraham, tenemos que volver, es tarde, muy tarde. De acuerdo. Solo una cosa que no me quedo clara. -este comentario hizo que me quedara helada- ¿Quieres ser mi novia o no? Uhm... esta bien. Si. Mucho mejor. Aunque ese beso no estuvo nada mal, no me respondió por completo.
Dicho esto corrimos hacia las escaleras del castillo donde procuramos ser naturales y hacer el menor ruido, por la hora, ya todos los demás alumnos estarían en sus salas y no queríamos ser la causa de el próximo cambio del marcador de Gryffindor y Ravenclaw así que nos apresuramos hasta el punto donde nos separaríamos para ir a nuestras respectivas salas comunes. Ven conmigo. Los chicos traerán golosinas y gaseosas, por favor, Sara, ven.
Yo había estado en la sala común de Gryffindor infinidad de veces y ya todo los alumnos me conocían e ignoraban. Nunca nadie nos había delatado con la profesora McGonagall o el profesor Flitwick; sin embargo esta vez no me sentí cómoda y preferí negarme. Abraham, se que será divertido pero, prefiero pasar tiempo contigo en un lugar neutro. Ya veras, mañana estaremos todo el día juntos, ¿si? ¿esta bien? ¿Cuánto falta para mañana, mi niña? Unas cuantas horas, no mas de cinco ó seis pero ahora será mejor que vayas a disfrutar de esas golosinas con tus amigos. ¿Eso es lo que quieres? ¿Irte a dormir sin haber pasado unas cuantas horas mas conmigo? -esto lo dijo con el gesto que un niño hace cuando se le dice que no comerá mas helado, sabemos que Abraham no quería helado- No, no es lo que quiero, pero es lo que debemos hacer, ¿bien? Bien. Hasta mañana.
No me había dado cuenta de la importancia de este momento hasta que llego. ¿Me besaría ahí, en el colegio, donde todos nos podrían ver? No sabia la respuesta así que espere. Buenas noches -le conteste-
Entonces paso lo que me temía y deseaba pero no como lo había imaginado. Se acerco y me beso si, pero en la mejilla, despacio. Cuando éramos solo amigos, me había besado también pero, no así, esta vez era como si el mismo no quisiera hacerlo por que sabia que el hacerlo significaba separarnos, la ultima cosa que pasaba por nuestras cabezas en ese momento (no diré que es lo primero). Me quede ahí mientras el subía una escaleras que lo llevaban a la torre de Gryffindor, sin dejar de mirarlo, mientras caminaba, me hubiera gustado que no diera la vuelta en la esquina pero lo hizo y yo hice lo mismo para ir a mi sala común. En la sala de Ravenclaw había aun muchos alumnos y entre ellos mi mejor amiga. Lilia y yo habíamos sido amigas desde hace un año, cuando ella llego a Hogwarts desde Francia. Antes de conocerla yo no tenia amigas, pasaba el tiempo jugando ajedrez con los chicos de Ravenclaw cuando no estaba con Abraham. Ella nunca había sido indiscreta y no hablábamos de asuntos personales ni nada, pero lo de Abraham no era un secreto a pesar de jamás haberlo mencionado. ¿Qué ha pasado, Sara? Es muy tarde, ¿dónde estabas? Yo... -quería decirle todo o mas bien no se lo quería ocultar pero no sabia como hacer que se enterara sin decírselo ¿me entienden?- Estabas en Gryffindor otra vez, Sara. Te he dicho mil veces que es peligroso, no es tu sala común. No estaba ahí. Entonces, ¿la biblioteca? ¿los pasillos? ¿Slytherin? ¿Qué nuevo sitio has encontrado para pasar tiempo con ese chico? Fuimos... al bosque prohibido -dije esto sin mirarla y lo mas rápido que pude- Estas loca. Gracias. ¿Ya eres feliz?
¿Cómo lo sabia? ¿Acaso nos había estado vigilando? Su mirada decía lo se todo pero, ¿cómo? ¿Feliz? No quieras negarlo, Sara. Se ve en tus ojos, ¿por qué no estas con el? Tuve miedo, Lilia. Bien. ¿Qué harás ahora? ¿A que te refieres? No se. ¿Jugamos ajedrez? Chuck me ha enseñado.
Por lo dicho ella en verdad sabia lo que había pasado en el bosque, sin detalles eso si, pero lo sabia. Me conocía demasiado para ocultárselo aun intencionalmente así que no le dije nada mas. Jugamos un par de partidas de ajedrez hasta caída la noche. Ella gano todas (esto no era usual, yo sola ganar a todos en la casa), lo único en lo que yo podía pensar se llamaba Abraham y estaba a algunos metros disfrutando de una fiesta en la que yo debería estar y a la vez no.
