Disclaimer: Los pitufos pertenecen a Peyo.

El Azul es el color del amor


Vanidoso y Salvaje

Capítulo 1: Buenos modales


A Vanidoso le preocupaba mucho su apariencia, más de lo que a cualquier otro pitufo le preocupaba. Constantemente estaba acompañado de su espejo, admirando su belleza y estudiando cada uno de sus detalles por lo que a nadie le extrañaba verlo constantemente acompañado por su espejo.

Vanidoso sabía que se veía bien pero ese día no lo consideraba suficiente por lo que decidió ver a Pitufina. No quería verse solo hermoso, quería verse impecable. Había decidido ir a ver a Pitufina cuando le pareció ver una arruga en su rostro. Fue una falsa alarma y eso le alegró pero ver las cremas de su amiga le hizo pensar que necesitaba de un tratamiento con urgencia.

—¿Me dirás qué es lo que te tiene tan preocupado? —le preguntó Pitufina divertida.

—Solo saldré a dar un paseo ¿Es que acaso un pitufo no puede preocuparse por su apariencia solo por el gusto de verse bien? —Vanidoso acomodó la flor en su gorro mientras veía su reflejo en el espejo.

—Que aburrido —respondió Pitufina un tanto decepcionada —. Por la forma en que arreglaste tu sombrero parecías tener una cita.

—No te desanimes, quizás la próxima vez que te pida ayuda tenga algo más entretenido que decir.

Aquellas palabras despertaron la curiosidad de Pitufina, ella quiso saber de qué hablaba por lo que le hizo muchas preguntas pero solo obtuvo respuestas evasivas. Al final Vanidoso se marchó diciendo que tenía muchos deberes pendientes. No era así, ya había acabado con todas sus responsabilidades pero tenía un compromiso que consideraba de vital importancia.

Vanidoso le había pedido a Goloso que le prepara unas galletas de pitufresas pues había acordado reunirse con Salvaje en el bosque para tener un día de campo. Si algún pitufo le hubiera preguntado por qué estaba tan ansioso no habría sabido que responder, simplemente tenía deseos de volver a ver al pitufo que había salvado su vida. Estaba agradecido por lo que había hecho por él pero Vanidoso sabía que había algo más, nunca se sintió tan deseoso de impresionar a alguien, ese momento que compartieron había hecho que la perspectiva que tenía de Salvaje cambiara considerablemente.

En cuanto llegó al lugar acordado comenzó a preparar el delantal en el que comerían. Sacó las galletas con especial cuidado y colocó las servilletas con mayor delicadeza, todo tenía que resultar perfecto. Había pensado en casi todos los detalles, esforzándose tanto que olvido el factor más importante: pitufo Salvaje.

Interrumpió los preparativos para sacar su espejo. Había pasado mucho tiempo sin verse en él y eso lo ponía un poco estresado. Amaba verse en el espejo pero estaba dispuesto a no hacerlo por un tiempo durante el picnic con Salvaje, era su forma de decirle que le interesaba su compañía. Después de besar su reflejo continuó con el picnic, ver su reflejo lo había llenado de seguridad. Se veía impecable, no dudaba que Salvaje admirara lo bien que se veía.

"Lo dejaré sin palabras, siempre soy hermoso pero admito que en esta ocasión me he pitufado", pensó Vanidoso mientras volvía a verse en el espejo, estaba tan fascinado con su reflejo que lo hubiera contemplado por horas de no ser por el picnic que tenía que terminar de preparar. Tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no caer en la tentación de contemplarse cada cinco minutos y olvidarse de todo lo demás.

Salvaje llegó con gran rapidez, o eso le pareció a Vanidoso pues no había terminado con todos los preparativos. Lo envió a cortar unas flores mientras terminaba, no las olvidó, simplemente quería flores frescas para la ocasión y más tiempo para terminar con el picnic. Mentalmente se reclamó por haber dedicado tanto tiempo a admirarse, no quería defraudar a Salvaje. En cuanto su compañero llegó las colocó en un florero que había llevado especialmente para ese picnic.

En cuanto Salvaje tomó la primera taza de té sintió que su picnic estaba en riesgo. Verlo tomar el té de una manera tan poco pitufa lo hizo sentir la obligación de enseñarle buenos modales. No le molestaba del todo lo que hacía, incluso él sabía que afirmar lo contrario sería una mentira pero quería hacer de eso algo especial. Había soñado tanto con ese momento.

Fracasó. En el primer intento terminó cubierto con el té frío. Su ropa quedó pegajosa y aunque sabía que de haberse tratado de una bebida caliente hubiera sido peor no pudo evitar sentirse molesto. Salvaje que parecía demasiado sediento se acercó a él y bebió los restos que quedaban de la bebida en su mejilla. Lo apartó con una mano y tomó una de las servilletas para limpiarse. A Vanidoso no le había molestado lo que Salvaje hizo pero consideraba que el té en su rostro no se veía bien y que la forma en que se comportaba era poco pitufa. De haber tenido su espejo a mano hubiera notado lo sonrojado que estaba.

Probó con algo diferente, le extendió unas galletas. No se quejó que las tomara con las manos pero sí de que comiera más de cuatro de un solo bocado. No entendía dónde podía guardar tanta comida siendo tan pequeño pero asumió que era algo que había aprendido al vivir con ardillas. Sintió deseos de reírse al ver las mejillas de Salvaje pero se recriminó cuando se dijo que esa no era la forma adecuada de comportarse durante un picnic.

—Una a la vez —le dijo Vanidoso poco antes de mostrarle la forma en que debería hacerlo.

Logró que Salvaje lo observara pero cuando llevó su mano hasta el tarro de galletas supo que sus intentos eran en vano. Sintió un calor recorrer su rostro ante la mirada tan atenta del pitufo pero no llegó a mostrarlo. Imaginó que si Pitufina estuviera allí le diría que estaba enamorado y lo peor de todo es que él lo había considerado. En una de sus fantasías Salvaje lo besaba después de hacer un brindis. Su compañero había tomado más de tres galletas y eso lo hizo sentir decepcionado y algo molesto.

Trató de relajarse, no podía permitirse enojarse pues la rabia provocaba arrugas y las arrugas no eran hermosas pero le era difícil no hacerlo. Quería a Salvaje y realmente deseaba continuar con el picnic pero le era complicado lidiar con unos modales tan poco pitufo. Había visualizado muchos posibles escenarios pero en ninguno de ellos terminaba cubierto de comida.

—Debes colocar el meñique en una posición de 90 grados —le dijo Vanidoso mientras mostraba su meñique en lo alto —. Luego debes llevar la taza con cuidado hasta tu boca y beberlo lentamente.

Vanidoso se sintió feliz al notar la atención que Salvaje prestaba a sus movimientos y creyó que sus enseñanzas finalmente estaban dando resultados. Lo escuchó decir algunas palabras en idioma ardilla que no logró entender y tomar el vaso de té. Alzó el meñique como le había dicho pero lo alzó tanto que derramó el contenido del vaso en su pantalón. De no haber llevado varios pañitos y no ser Salvaje quien lo acompañaba se hubiera molestado. Trató de respirar profundo, no quería que su acompañante se llevara una mala impresión ni arruinar el momento que estaban compartiendo.

Vanidoso observó a Salvaje impaciente ¿Cuánto tiempo llevaba tratando de enseñarle buenos modales? No tenía la menor idea, había perdido la noción del tiempo la tercera vez que su pantalón terminó cubierto de té. Vanidoso creía que debía llevar una eternidad haciéndolo aunque una pequeña parte de él sabía que exageraba y que su picnic no estaba tan mal. Si Salvaje lo estaba disfrutando debía estar haciéndolo bien, se decía, eso lo hacía sentir un poco mejor.

Estaba agradecido con Salvaje por haber salvado su vida por lo que lo invitó a su casa pero en el momento en que lo invitó a tomar el té estuvo cerca de arrepentirse. Su invitado no conocía nada sobre modales y aunque parte de él pensaba que era pitufo otra le decía que su picnic corría peligro y que debía hacer algo para salvarlo.

Cuando Chitter apareció perdió su paciencia por completo. La ardilla saltó sobre el mantel y desordenó lo poco que permanecía en su lugar pero lo que más le molestó fue que Salvaje lo ignorara para hablar con Chitter. Él estaba cubierto de comida y no había logrado enseñarle nada al pitufo. Dolido al ser ignorado, quería gritarle a Salvaje que era un desconsiderado al no tomar en cuenta todo lo que había hecho por él pero las palabras no salieron de su boca. Se levantó sin decir nada y se retiró. Estaba cansado, física y mentalmente. Prefería irse a su casa y olvidarse de las enseñanzas.

Vanidoso se preguntó cómo habría hecho Filósofo para que aprendiera algunas palabras en pitufo porque él ya no podía más. Tenía buenas intenciones, quería pasar un lindo momento con él e hizo tantos planes e incluso sacrificó tiempo que podría dedicar a admirarse pero al final de nada había servido. Estaba tan desesperado que incluso consideró buscar a Filósofo y preguntarle cómo había logrado meter algo de idioma pitufo en esa mente tan cerrada.

—Vanidoso —escuchó cómo lo llamaban y no pudo evitar voltearse.

Salvaje corrió hasta su encuentro con una taza de té. Lo vio tomarla con cuidado y beber de ella con mucho cuidado, del mismo modo en que le había enseñado. Aquello lo hizo muy feliz, tanto que pasó por alto el hecho de que la taza estaba vacía. En ese momento el estado en que se encontraba había dejado de tener importancia, no solo había escuchado sus palabras, las había puesto en práctica.

Tomó a Salvaje del rostro y lo besó. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho no pudo evitar sonrojarse. No se arrepentía de lo que había hecho, besar a Salvaje fue una de las mejores experiencias en su vida pero temía haberlo asustado. Había estado tan feliz por ese pequeño logró que no midió las consecuencias de sus actos.

Salvaje tomó la taza de té e hizo el gesto de volver a beber de ella, nuevamente siguió las enseñanzas de Vanidoso. En cuanto terminó colocó sus labios en una postura que demandaba ser besados.

—Si te portas bien tendrás más besos —le dijo Vanidoso poco después de besarlo.

Tomó su espejo pero no se escandalizó al ver lo desarreglado que estaba. Acomodó su gorro y pretendió desinterés. Una parte de él sabía que hiciera lo que hiciera Salvaje él lo besaría pero consideraba que no era necesario que lo supiera y que podría ser un buen incentivo. Aquel beso bastó para confirmar lo que sospechaba, estaba enamorado.