¡Sorpresa! ¿Recordáis lo que os dije de una tercera parte de mi fic? Ha costado pero poco a poco iré actualizando con la visión del escuadrón de Reconocimiento mientras toda la historia de Shingeki iba pasando. Espero que no os aburra mucho porque muchas escenas serán interpretaciones de escenas ocurridas en el manga. Intentaré hacer hincapié en aquellas que no se desarrollaron mucho o fueron cortadas. Espero que os guste. Obviamente intentaré focalizar toda el fic hacia el ámbito levihan.
Disclaimer: Snk pertenece al dolor de muelas que cada mes me da más ganas de matarlo.
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Líquido, humeante y de un color negruzco parecido al petróleo. Incluso la densidad del fluido era similar. Asió la taza con cuidado y tomó un pequeño sorbo. Nauseabundo. Nunca pensó que diría aquello, pero el delicioso café que tomaba diariamente en la policía militar no tenía nada que envidiarle al que seguramente tomase el fantoche del monarca.
Suspiró profundamente y arrojó el líquido sobre las plantas que yacían frente a su ventana. Las yemas de sus dedos se deslizaron perezosamente por el astillado marco del ventanal. No hacía un día magnífico. Hacía un poco de calor y juraría que la humedad era algo asfixiante. El cristal aflijido reflejaba una mujer que pasaba de los treinta.
Sus ojos parecían eternamente cansados, unas pequeñas marcas azuladas maquillaban sus párpados. Restos de su eterno cansancio imbatible. Una lucha que nunca conseguiría ganar. El culpable de su pesadez aún reposaba sobre el escritorio. Una pila de más de cuarenta centímetros de grosor. Datos, datos y más datos que no servían para nada.
No importaba cuanto los repasase o cuanto luchase por ello, volvía siempre al mismo punto. Como si en una larga tira de Moëbius se encontrase. Recorriendo hasta la eternidad el mismo camino. Había conocimientos dentro de su cabeza que no habían salido aún a la luz pero, ¿para qué servían?
Para nada. Los últimos años de vida entre aquellas paredes andrajosas solo habían servido para confirmarle lo que ya sabía. Nada de lo que hiciese podría ampararla del futuro que les esperaba. La nada.
Tal vez consiguiese mantener la acomodada vida de aquellas personas durante un par de años más, los que su maltrecho cuerpo fuese capaz de aguantar. Pero eso no sería eterno. Había nacido bajo el yugo de la mortalidad. Tal vez, bajo el guarecido techo en el que se encontraba pudiese vivir hasta los ochenta o noventa años. Pero se negaba a dejar que su piel se volviese mustia y apagada.
Necesitaba que sus músculos entrenados por el intenso ejercicio se mantuviesen firmes y regios. Tumbarse en aquella incómoda cama sintiendo como sus tendones amenazaban con separarse de sus brazos era un pequeño precio a pagar solo con saber que estaba haciendo las cosas correctamente.
Sus mangas estaban arremangadas arrugando su camisa amarillenta. Sus antebrazos desnudos mostraban la última cicatriz hecha.
No era profunda, tan solo el fruto de un pequeño descuido con un espécimen a examinar. Pero aquel atento chico de cabello castaño había intervenido a tiempo para evitar que fuese más grave.
Sus ojos almendrados parpadearon con la luz del sol. La nube que hasta ahora lo tapaba escoraba perezosamente atacando su delicada vista. Era de día. Un aburrido día como cualquier otro.
Tedio, batalla, lucha, confrontación. Monotonía. Y más nada al acostarse. Pero, las evolucionadas células que formaban su cortéx cerebral no podían adivinar lo que haría aquel día distinto del anterior.
Tres educados golpes sobre el marco de la puerta. No cabía duda de quién era.
- Pasa Moblit.
- C-capitana – continuó sin abrir la puerta, hablando a través del otro lado de la misma – El comandante me ha pedido que venga a escoltarla para el reconocimiento de hoy. Quería asegurarse que no llegaba tarde.
- Dame diez minutos y me reuniré con vosotros en la entrada.
Llevaba más de cuatro horas despierta. Aquellos últimos meses su capacidad de descanso había decrecido hasta límites insospechados, apenas rozando cuatro o cinco horas de descanso diarios. Aunque había otra persona que dormía aún menos que ella.
Alguien, cuyos ojos vidriosos la miraban con atención desde el otro lado de la habitación.
- Va a ser un día sofocante – interrumpió su cantarina voz aquel doloroso silencio – No me apetece nada salir a esa estúpida misión. No vamos a conseguir nada dándole vueltas al muro María. Solamente soldados que caerán en vano para nada.
- Son órdenes de arriba.
- Órdenes, órdenes, órdenes. ¿Cuándo piensa Erwin de una vez rebelarse ante tantas órdenes absurdas? ¡Diariamente tenemos que presentar miles de informes acerca del más ínfimo detalle de nuestras misiones! ¿¡Acaso crees que lo leen?! ¡En absoluto!, probablemente gasto tinta inútilmente para que tengan algo con lo que poder limpiarse tras haber-
Más golpes en la puerta. Esta vez el tono era menos respetuoso. Una mano de mayor envergadura que golpeaba con más fuerza.
- ¡Hanji, Erwin lleva llamándote más de media hora! No pueden salir sin tu equipo – la voz masculina parecía algo confiada. El tono bajó pero continuando siendo audible – Eso va también por tí, Levi.
- Tché – fue su única respuesta.
Su montura habitual le esperaba justo dónde la había dejado la última vez. Fiel corcel que no se atrevía a dejar su puesto de vigilancia. La crin de su espalda parecía más suave que la última vez. Probablemente alguno de sus subordinados lo había cepillado con esmero. Parecía trabajo de aquella chica de cabellos cortos negro, era la más dedicada a aquellos asuntos.
Pasó su delgado pie por el estribo y se asió encima del caballo. Años atrás aquella montura de cuero le resultaba terriblemente incómoda. Pero tras años cabalgado había terminado acostumbrándose.
No era una misión nada especial. Meramente debían rodear aquellas rocas alineadas para comprobar una vez más que recuperar terreno era totalmente imposible. El comandante de la legión de reconocimiento había decidido elegir a sus mejores soldados para aparentar tranquilidad ante el gobierno.
Nada fuera de lo habitual. Ni demasiado emocionante. Pero al menos podría respirar algo de aire fresco. Quizás con suerte pudiese desviarse y buscar algún nuevo sujeto de experimentación.
El camino árido que arrastraban las pezuñas de su cabalgadura se desvanecía a su paso.
Una misión más. Órdenes, órdenes y más órdenes. Y al volver, nada.
Pero, no sabía cuán confundida estaba.
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- Capitana. Tenemos que volver con el resto del equipo. Ya nos hemos desviado demasiado. Apenas puedo divisar a nadie.
- Si las coordenadas no fallan, en esta zona solían aparecerse bastantes espécimenes anormales. Pero apenas puedo divisar algunos normales, es realmente raro... ¿Acaso hay otra cosa que los atrae más y les hace ignorarnos?
- Capitana, por favor...
- Cuando hemos salido al exterior enseguida hemos entrado en combate pero por alguna extraña razón hoy parece extrañamente relajado como si no hubiesen percibido nuestra presencia, ¿cómo es eso posible? - aire salado, sofocante, raspando su garganta.
- Capitana, por favor baje de ese árbol. Debemos reagruparnos.
Ignoró una vez más a su fiel subordinado. En la distancia podía atisbar a Erwin Smith en un improvisado escritorio debatiendo la zona a rastrear. Todo era tan calmado y silencioso que incluso él parecía especialmente molesto. Más allá, rodeando la zona, los vigías controlaban que ningún titán aprovechase la ocasión para atacarles.
Algo le escamaba. Seguía siendo demasiado raro. Y aquel aire salado seguía molestándole. Se apoyó sobre la corteza crujiente del tronco y buscó entre sus bolsillos una pequeña botellita con algo de agua. El agua potable que apenas conseguían al menos tenía mejor sabor que aquel café conseguido en los suburbios.
Dio un largo trago y dejó que el agua bajase por su garganta calmando su sed. Salado. Alejo el recipiente de sus labios mientras comprendía lo que estaba ocurriendo. Los gritos de su subordinado alicientandola a bajar continuaban como un eco perdido entre aquella inmensa llanura.
Introdujo sus dedos en su boca y raspó el interior de su lengua. Cuando sus falanges estuvieron a la altura de sus ojos pudo observar unas pequeñas gotas rojizas que manchaban sus uñas. Zarandeó su cabeza hacia los lados, tal vez fuese solo una pequeña herida en la boca. En tal caso no sería nada preocupante. Tomó otro largo trago esperando que la herida sanase sola. Pero el intenso sabor a sal no desaparecía.
Esta vez escupió el agua sobre la madera de la rama sobre la que se suspendía.
- ¡Capitana! ¡Debemos reunirnos con el comandante! ¡Baje por favor!
El mismo tizne rojizo, pero no provenía de su boca. Con cuidado vertió el agua de la diminuta botella comprobando su transparencia. ¿De dónde salían aquellas partículas de sangre? Era como si aquellas diminutas gotas estuviesen suspendidas en el cielo debido al ambiente húmedo y cargado. Pero corría una fina brisa que provenía desde la ciudad.
Sin pensarlo dos veces, utilizó sus ganchos para balancearse y se precipitó al vacio aterrizando justo al lado del muchacho que gritaba angustiado. Sus botas adquirieron firmeza al tocar el suelo firme, y esa firmeza se trasladó a su espíritu. Algo pasaba.
- Menos mal que ha bajado capitana. El comandante quiere que nos reunamos para dirigirnos hacia la puerta norte. Han dictaminado que esta zona está limpia y quieren que nos traslademos hacia la siguiente. He dejado su caballo en-
- Moblit, allí, al suroeste. ¿Qué distrito es ese?
- E-el distrito de Trost. Para qué-
- ¿Sabes que planes había hoy para ese distrito?
- El escuadrón 104 de recién graduados iba a hacer reconocimiento y mantenimiento de los muros. Tengo entendido que iban a ser asignados a algún grupo de la tropa estacionaria.
- Puede que Rico esté a su cargo.
- ¿La señorita Brzenska?
- No es la primera vez que le encargan a ella que guíe a los recién graduados.
- He oído hablar de ese escuadrón. Por lo que comentaba el comandante parecían especialmente prometedores. Incluso creo que los diez graduados más prometedores han demostrado unas habilidades excepcionales que no se veían desde... desde...
- Desde que Levi entró a la legión de reconomiento – concluyó ella.
- …..
- Moblit, ¿notas la sal en el ambiente?
- ¿Lo dice por la humedad que hay? Quizás es solo el sabor de la arena al ser removida. O quizás sea un retazo de los cañones de la ciudad. Si estaban de limpieza puede que algún fragmento se haya quedado impregnado en el aire.
- No es eso – su mano se alojó en su barbilla para profundizar el pensamiento – Es un sabor conocido. Como a sangre.
- ¿U-un ataque? P-pero si no hemos detectado a ningún-
- Eso es lo que más me escama, llevamos horas aquí afuera y no he visto a ni un mísero titán en toda la mañana. Es de lo más extraño. Estamos rodeando el muro y no he visto ninguna alerta de peligro, pero es como si hubiese una masacre dentro de la ciudad.
- ¿Titanes? De haber habido una alerta de titanes atacando el muro hubierámos sido alertados.
- Eso creo. Pero, la última vez que el muro fue violado era debido a que un gran espécimen destruyó nuestras defensas. Desde que he notado el olor salado he vigilado hacia la ciudad en busca de él. Pero no he visto nada parecido.
- T-tal vez se haya escondido.
- Mide más de cincuenta metros, Moblit, ¿cómo va a escond- una ráfaga de pensamientos cubrió su sentido común – Desvanecido...
- ¿Capitana?
- Tengo que ir inmediatamente con Erwin.
- ¡Capitana! Espere, ¡capitana!
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Perfilaba el horizonte con su mirada como si no existiese. Desprecio en sus ojos hacia la lejanía. El infinito no existía. Nunca lo haría. Todo era finito y estaba determinado. Si ergía su brazo y lo levantaba hacia delante podría sostener todo aquello que desease.
El mundo era suyo, y pensaba cambiarlo desde dentro. En su mente laberínticos planes se entrelazaban sin cesar. ¿Iba todo según lo acordado o había variado sin que él se diese cuenta? ¿A quién más tendría que reclutar para que aquel cambio ocurriese? Para convertir lo infinito en posibilidad.
Años atrás había reclutado a la más poderosa de sus aliadas. Y, al mismo tiempo, la que menos caso le hacía, lo cual la hacía imprescindible. Importantes fuentes de información había obtenido gracias a su ayuda, así como el coraje y el valor necesario para no desistir en su lucha.
Ojos azulados y vacíos, una mirada que nunca decía nada y al mismo tiempo inspiraba confianza. Sus labios se fruncieron en un gesto de desagrado. De alguna extraña manera parecía que aquel terrible calor pasaba factura a su garganta. Como si estuviese aspirando sangre hervida.
- El grupo de avanzadilla comprobad la zona este y conseguír víveres. Debemos aprovechar que la situación está calmada – ordenó a un muchacho de cabello castaño – En cuanto al equipo de escolta quiero que vayáis a reuniros con los que salieron de inspección territorial.
- ¡Entendido comandante! - gritaron los líderes en señal de respeto.
Volvió hacia su extenso mapa. Coordenadas difusas y ya previamente vigiladas y reconstruidas. Necesitaba que el gobierno dejase avanzar a su equipo más allá de un par de kilómetros de la ciudad. Pero la última vez que se había permitido aquello, había terminado con la muerte de dos grandes miembros del ejército. Bajo extrañas y desconocidas circunstancias.
Tan solo sabía que aquella persona, cuya sangre compartía con él y a quién su viejo amigo Nile Hawk escondía, estaba relacionada. Lejos de todo el clima y la inestabilidad política de la capital, había otro extraño grupo de surgentes que se oponían a la vida en la capital. Y a la monarquía actual.
Pero, por mucho que intentaba indagar, todos los datos obtenidos se desvanecían antes de llegar a sus manos, como intentar atrapar el agua. Se escurrían de entre sus dedos. Incluso, aunque llegase, no podía asegurar que la información fuese fiable.
¿Cuántos más tendrían que morir para que pudiese comenzar a ver algo de cambio?
¿Cuántos habían muerto hasta entonces?
Sus manos viajaron hacia su frente y continuaron hacia su pelo peinándolo hacia atrás. Estaba especialmente cansado. Tras su última incursión debía volver a la ciudad a soportar todos aquellos ojos acusadores. Podía oír los gritos internos de las familias descompuestas por la guerra. Y cada vez se hacía más duro ignorar aquellos quejidos mentales.
Era como si le atravesasen la sien, culpándole. Si supieran que todos aquellos sacrificios eran los que les aseguraban la pequeña barra de pan en su mesa cada día no dudarían en apoyar más a aquellos que les defendían.
Años atrás eran vistos como suicidas con ganas de morir. Hasta que la caída del muro Maria les despertó de su ensueño. Durante unos años, parte de la ciudadanía consideraba a sus aliados como héroes. Cada año de graduados traía consigo nuevos soldados con ganas de representar a sus familias y queriendo brindarles honor.
Pero el clima interior comenzaba a reiniciarse a aquel punto anterior dónde la comodidad del interior les cegaba de la auténtica realidad. De la posibilidad de vivir en el exterior.
- Levi, ¿dónde está Hanji? - se dirigió al pequeño hombre que pretendía ignorarle mientras limpiaba las hojas de sus espadas.
- Tché, habrá salido a probar alguno de sus experimentos. Espero que limpie el estropicio cuando acabe.
- Nifa, ¿dónde está tu capitana? - ignoró el comentario y se dirigió esta vez hacia la pequeña muchacha – La necesito aquí para planear la estrategia.
- La capitana desapareció hace media hora para rastrear especímenes para capturar. El subcapitán fue tras ella para asegurarse que no excedía.
- Erwin, deberías darle un descanso a la niñera de Hanji de vez en cuando. Ella puede cuidarse solita. No necesita esa escolta constante.
- No le he ordenado que la escolte, él lo hace por iniciativa propia. Deberías dejar tus celos aparte, Levi.
- ….
- Además, si Moblit no fuese tras Hanji cada vez que ella desaparece, tardaría días volver. Hanji pierde la noción del tiempo cuando está centrada en sus experimentos.
- ….
- Aunque conozco a otra de sus niñeras que se escabuye a su habitación en plena noche. Eso me preocupa más que el hecho de que Moblit procure que su superior vuelva ilesa de sus misiones.
- ¿Acaso eres tú el que siente celos de que Hanji no pase las noches contigo?
- Si conozco bien a Hanji – sonrió con malicia – habrá pasado la noche hablando de algún dato antes no descubierto en su último espécimen capturado y habrá ignorado tus constantes súplicas de intimar.
- Yo no le he suplicado nada. Ella me llamó para debatir datos. Solamente eso.
- Datos, por supuesto. Deberíais ser más cautelosos. Es terriblemente tedioso ocultar todos vuestros encuentros. Cada vez me lo ponéis más difícil.
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- Hace cuatro semanas hiciste llegar tarde a Hanji a una reunión con los altos cargos. Me costó mucho convencerles de que mi segunda al mano no era tan descuidada como parecía.
- Teníamos que debatir una estrategia y salimos fuera de la ciudad a comprobar la estabilidad del terreno.
- Ya veo. Agradecería que en el futuro vuestras "estrategias" no afecten a nuestro trabajo o me veré obligado a separar a vuestros equipos.
- Haz lo que te de la gana. Voy a buscar a esa cuatro ojos para poder largarnos – tornó hacia un grupo de muchachos que descansaban junto a ellos - ¡Petra, prepara tu equipo, vienes conmigo!
- ¡S-sí!
Apenas había alcanzado a terminar de colocarse su equipo cuando una humareda de polvo se aproximó con celeridad hacia su posición. Un fiero corcel cuyo jinete parecía desesperado por llegar hasta ellos.
Detrás suya, un chico de gesto angustiado corría desesperando intentando alcanzarla. La mujer indomable y que desaparecía durante horas en cada una de sus misiones, por primera vez, volvía de su propio pie sin necesidad de recordarle que debían reagruparse.
- Bienvenida Hanji, es un milagro que te hayas acordado de nosotros – ironizó – necesito que cojas a dos o tres de tus hombres y traces un arco hacia esta dirección para-
- ¡Aborta la misión, Erwin! Tenemos que volver a la capital – jadeó cansada por la intensa carrera - ¡Algo está pasando en el distrito de Trost!
- Relájate Hanji y dime que ha pasado.
- ¡He mandado a uno de mis hombres a comprobar la situación y aún no ha vuelto! ¡Tenemos que volver Erwin, tengo un mal presentimiento! Reúne a toda la tropa y dirígela al distrito de Trost inmediatamente.
- ¡Hanji relájate y dime que es lo que-!
- Erwin – atravesó su mirada con la de ella – Es como hace cinco años, el mismo sabor a sangre. Otra masacre. Han vuelto a atacar.
Sus ojos combatieron en silencio mientras intercambiaban información mentalmente. No hacía falta discutir acerca de que había sucedido. Recuerdos agolpaban su mente. Aquella mujer de cabello rubio siempre anudado en una larga trenza que le había cambiado la vida.
El principio y el fin de todo. Y luego nada. ¿Volvería a repetirse aquella catástrofe?
- ¡Levi, coge a tus mejores hombres y ve con Hanji a ayudar en la ciudad! ¡Mandaré otro equipo preparado tras vosotros!
Antes de que pudiese terminar su frase ambos líderes ya había ensillado sus monturas y comenzaban a galopar de vuelta a la ciudad. Si enfocaba sus ojos, en aquella lejana muralla podía atisbar una pequeña muesca. Un hueco parecido a aquel que ya había aparecido antes y que había cambiado sus vidas para siempre.
Desgraciadamente, aquellos que estaban combatiendo a los titanes eran meros graduados cuyas inocentes y jóvenes vidas les serían arrebatadas sin ser capaces de terminar tan siquiera de formarse. Lo que no podía imaginar, es que aquel recodo de jóvenes reclutas, serían lo más valientes soldados que jamás habría imaginado.
Una nueva esperanza, un cambio de aires. Un muchacho con poderes misteriosos y otro enfoque jamás conocido de aquella situación. El futuro, el cambio, el devenir.
Y después, nada.
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Espero que os haya gustado. Esperaré un tiempo para ver vuestras reacciones hacia este nuevo enfoque de la historia. Echaba mucho de menos escribir historias de acción.
Un saludo, ¡nos leemos!
