El niño de seis años corrió en desesperación, tratando de confortar la repentina pérdida. Tibias lágrimas de dolor fluyeron fuera de sus orbes violáceas, y altos, entrecortados gemidos escaparon de su boca sin su consentimiento. Bajo el arco de la noche, sus pies descalzos daban vehementes pasos, mientras lo único que su infantil mente podía formular era…
Que todo era su culpa.

"¡Padre! ¡Hermano!" El niño lloriqueó, ansiando algo de consolación

Su hermano de nueve años y su padre se dieron vuelta para contemplar el lóbrego estado de su pequeño familiar. Estaba sollozando, inquieto por algo desconocido, algo que solo él sabía.

"Emil. ¿Qué sucede? ¿Qué ocurrió?" El padre corrió hacia su hijo, arrodillándose y colocando su mano sobre su níveo cabello

"M-Madre… Ella… Se fue"


Un apacible sonido a cascotes trotando contra el húmedo empedrado anunciaba la partida del carruaje funerario –elegante y sin embargo lúgubre.

El pequeño albino comenzó a temblar, su llanto implorando salir. Un rasposo sollozo fue emitido desde su boca mientras que su espina sentía cómo unas manos la frotaban y, de tanto en tanto, le daban unas palmaditas.

"Emil… No estés triste, no es tu culpa que mamá se haya ido" Le susurró Lukas, abrazándolo por detrás, reconfortándolo

El menor no hizo caso, simplemente dejó a su desconsuelo dar rienda suelta y llenar el ambiente de aquella habitación. Sus desgarradores gemidos destrozaban el ya roto corazón de su hermano, cuya única acción era la de sostenerlo y apretarlo cada vez que sollozaba.
Pasaron unos minutos, y lo que antes parecía una tormenta de lágrimas, ahora se había reducido a una llovizna pintada de tristeza y dolor. Emil dejó de gemir, y más sollozos volvieron a irrumpir en la atmósfera, pequeñas lagrimitas se escapaban de sus ojos y rodaban por sus mejillas.

"Shh…" Calmó el mayor, "Más allá del sol… Más allá del mar…" Comenzó a canturrearle, mientras que Emil daba sus últimos sollozos; giró su cabeza para mirarlo con llorosos, tristes ojos, "Yo tengo un hogar, un hogar especial, más allá del sol…"

Y con eso, el llanto cesó. Emil metió una mano en uno de sus bolsillos y sacó algo, algo para darle a su hermano: era una hebilla de oro en forma de cruz.

"Mamá me lo dio antes de morir" Dijo, extendiendo su brazo

"Gracias" Lukas respondió, sonriéndole