Buenas, aquí me presento con el fic largo del que hablé (si no me equivoco) en "Los hilos de la araña". Me va a llevar mucho tiempo y como se ve comienzo con una cosa muy corta. Es un prólogo más a modo de resumen que nada, pero tengo pensados los siguientes capítulos y espero que os guste tanto como a mi me gusta la idea. Tenía pensado actualizar una vez a la semana, pero eso no podrá ser hasta dentro de dos o tres semanas, porque tengo los exámenes absorbentes de la universidad y blah, blah. Ya se sabe lo que pasa.

En fin, aclaremos que (salvo excepciones que quedarán muy claras, creo yo) ni los personajes, ni el mundo de Harry Potter, ni nada me pertenece a mí, sino que son propiedad de J. K. Rowling, y que además yo no gano nada con esto más que un rato de entretenimiento escribiendo.

Un beso, espero que os guste


Minerva McGonagall, sentada en una butaca frente al fuego que arde en la chimenea de su despacho en Hogwarts, intentaba recuperar el color y el calor que había perdido aquella tarde, intentaba recobrarse de la impresión que había supuesto ver por primera vez a una profetisa en acción.

Los ojos de Sybil Trelawney se habían girado completamente hacia atrás, dejando visible sólo la porción más blanca de la esclerótica. Los labios de la mujer se habían abierto levemente temblorosos y una voz gutural, perfectamente válida para una mala pesadilla, había surgido de lo más profundo de la garganta de su compañera:

-La oscuridad resurgirá con fuerza desde el profundo norte… Una estrella oscura absorberá la tenue luz que acabamos de encender. La paz es débil y la semilla del elegido deberá brotas para que los dos astros se encuentren y la luz y la oscuridad se enfrenten una vez más…

Apenas hacía un par de meses desde la terrible guerra contra Voldemort, la que la nueva directora de Hogwarts esperaba fuera la última guerra que tuviera que vivir. Pero la profecía había apagado sus esperanzas como un soplido apaga la suave luz de una vela.

Sólo encontraba dos partes claras en aquella profecía. Habría una nueva guerra, una quizás peor que las anteriores; y esta vez no sería Harry Potter quien tendría que enfrentarse a la nueva amenaza, sino su hijo. Una criatura que aún ni siquiera había sido concebida, que seguramente ni siquiera estuviera presente en los pensamientos de Harry y su novia, ya estaba destinada a un futuro lleno de sombras, de peligros y de penas.