El dolor se podía llegar a ser una adicción, sufrir por amor. A eso era adicta ella, sufrir por aquel chico que solo la despreciaba cada vez que le hablaba, por el que la golpeaba cada que podía. Era adicta a las palabras hirientes que él le dedicaba, a los incansables desplantes delante de todo el mundo.

Le gustaba sufrir, sufrir por amor. Por el amor de una persona que solo la determinaba para gritarle, insultarla e incluso pegarle.

Se había resignado hace mucho a que la manera en la que la trataba era su forma de expresar el amor, a que los golpes podían ser en realidad caricias, las palabras insulsas unas de cariño. Los gritos una manera de expresar cuan importante era para él.

No quería escuchar a nadie, consejos era lo ultimo que quería, siempre le dirían que buscase otra persona. Que se olvidara de él; pero había algo que los demás no eran capaces de entender, ella lo amaba. Le amaba con todo su corazón, hasta el punto de ser capaz de dar su vida por aquel Ángel de la Muerte.

Que la despreciara en publico no significaba que no sintiera nada por ella, que la tratase de acosadora no era que el la creyera eso. Estaba segura, él sentía lo mismo que ella. Él la amaba. Aunque su forma de expresarlo no fuese la mejor.

Ciega por un amor infantil, no era capaz de ver la verdad. Sorda. Ilusionada por las veces en las que él la llamaba y se veían en aquel Motel, cuando él le demostraba su amor.

Adicta a sufrir, adicta al dolor. Adicta. Masoquista. Condenada a sufrir por un amor no correspondido. A morir a manos de un sádico.

Incapaz de ver la verdad. Ciega. Pero ciega de amor.

Lo ultimo que vio: la sombra alta y de aspecto macabro de su Ángel. Lo ultimo que escucho: "Molestia". Lo último que sintió: una patada en el estomago. Lo ultimo que susurro: "N-nuestro B-bebe, Sasuke-kun"