Silencio

El Capitolio, día 14 después de la caída de la Arena. Hora: desconocida.

Katniss:

Me dieron un cuaderno de dibujo hoy.

Ya han pasado dos semanas desde el día en que perdiste la vida. Me han mantenido atado durante la primera porque les preocupaba que decidiera quitarme la mía. No puedo culparlos, lo cierto es que lo he pensado.

La segunda semana estaba demasiado agotado como para siquiera poder levantar la cabeza, así que me soltaron.

La habitación, mi celda, al principio era una copia de la habitación que nos dieron en la torre en que nos alojaban antes de nuestra entrada a la Arena. Pasé inconsciente durante los primeros dos días desde que me sacaron de aquel maldito reloj que contaba los segundos que nos quedaban de vida con sus manecillas imaginarias, mientras preparaba nuevos horrores para nosotros a cada hora. Por loco que parezca si ahora me pusieran a elegir entre estar aquí "a salvo" y volver a los Juegos contigo, aunque solo fuera por un día más, te elegiría sin dudar.

El doctor Hollyson, el tipo al que han encargado cada detalle de mi estado de salud desde que llegué aquí, ha llamado a mi apagón cerebral un "mecanismo de defensa". Al parecer la noticia de tu muerte me impactó de tal manera que mi cabeza decidió desconectarse por un rato para no sentir tanto dolor. En momentos como este, donde soy terriblemente consciente de lo impensable, de que has abandonado este mundo, es que desearía tener control sobre ese tipo de cosas, aunque el anestesiar mi cabeza no cambia el hecho de que te he perdido para siempre. De todas maneras me gustaría poder decirle a mi cerebro que es suficiente por un día, que puede descansar, que ya no tiene que seguir soñando una y otra vez con la forma en la que moriste.

No me lo han dicho ¿sabes? Nadie ha tenido la delicadeza de contarme cómo fue que moriste. ¿Fue Finnick? ¿Fue Johanna? ¿Liberaron a algún nuevo muto mientras te buscaba por la jungla?

De cualquier manera te estaba contando sobre el cuaderno. Es en él donde te estoy escribiendo ahora. Me lo dieron con la esperanza de que haciendo algo que me gustara, tal vez podría recuperarme a mí mismo. No he dicho una palabra desde que me desmayé ante Snow ¿sabes?, justo después de que me sacaran de la Arena.

Al principio pensaron que se trataba de un mero capricho, que se me pasaría en unos cuantos días, sin embargo hoy es el día número catorce y creo que han empezado a desesperarse. La verdad no los entiendo, habría pensado que después de deshacerse te ti, yo te seguiría poco después.

Tal vez alguna ejecución pública en la que pudieran usarme como ejemplo de lo que sucede con quienes se oponen al Capitolio.

Sé que no me necesitan, tienen a Johanna y a Enobaria para coronarlas como vencedoras. No soy indispensable y creo que nunca lo he sido. Ese papel siempre lo has tenido tú.

No sé por qué sigo con vida. Si por mí fuera, te habría seguido de inmediato al otro mundo. Añoro tu presencia. Desde que te fuiste es como si el sol se hubiera apagado para siempre… y aun así sé que el sol sigue ahí. Cada mañana me llevan a un jardín colmado de rosas en donde hacen que me bañe con sus rayos por unos minutos.

Lo cierto es que no los entiendo. ¿Por qué no pueden tener algo de compasión? ¿Por qué no pueden darme una muerte rápida?

Te extraño, Katniss. Extraño el sonido de tu voz y el tacto de tu piel. Extraño la forma en la que peinabas tu cabello o como tu rostro se relajaba mientras dormías. ¿Por qué tuviste que ser tú?

A veces realmente he pensado en quitarme la vida, sin embargo hay algo que me detiene y ese algo eres tú. Cuando la desesperación se apodera de mi mente y deseo más que nunca el acabar con el dolor, pienso en que tú seguirás viva siempre y cuando yo logre recordarte. De vez en cuando me imagino con un lápiz o un pincel en mi mano, trazando la línea que dibuja la curva de tu cuello, intentando en vano lograr algo que se acerque siquiera a la perfección de tus ojos grises…

Creo que ese era el objetivo que buscaban cuando me dieron este cuaderno. Sin embargo cuando he conseguido los materiales para poner ante mis ojos lo único que veo en mi cabeza, tu rostro, no he logrado hacer ni un solo trazo. En su lugar he comenzado a escribir.

Perdona si las líneas no son demasiado coherentes. Tengo tanto que decirte que tengo miedo de no ir lo suficientemente rápido y perder las ideas. Y sin embargo cuando lo pienso me doy cuenta de que en realidad no tengo mucho que contarte. Los días son una sucesión de eventos sin sentido: despertar, sufrir, levantarme cuando me lo ordenan, sufrir, comer cuando me lo ordenan, sufrir, dormir, sufrir mientras duermo, despertar, sufrir…

¿Qué sentido tiene todo este sufrimiento? ¿Qué sentido tiene estar vivo cuando tú no lo estás?

Anoche, mientras daba vueltas en la cama, incapaz de dormir, pensaba en como mi vida ha girado en torno a la tuya desde el día en que te vi por primera vez, hace tantos años. En el momento en que me di cuenta de que te amaba mi existencia dejó de ser independiente para convertirse en una extensión de la tuya. Soy la Tierra orbitando alrededor de un Sol que ya no existe. Llevo días dando vueltas alrededor del agujero que quedó en el lugar del astro que me daba luz y calor.

Te quiero, Katniss. Siempre te querré. Aún y cuando tu corazón no lata, el mío lo hace por los dos.

Y no sabes lo que duele eso.

Peeta.

La firma se convierte en un garabato sobre la hoja cuando escucho pisadas fuera de la habitación. El lápiz se arrastra en la superficie blanca hasta que convierte la "a" en un trazo amorfo, lo meto entre las espirales del cuaderno y levanto el colchón para colocar la preciada pertenencia entre las tablas, lo suelto y me recuesto sobre la mullida superficie. Apago precipitadamente la lámpara, que cubre la habitación con una extraña luz azul y me coloco boca arriba en la cama. Mi brazo derecho se posa sobre mis ojos cerrados y finjo dormir. Mi pecho sube y baja con lentitud mientras escucho como la llave entra en la cerradura.

Mis oídos detectan las pisadas, lentas y pesadas, del doctor Hollyson.

-Buenos días, señor Mellark- me saluda él, a sabiendas que no estoy dormido.

Me descubro el rostro pero no le contesto. No puedo. Me he quedado sin palabras. Las perdí todas junto a Katniss.

-¿Cómo se siente hoy?- dice mientras arrastra una silla hasta los pies de mi cama y se sienta en ella. La madera cruje por el exceso de peso.

Me siento en la cama y me encojo de hombros. Fuera del dolor, que palpita en mi pecho con cada latido, no percibo casi ninguna otra cosa. No siento hambre, ni sueño, ni ira. Solo la puñalada helada de quien sabe que los hilos que lo unían a la vida han sido cortados de tajo. Así ha sido mi vida desde que Katniss murió.

El doctor saca una pequeña linterna del bolsillo de su bata blanca y se inclina hacia adelante.

-No te muevas- dice mientras gira un mecanismo cerca de la base y enciende una potente luz blanca. Él mueve el pequeño cilindro negro frente a mis ojos, estudiando la respuesta de mis pupilas y quien sabe qué otras cosas.- Sigue mi dedo- ordena mientras se pasa el objeto a su otra mano y levanta el índice. Mueve la luz y el dedo y yo le obedezco.

La lucecita hace que mis ojos lagrimeen un poco. Luego me hace abrir la boca, explora mi garganta, primero con la luz, y luego palpando mi cuello con sus gruesos dedos. Al cabo de un rato me canso, doy un tirón para liberarme de su agarre y me recuesto en el colchón sin pedir permiso, mi brazo vuelve a anteponerse a mis ojos. Lo escucho soltar un débil suspiro.

-Escucha, Peeta. Esta es la situación. Me pidieron que cuidara de ti hasta que te recuperaras. La contusión que sufriste cuando la Arena explotó ya ha sanado por completo y nos hemos encargado de los cortes y quemaduras. Fuera del shock, creo que ya no hay nada más que pueda hacer por ti. Y eso me deja en la incómoda situación de entregarte, de una vez por todas, al equipo que nuestro señor Presidente ha designado para ti.

Lo ignoro por completo. No me importa quien tenga posesión de mí o de mi cuerpo. Lo único que importa en este momento es algo que no puedo solucionar. Katniss. Katniss está muerta y seguirá estándolo sin importar lo que suceda conmigo.

-Siendo así- continúa él- hoy te daré el alta.- me dice con algo de pena.

No le respondo. ¿Qué podría hacer o decir? ¿Quiere que lo absuelva? No puedo hacerlo, sé que no fue él quien orquestó todo para que Katniss entrara de nuevo en la Arena, pero en lo que a mí respecta todos aquellos que nacen bajo la ciudadanía del Capitolio llevan su cuota de culpa en ello. Si ellos no disfrutaran alimentando su sadismo con los Juegos, tal vez los habrían eliminado hace años.

Me giro hasta quedar acostado de medio lado, dándole la espalda.

-Estoy tratando de ayudarte- dice finalmente- Tu mutismo claramente no es físico sino mental. Tal vez si hablaras de eso…- se ríe ante lo ilógico de su propuesta. Sí, claramente la única forma de superar mi problema de no hablar es hablando sobre ello. – Si colaboraras las cosas serían menos duras para ti. No te puedo prometer que tendrás una vida feliz pero… al menos…

Me giro completamente y me coloco la almohada encima. Un dolor agudo se ha instalado en mi cabeza, a la altura de la sien derecha. Siento nauseas, así que cierro los ojos y empiezo a contar mi respiraciones: una, dos, tres… Cuando voy por la veinteava respiración el doctor se harta, se levanta de la silla y sale de la habitación. Escucho el clic que emite la cerradura cuando le pasa llave desde el exterior.

Me siento y saco el cuaderno:

El Capitolio, día 14 después de la caída de la Arena. Hora: desconocida.

Katniss:

Hoy me darán de alta. Me lo ha dicho el doctor. Se supone que es una buena noticia, significa que mi cuerpo se ha recuperado lo suficiente como para poder reincorporarme a mis actividades normales. Sin embargo no he tenido tiempo de pensar en que será lo "normal" a partir de ahora. ¿Qué irán a hacer conmigo? ¿Por qué se han molestado en arreglarme? ¿Qué quieren que haga? ¿Qué pueden tomar de mí que no me hayan arrebatado ya?

No lo sé, Katniss. Y no sé si quiera saberlo.

Te quiere,

Peeta.

...

Mi segundo visitante entra en la habitación sin anunciarse o pedir permiso. Estoy tumbado boca arriba en la cama, con la vista clavada en el techo. El cuaderno se encuentra escondido bajo el colchón y mis dedos se retuercen contra las delgadas mantas.

-Buenas tardes, señor Mellark- comienza él en el mismo momento en que el aroma a rosas entra en mis fosas nasales. Me muevo como un rayo sobre la cama, girando sobre mí mismo hasta quedar arrodillado en la cama, mis manos apoyadas en el colchón se convierten en garras cuando mis dedos se hunden en la superficie. Un gruñido animal sube por mi garganta, haciéndola pedazos desde adentro.

-Bien. Es bueno ver que aún guarda algo de energía en su cuerpo. Dígame ¿cómo está su garganta?

Mis manos mueren por cerrarse alrededor de su cuello y estrujarlo, pero no soy tan estúpido como para pensar que el Presidente Snow entraría a mi habitación sin una escolta ni otra clase de protección. Sus rechonchos labios se curvan en una sonrisa mientras me observa con sus ojos fríos.

Lo observo con atención: trae puesto un traje azul marino, una corbata púrpura y una camisa blanca. Sus manos están cubiertas por un par de guantes blancos que él retira en ese momento, revelando un anillo con el sello del Capitolio, el cual muestra un águila con ocho flechas surgiendo de su cola, en su mano derecha. Cuando retira el otro guante puedo ver otro anillo, en apariencia idéntico, pero con una ornamentada "S" en la base. Debe ser su sello personal.

-Son bonitos ¿no cree?- dice mientras hace que uno de sus anillos gire alrededor de su dedo- Contrario a lo que podría pensar, señor Mellark, no soy una persona aficionada a las joyas. Siempre me ha gustado más el encanto de una flor, algo elegante y sutil, como las rosas, para alegrar la apariencia de las personas- dice mientras se toca la rosa blanca que trae sujeta de la solapa de su traje.- Sin embargo he descubierto cierta… afición por cierta clase de joyas que tienen usos más prácticos. Él ejerce presión sobre el anillo y una pequeña punta sale de la cabeza del águila, no es muy grande, tal vez medio centímetro.- Adentro hay un pequeño depósito- explica él- con cinco mililitros de un veneno que se conoce como habitas morto, el veneno de los muertos en vida.

Lo miro, parpadeando cada dos segundos sin cambiar la expresión de mi rostro aunque siento como los latidos de mi corazón se aceleran.

-El habitas morto, señor Mellark, es un veneno muy especial. Verá, se introduce en su sistema sanguíneo y le envía un mensaje a su cerebro para que "apague" todas aquellas funciones que no sean fundamentales para preservar la vida, ralentizando los latidos del corazón al punto de que, para efectos médicos, usted está muerto. Y puede permanecer así por días, dependiendo de la dosis.

Siento la boca seca y los músculos del cuerpo completamente agarrotados.

-Ahora imagine que a alguien se le da una dosis de esto- dice mientras agita la mano del anillo con la espina- y un médico lo declara muerto. Se realizan los funerales y usted despierta, después de unos días inconsciente y paralizado, dentro de un ataúd, bajo tierra.

La imagen es escalofriante y pinta una escena muy real en mi cabeza. ¿Es eso lo que me espera? ¿Es eso lo que hará conmigo?

Y sin embargo la muerte, esa a la que he estado esperando desde hace semanas, es una opción tentadora. Siento como mi boca se tuerce en una sonrisa y él me mira enarcando las cejas, solo por un segundo, antes de controlar su expresión.

-En fin- dice mientras aprieta el anillo, haciendo que la punta se introduzca en él- No estamos aquí para una lección sobre venenos.

Le sostengo la mirada, azul contra azul.

-Me parece que ya es hora de que salga de esta… situación tan poco provechosa. Sin poder decir una palabra no me sirve de nada, señor Mellark.

Me encojo de hombros y veo, para mi deleite, como la chispa de la ira se enciende en sus ojos de serpiente ante mi falta de interés sobre lo que dice.

-Será mejor que me escuche con atención, señor Mellark. Porque podría estar a punto de decirle algo que le podría interesar.

Mi rostro se gira hacia un lado y él se levanta de su silla y me sujeta la mandíbula con sus huesudos dedos, obligándome a mirarlo.

-Lo primero y más importante que debe saber es que Katniss Everdeen está viva.

Mis ojos se entrecierran y mis dedos se aferran a sus muñecas, pero él no parece particularmente asustado, tal vez no es consciente de que con un giro de mi mano podría fracturarle ambas muñecas. Pero también sabe que mi cabeza está en otro lugar en este momento.

Las lágrimas traidoras se deslizan por mis mejillas, sin siquiera darme un momento para considerar la posibilidad de que lo que él dice sea una vil mentira.

Él se aparta con una mueca de asco mientras se limpia las manos, húmedas por mis lágrimas, con un pañuelo que saca del bolsillo de su traje.

Katniss.

Katniss viva. ¿Será posible?

Mi cabeza se convierte en una tempestad de color, dolor y esperanza.

Katniss…

-Estás viva- es lo último que digo antes de desmayarme.


Y aquí está, el primer capítulo de la última parte de la aventura que conocimos gracias a Katniss, ahora contada desde el punto de vista de Peeta.

Seguramente los capítulos serán más largos, pero quería contextualizar un poco y dar tiempo de que ubiquen la historia, pues según los reviews de Jugando con Fuego, es algo que muchos estaban esperando. Espero que este primer capítulo haya estado a la altura de sus expectativas y que me puedan acompañar en esta historia con sus hermosos comentarios diciéndome que les parece lo que voy publicando.

Me encanta recibir reviews, creo que es lo mejor de publicar en esta página y es lo único que recibo por el esfuerzo que hago al escribir, así que de verdad agradecería mucho que se tomaran unos segundos para escribirme aunque sea una línea con su opinión, especialmente porque los reviews hacen que me den ganas de escribir, así que es un ganar-ganar. :D

La otra cosa que quería decirles es que quiero que este fic esté inspirado en música. Osbelys me dio la idea pasándome el nombre de unas canciones que pegan genial con lo que Peeta vivió en Sinsajo, así que quería saber dos cosas:

a. ¿Me podrían pasar canciones que creen que podrían servirme como inspiración para escribir? con ponerme el nombre y artista(s) es suficiente. Puede ser por review o por PM. Sinsajo tiene muchos ambientes para Peeta: el Capitolio, el Trece, el Capitolio en medio de la guerra, el Doce… Y luego están los momentos: la tortura, la confusión, la ira, el regreso al 12… ¿Me pasan canciones? ¿Siii? Se vale en español y en inglés. :D

b. ¿Les gustaría que fuera agregando las canciones a un playlist en YouTube para que puedan irlo escuchando?

¿Quién me deja un review?

Un abrazo, E.