Recuerda el tiempo

Do you remember the time

When we fell in love?

"Remember the time", Michael Jackson

1. Cuando los hilos de la historia se tuercen y la narración cambia

Las corrientes de la Tormenta Nebular arreciaban. Nada estaba ocurriendo como Afrodita había esperado que sucediera. Aquella debería haber sido una victoria fácil, después de todo, eran tan solo cinco chiquillos de Bronce que apenas acababan de reclamar sus armaduras, no deberían haber sido capaces de cruzar la Primera Casa.

"Maldito seas mil veces, Mu de Aries."

Andrómeda…

"Shun, su nombre es Shun."

Shun había resistido a pie firme tanto las Rosas Demonio como las Rosas Piraña. Era algo digno de admiración, pero Afrodita no podía darse el lujo de decirle todas las cosas buenas que pensaba de él en ese momento. Era preciso poner fin a esa pelea y lanzarse escaleras arriba para asegurarse de que el otro no pudiera llegar hasta su Patriarca.

Era su deber el mantenerlo a salvo.

Invocó su tercera técnica de las rosas. La Rosa Sangrienta.

Hacía apenas un par de semanas que se sentía seguro de poder dominar esa técnica en particular. No la había empleado todavía en una persona (a decir verdad, tampoco en un animal, solo había probado clavar la rosa en trozos de carne de res). Hubiera preferido no ensayarla tan pronto en un enemigo, pero el muchacho parecía dispuesto a dar todo de sí. No podía menos que honrarlo empleando todos sus recursos para acabar con él.

La rosa voló hacia Shun, la Tormenta Nebular logró frenarla un poco y Afrodita comprendió que no había podido clavarla en su pecho tan profundamente como le habría gustado. Aquello no garantizaba una muerte tan rápida como se suponía que fuera.

¡Y Shun seguía insistiendo en ofrecerle oportunidades para rendirse! Era demencial. Si estuvieran en el mismo bando (como debería ser), muy probablemente acabaría protegiendo a aquel idiota como a un hermanito menor, aunque Death y Shura se rieran de él a diario por tener el corazón tan blando.

Pero eran enemigos, el chico era un traidor y sus amigos habían dado muerte a dos de las tres únicas personas que eran importante en la vida de Afrodita. Y la tercera persona corría peligro, las rosas que tapizaban la escalinata hasta el palacio le transmitían inquietud, al parecer, Pegaso estaba avanzando mucho más de lo que debería ser posible.

Así pues, invocó la segunda Rosa Sangrienta, consciente de que eso era algo inaudito en la historia de los Caballeros de Piscis. Esta vez la lanzaría con todas sus fuerzas, para superar las ráfagas de viento invocadas por el cosmos de Shun.

¡Ese cosmos era impresionante! ¡No debería pertenecer a un humano! ¡Era casi divino!

Supo que su intento iba a acabar en desastre cuando la Tormenta Nebular se intensificó todavía más: no estaba haciendo más lenta su rosa ¡estaba desviándola hacia él!

No iba a poder esquivarla, estaba demasiado agotado como para moverse a la velocidad necesaria para…

Un violento tirón a uno de sus brazos lo sacó de la trayectoria de la rosa, que fue a ensartarse (hasta la base del tallo, ahora sí) en la columna que estaba detrás de él.

-¡Basta! ¡Deténganse los dos!

La persona que acababa de salvarle la vida lo mantenía abrazado, pero esa voz…

-¡¿Escorpión?!

Era Milo, Milo de Escorpión. ¿Qué hacía ahí sin su armadura? ¿Y por qué lucía… distinto?

"¿Qué sucede? Es como si hubiera envejecido de repente."

Pero eso no importaba. Milo se había dejado vencer y ahora detenía su combate. Era un traidor, igual que Mu, que Aldebarán, que Aioria y que Shaka…

-¡Traidor! ¡Maldito traidor! ¡Tú los ayudaste! ¡Death Mask y Shura están muertos por tu culpa, desdichado!

-¿Qué…?

Afrodita apartó a Milo de un empujón y sacó fuerzas de donde ya no había para invocar una tercera rosa, lista para beberse la sangre de uno de sus enemigos. Sabía que no sería capaz de generar una cuarta, eso exigía demasiado de su fuerza vital… ¿a cuál de los dos debía matar? ¿Y por qué ese idiota de Milo parecía sorprendido de que le gritara?

-¡Pero no les servirá de nada! ¡Pegaso jamás podrá superar mis rosas demonio antes de que se ponga el sol y ni siquiera mi muerte alejará las rosas si yo no lo quiero! ¡El Patriarca está a salvo de ustedes y de su diosa impostora!

Milo reaccionó, volvió a rodearlo con un brazo y usó su mano libre para apretar las mejillas de Afrodita, justo con la fuerza necesaria y en el ángulo correcto para convertir su boca en un puchero ridículamente adorable, cosa que el Caballero de Piscis odiaba con toda el alma desde la infancia.

-¡Sören, por lo que más quieras, escúchame! ¡Ya perdiste a Death y a Shura! ¡Si quieres que Saga sobreviva a esto, tienes que hacerme caso!

Aquella maniobra absurda cumplió su propósito: Afrodita parpadeó desconcertado, la rosa cayó de su mano.

-Tú… tú no eres Escorpión –logró decir.

-Oh, sí que lo soy, pero eso no importa ahora. Tú quieres salvar a Saga y tú… -Milo dirigió una mirada de reojo a Shun- quieres salvar a Atenea y a tus amigos.

-Ella no… -empezó Afrodita.

-Cállate, Sören –interrumpió Milo-. Retira las rosas demonio.

-Pero… Saga…

-Saga estará bien, te lo prometo. Retira las rosas.

Milo soltó a Afrodita y este se quedó mirándolo fijamente. A Shun le sorprendió el darse cuenta de que el Caballero de Piscis ya no se veía ni tan seguro ni tan arrogante como al principio de su combate.

-¿Quién te dijo mi nombre?

-La misma persona que me dijo que es Saga a quien has estado protegiendo desde que tenías ocho años.

Dos de sus secretos mejor guardados. Lo miró boquiabierto por un instante, pero se repuso, su misión como Guardián de la Última Casa estaba primero que todo. ¡Era su deber proteger a su Patriarca! Respondiendo a un esfuerzo sobrehumano, las rosas demonio de la escalinata no solo aumentaron en cantidad, sino que además empezó a brotar del suelo lo que no tardaría en transformarse en la Barrera de Zarzas, una técnica que jamás había ejecutado a una escala tan grande.

-¡Terco como una mula! –exclamó Milo, la uña de su índice derecho se extendió, anunciando que se preparaba para usar Antares-. ¡Sabes que tienes límites, idiota! ¡Es tu vida lo que sostiene a las rosas fuera del lugar que les corresponde y no podrás aguantar mucho más una cantidad tan grande de rosales! ¡Te está sangrando la nariz, detente ahora!

Por supuesto, había mentido al decir que las rosas permanecerían en la escalinata incluso si él moría, pero no esperaba que ninguno de los dos supiera ese detalle. ¿De dónde había sacado aquel traidor tanta información? Sí, estaba sangrando y eso empeoraba la dificultad para respirar que experimentaba desde unos minutos antes, pero se plantó con firmeza entre ellos y la Barrera de Zarzas que seguía creciendo para lanzarle a ambos una mirada desafiante.

-Pasarán de aquí solo sobre mi cadáver –anunció.

Para su horror y escándalo, Milo se encogió de hombros.

-Como quieras, Sören.

Vio venir la Aguja Escarlata, consciente de que tenía todavía menos oportunidad de esquivarla que a su Rosa Sangrienta. De todos modos, lo intentó, y por eso lo que pudo haber sido un pinchazo se convirtió en una herida larga en su cuello.

Se llevó una mano a la herida para contener la sangre. ¿Qué vendría después?

-Sé que esto no te matará.

Milo se acercaba a él con un pañuelo en la mano, Afrodita intentó apartarse, tambaleante, pero Milo lo agarró con firmeza, lo hizo sostener el pañuelo contra la herida como un apósito y lo ayudó a sentarse, con la espalda apoyada contra la columna en la que había quedado clavada la rosa blanca. Ya la Barrera de Zarzas desaparecía y las rosas demonio se retiraban, porque el Caballero de Piscis no tenía fuerza suficiente para tenerse en pie, mucho menos para sostenerlas.

Quería maldecirlo, escupirle a la cara cuando menos, pero los tres recibieron en ese momento un impacto inesperado a través del cosmos: otro Caballero de Oro acababa de morir.

-Camus… -murmuró Milo.

Afrodita lo vio apretar los puños y fruncir el ceño, como alguien que experimenta un dolor intenso e intenta dominarse.

-Ha peleado hasta el último momento –dijo Afrodita, que no logró decir en ese momento ninguna de las cosas crueles que hubiera querido.

-No debí perder tanto tiempo tratando de razonar contigo, se me había olvidado lo cabeza dura que eres –Milo le apartó el cabello de la cara, luego hizo algo que descolocó por completo a Afrodita: se tocó el corazón con el dedo índice y luego tocó los labios de Afrodita con el mismo dedo, ¿qué significaba aquello?-. Tu sangre tardará unos diez minutos en neutralizar mi veneno. Quédate aquí y no te muevas. ¡Shun! ¡Vamos, Seiya va a necesitar ayuda!

Afrodita los vio partir escaleras arriba, totalmente libres ya de rosas. Habría dado el alma con tal de ponerse en pie e impedirles llegar hasta el palacio, pero solo le quedaba el agotamiento, el dolor y la humillación de saberse derrotado.

Cerró los ojos un instante, pero un destello de luz lo obligó a abrirlos de nuevo, alarmado: el último rayo del sol acababa de rebotar en el sagrado escudo de la Atenea Parthenos, un instante después de que se apagara la luz de Piscis en el reloj de fuego. Pegaso… ¿Pegaso pudo superar a Saga?

Empezó a llorar, desesperado. Todavía percibía el cosmos de su Patriarca en el palacio, pero, al pie de las Doce Casas, empezaba a notar ahora cómo se elevaba otro cosmos. Uno cálido, gentil, inmensamente poderoso.

El cosmos de una diosa.

Continuará…


Nota: Sören es un nombre sueco, se deriva del nombre en latín "Severus", el cual significa, "severo", "serio" o "estricto".