Disclameir: Los personajes no me pertenecen, son de Stephenie Meyer. Solo me adjudico la historia que sale de mi loca cabecita y problemas para dormir, facilidad para desvariar y andar creando por ahí.

Esta historia va dedicada con mucho cariño a una de mis mejores amigas, mi Diario de Vida personal, que me responde y aconseja —en el de papel solo puedo escribir—, la señorita Stephanie Reuque.

Summary: Una maravillosa esposa y un divorcio hacen tomar a Edward Cullen una decisión… ¡Recuperar el amor de Bella Swan! Lo que no se espera es que un dramático suceso lo llevará a la aventura más conmovedora y mágica de su vida.

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Sweet Disposition

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Cuando recibí el mensaje de Tanya esta mañana, lo último que se me pasó por la cabeza fue esto. Había leído bien, Esta noche daremos un paso importante en nuestras vidas, te amo y te espero. ¿Qué se supone que pienses? Se me ocurren muchas cosas. Sexo desenfrenado, una cena romántica, lencería nueva, una prueba de embarazo marcando positivo —aunque eso es imposible—, o qué demonios sé yo, pero algo realmente genial y que signifique un cambio.

¿Y qué es lo que tengo? A mi esposa frente a mí, con dos carpetas sobre sus rodillas y diciendo estupideces.

—¿Te sientes bien, Edward? —la miro con cara de pocos amigos y entrecierro mis ojos.

La culpa cae sobre sus hombros, lo siento… y lo veo, claro, porque sus hermosos ojos se llenan de lágrimas y muerde sus labios para no largarse a llorar.

Me calmo y trato nuevamente de procesar lo que ella acaba de decir. No, no puedo. No hablo Tanyano.

—¿Qué fue lo que dijiste? —pregunto.

Ella entiende a lo que me refiero, toma aire y sonríe antes de responder. Es malvada.

—Que te doy el divorcio.

Así de simple.

Me quedo de una pieza… otra vez, y trato de recordar el día en el que le pedí el divorcio. Quizá estaba borracho y lo dije en broma, pero hace más de tres meses que no me voy de fiesta. No, no soy tan idiota. ¿La habré tratado mal? ¡Las chicas todo lo malentienden!

Nada, no hay nada.

—Tanya, —me acerco hasta el sillón en donde está sentada y tomo sus manos entre las mías —yo no te he pedido el divorcio.

—Lo sé. — ¿Es mi idea o habla feliz del tema?

—Entonces… yo no entiendo.

Y de verdad no entiendo. Salgo en la mañana a trabajar, recibo un mensaje, llego a casa y mi esposa se trata de divorciar de mí. Y yo no le he hecho nada malo, ni siquiera la he tocado…

Espera….

¡Tiene a otro!

La miro con cara de perro, abro y cierro mi boca, suelto sus manos y todo encaja en mi cabeza. ¡Por supuesto! De seguro se está tirando al repartidor de pizza, no es posible que ese chico se la pase metido en el edificio y que mi esposa pida todos los días una napolitana doble queso y no engorde.

—Tienes a otro, ¿verdad? —se lo digo de golpe y pone cara de ofendida.

—¡No! Cómo puedes decir eso, Edward. —Mueve su cabeza en ambos lados y de nuevo sus ojos se llenan de lágrimas. — Sabes que sería incapaz de hacerte algo así, me conoces.

Ahora se larga a llorar de verdad.

Soy un idiota.

Patéenme las bolas.

¿Cómo puedo pensar si quiera que Tanya me engañe? Debo estar en shock por la situación y por eso me estoy comportando como imbécil.

La abrazo y espero que se le pase el ataque de llanto.

—Perdón, Tanya.

No responde, es obvio que está ofendida, y la entiendo, la acabo de trata como si fuese la peor de las putas, siendo que ella es una chica pura aún.

Sí, porque mi esposa sigue siendo virgen. Dos maravillosos años de matrimonio y todavía no tenemos noche de bodas. Dos perfectos años de acumulación sexual, saciando mis deseos más carnales con imaginación y toqueteos de mí… para mí, mientras miro revistas de lencería barata. Lo más atrevido que tenemos en casa.

Y la quiero. ¡Claro que quiero a Tanya! Es mi esposa, me casé con ella porque la… amo, de otra forma no hubiese aguantado ni una semana esta situación, o la habría engañado con otra. Pero no. Me he mantenido como un buen esposo, paciente a los deseos de mi esposa, y luego de dos años, la muy perra me da el divorcio, sin que se lo haya pedido.

¿Qué día es hoy? Puede ser el Día de los Santos Inocentes. Miro rápidamente el calendario que cuelga de la pared de la cocina y… ¡no! Estamos a septiembre.

¡Dios! ¿Por qué? Digo… cuando conocí a Tanya sabía que ella era muy… pura. En todos los sentidos que puedas ocupar esa palabra. Lo supe el día de nuestra primera cita, cuando de postre pidió un plátano, lo hundió en la crema batida y se lo echó a la boca. Mi sucia mente voló. Estaba hipnotizado viéndola comer y lamer ese puto fruto, así que sonreí y de inmediato marqué terreno, Así que… así es como te gusta. Esperé su reacción, pero jamás me esperé esa reacción, Si, aunque a veces le pongo chocolate o jarabe de fresa, queda muy bueno, deberías probarlo me sonrió y siguió comiendo. Al principio pensé que era broma, luego descubrí que ella era así, pero tenía la seguridad de que la cama matrimonial podría solucionar su falta de comprensión en ciertos temas.

Pero la cama matrimonial no lo solucionó. Si lo hubiese hecho, ella no seguiría siendo virgen. Y yo estaría saciado, no frustrado.

Ella se suelta de mis brazos y me sonríe.

Me planteo el hecho de llevarla a un psiquiatra, sus cambios de humor son preocupantes, quizá es bipolar.

—Ambos sabíamos que esto pasaría. —Su voz es suave.

—Sigo sin comprender tu punto, Tanya. —Ella me sonríe. Me está dando miedo, en cualquier minuto entra Jason en acción. — Dime, ¿te he tratado mal, te falta algo? Porque creo que no. No soy un mal esposo. ¿O si?

—No, Edward, por supuesto que no, eres perfecto.

Cada vez me confunde más.

—Entonces… ¿Por qué demonios te quieres divorciar?

Tanya se sienta sobre mis rodillas y toma mi cara entre sus manos.

—Mi querido Edward, —miro en ambas direcciones, de verdad tengo miedo —tú has sido paciente, cariñoso, gentil y me has dado mucho amor. ¡Eres el mejor hombre que una chica podría tener! Pero cuando nos casamos, tú sabías que yo tenía un sueño, un deseo que nace de lo más profundo de mi ser y que aún está ahí, y te juro que he tratado de encerrarlo y no dejarlo aflorar… pero no puedo. Es más fuerte que yo y me está haciendo daño.

¡No puede ser! Pensé que ya se había olvidado de esa tontería.

—Tanya, cuando decidimos casarnos —trataré de ser sutil —tú sabías que estarías casada, tendrías un esposo, una casa y habría niños, quizá un perro. Y tú aceptaste, y cuando aceptas casarte y tener una familia, creo que tenías claro que las relaciones sexuales jugarían un papel fundamental.

—Pero tú sabías de mi vocación. —No, no se le ha olvidado.

—Entonces, ¿Por qué te casaste? ¿Para qué?

—Pensé que podría formar una familia y ser feliz a tu lado, amarte y desearte como una mujer a su marido… pero no puedo.

—¿Qué? ¿No me amas? —Pregunto sorprendido de su confesión.

—Por supuesto que te amo, pero como mi hermano. —Me sonríe y tapo mi rostro con ambas manos.

Debo estar en medio de una pesadilla. Esto no es verdad.

—Me amas como a tu prójimo. —Ella asiente. —Espera… —algo debí haber aprendido de todos los domingos que me arrastraba a las ocho de la mañana a la Misa —¿no se supone que el procrear y tener una familia es muy importante y que debes luchar por tu familia y no dejar que se separe nunca? —Vuelve a asentir. —Entonces sigo sin entender, ¿por qué te quieres divorciar de mí?

—Porque desde niña soñaba con convertirme en una mujer religiosa, me guardé para ello y es mi sueño, es la forma en la que quiero vivir.

—¿No signifiqué nada para ti? —Juro que me da miedo escuchar esta respuesta.

Quiero a Tanya, y había planeado compartir mi vida con ella. No la amo apasionadamente, pero es la mujer con la que iba a formar una familia y no tendría que preocuparme de andar buscando a otra. Y es precisamente ella, quien me daba estabilidad, la que ahora destruye todo.

—Significas mucho para mí, eres el hombre con el que he estado casada, y por un minuto me hiciste dudar de mi vocación. Digamos que… fuiste mi tentación.

—¿Soy un producto demoníaco?

—Algo así.

Proceso la información por tercera o cuarta vez y me doy cuenta que siempre supe que esto pasaría. La noche de nuestra boda esperé casi dos horas a que saliera del baño con un espectacular conjunto de lencería, y lo único que obtuve fue a Tanya con un ataque de nervios y su pijama de Hello Kitty. Ahí me explicó por segunda vez —porque la primera fue cuando nos conocimos— su deseo de convertirse en monja. Con el tiempo la convencí de formar una familia, lo intentamos… pero pasaba lo mismo.

De cierta forma me casé engañado, porque ella dijo que lo intentaría… ¿será que puedo ser indemnizado por esto? Mi moral está dañada.

—Serás monja. —Esa es una afirmación y al parecer es definitiva.

Me mira con su cabeza ligeramente inclinada, sus ojos clavados en los míos y casi puedo oír los coros celestiales y ver brillos que saltan de sus sonrosadas mejillas.

—Me cambias por Él. —Es otra afirmación a la que espero respuesta.

Tanya se tapa el rostro con ambas manos y mira en todas direcciones con culpa, luego centra su mirada acusatoria en mí.

—No seas sarcástico, ten un poco de respeto.

—Tanya, dime que es broma. —Esta es mi última esperanza.

Ella en respuesta abre una de las carpetas y saca dos hojas, pone una en mis manos y se sienta a mi lado. Saca un lápiz y me lo extiende.

—Mañana me esperan en el convento, —esto realmente no es una broma —comenzaré con mi preparación.

Leo la hoja que me pasó, es una solicitud de divorcio y adjunta va otra hoja que es una declaración jurada de Tanya en la que explica que nuestro matrimonio nunca fue consumado y que renuncia a todos los bienes materiales que corresponde yo le dé, ya que ella iniciará una vida nueva en donde no necesita ese tipo de bienes.

—No es justo —digo firme —, eres mi esposa y corresponde que te dé la mitad de mis bienes.

—En el convento me darán todo lo que necesite, Edward. Por favor, sabes que es lo correcto… solo firma.

Me doy por vencido. Sus padres me lo habían advertido y yo como buen testarudo que soy, no les presté atención.

Firmo la hoja y se la entrego. Ella hace lo mismo con la suya y guarda ambas en la carpeta.

—¿Qué hay en la otra? —pregunto señalando el portafolio rosa que tiene.

—Los documentos que debo llevar cuando ingrese al convento.

—¿Dónde queda eso? —mi pregunta va con cierto interés, ya que quizá pueda ir y sacarla cuando la convenza que se está volviendo loca.

—A tres cuadras de aquí.

¿En serio? Es que de verdad, ¿en serio? Creo que tendré que mudarme si no quiero volver a verla. Jamás me había dado cuenta que existía un convento a tres cuadras de mi casa.

Tanya da por finalizada la conversación y se dirige a nuestra habitación. La sigo y veo que comienza a ordenar su maleta, mientras en otra caja va lanzando ciertas cosas.

—Dormíamos juntos, ¿no pecaste ya con eso? —pregunto.

—No. Es más profundo que eso, yo jamás rompí mis votos.

—Hiciste votos conmigo, Tanya. ¡Auch! Eres una traidora.

—Algún día… lo comprenderás. Además, —se queda mirando nuestra fotografía de matrimonio y la guarda en su maleta —piensa que esto te beneficia. Tú nunca me has amado como a Bella, quizá podrías ir y buscarla. Serán muy felices.

Con que ella se dio cuenta. La culpa me golpea brutalmente.

—No te sientas culpable, porque yo tampoco te amo como se suponía, y aún sabiendo eso, siempre me fuiste fiel.

Se acerca y me entrega la pequeña caja en donde hay prendas reveladoras, perfumes, música y libros.

—Dáselas a alguien que las necesite.

Me da un fuerte abrazo y se separa un poco para hablarme.

—Oye, hago esto porque es lo mejor para ambos. No te sientas culpable. Quizá se me hubiese amado como a Bella y yo no estuviese tan decidida de lo que quiero, ambos nos habríamos esforzado y esto hubiese podido funcionar, solo quizá. —Me da un beso en la mejilla y me regala una tierna sonrisa —Te escribiré desde el convento y espero que me vayas a ver cuando pueda recibir visitas. Te adoro Edward, y gracias por dejarme ser la señora Cullen por dos años.

La abrazo más fuerte aún. No quiero que se vaya. Tanya es más que mi esposa, es mi amiga, mi confidente, la que cocina y siempre me regala una sonrisa cuando algo va mal.

—Podemos seguir hablando Tanya, te vas mañana.

Me hace un sonido de chicharra, el típico ruido de error o eliminado.

—Me voy esta noche. Ahora. Y tú me irás a dejar.

Sonrío y me vuelvo a dar por vencido. Contra ella no tengo nada qué hacer.

Una vez que estamos fuera del convento me atrevo a preguntarle algo que ronda mi cabeza hace horas.

—¿Por qué el chico de las pizzas se la pasaba metido en el edificio? ¿Por qué encargabas todos los días dos napolitanas con doble queso y no estás gorda?

Mi pregunta la toma por sorpresa y cuando reacciona se parte de la risa.

—No eran para mí. —Se vuelve a reír y me cuenta la verdad —Mike, nuestro vecino del piso de arriba está en tratamiento por obesidad y su familia le prohibió a la pizzería que le venda. Así que yo las compraba y luego se las iba a dejar.

Me río también por lo estúpido de la situación.

—¿Y cómo se las arreglará ahora? —pregunto curioso. Ese Mike es un glotón.

—Tú lo harás.

—¡No! —le digo riendo.

—Sí, lo harás.

Vemos una monja que sale del convento y sonríe al ver a Tanya. Me bajo del auto y saco su maleta. Abro la puerta para ella y la ayudo a descender. Me mira nostálgica y con algo de tristeza.

—¿Qué haré sin ti? —le pregunto con sinceridad.

—Rehacer tu vida, buscar a Bella y ser feliz.

—Bella no me querrá ver, no le gusta ser la segunda opción de nadie. —eso es mitad broma y mitad realidad.

—Ella siempre ha sido la primera opción, solo… lucha por ella. Edward, —Tanya toca su rostro —eso de si amas algo, déjalo ir, es una mierda —ríe sola —, porque si realmente amas algo… aférrate a ello y no lo sueltes nunca, lucha con garras y sé feliz a su lado, porque dejarlo ir es para cobardes. Luego pasas la vida preguntándote cómo sería si… y eso no es felicidad. No solo te perjudicas tú, lo haces con el resto también. Y tú no eres cobarde, o al menos ahora dejarás de serlo.

Esos son los consejos que necesitaré.

—Da igual lo que piensen tus padres, solo sé feliz Edward. Prometo escribir.

—Ya es hora de entrar Tanya. —La monja nos interrumpe.

Le doy un último abrazo y veo como entra por un gran portón y camina por un sendero hacía su nuevo hogar, que ya no es conmigo.

Me subo al coche y siento una gran paz en mi interior. Las palabras de Tanya resuenan en mi cabeza y entiendo que tampoco la amo como se esperaba.

Puede parecer superficial y hasta estúpida la forma en la que la dejo ir, pero hay situaciones que no se pueden seguir prolongando y tienes que tomar decisiones, aunque parezcan radicales, porque al final, siempre traerán las consecuencias que tú esperas si es que haces las cosas bien.

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Veo la cara de todos los que me rodean y espero su reacción. Son las tres de la madrugada ya. Ha parecido una eternidad desde que dejé a Tanya en el convento y me vine a toda marcha hasta la casa de mi hermano, Emmett. Apenas crucé su puerta me largué a contarles todo lo que había sucedido. Rose, la esposa de Emmett, me abrazó y me puse a llorar como un niño. La verdad es que no estaba resentido ni solido por el abandono, más bien era tristeza porque había imaginado una vida con Tanya. No la que yo esperaba, pero la que había aprendido a querer.

Emmett, Rose y Jasper, el hermano allegado de mi cuñada, se miran entre ellos y luego me quedan viendo con cara de locos, abre y cierran sus bocas sin que estas emitan sonido alguno.

Jasper es el primero en hablar.

—¿Eres virgen también?

Emmett ríe escandalosamente y Rose esconde su rostro tras sus manos. Son un trío de idiotas. Esperaba una palabra de aliento, una botella de licor y que llamaran chicas o un payaso, menos esa pregunta.

—No, idiota. —Le respondo y se ríen más aún.

—O sea que hace dos años no la ocupas. —Rose es la que agrega ese comentario mientras señala mi entrepierna. —¿Sabías que puede atrofiarse, verdad?

Emmett para de reír y me mira serio.

—Está bien, no te molestaremos más, pero debes entender que todos nos esperábamos que ustedes se separaran algún día. Y es más, esperábamos que tú dejaras a la buena de Tanya o algo por el estilo, ya sabes, ella es una buena chica y tú no tanto. —Hace una pausa —Ahora sabemos este pequeño detalle de tu vida íntima, lo que hace la situación más grave, ¿cómo soportaste tanto?

—La quiero. —Mi respuesta es segura.

—Pero no la amas, —Rose me comienza a irritar — porque tú amas a Bella, siempre lo has hecho y lo seguirás haciendo por el resto de tus días.

—Ve a buscarla, haz caso al consejo de Tanya. —Jasper me pasa un vaso de agua y agrega —Tienes su dirección y hablan seguido, nada te detiene.

Es verdad, ellos tienen razón.

—Lo haré. —concluyo en un susurro.

—¡Dilo como hombre, Cullen! —me grita Rose.

—¡Lo haré! ¡Recuperaré a Bella Swan! —me siento como cuando tenía diecisiete y la vi por primera vez, confiado y como un idiota.

Me tomo el resto del agua que me queda y salgo corriendo en dirección a la puerta. De camino escucho a Jasper preguntar, A todo esto, ¿Por qué terminaron la tal Bella y Edward?. Si supiera.

Manejo a la velocidad máxima establecida y pongo todos mis pensamientos y seguridad de un hombre recién divorciado, en el hecho de recuperar al amor de toda mi vida, al que dejé cuatro años atrás por inmaduro y por hacer todo lo contrario del consejo que Tanya me dio.

Una hora después de mi frenético viaje, cruzo la última calle antes del edificio en donde vive Bella en el centro de New York. Entro al estacionamiento, me bajo rápido y pienso en lo que voy a decir cuando la vea. Hace más de un año no nos vemos y nuestra última conversación fue hace cinco meses.

Siento que el elevador hoy se demora más que nunca. Llego al piso quince y toco su puerta, la quinientos doce.

Llamo insistentemente por al menos cinco minutos, hasta que veo una luz a través de la rendija. Respiro profundamente y sonrío. La puerta se abre y veo a… ¿Alice?

—¡Alice! —Exclamo— Tú… ¿qué haces aquí? Este es el apartamento de Bella.

—¡Edward Cullen! ¿Sabes qué hora es? ¡Son las cuatro de la madrugada! ¿Qué quieres? —Todo eso lo lanza en lo que parece ser una diarrea verbal.

Alice, la mejor amiga y representante de Bella a tiempo completo, me mira con cara de asesina en serie. Luce mal, toda desarreglada y como si no hubiese dormido en meses.

—Yo… solo quiero ver a Bella, debo decirle muchas cosas… —la expresión en el rostro de Alice se suaviza poco a poco y me comienza a mirar de una forma extraña… con tristeza.

La ignoro por unos segundos y miro dentro del lugar tratando de divisar a Bella.

—¿Puedes llamar a Bella? —Mi petición no es atendida por Alice quien agacha su cabeza.

—Edward, no…

—¡Alice! No te pongas pesada, sabes que Bella me atiende aunque sean las cinco de la mañana. —Me río y le comienzo a hacer cosquillas en su estómago hasta que la hago entrar.

Ella se ríe y al mismo tiempo se enoja.

Paro de molestarla y aprovecho el descuido de Alice para correr hasta la habitación de Bella. Empujo la puerta y enciendo la luz. Espero encontrarla durmiendo totalmente despeinada y solo con una remera y ropa interior, haciendo pucheros y poniendo caras feas, pero con lo que primero me encuentro es muy diferente a lo que yo creía.

Todo está muy distinto. Cada mueble de su habitación está cubierto con sábanas blancas. Retiro una de las sábanas y me encuentro con cajas que están llenas de sus pertenencias. Salgo del lugar y recorro el resto de las habitaciones, todo el lugar está igual. Voy a la cocina y no hay vajilla, no hay alimentos, no hay nada.

Miro algo confundido a Alice en busca de una respuesta.

—¿Se están mudando? —Pregunto finalmente.

Ella suspira y se acerca hasta tocar mi hombro.

—No sabes nada, ¿verdad?

Esa sola pregunta traspasa mi cuerpo y me preparo para lo peor.

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—Veré si podemos verla, no es hora de visitas. —Apenas escucho a Alice.

Son las siete de la mañana y las visitas comienzan a las nueve.

Cuando Alice hizo que me sentara en el enorme sofá blanco de la sala, me esperé todo, todo menos esto. Primero pensé que Bella se había mudado o que se iba a casar, y hasta que se había cansado de toda esta situación y que no quería verme más y se estaba escondiendo. Pero no, nada de eso pasó.

—¡Vamos, Ed! —Alice me apremia con una sonrisa de oreja a oreja. —El doctor ha hecho una excepción, le dije que eras su primo del sur, eso siempre les ablanda el corazón, así que finge ser sureño. Ese acento es sexy.

Seguimos a un anciano doctor a través de unos pasillos blancos, muy iluminados y con olor a medicinas. Nos lleva hasta una puerta al fondo, pasa una tarjeta por un lector y nos deja entrar primero.

Atravieso el umbral con miedo, el apretón de Alice en mi brazo no es de mucha ayuda. Damos unos cuantos pasos y me encuentro con Bella recostada sobre una cama. Está conectada a máquinas, una de ellas emite el ritmo de su corazón, pausado, tranquilo.

Miro a Alice y ella asiente. Me dirijo hasta la cama y me detengo sobre la tablilla que descansa a los pies de Bella.

Isabella Swan. 23 años. Coma inducido.

Avanzo y tomo su mano, está tibia y muy suave. Tiene una leve sonrisa en su rostro, o es al menos la impresión que da a través del tubo que tiene en su boca.

—La mejor opción fue inducir un coma. Nos da la oportunidad de que la paciente se recupere y sufra menos traumas. Hasta ahora nos ha ido muy bien. —El doctor me da una sonrisa.

Su cuerpo no parece tener cardenales no cortes.

Alice solo me dijo que el auto en el que iba por la carretera había caído por una cuesta. Rodó cientos de metros.

—Siempre ha sido testaruda —comenta Alice medio riendo, medio llorando —, le dije que esperáramos hasta que amaneciera para salir, pero no, ella quiso tomar la carretera y llegar lo antes posible a esa reunión con los ejecutivos. ¡Era en la tarde del día siguiente! Bella tiene una afición con los paisajes, típico de cineasta. —Veo de reojo como Alice limpia sus ojos. —Está empezando y es profesional, espera crear un nombre dentro de la industria. Ha puesto todo en esta película, y sé que la terminara.

—¿Estará bien? —pregunto al doctor.

—Dentro de dos semanas la sacaremos del coma, y si todo sale bien, solo necesitará rehabilitación.

Rehabilitación.

Esa palabra queda dando vueltas en mi mente y me aferro más aún a la mano de Bella.

Dos semanas.

—Estarás bien —digo a las vez que beso su mano —, y te recuperaré.

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N/A: ¡Hola! De nuevo por acá y con nueva historia. Espero que les guste y que me digan qué tal, todas las críticas se reciben con gusto y aportes que deseen hacer, ¿me lo dicen en un tierno/psicópata review? Las que leen "Let Me Love You", trataré de subir mañana. ¡Nos leemos! Y recuerden que cada RR es un dulce de alegría y crecimiento a esta autora :D Besos, xo.